domingo, 18 de febrero de 2018

Qué es la tentación. Vigilancia.

Homilías del Papa y Temas sacerdotales

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¿Qué significa la tentación?
por Card. Rubén Salazar Gómez

Empezamos el tiempo de Cuaresma, es el tiempo de preparación inmediata para la celebración de la Pascua.

Por eso se interrumpe el tiempo Ordinario, para vivir este tiempo Especial, que es un tiempo de escucha de la Palabra de Dios, es un tiempo de conversión, es un tiempo de preparación para vivir con Cristo su pascua.

Se nos habla em el Evangelio de Marcos, de que el Señor antes de empezar su ministerio, se retiró al desierto y allí fue tentado, la tentación, está indudablemente es uno de los aspectos permanentes en nuestra vida.

Que significa la tentación, significa que Dios nos ha creado  libres, y por lo tanto nosotros somos los que decidimos acerca de nuestra vida. Nosotros somos los que tomamos las decisiones permanentemente para que nuestra vida sea así o asá, todos los días de mil maneras estamos tomando decisiones, ahora hemos sido creados para el bien y por lo tanto la tendencia espontánea nuestra es el bien hacer el bien y que todas nuestras decisiones tiendan a hacer el bien de alguna manera, nos llama la atención sino el bien pero hay un problema y es que muchas veces el mal se nos presenta con la apariencia de bien y entonces ahí es donde puede surgir la tentación, en el sentido de que si nosotros no estamos muy alerta si no somos duchos en el arte de discernir el bien del mal, indudablemente podemos caer en la trampa y elegir el mal creyendo que estamos eligiendo el bien.

Nunca el pecado se nos presenta como pecado nunca el pecado se nos presenta como mal a nosotros siempre se nos presenta como algo que nos conviene como algo que podría ser bien para mí. Por ejemplo pensemos en el robar es malo porque es arrancarle es quitarle a alguien lo que posee pero el que roba no piensa que está cometiendo algo indebido está creyendo y todos los días se mete más en la cabeza, que tiene derecho a robar de apoderarse del bien de los demás.

Ahí está la tentación, cuando el mal se presenta bajo apariencia de bien, por eso una obligación permanente nuestra, es descubrir cada vez con mayor claridad, cuál es el bien, cuál es el bien que debemos buscar, cuál es el bien que debemos elegir, cuál es el bien que verdaderamente como bien viene a hacer bien a mi vida, porque si no nos dejamos enredar y entonces caemos en la tentación de decir caemos en aquello que es mal pero que se nos presenta bajo la forma del bien.

¿Cómo hacemos para descubrir entonces cuando es el bien cuando es el mal?, ¿cómo hacemos para ese discernimiento? el Señor nos ha regalado una ayuda maravillosa que su palabra, cuando nosotros estamos atentos a su Palabra la leemos la estudiamos vamos comprendiendo cada vez mejor qué es lo que él quiere de nosotros es decir nuestro bien.

Pero también esa palabra de Dios da para nosotros por la Iglesia la Iglesia es la que nos transmite la palabra de Dios y la Iglesia por lo tanto nos va diciendo cada vez más que es lo que a partir de la Palabra de Dios es el bien para nosotros, es el bien que debemos elegir es el bien que nos puede ayudar a vivir en plenitud.

Las tentaciones de Cristo al inicio de la Cuaresma, nos invitan en primer lugar a que nosotros tomemos conciencia de que el Señor Jesús quiso cargar con todas nuestras dolencias también con la tentación el vino también a sufrir un poquito todo ese problema de no saber a veces muy claramente que es el bien y que es el mal, pero Él supo vencer la tentación y unidos a Él nosotros vamos también a saber vencer la tentación y a poder siempre cuando se nos presenta esa duda, cuando se nos presenta esa incertidumbre acerca de qué es el bien y que es el mal, ser capaces de hacer la elección, la elección correcta, ser capaces de elegir siempre el bien, para poder vivir una vida coherente, una vida sana, una vida útil a los demás.

Al iniciar la Cuaresma pidamos al Señor, que nos ayude durante este tiempo, a descubrir con mayor claridad qué es lo que él quiere de nosotros, para poder reajustar nuestra vida, para poder entrar en ese proceso de conversión y de cambio, porque el reino de Dios ha llegado con Cristo, y por lo tanto tenemos que recibirlo en nuestro corazón, y para ello necesitamos convertirnos.

La bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros y permanezca para siempre
Amén.




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Tentaciones hasta en lo más alto de la Iglesia




miércoles, 7 de febrero de 2018

Mensaje pontificio de Cuaresma, 2018

Homilías del Papa y Temas sacerdotales


Mensaje pontificio de Cuaresma, 2018

Atentos a los falsos profetas que enfrían el amor

“Al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría”. Así se titula el Mensaje del Santo Padre para la Cuaresma de este año que se presentó esta mañana en la Sala de Prensa de la Santa Sede. Intervinieron en la presentación el Cardenal Peter Kodwo Appiah Turkson, Prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral; 

Monseñor Graham Bell, Subsecretario del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización y la Dra. Natalia Peiró, Secretaria General de Caritas España
María Fernanda Bernasconi – Ciudad del Vaticano

En su mensaje para la Cuaresma – firmado en la Ciudad del Vaticano el 1 de noviembre de 2017, en la Solemnidad de Todos los Santos – el Papa Francisco escribe que “una vez más nos sale al encuentro la Pascua del Señor”, y explica que para prepararnos a recibirla, la Providencia de Dios nos ofrece cada año la Cuaresma, que define “signo sacramental de nuestra conversión”.

Tal como lo expone el Pontífice, mediante este mensaje desea “ayudar a toda la Iglesia a vivir con gozo y con verdad este tiempo de gracia”; y lo hace inspirándose en una expresión de Jesús según el Evangelio de Mateo: “Al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría”.

Frase que proviene de la enseñanza sobre el fin de los tiempos, ambientada en el Monte de los Olivos de Jerusalén, donde precisamente tendrá inicio la pasión del Señor, que en este caso respondiendo a una pregunta de sus discípulos, anuncia “una gran tribulación” y describe la situación en la que podría encontrarse la comunidad de los fieles: frente a acontecimientos dolorosos, algunos falsos profetas engañarán a mucha gente hasta amenazar con apagar la caridad en los corazones, que es el centro de todo el Evangelio.

Los falsos profetas
En el primer punto de este mensaje, titulado “los falsos profetas”, el Pontífice invita a preguntarnos ¿qué formas asumen? Y no duda en responder que “son como ‘encantadores de serpientes’”, que “se aprovechan de las emociones humanas para esclavizar a las personas y llevarlas adonde ellos quieren”. De ahí su exclamación ante los tantos hijos de Dios que “se dejan fascinar por las lisonjas de un placer momentáneo, al que se lo confunde con la felicidad”. O acerca de cuántos hombres y mujeres que “viven como encantados por la ilusión del dinero, que los hace en realidad esclavos del lucro o de intereses mezquinos”; sin olvidar a quienes “viven pensando que se bastan a sí mismos y caen presa de la soledad”.

También se refiere a esos otros falsos profetas que denomina “charlatanes”, que ofrecen soluciones sencillas e inmediatas para los sufrimientos, remedios que sin embargo resultan ser completamente inútiles. Tanto es así que el Pontífice dirige su pensamiento a los numerosos jóvenes “a los que se les ofrece el falso remedio de la droga, de unas relaciones de ‘usar y tirar’, de ganancias fáciles pero deshonestas; o que “se dejan cautivar por una vida completamente virtual”, en que las relaciones parecen más sencillas y rápidas pero que después “resultan dramáticamente sin sentido”.

Dignidad, libertad y capacidad de amar.

Se trata de “estafadores” –  tal como escribe el Papa Bergoglio – que no sólo ofrecen cosas sin valor, sino que quitan lo más valioso, es decir “la dignidad, la libertad y la capacidad de amar”. Sí porque como leemos en este mensaje pontificio, “es el engaño de la vanidad”, lo que lleva a “pavonearse” hasta caer en lo ridículo. De manera que no es una sorpresa, puesto que “desde siempre el demonio, que es ‘mentiroso y padre de la mentira’, presenta el mal como bien y lo falso como verdadero, para confundir el corazón del hombre”.

Por esta razón el Sucesor de Pedro insiste en la necesidad de discernir y examinar en el propio corazón si nos sentimos amenazados por las mentiras de estos falsos profetas. Y reafirma que hay que “aprender a no quedarnos en un nivel inmediato, superficial, sino a reconocer qué cosas son las que dejan en nuestro interior una huella buena y más duradera, porque vienen de Dios y ciertamente sirven para nuestro bien”.

Un corazón frío
En el segundo punto de este texto – que lleva por subtítulo “un corazón frío” –  Francisco recuerda que Dante Alighieri, en su descripción del infierno, se imagina al diablo sentado en un trono de hielo; “su morada es el hielo del amor extinguido”, escribe e invita a preguntarnos: “¿Cómo se enfría en nosotros la caridad? ¿Cuáles son las señales que nos indican que el amor corre el riesgo de apagarse en nosotros?”.

Entre las causas el Papa destaca “la avidez por el dinero”, “raíz de todos los males”, a la que sigue “el rechazo de Dios” y, por tanto, el no querer buscar consuelo en él, prefiriendo quedarnos con nuestra desolación “antes que sentirnos confortados por su Palabra y sus Sacramentos”. Y añade que todo esto se transforma en una violencia que se dirige contra los que consideramos una amenaza para nuestras “certezas”, como “el niño por nacer, el anciano enfermo, el huésped de paso, el extranjero, así como el prójimo que no corresponde a nuestras expectativas”.

Enfriamiento de la caridad
Sin olvidar que la creación también es un testigo silencioso de este “enfriamiento de la caridad”, el Pontífice escribe que el amor se enfría asimismo en nuestras comunidades y recuerda que en su Exhortación apostólica Evangelii gaudium ha tratado también de describir las señales más evidentes de esta falta de amor, como el egoísmo, el pesimismo estéril, la tentación de aislarse y de entablar continuas guerras fratricidas, o la mentalidad mundana que induce a ocuparse sólo de lo aparente, con lo que disminuye el entusiasmo misionero.

¿Qué podemos hacer?
Todo esto sugiere al Obispo de Roma plantearse la pregunta – en su tercer punto – acerca de lo que podemos hacer. Aquí Francisco reafirma que la Iglesia, en su carácter de “madre y maestra”, además de la medicina, a veces amarga de la verdad, “nos ofrece en este tiempo de Cuaresma el dulce remedio de la oración, la limosna y el ayuno”.

Y agrega que el hecho de dedicar más tiempo a la oración hace que “nuestro corazón descubra las mentiras secretas con las cuales nos engañamos a nosotros mismos, para buscar finalmente el consuelo en Dios”, que es nuestro Padre y que desea la vida para nosotros. Al mismo tiempo – añade – el ejercicio de la limosna “nos libera de la avidez y nos ayuda a descubrir que el otro es mi hermano”; mientras el ayuno, “debilita nuestra violencia, nos desarma, y constituye una importante ocasión para crecer”.

El Santo Padre manifiesta en su mensaje que desearía que su voz “traspasara las fronteras de la Iglesia Católica”, para llegar a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, “dispuestos a escuchar a Dios”. A todos ellos les dice directamente que “si se sienten afligidos porque en el mundo se extiende la iniquidad, si les preocupa la frialdad que paraliza el corazón y las obras, si ven que se debilita el sentido de una misma humanidad, únanse a nosotros para invocar juntos a Dios”, ayunar juntos y juntos ayudar a nuestros hermanos.

El fuego de la Pascua
El Papa concluye invitando de modo especial a los miembros de la Iglesia “a emprender con celo el camino de la Cuaresma, sostenidos por la limosna, el ayuno y la oración”. Y destaca que una ocasión propicia para esto será la iniciativa titulada “24 horas para el Señor”, que este año invita a celebrar el Sacramento de la Reconciliación en un contexto de adoración eucarística.

En efecto destaca que esta iniciativa se llevará a cabo los días 9 y 10 de marzo, inspirándose en las palabras del Salmo 130 que reza: “De ti procede el perdón”. De este modo, al menos una iglesia en cada diócesis, permanecerá abierta durante las 24 horas, para permitir la oración de adoración y la confesión sacramental.

Tras bendecir a todos de corazón, asegurando su oraciones y pidiendo que se rece por él, el Obispo de Roma escribe que “en la noche de Pascua reviviremos el sugestivo rito de encender el cirio pascual”, con lo cual “la luz que proviene del ‘fuego nuevo’ poco a poco disipará la oscuridad e iluminará la asamblea litúrgica”.

De ahí su deseo de que “la luz de Cristo, resucitado y glorioso, disipe las tinieblas de nuestro corazón y de nuestro espíritu, para que todos podamos vivir la misma experiencia de los discípulos de Emaús”.