lunes, 28 de diciembre de 2015

38° Encuentro Ecuménico de la Comunidad de Taizé

Homilías del Papa y Temas sacerdotales

"Sean un oasis de misericordia": aliento del Papa a los jóvenes del Encuentro Europeo de Taizé

38° Encuentro Ecuménico
de la Comunidad de Taizé, en Valencia - RV


28/12/2015 11:12SHARE:

(RV).- El Papa Francisco ha dirigido un mensaje a los participantes en el 38° Encuentro Europeo organizado por la Comunidad de Taizé, que tiene lugar desde el lunes 28 de diciembre hasta el 1 de enero 2016 en Valencia, en el que anima a los más de 30.000 jóvenes participantes previstos a  "tener el coraje de la misericordia para estar cerca de las personas más desamparadas", “de manera particular a los muchos emigrantes que necesitan nuestra acogida”. En el mensaje el Pontífice expresa además su deseo de que "durante estos hermosos días”, en los cuales se reúnen en Valencia para rezar y compartir, “puedan descubrir mejor a Cristo, el rostro de la misericordia del Padre”.

A continuación, el mensaje completo del Papa Francisco, firmado por el Cardenal Secretario de Estado de Su Santidad, Pietro Parolin:

"Queridos jóvenes:
Miles de vosotros os habéis reunido en Valencia, España, con ocasión del 38° Encuentro Europeo organizado por la Comunidad de Taizé. El tema de la misericordia, que os reúne y en el que vais a profundizar durante el 2016 hace que el Papa Francisco se sienta especialmente cercano a vosotros, sobre todo después del inicio del Jubileo de la Misericordia el 8 de diciembre. Es su deseo que “los cristianos puedan reflexionar durante el Jubileo sobre las obras de Misericordia” (Documento de Indicción del Jubileo Extraordinario de la Misericordia). El Santo Padre os agradece de todo corazón que os dediquéis a esta tarea con toda la fuerza creativa y la imaginación de vuestra juventud.
Vosotros queréis también que la Misericordia se manifieste en todas sus formas, incluida su esfera social. El Papa os anima a continuar por este camino y a tener el coraje de la misericordia, el cual os va a guiar no solamente a recibirla vosotros en vuestras vidas, sino también para estar cerca de las personas más desamparadas. Vosotros sabéis que la Iglesia está aquí para toda la humanidad y “allí donde están los cristianos, todos tendrían que encontrar un oasis de misericordia”. Esto es en lo que se pueden convertir vuestras comunidades.

Esto se aplica de manera particular a los muchos emigrantes que necesitan nuestra acogida. El Papa escribió hace algunos meses al Hermano Alois por el centenario del nacimiento del Hermano Roger: “el Hermano Roger amaba a los pobres, a los más desamparados, a los que aparentemente a nadie importan. Él ha demostrado con su vida y la de sus hermanos que la oración va unida con la solidaridad humana”. A través de vuestra práctica de la solidaridad y de la misericordia, podréis vivir esta alegría exigente, rica de significado, a la cual os llama el Evangelio.

El Santo Padre os desea que durante estos hermosos días, en los cuales os reunís en Valencia, rezando y compartiendo, podáis descubrir mejor a Cristo, “el rostro de la misericordia del Padre”. Él ha hablado ya a través del Profeta Oseas cuando ha transmitido a su pueblo el mensaje “yo deseo misericordia y no sacrificios”.

De todo corazón el Papa Francisco manda su bendición a los jóvenes que participan en el Encuentro, a los Hermanos de Taizé y a todas las familias que acogerán en Valencia y en los alrededores.

Cardenal Pietro Parolin
Secretario de Estado"





sábado, 26 de diciembre de 2015

Navidad 2015: felicitación del Prelado del Opus Dei

Homilías del Papa y Temas sacerdotales




Navidad 2015: felicitación del Prelado del Opus Dei

Navidad 2015: felicitación del Prelado del Opus Dei

"La Navidad es la entrega misericordiosa de Dios 
a toda la humanidad",
 así explica esta fiesta el prelado del Opus Dei 
en este vídeo.






Navidad 2015: felicitación del Prelado del Opus Dei


23 de Diciembre de 2015
Hace pocos días, pudimos contemplar la apertura de la puerta santa con motivo del Año de la misericordia convocado por el Papa Francisco. Entonces, todos le acompañamos.

Pero yo quería hacer notar que la Virgen, por su gran vida interior proveniente de esa Concepción Inmaculada, fue la criatura que más entendió tanto del amor de Dios como del sinónimo del amor de Dios, que es su misericordia. Y esto me parece que engarza perfectamente con la Navidad, que es la entrega misericordiosa de Dios a toda la humanidad.

Hemos de aprovechar estos días próximos, días de auténtica alegría, de auténtico gozo, de auténtico ocuparnos y de vivir una fraternidad cada vez más extensa porque Dios ha querido compartir con nosotros su vida, y nos ha dicho que somos hermanos suyos, siendo hijos de Dios en Cristo

¿Cómo podemos aprovechar esta Navidad, siguiendo la pauta del año de la misericordia? De muchas maneras. A cada uno se le ocurrirá lo que la gracia le irá inspirando. Las familias pueden reunirse para leer un poquito de la bula que el Papa ha querido dedicar a este año de la misericordia del Señor. Otra manera es contemplar las distintas escenas del Evangelio en las que Cristo sale al encuentro de los necesitados.

Y, sobre todo, que nos demos cuenta que ese nacimiento suyo en Belén, en mitad de tantas exigencias y tantas carencias, es otra prueba de la misericordia de Dios con nosotros.

San Josemaría nos decía que no debemos tener miedo a hablar con Jesús porque es el que comprende más, el gran amante, el gran Dios que sabe perdonar.

Por eso, acerquémonos a la cuna que es, como también decía san Josemaría, una cátedra de enseñanzas y pidámosle a Él que sepamos aprender todos los días a querer. ¿Querer a quienes? En primer lugar, a las personas que nos rodean, en la propia familia, en el proprio ambiente de trabajo, en el lugar en el que nos encontramos con los amigos, en los tiempos de descanso. Y también tener esa santa preocupación de acudir a ayudar, a sostener, no solamente desde el punto de vista material, sino desde un punto de vista de amistad, de fraternidad, a gente indigente y menesterosa con una sonrisa ¡Tantos hombres!

Aparte de que procuremos también ayudar económicamente, materialmente, otra manera con la que podemos vivir esta Navidad, santamente y alegremente es, concretamente, mirando más a la Virgen, pensando en Ella. Esa Criatura perfecta, con una personalidad totalmente acabada, supo pasar por el camino de la humildad para servir. Ella lo dice expresamente en el Magnificat, reconociendo su poquedad: "Porque ha visto la poquedad de su sierva" me ha elegido para esta tarea sublime de ser la Madre de Dios. ¿Queremos de verdad acompañar al Señor en todo lo que nos pida? Abracemos el camino de la humildad, esa respuesta tan total y tan completa tan maravillosa y tan al alcance de la mano. Al mismo tiempo, que es difícil.

"Ancilla domini": que queramos ser todas y todos siervos y siervas de Dios que viven gozosamente el estar atendiéndole a Él, ahora en este tiempo de Navidad, sabiendo que nos necesita. También san Josemaría decía que el Niño tiende las manos para agarrarse a nuestro cuello, pidiéndonos ayuda, pidiéndonos consuelo y esto lo pide también a través de las necesidades de las personas con las que convivimos, o de las personas a las que hemos de ir a visitar, a ver, a ayudarles, para sentirnos hermanos de ellos.

Vamos a aprovechar la Navidad diciendo al Señor: "Gloria in Excelsis Deo". Pero también gloria aquí en la tierra, porque nos damos cuenta de que Dios quiere estar con nosotros y vivir con nosotros. Que Dios os bendiga.

Ángelus del Papa Francisco, 26/12/2015

Homilías del Papa y Temas sacerdotales


Audiencias, Catequesis y Ángelus

Ángelus del Papa: Que María nos oriente para recibir
 y donar el perdón

La Plaza de San Pedro a la hora del Ángelus 
del pasado 20 de diciembre - OSS_ROM

26/12/2015 

(RV).- A la hora del Ángelus del sábado 26 de diciembre, memoria litúrgica de San Esteban, primer mártir cristiano, el Papa Francisco destacó que tras la contemplación de la Solemnidad de la Navidad  y, en consecuencia, del amor misericordioso de Dios, en esta ocasión vemos la respuesta coherente del discípulo de Jesús, que da su vida. De hecho, tras el nacimiento en la tierra del Salvador; nace para el cielo su testigo fiel. Y añadió que si bien aparecen siempre las tinieblas del rechazo de la vida, la luz del amor brilla más fuerte porque vence el odio e inaugura un mundo nuevo.

El Santo Padre puso de manifiesto un aspecto singular del relato de los Hechos de los Apóstoles, que acerca a San Esteban al Señor. Y es el hecho de morir perdonando al igual que Jesús. También afirmó que Esteban es mártir, que significa testigo, porque se comporta como el Señor Jesús, rezando, amando, donando y, sobre todo, perdonando, puesto que el perdón es la máxima expresión del don.

El Obispo de Roma invitó a peguntarnos ¿para qué sirve perdonar? Y explicó que encontramos una respuesta precisamente en el martirio de Esteban, quien también perdonó al joven Saulo – que perseguía a la Iglesia –  y que gracias al perdón recibido llegó a ser Pablo, el gran Santo, Apóstol de las gentes. Por esta razón, el Papa Bergoglio afirmó que “Pablo nace de la gracia de Dios y del perdón de Esteban”.

Al mismo tiempo, el Pontífice dijo que también nosotros nacemos del perdón de Dios. Y no sólo en el Bautismo, sino cada vez que somos perdonados. Mientras sólo cuando somos amados podemos amar a nuestra vez y jamás debemos cansarnos de pedir el perdón divino, porque sólo cuando somos perdonados aprendemos a perdonar.

Francisco admitió, como ha hecho otras veces, que perdonar es siempre muy difícil. De ahí su recomendación a aprender a disculpar las pequeñas o grandes ofensas de cada día mediante la oración, como hizo Esteban. Y debemos hacerlo – dijo – comenzando por nuestro propio corazón: sólo podremos afrontar “el resentimiento que experimentamos, encomendando a quien nos ha hecho el mal a la misericordia de Dios”.

Descubriremos así – dijo el Papa –  que la lucha interior  para perdonar purifica del mal y que la oración y el amor nos liberan de las cadenas interiores del rencor. Antes de rezar a la Madre de Dios, el Pontífice invitó a encomendar a María a las tantas personas que, como San Esteban, padecen persecuciones en nombre de la fe, para que la Virgen oriente nuestra oración, a fin de que recibamos y donemos el perdón.

(María Fernanda Bernasconi - RV).
Texto y audio de la alocución del Santo Padre Francisco antes de rezar a la Madre de Dios:


Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!
Hoy celebramos la Fiesta de San Esteban. El recuerdo del primer mártir sigue inmediatamente a la Solemnidad de la Navidad. Ayer hemos contemplado el amor misericordioso de Dios, que se ha hecho carne por nosotros; hoy vemos la respuesta coherente del discípulo de Jesús, que da su vida. Ayer nació en la tierra el Salvador; hoy nace para el cielo su testigo fiel. Ayer, como hoy, aparecen las tinieblas del rechazo de la vida, pero brilla más fuerte aún la luz del amor, que vence el odio e inaugura un mundo nuevo.

Hay un aspecto particular en el relato de hoy de los Hechos de los Apóstoles, que acerca a San Esteban al Señor. Es su perdón antes de morir lapidado. Jesús, clavado en la cruz, había dicho: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”  (Lc 23,34); de modo semejante, Esteban “poniéndose de rodillas, exclamó en alta voz: ‘Señor, no les tengas en cuenta este pecado’” (Hch 7,60). Por tanto, Esteban es mártir, que significa testigo, porque hace como Jesús; en efecto, es un verdadero testigo que se comporta come Él: que reza, que ama, que dona, pero, sobre todo, que perdona, porque el perdón, como dice la misma palabra, es la expresión más alta del don.

Pero – podríamos preguntarnos  – ¿para qué sirve perdonar? ¿Es sólo una buena acción o da resultados? Encontramos una respuesta precisamente en el martirio de Esteban. Entre aquellos por los cuales él imploró el perdón había un joven llamado Saulo; éste perseguía a la Iglesia y trataba de destruirla (Cfr. Hch 8,3). Poco después Saulo llegó a ser Pablo, el gran Santo, el Apóstol de las gentes. Había recibido el perdón de Esteban. Podemos decir que Pablo nace de la gracia de Dios y del perdón de Esteban.

También nosotros nacemos del perdón de Dios. No sólo en el Bautismo, sino cada vez que somos perdonados nuestro corazón renace, es regenerado. Cada paso hacia adelante en la vida de la fe lleva impreso al inicio el signo de la misericordia divina. Porque sólo cuando somos amados podemos amar a nuestra vez. Recordémoslo, nos harán bien: si queremos avanzar en la fe, ante todo es necesario recibir el perdón de Dios; encontrar al Padre, que está dispuesto a perdonar todo y siempre, y que precisamente perdonando cura el corazón y reaviva el amor. Jamás debemos cansarnos de pedir el perdón divino, porque sólo cuando somos perdonados, cuando nos sentimos perdonados, aprendemos a perdonar.

Pero perdonar no es una cosa fácil, es siempre muy difícil. ¿Cómo podemos imitar a Jesús? ¿Por dónde comenzar  para disculpar pequeñas o grandes ofensas que sufrimos cada día? Ante todo por la oración, como hizo Esteban. Se comienza por el propio corazón: podemos afrontar con la oración el resentimiento que experimentamos, encomendando a quien nos ha hecho el mal a la misericordia de Dios: ‘Señor, te pido por él, te pido por ella’. Después se descubre que esta lucha interior  para perdonar purifica del mal y que la oración y el amor nos liberan de las cadenas interiores del rencor. ¡Es tan feo vivir en el rencor! Cada día tenemos la ocasión para entrenarnos a perdonar, para vivir esto gesto tan alto que acerca al hombre a Dios. Como nuestro Padre celestial, nos convertimos, también nosotros en misericordiosos, porque a través del perdón vencemos el mal con el bien, transformamos el odio en amor y así hacemos que el mundo sea más limpio.

Que la Virgen María, a quien encomendamos a aquellos – y lamentablemente son tantos – que como San Esteban padecen persecuciones en nombre de la fe, nuestros mártires de hoy, oriente nuestra oración para recibir y donar el perdón. Recibir y donar el perdón.

Después de la oración a la Madre de Dios que rezó junto a los fieles el día de la festividad de San Esteban, el Papa saludó a los fieles llegados desde diferentes países del mundo y renovó su invitación a admirar al Niño Jesús que suscita misericordia y amor. Escuchemos:

Queridos hermanos y hermanas,
Saludo a todos ustedes peregrinos, provenientes de Italia y de diferentes países. Renuevo a todos ustedes mi deseo de que la contemplación del Niño Jesús, junto a María y a José, pueda suscitar una actitud de misericordia y de amor recíproco en las familias, en las comunidades parroquiales y religiosas, en los movimientos y en las asociaciones, en todos los fieles y en las personas de buena voluntad. 
En estas semanas he recibido muchos mensajes con felicitaciones desde Roma y desde otras partes. No me es posible responder a cada uno. Por lo tanto, expreso hoy a todos mi vivo agradecimiento, especialmente por las oraciones. 

Buena fiesta de San Esteban y por favor 
no se olviden de rezar por mí. 
¡Buen almuerzo y hasta la vista!
(MZ-RV)

viernes, 25 de diciembre de 2015

Mensaje navideño del Papa, 2015

Homilías del Papa y Temas sacerdotales

Desde la logia central de la Basílica de San Pedro,
 el Santo Padre imparte la bendición Urbi et Orbi

Mensaje navideño del Papa:
 ‘Donde nace Dios, nace la esperanza’

 Rocío Lancho García |  25 de dic |  ZENIT.org |  El papa Francisco |  Ciudad del Vaticano |  2514

El papa Francisco, en el día de la Solemnidad del Nacimiento del Señor, desde la Logia central de la Basílica Vaticana, ha dado su tradicional mensaje navideño y ha impartido la bendición Urbi et Orbi. De este modo, este 25 de diciembre, el Pontífice ha recordado que “sólo la misericordia de Dios puede liberar a la humanidad de tantas formas de mal, a veces monstruosas, que el egoísmo genera en ella”.

Asimismo, ha deseado que “los israelíes y palestinos puedan retomar el diálogo directo y alcanzar un entendimiento que permita a los dos pueblos convivir en armonía”.

También ha pedido que el acuerdo alcanzado en el seno de las Naciones Unidas logre acallar el fragor de las armas en Siria. Igualmente urgente es --ha observado-- que el acuerdo sobre Libia encuentre el apoyo de todos, para que se superen las graves divisiones y violencias que afligen el país.

El Santo Padre ha exhortado a que toda la Comunidad internacional ponga su atención de manera unánime en que cesen las atrocidades que, “tanto en estos países como también en Irak, Yemen y en el África subsahariana”, causan todavía numerosas víctimas, provocan enormes sufrimientos y no respetan ni siquiera el patrimonio histórico y cultural de pueblos enteros.

Asimismo ha recordado a cuantos han sido golpeados por los atroces actos terroristas, “particularmente en las recientes masacres sucedidas en los cielos de Egipto, en Beirut, París, Bamako y Túnez”. El Papa ha pedido paz para las poblaciones de la República Democrática del Congo, de Burundi y del Sudán del Sur para que “se refuerce el compromiso común en vista de la edificación de sociedades civiles animadas por un sincero espíritu de reconciliación y de comprensión recíproca”.

Unas palabras también para Ucrania, deseando que la Navidad “ofrezca alivio a quienes padecen las consecuencias del conflicto” e “inspire la voluntad de llevar a término los acuerdos tomados, para restablecer la concordia en todo el país”. Del mismo modo ha pedido que la alegría de este día “ilumine los esfuerzos del pueblo colombiano para que, animado por la esperanza, continúe buscando con tesón la anhelada paz”.

El papa Francisco ha tenido presente a los más indefensos, los niños soldado, las mujeres que padecen violencia, las víctimas de la trata de personas y del narcotráfico. Que no falte nuestro consuelo --ha pedido-- a cuantos huyen de la miseria y de la guerra. Así como ha deseado que sean recompensados con abundantes bendiciones todos los que trabajan con generosidad para socorrer y acoger a los numerosos emigrantes y refugiados. También ha querido que en este día, el Señor vuelva a dar esperanza a cuantos no tienen trabajo.


Publicamos a continuación el texto completo
del mensaje del Santo Padre
       para la Navidad 2015:          

Queridos hermanos y hermanas, feliz Navidad.

Cristo nos ha nacido, exultemos en el día de nuestra salvación.

Abramos nuestros corazones para recibir la gracia de este día, que es Él mismo: Jesús es el «día» luminoso que surgió en el horizonte de la humanidad. El día de la misericordia, en el cual Dios Padre ha revelado a la humanidad su inmensa ternura. Día de luz que disipa las tinieblas del miedo y de la angustia. Día de paz, en el que es posible encontrarse, dialogar, sobre todo, reconciliarse. Día de alegría: una «gran alegría» para los pequeños y los humildes, para todo el pueblo (cf. Lc 2,10).

En este día, ha nacido de la Virgen María Jesús, el Salvador. El pesebre nos muestra la «señal» que Dios nos ha dado: «un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre» (Lc 2,12). Como los pastores de Belén, también nosotros vamos a ver esta señal, este acontecimiento que cada año se renueva en la Iglesia. La Navidad es un acontecimiento que se renueva en cada familia, en cada parroquia, en cada comunidad que acoge el amor de Dios encarnado en Jesucristo. Como María, la Iglesia muestra a todos la «señal» de Dios: el niño que ella ha llevado en su seno y ha dado a luz, pero que es el Hijo del Altísimo, porque «proviene del Espíritu Santo» (Mt 1,20). Por eso es el Salvador, porque es el Cordero de Dios que toma sobre sí el pecado del mundo (cf. Jn 1,29). Junto a los pastores, postrémonos ante el Cordero, adoremos la Bondad de Dios hecha carne, y dejemos que las lágrimas del arrepentimiento llenen nuestros ojos y laven nuestro corazón.

Sólo él, sólo él nos puede salvar. Sólo la misericordia de Dios puede liberar a la humanidad de tantas formas de mal, a veces monstruosas, que el egoísmo genera en ella. La gracia de Dios puede convertir los corazones y abrir nuevas perspectivas para realidades humanamente insuperables.

Donde nace Dios, nace la esperanza. Él trae la esperanza. Donde nace Dios, nace la paz. Y donde nace la paz, no hay lugar para el odio ni para la guerra. Sin embargo, precisamente allí donde el Hijo de Dios vino al mundo, continúan las tensiones y las violencias y la paz queda como un don que se debe pedir y construir. Que los israelíes y palestinos puedan retomar el diálogo directo y alcanzar un entendimiento que permita a los dos pueblos convivir en armonía, superando un conflicto que les enfrenta desde hace tanto tiempo, con graves consecuencias para toda la región.

Pidamos al Señor que el acuerdo alcanzado en el seno de las Naciones Unidas logre cuanto antes acallar el fragor de las armas en Siria y remediar la gravísima situación humanitaria de la población extenuada. Es igualmente urgente que el acuerdo sobre Libia encuentre el apoyo de todos, para que se superen las graves divisiones y violencias que afligen el país. Que toda la Comunidad internacional ponga su atención de manera unánime en que cesen las atrocidades que, tanto en estos países como también en Irak, Yemen y en el África subsahariana, causan todavía numerosas víctimas, provocan enormes sufrimientos y no respetan ni siquiera el patrimonio histórico y cultural de pueblos enteros. Quiero recordar también a cuantos han sido golpeados por los atroces actos terroristas, particularmente en las recientes masacres sucedidas en los cielos de Egipto, en Beirut, París, Bamako y Túnez. Que el Niño Jesús les dé consuelo y fuerza a nuestros hermanos, perseguidos por causa de su fe en distintas partes del mundo.  Son nuestros mártires de hoy.                

Pidamos Paz y concordia para las queridas poblaciones de la República Democrática del Congo, de Burundi y del Sudán del Sur para que, mediante el diálogo, se refuerce el compromiso común en vista de la edificación de sociedades civiles animadas por un sincero espíritu de reconciliación y de comprensión recíproca.                   

Que la Navidad lleve la verdadera paz también a Ucrania, ofrezca alivio a quienes padecen las consecuencias del conflicto e inspire la voluntad de llevar a término los acuerdos tomados, para restablecer la concordia en todo el país.

Que la alegría de este día ilumine los esfuerzos del pueblo colombiano para que, animado por la esperanza, continúe buscando con tesón la anhelada paz.

Donde nace Dios, nace la esperanza ̧ y donde nace la esperanza, las personas encuentran la dignidad. Sin embargo, todavía hoy muchos hombres y mujeres son privados de su dignidad humana y, como el Niño Jesús, sufren el frío, la pobreza y el rechazo de los hombres. Que hoy llegue nuestra cercanía a los más indefensos, sobre todo a los niños soldado, a las mujeres que padecen violencia, a las víctimas de la trata de personas y del narcotráfico.

Que no falte nuestro consuelo a cuantos huyen de la miseria y de la guerra, viajando en condiciones muchas veces inhumanas y con serio peligro de su vida. Que sean recompensados con abundantes bendiciones todos aquellos, personas privadas o Estados, que trabajan con generosidad para socorrer y acoger a los numerosos emigrantes y refugiados, ayudándoles a construir un futuro digno para ellos y para sus seres queridos, y a integrarse dentro de las sociedades que los reciben.

 Que en este día de fiesta, el Señor vuelva a dar esperanza a cuantos no tienen trabajo, que son muchos, y sostenga el compromiso de quienes tienen responsabilidad públicas en el campo político y económico para que se empeñen en buscar el bien común y tutelar la dignidad toda vida humana.

Donde nace Dios, florece la misericordia. Este es el don más precioso que Dios nos da, particularmente en este año jubilar, en el que estamos llamados a descubrir la ternura que nuestro Padre celestial tiene con cada uno de nosotros. Que el Señor conceda, especialmente a los presos, la experiencia de su amor misericordioso que sana las heridas y vence el mal.

Y de este modo, hoy todos juntos exultemos en el día de nuestra salvación. Contemplando el portal de Belén, fijemos la mirada en los brazos de Jesús que nos muestran el abrazo misericordioso de Dios, mientras escuchamos el gemido del Niño que nos susurra: «Por mis hermanos y compañeros voy a decir: “La paz contigo”» (Sal 121 [122],

viernes, 18 de diciembre de 2015

Homilía del Papa: 14/12/2015

Homilías del Papa y Temas sacerdotales

Francisco \ Misa en Santa Marta
Homilía del Papa: Es hermoso esperar en la misericordia de Dios


El Papa Francisco celebra la Misa matutina en la capilla de la Casa de Santa Marta - OSS_ROM

14/12/2015 14:05SHARE:

(RV).- La esperanza en la misericordia de Dios abre los horizontes y nos hace libres, mientras la rigidez clerical cierra los corazones y hace mucho mal. Son los conceptos que expresó el Papa Francisco en su homilía de la Misa de la mañana celebrada en la Capilla de la Casa de Santa Marta.

La primera Lectura del día, tomada del Libro de los Números, se refiere a Balaam, un profeta contratado por un rey para maldecir a Israel. Balaam – observó el Papa – “tenía sus defectos, e incluso sus pecados, porque todos tenemos pecados, todos. Todos somos pecadores. Pero no se asusten – exhortó el Pontífice – Dios es más grande que todos nuestros pecados”. “En su camino, Balaam encuentra al ángel del Señor y cambia su corazón”. “No cambia de partito”, sino que “cambia del error a la verdad, y cuenta lo que ve”: el Pueblo de Dios vive en las tiendas, en medio del desierto, y él, “además del desierto ve la fecundidad, la belleza, la victoria”. Abrió su corazón, “se convirtió” y “vio lejos, vio la verdad”, porque “con buena voluntad siempre se ve la verdad”. “Es una verdad que da esperanza”.

“La esperanza – afirmó el Papa – es esta virtud cristiana que nosotros tenemos como un gran don del Señor y que nos hace ver lejos, más allá de los problemas, los dolores, las dificultades, más allá de nuestros pecados”. Nos hace “ver la belleza de Dios”: 

“Cuando yo me encuentro con una persona que tiene esta virtud de la esperanza y se encuentra en un momento feo de su vida – ya sea una enfermedad, una preocupación por un hijo o una hija, o por alguien de la familia, que padece algo – pero que tiene esta virtud, en medio del dolor, tiene el ojo penetrante, tiene la libertad de ver más allá, siempre más allá. Y ésta es la esperanza. Y ésta es la profecía que hoy nos ofrece la Iglesia: nos quiere mujeres y hombres de esperanza, incluso en medio de los problemas. La esperanza abre horizontes, la esperanza es libre, no es esclava, siempre encuentra un lugar para resolver una situación”.

En el Evangelio se habla de los jefes de los sacerdotes que preguntan a Jesús con qué autoridad actúa: “No tienen horizontes” – dijo el Papa – son “hombres cerrados en sus cálculos”, “esclavos de las propias rigideces. Y los cálculos humanos “cierran el corazón, cierran la libertad”, mientras “la esperanza nos vuelve ligeros”:

“Qué hermosa es la libertad, la magnanimidad, la esperanza de un hombre y una mujer de Iglesia. En cambio, qué fea y cuánto mal hace la rigidez de una mujer y de un hombre de Iglesia, la rigidez clerical, que no tiene esperanza. En este Año de la Misericordia, están estos dos caminos: quien tiene esperanza en la misericordia de Dios y sabe que Dios es Padre; Dios perdona siempre, pero todo; más allá del desierto está el abrazo del Padre, el perdón. Y también están aquellos que se refugian en su propia esclavitud, en su propia rigidez, y no saben nada de la misericordia de Dios. Estos eran doctores, habían estudiado, pero su ciencia no los ha salvado”.

El Papa concluyó su homilía relatando un hecho que sucedió en 1992 en Buenos Aires, durante una Misa para los enfermos. Estaba confesando ya desde hacía muchas horas, cuando llegó una mujer muy anciana, de 80 años de edad, “con los ojos que ven más allá, esos ojos llenos de esperanza”:

“Y yo le dije: ‘Abuela, ¿usted viene para confesarse?’. Porque yo me estaba levantando. ‘Sí’. ‘Pero, usted no tiene pecados’. Y ella me dijo: ‘Padre, todos los tenemos’. ‘Pero, ¿acaso el Señor no los perdona?’. ‘¡Dios perdona todo!’, me dijo. Dios perdona todo. ‘¿Y cómo lo sabe?’, le pregunté. ‘Porque si Dios no perdonara todo, el mundo no existiría’. Ante estas dos personas – el libre, la esperanza, el que te trae la misericordia de Dios, y el cerrado, el legalista, precisamente el egoísta, el esclavo de las propias rigideces – recordemos esta lección que esta anciana de 80 años de edad – era portuguesa – me dijo: Dios perdona todo, sólo espera que tú te acerques”. 

(María Fernanda Bernasconi - RV).


jueves, 17 de diciembre de 2015

Homilía del Papa 15/12/2015 en Santa Marta

Homilías del Papa y Temas sacerdotales


Homilía del Papa:
 La verdadera riqueza de la Iglesia son los pobres

El Papa Francisco celebra la Misa matutina
 en la capilla de la Casa de Santa Marta - OSS_ROM
15/12/2015 14:12SHARE:

(RV).- Que la Iglesia sea humilde, pobre y confiada en el Señor, dijo el Papa Francisco en su homilía de la misa matutina celebrada en la Capilla de la Casa de Santa Marta.

El Pontífice subrayó que la pobreza es la primera de las Bienaventuranzas y añadió que la verdadera riqueza de la Iglesia son los pobres y no el dinero o el poder mundano.

Jesús reprochaba con fuerza a los jefes de los sacerdotes y les advierte que incluso las prostitutas los precederán en el Reino de los cielos. El Santo Padre Francisco se inspiró en el Evangelio del día para advertir ante las tentaciones que también hoy pueden corromper el testimonio de la Iglesia. También en la Primera Lectura, tomada del Libro de Sofonías – destacó – se ven las consecuencias de un pueblo que se vuelve impuro y rebelde por no haber escuchado al Señor.

Que la Iglesia sea humilde y que no ostente los poderes
Ante la pregunta de cómo debe ser una Iglesia fiel al Señor, una Iglesia que confíe en Dios, Francisco respondió que debe “tener tres rasgos”: debe ser humilde, pobre y con confianza en el Señor:

“Una Iglesia humilde, que no se pavonee de los poderes, de las grandezas. Humildad no significa una persona lánguida, desganada, que tiene los ojos en blanco… No, ¡ésta no es humildad, esto es teatro! Esto es fingir humildad. La humildad tiene un primer paso: ‘Yo soy pecador’. Si tú no eres capaz de decirte a ti mismo que eres pecador y que los demás son mejores que tú, no eres humilde. El primer paso en la Iglesia humilde es sentirse pecadora, el primer paso de todos nosotros es lo mismo. Si alguno de nosotros tiene la costumbre de mirar los defectos de los demás y parlotear de ellos no es humilde, se cree juez de los demás”.

Que la Iglesia no esté apegada al dinero, los pobres son la verdadera riqueza
Nosotros – afirmó el Pontífice – debemos pedir “esta gracia, para que la Iglesia sea humilde, para que yo sea humilde, para que cada uno de nosotros” sea humilde. El segundo paso es la pobreza que – añadió  – “es la primera de las Bienaventuranzas”. Pobre en el espíritu – precisó – quiere decir estar “sólo apegado a las riquezas de Dios”. No, por tanto,  a “una Iglesia que vive apegada al dinero, que piensa en el dinero, que piensa en cómo ganar dinero”. “Como se sabe  – afirmó el Papa – en un templo de la diócesis, para pasar la Puerta Santa, decían ingenuamente a la gente que se debía hacer una oferta: ésta no es la Iglesia de Jesús, ésta es la Iglesia de estos jefes de los sacerdotes, apegada al dinero”.

“Nuestro diácono, el diácono de esta diócesis, Lorenzo, cuando el emperador – era el ecónomo de la diócesis – le dice que lleve las riquezas de la diócesis, así, pagar algo y no ser asesinado, vuelve con los pobres. Los pobres son las riquezas de la Iglesia. Si tú tienes un banco tuyo, eres el dueño de un banco, pero tu corazón es pobre, no estás apegado al dinero, esto está al servicio, siempre. La pobreza es este desapego, para servir a los necesitados, para servir a los demás”.
Que la Iglesia confíe siempre en el Señor que jamás decepciona

El Papa  también invitó a formularnos esta pregunta: “¿Somos una Iglesia, un pueblo humilde, pobre? ‘¿Yo soy o no soy pobre?’”. Y, en fin, el tercer punto es que la Iglesia debe confiar en el nombre del Señor:

“¿Dónde está mi confianza? ¿En el poder, en los amigos, en el dinero? ¡En el Señor! Esta es la herencia que nos promete el Señor: ‘Dejaré en medio de ti a un pueblo humilde y pobre, confiará en el nombre del Señor’. Humilde porque se siente pecador; pobre porque su corazón está apegado a las riquezas de Dios y si las tiene es para administrarlas; confiado en el Señor, porque sabe que sólo el Señor puede garantizar una cosa que le haga bien. Y verdaderamente estos jefes de los sacerdotes a los que se dirigía Jesús no entendían estas cosas y Jesús ha tenido que decirles que una prostituta entrará antes que ellos en el Reino de los Cielos”.

“En esta espera del Señor, de la Navidad  – concluyó Francisco su homilía  – pidamos que nos dé un corazón humilde, que nos dé un corazón pobre y, sobre todo, un corazón confiado en el Señor, porque el Señor jamás decepciona”.

(María Fernanda Bernasconi - RV).

domingo, 13 de diciembre de 2015

Angelus del Papa 13/12/2015

Homilías del Papa y Temas sacerdotales


“¡Conviértete! Para poder recibir al Dios de la alegría”
 el Papa en el Ángelus

El Papa Francisco invitó a los fieles y peregrinos
congregados en la Plaza de San Pedro a
 "cambiar de dirección y buscar una auténtica conversión"
en este tiempo de adviento. - ANSA

13/12/2015 12:09SHARE:

(RV).- “¿Qué cosa debemos hacer?”, con la pregunta que el Evangelio de San Lucas presenta en la liturgia del Tercer Domingo de Adviento, el Papa Francisco inició la oración dominical a la Madre de Dios, señalando que es una pregunta que se refiere a tres categorías de personas distintas: la gente, los publicanos y algunos soldados. “Cada uno de estos grupos – dijo el Papa – interroga al profeta sobre aquello que debe hacer para actuar la conversión que él está predicando”. El Bautista, precisó el Pontífice, da tres respuestas para “un idéntico camino de conversión, que se manifiesta en compromisos concretos de justicia y solidaridad. Es el camino que Jesús indica en toda su predicación: el camino del amor concreto por el prójimo”.

De esta manera, precisó el Obispo de Roma, que ninguna categoría de personas está excluida del camino de la conversión para obtener la salvación, ya que “Dios no impide a ninguno la posibilidad de salvarse”; Él, dijo el Papa, “está ansioso de usar misericordia con todos y de acoger a cada uno en el tierno abrazo de la reconciliación y el perdón”.

Hoy, la pregunta que la liturgia nos presenta es una invitación a “cambiar de dirección, convertirse, y retomar el camino de la justicia, de la solidaridad, de la sobriedad”. Es una invitación a una auténtica conversión cristiana. En este sentido, el Adviento nos ayuda a descubrir una particular dimensión de la conversión, esta es la dimensión de la alegría, dijo el Obispo de Roma, una alegría que en un mundo sofocado por tantos problemas, incógnitas y temores, hacen que pierda su sentido y valor. Por ello, el Pontífice invitó a tener coraje para poder hablar de la alegría, pero no de una alegría superficial y efímera, sino una alegría profunda, un don que viene del Señor, una alegría que llena toda la vida y nos da la certeza que el “Señor está cerca”.

Pidamos a la Virgen María, dijo el Papa, “nos ayude y fortalezca nuestra fe, para que sepamos recibir al Dios de la alegría, que siempre quiere vivir en medio de nosotros sus hijos”.
(Renato Martinez - Radio Vaticano)

Texto y audio completo de las palabras del Papa
antes del Angelus:

Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!

En el Evangelio de hoy hay una pregunta repetida tres veces: «¿Qué debemos hacer? » (Lc 3,10.12.14). Le preguntan a Juan Bautista tres categorías de personas: primero, la muchedumbre en general; segundo, los publicanos, es decir los cobradores de impuestos; y tercero, algunos soldados. Cada uno de estos grupos pregunta al profeta qué debe hacer para realizar la conversión que él está predicando. La respuesta de Juan a la pregunta de la muchedumbre es el compartir los bienes de primera necesidad:  «El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; y el que tenga qué comer, haga otro tanto» ( v.11). A los cobradores de impuestos dice no exigir nada más de la suma debida (cfr v.13), ¿qué quiere decir esto? No hacer sobornos, es claro Bautista; y el tercer grupo a los soldados les pide no extorsionar nada a ninguno sino contentarse de sus pagos (cfr v.14). Son las tres respuestas para las tres preguntas. Tres respuestas para un idéntico camino de conversión, que se manifiesta en empeños concretos de justicia y de solidaridad. Es el camino que Jesús indica en toda su predicación: el camino del amor hecho por el prójimo.
Y en estas advertencias de Juan Bautista comprendemos cuáles eran las tendencias generales de quien en aquella época tenía el poder, bajo las formas diversas. Las cosas no han cambiado tanto. No obstante, ninguna categoría de personas está excluida del recorrer el camino de la conversión para obtener la salvación, ni siquiera los publicanos considerados pecadores por definición. Ni siquiera ellos están excluidos de la salvación. Dios no impide a ninguno la posibilidad de salvarse. Él está –se puede decir esta palabra– Él está ansioso por usar la misericordia, usarla hacia todos en el tierno abrazo de reconciliación y de perdón.

Esta pregunta - ¿qué debemos hacer? – la sentimos también nuestra. La liturgia de hoy nos repite, con las palabras de Juan, que es necesario convertirse, es necesario cambiar dirección de marcha y emprender el camino de la justicia, de la solidaridad, de la sobriedad: son los valores imprescindibles de una existencia plenamente humana y auténticamente cristiana. ¡Conviértanse! Es la síntesis del mensaje del Bautista. Y la liturgia de este tercer domingo de Adviento nos ayuda a redescubrir una dimensión particular de la conversión: la alegría. Quien se convierte y se acerca al Señor siente la alegría. El profeta Sofonías nos dice hoy: «¡Alegráte, hija de Sion!», dirigido a Jerusalén (Sof 3,14); y el apóstol Pablo exhorta así a los cristianos de Filipo: «Alégrense siempre en el Señor» (Fil 4,4). Hoy se necesita valentía para hablar de alegría, ¡se necesita sobre todo fe! El mundo está sofocado por tantos problemas, el futuro agobiado por incógnitas y temores. Y sin embargo, el cristiano es una persona alegre, y su alegría no es cualquier cosa superficial y efímera, sino profundo y estable, porque es un don del Señor que llena la vida. Nuestra alegría deriva de la certeza que «el Señor está cerca» (Fil 4,5). Está cerca con su ternura, con su misericordia, con su perdón, con su amor.

Que la Virgen María nos ayude a reforzar nuestra fe, para que sepamos acoger al Dios de la alegría, que siempre quiere vivir en medio de sus hijos. Y que nuestra Madre nos enseñe a compartir las lágrimas con quien llora, para poder compartir también la sonrisa.
(Traducción por Mercedes De La Torre – Radio Vaticano).

ADVIENTO, JUAN ERA LA VOZ, CRISTO LA PALABRA

Homilías del Papa y Temas sacerdotales

VALE LA PENA
 LEER CON ATENCIÓN 
LA EXPLICACIÓN DE SAN AGUSTÍN 
SOBRE LA VOZ Y LA PALABRA 

De los Sermones de san Agustín, obispo.

(Sermón 293, 3: PL 38, 1328-1329) 


ADVIENTO

JUAN ERA LA VOZ, CRISTO LA PALABRA

Juan era la voz; pero el Señor era la Palabra que existía ya al comienzo de las cosas. Juan era una voz pasajera, Cristo la Palabra eterna desde el principio.


Suprime la palabra, y ¿qué es la voz? Donde falta la idea no hay más que un sonido. La voz sin la palabra entra en el oído, pero no llega al corazón.


Observemos el desarrollo interior de nuestras ideas. Mientras reflexiono sobre lo que voy a decir, la palabra está dentro de mí; pero, si quiero hablar contigo, busco el modo de hacer llegar a tu corazón lo que ya está en el mío.


Al buscar cómo hacerla llegar a ti, cómo introducir en tu corazón esta palabra interior mía, recurro a la voz y con su ayuda te hablo. El sonido de la voz conduce a tu espíritu la inteligencia de una idea mía, y cuando el sonido vocal te ha llevado a la comprensión de la idea, se desvanece y pasa, pero la idea que te trasmitió permanece en ti sin haber dejado de estar en mí.


Y una vez que el sonido ha servido como puente a la palabra desde mi espíritu al tuyo ¿no parece decirte: Es preciso que él crezca y que yo disminuya? Y una vez que ha cumplido su oficio y desaparece ¿no es como si te dijera: Mi alegría ahora rebasa todo límite? Apoderémonos de la palabra, hagámosla entrar en lo más íntimo de nuestro corazón, no dejemos que se esfume.

 

¿Quieres ver cómo la voz pasa y la divinidad de la Palabra permanece? ¿Dónde está ahora el bautismo de Juan? Él cumplió su oficio y desapareció. Pero el bautismo de Cristo permanece. Todos creemos en Cristo y esperamos de él la salvación; esto es lo que dijo la voz.


Y como es difícil discernir entre la Palabra y la voz, los hombres creyeron que Juan era Cristo. Tomaron a la voz por la Palabra. Pero Juan se reconoció como la voz para no usurparle los derechos a la Palabra. Dijo: No soy el Mesías, ni Elías, ni el Profeta. Le preguntaron: ¿Qué dices de tu persona? Y él respondió: Yo soy la voz del que clama en el desierto: «Preparad el camino del Señor.» La voz del que clama en el desierto, la voz del que rompe el silencio. Preparad el camino del Señor, como si dijera: «Soy la voz cuyo sonido no hace sino introducir la Palabra en el corazón; pero, si no le preparáis el camino, la Palabra no vendrá adonde yo quiero que ella entre.»

 

¿Qué significa: Preparad el camino, sino: «Rogad insistentemente»? ¿Qué significa: Preparad el camino, sino: «Sed humildes en vuestros pensamientos»? Imitad el ejemplo de humildad del Bautista. Lo toman por Cristo, pero él dice que no es lo que ellos piensan ni se adjudica el honor que erróneamente le atribuyen.

 

Si hubiera dicho: «Soy Cristo», con cuánta facilidad lo hubieran creído, ya que lo pensaban de él sin haberlo dicho. No lo dijo: reconoció lo que era, hizo ver la diferencia entre Cristo y él, y se humilló.


Vio dónde estaba la salvación, comprendió que él era sólo una antorcha y temió ser apagado por el viento de la soberbia. 


Lo has entendido?

Franja.