Homilías del Papa y Temas sacerdotales
Contemplar el Evangelio de hoy
Evangelio de hoy
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Día litúrgico:
Domingo XXV (B) del tiempo
ordinario
Texto del Evangelio (Mc 9,30-37): En aquel
tiempo, Jesús y sus discípulos pasaban por Galilea, pero Él no quería que se
supiera, porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre
será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres días de haber
muerto resucitará». Pero ellos no entendían lo que les decía y temían
preguntarle.
Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les
preguntaba: «¿De qué discutíais por el camino?». Ellos callaron, pues por el
camino habían discutido entre sí quién era el mayor. Entonces se sentó, llamó a
los Doce, y les dijo: «Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y
el servidor de todos». Y tomando un niño, le puso en medio de ellos, le
estrechó entre sus brazos y les dijo:

«El que reciba a un niño como éste en mi
nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, no me recibe a mí sino a Aquel
que me ha enviado».
Comentario
Rev. D. Pedro-José YNARAJA i Díaz
(El Montanyà, Barcelona, España)
«El Hijo del hombre será entregado (...);
le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará»
Hoy, nos cuenta el Evangelio que Jesús
marchaba con sus discípulos, sorteando poblaciones, por una gran llanura. Para
conocerse, nada mejor que caminar y viajar en compañía. Surge entonces con facilidad
la confidencia. Y la confidencia es confianza. Y la confianza es comunicar
amor. El amor deslumbra y asombra al descubrirnos el misterio que se alberga en
lo más íntimo del corazón humano. Con emoción, el Maestro habla a sus
discípulos del misterio que roe su interior. Unas veces es ilusión; otras, al
pensarlo, siente miedo; la mayoría de las veces sabe que no le entenderán. Pero
ellos son sus amigos, todo lo que recibió del Padre debe comunicárselo y hasta
ahora así ha venido haciéndolo. No le entienden pero sintonizan con la emoción
con que les habla, que es aprecio, prueba de que ellos cuentan con Él, aunque
sean tan poca cosa, para lograr que sus proyectos tengan éxito. Será entregado,
lo matarán, pero resucitará a los tres días (cf. Mc 9,31).
Muerte y resurrección. Para unos serán
conceptos enigmáticos; para otros, axiomas inaceptables. Él ha venido a
revelarlo, a gritar que ha llegado la suerte gozosa para el género humano,
aunque para que así sea le tocará a Él, el amigo, el hermano mayor, el Hijo del
Padre, pasar por crueles sufrimientos. Pero, ¡Oh triste paradoja!: mientras
vive esta tragedia interior, ellos discuten sobre quien subirá más alto en el
podio de los campeones, cuando llegue el final de la carrera hacia su Reino.
¿Obramos nosotros de manera diferente? Quien esté libre de ambición, que tire
la primera piedra.
Jesús proclama nuevos valores. Lo importante
no es triunfar, sino servir; así lo demostrará el día culminante de su quehacer
evangelizador lavándoles los pies. La grandeza no está en la erudición del
sabio, sino en la ingenuidad del niño. «Aun cuando supieras de memoria la
Biblia entera y las sentencias de todos los filósofos, ¿de qué te serviría todo
eso sin caridad y gracia de Dios?» (Tomás de Kempis). Saludando al sabio satisfacemos
nuestra vanidad, abrazando al pequeñuelo estrujamos a Dios y de Él nos
contagiamos, divinizándonos.
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