Homilías del Papa y Temas sacerdotales
"Tengo grandes esperanzas en su
País",
dijo el Papa en la Ceremonia de Bienvenida
en la Casa Blanca
El Papa con el Presidente de los EE.UU.
23/09/2015 13:11
(RV).- En la residencia oficial y la
principal oficina del presidente de los Estados Unidos, y más precisamente en
el South Lawn, el famoso prado de la
Casa Blanca donde se llevan a cabo importantes ceremonias, y mismo lugar donde
fuera recibido su predecesor Benedicto XVI, tuvo lugar la Ceremonia de
Bienvenida al Obispo de Roma en los Estados Unidos.
El Santo Padre agradeció al Presidente Barack
Obama la acogida que le fue dispensada en nombre de los ciudadanos
estadounidenses. Presentándose como
“hijo de una familia de inmigrantes”, manifestó la alegría de estar en el país
que “ha sido construido en gran parte por tales familias”.
Manifestando su deseo de escuchar y compartir
las esperanzas y sueños del pueblo norteamericano, el Papa habló de algunos
eventos destacados de su permanencia en el país, como el del Congreso, en donde
espera “transmitir palabras de aliento a
los encargados de dirigir el futuro político de la Nación en fidelidad a sus
principios fundacionales”, y aquel de Filadelfia con ocasión del Octavo
Encuentro Mundial de las Familias, “para celebrar y apoyar a la institución del
matrimonio y de la familia en este momento crítico de la historia de nuestra
civilización”.
El Papa evidenció la importancia del
compromiso de los católicos del país y de los conciudadanos en la construcción
de una sociedad verdaderamente tolerante e incluyente, “en la que se
salvaguarden los derechos de las personas y las comunidades, y se rechace toda
forma de discriminación injusta”.
Haciendo referencia a la iniciativa del
Presidente Obama para reducir la contaminación atmosférica, y citando la última
encíclica sobre el cuidado de la casa común, el pontífice animó a “hacer los
cambios necesarios para lograr un desarrollo sostenible e integral”, y afirmó
que “la humanidad aún posee la capacidad de colaborar para construir nuestra
casa común”.(Laudato si', 13)
Por último el Obispo de Roma habló los
esfuerzos realizados recientemente para reparar relaciones rotas y abrir nuevas
puertas a la cooperación dentro de nuestra familia humana, “pasos positivos”, dijo, en el camino de la
reconciliación, la justicia y la libertad, y expresó su deseo de que “todos los
hombres y mujeres de buena voluntad apoyen
las iniciativas de la comunidad internacional para proteger a los más
vulnerables y para suscitar modelos integrales e inclusivos de desarrollo”.
“Tengo puestas grandes esperanzas en estos días en su País – concluyó el
Sucesor de Pedro. ¡Que Dios bendiga a América!”
(GM – RV)
Discurso del Santo Padre:
Señor Presidente:
Le agradezco mucho la bienvenida que me ha
dispensado en nombre de todos los ciudadanos estadounidenses. Como hijo de una
familia de inmigrantes, me alegra estar en este país, que ha sido construido en
gran parte por tales familias. En estos días de encuentro y de diálogo, me
gustaría escuchar y compartir muchas de las esperanzas y sueños del pueblo
norteamericano.
Durante mi visita, voy a tener el honor de
dirigirme al Congreso, donde espero, como un hermano de este País, transmitir
palabras de aliento a los encargados de dirigir el futuro político de la Nación
en fidelidad a sus principios fundacionales. También iré a Filadelfia con
ocasión del Octavo Encuentro Mundial de las Familias, para celebrar y apoyar a
la institución del matrimonio y de la familia en este momento crítico de la
historia de nuestra civilización.
Señor Presidente, los católicos
estadounidenses, junto con sus conciudadanos, están comprometidos con la
construcción de una sociedad verdaderamente tolerante e incluyente, en la que
se salvaguarden los derechos de las personas y las comunidades, y se rechaze
toda forma de discriminación injusta. Como a muchas otras personas de buena
voluntad, les preocupa también que los esfuerzos por construir una sociedad
justa y sabiamente ordenada respeten sus más profundas inquietudes y su derecho
a la libertad religiosa. Libertad, que sigue siendo una de las riquezas más
preciadas de este País. Y, como han recordado mis hermanos Obispos de Estados
Unidos, todos estamos llamados a estar vigilantes, como buenos ciudadanos, para
preservar y defender esa libertad de todo lo que pudiera ponerla en peligro o
comprometerla.
Señor Presidente, me complace que usted haya
propuesto una iniciativa para reducir la contaminación atmosférica.
Reconociendo la urgencia, también a mí me parece evidente que el cambio
climático es un problema que no se puede dejar a la próxima generación. Con
respecto al cuidado de nuestra «casa común», estamos viviendo en un momento
crítico de la historia. Todavía tenemos tiempo para hacer los cambios
necesarios para lograr «un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que
las cosas pueden cambiar» (Laudato si’, 13). Estos cambios exigen que tomemos
conciencia seria y responsablemente, no sólo del tipo de mundo que podríamos
estar dejando a nuestros hijos, sino también de los millones de personas que
viven bajo un sistema que les ha ignorado. Nuestra casa común ha formado parte
de este grupo de excluidos, que clama al cielo y afecta fuertemente a nuestros
hogares, nuestras ciudades y nuestras sociedades. Usando una frase
significativa del reverendo Martin Luther King, podríamos decir que hemos
incumplido un pagaré y ahora es el momento de saldarlo.
La fe nos dice que «el Creador no nos
abandona, nunca hizo marcha atrás en su proyecto de amor, no se arrepiente de
habernos creado. La humanidad aún posee la capacidad de colaborar para
construir nuestra casa común» (Laudato si', 13). Como cristianos movidos por
esta certeza, queremos comprometernos con el cuidado consciente y responsable
de nuestra casa común.
Los esfuerzos realizados recientemente para
reparar relaciones rotas y abrir nuevas puertas a la cooperación dentro de
nuestra familia humana constituyen pasos positivos en el camino de la
reconciliación, la justicia y la libertad. Me gustaría que todos los hombres y
mujeres de buena voluntad de esta gran Nación apoyaran las iniciativas de la
comunidad internacional para proteger a los más vulnerables de nuestro mundo y
para suscitar modelos integrales e inclusivos de desarrollo, para que nuestros
hermanos y hermanas en todas partes gocen de la bendición de la paz y la
prosperidad que Dios quiere para todos sus hijos.
Señor Presidente, una vez más, le agradezco
su acogida, y tengo puestas grandes esperanzas en estos días en su País. ¡Que
Dios bendiga a América!
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