viernes, 19 de diciembre de 2014

Homilías del Papa 2014-12-19, nº 2

Homilías del Papa y Temas sacerdotales


Papa: Dios, nuestro Papá, 
camina con nosotros en la historia
2014-12-19 Radio Vaticana

(RV).- Dios hace la historia con nosotros y la corrige cuando nos equivocamos, reiteró el Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina en la capilla de la Casa de Santa Marta. Recordando que «Dios quiso salvarnos en la historia» y que «nuestra salvación no es una salvación ascética, de laboratorio – ‘¡no! ¡es histórica!», el Santo Padre hizo hincapié en que «no hay una salvación sin historia. Y para llegar al hoy hay una larga historia, una historia larguísima»:

«Y así, paso a paso, se hace la historia. Dios hace la historia, también nosotros la hacemos. Y, cuando nos equivocamos, Dios corrige la historia y nos lleva adelante, adelante siempre caminando con nosotros. Si no tenemos claro esto, ¡nunca comprenderemos la Navidad! ¡Nunca comprenderemos la Encarnación del Verbo! ¡Nunca! Es toda una historia que camina. ‘Padre, ¿esta historia terminó con la Navidad? ¡No! También ahora el Señor nos salva en la historia. Y camina con su pueblo».

Tras señalar que en esta historia, están los elegidos de Dios, esas personas que Él elige «para ayudar a su pueblo a ir adelante», como Abraham, Moisés, Elías, el Papa recordó que para ellos hubo algunos momentos feos, momentos oscuros, incómodos, fastidiosos. Personas a las que les gustaría vivir tranquilas, pero que «el Señor incomoda. ¡El Señor nos incomoda para hacer la historia! Y tantas veces nos hace caminar por sendas que no queremos». Tanto que Moisés y Elías llegan a querer morir, pero luego confían en el Señor.

Con el Evangelio del día, el Papa recordó «otro momento feo en la historia de la salvación». El de José que descubre que su prometida, María, está encinta: «él sufre, ve que las mujeres de la aldea chismeaban en el mercado, sufre. ‘Yo no la conozco. Es una mujer de Dios, ¿qué me ha hecho? ¡No es posible!’. Si la acusa la lapidan. Él no quiere eso, aunque no entiende. Sabe que «María es incapaz de infidelidad».  «En estos momentos feos – subrayó Francisco - «estos elegidos de Dios, para hacer la historia deben tomar el problema sobre sus espaldas, sin entender». Así «el Señor hace la historia»:

«Así hace José, el hombre que en el peor momento de su vida, en el momento más oscuro, toma sobre sí el problema. Se acusa a sí mismo ante los ojos de los demás, para encubrir a su esposa. Quizá algún psicoanalista dirá que este sueño es un condensado de su angustia, que busca una salida... que digan lo que quieran. Pero ¿qué hizo José? Después del sueño, llevó a su esposa consigo. ‘No entiendo nada, pero el Señor me ha dicho esto y resultará como hijo mío’».

«Hacer historia con su pueblo – dijo también el Papa - significa para Dios caminar y poner a prueba a sus elegidos», pero al final los salva: «recordemos siempre, con confianza aún en los momentos más feos, aun en los momentos de la enfermedad, cuando nos demos cuenta de que debemos pedir la extrema unción, porque no hay más salida sino la de decir: ‘Señor, la historia no ha comenzado conmigo y no terminará conmigo! Tú sigue adelante, yo estoy a disposición. Y así ponernos en las manos del Señor» ¿Qué nos enseñan pues los elegidos por Dios?»:

«Que Dios camina con nosotros, que Dios hace historia, que Dios nos pone a prueba y que Dios nos salva en los momentos más feos, porque es nuestro Padre. Y según Pablo es nuestro Papá. Que el Señor nos haga comprender este misterio de su caminar con su pueblo en la historia, de su poner a prueba a sus elegidos y la grandeza de corazón de sus elegidos, que toman sobre sí los dolores, los problemas, también la apariencia de pecadores – pensemos en Jesús – para llevar adelante la historia».

(CdM – RV)

Homilías del Papa 2014-12-19

Homilías del Papa y Temas sacerdotales


Francisco, la salvación es un corazón humilde
 que se confía en Dios
2014-12-19 Radio Vaticana

(RV).- Dios salva un corazón arrepentido, mientras quien no se confía en Él atrae a sí mismo la condena. Lo ha subrayado el Papa Francisco en su homilía matutina en la capilla de la Casa de Santa Marta.

La humildad salva al hombre ante los ojos de Dios, la soberbia lo hace perderse. La llave está en el corazón. Aquel del humilde es abierto, sabe arrepentirse, aceptar una corrección y se confía en Dios. Aquel soberbio es exactamente el opuesto: arrogante, cerrado, no conoce la vergüenza, es impermeable a la voz de Dios. El pasaje del profeta Sofonías y aquel del Evangelio sugieren al Papa Francisco una reflexión paralela. Ambos textos, observa, hablan de un juicio del cual dependen salvación y condena.

La situación descrita por el profeta Sofonías es aquella de una ciudad rebelde, en la cual no obstante, hay un grupo que se arrepiente de los propios pecados: esto, subraya el Papa, es el “pueblo de Dios” que tiene en sí las “tres características” de “humildad, pobreza, confianza en el Señor”. Pero en la ciudad están también aquellos que, dice Francisco, “no han aceptado la corrección, no han confiado en el Señor”. A ellos les tocará la condena:

“Estos no pueden recibir la salvación. Ellos están cerrados a la salvación. ‘Dejaré en medio de ti un pueblo humilde y pobre; confiará en el nombre del Señor’ para toda la vida. Y esto hasta hoy, ¿no? Cuando vemos al santo pueblo de Dios que es humilde, que tiene sus riquezas en la fe en el Señor, en la confianza en el Señor – el pueblo humilde, pobre, que confía en el Señor: y estos son los salvados y éste es el camino de la Iglesia ¿no? Debe ir por este camino, no por otro camino que no escucha la voz, que no acepta la corrección y no confía en el Señor”.

La escena del Evangelio es aquella del contraste entre los dos hijos invitados por el padre a trabajas en la viña. El primero, rechaza, pero luego se arrepiente y va; el segundo dice sí al padre, pero en realidad lo engaña. Jesús cuenta esta historia a los jefes del pueblo, afirmando con claridad que son ellos que no han querido escuchar la voz de Dios a través de Juan y que por esto, en el Reino de los cielos serán superados por publicanos y prostitutas, que en cambio han creído en Juan. Y el escándalo suscitado por esta última afirmación, observa el Papa, es idéntico a aquel de tantos cristianos que se sienten “puros” sólo porque van a misa y hacen la comunión. Pero Dios, dice Francisco, tiene necesidad de otra cosa:

“Si tu corazón no es un corazón arrepentido, si no escuchas al Señor, no aceptas las correcciones y no confías en Él, tienes un corazón no arrepentido. Estos hipócritas que se escandalizaban de esto que dice Jesús sobre los publicanos y las prostitutas, pero luego, a escondidas, iban a buscarlos o para desahogar sus pasiones o para hacer negocios – pero todo a escondidas – eran puros. Y a estos el Señor no los quiere".

Este juicio “nos da esperanza” asegura el Papa Francisco. Con tal de que se tenga el coraje de abrir el corazón a Dios sin reservas, donándole también la “lista” de los propios pecados. Y para explicarlo, el Papa recuerda la historia de aquel santo que pensaba de haberle dado todo al Señor, con extrema generosidad:

“Escuchaba al Señor, hacía todo según su voluntad, daba al Señor y el Señor: ‘Pero tú todavía no me has dado una cosa’. Y el pobre era tan bueno y dice: ‘Pero Señor, ¿qué cosa no te he dado?’ Te he dado mi vida, trabajo para los pobres, trabajo para la catequesis, trabajo aquí, trabajo allá…’ ‘Pero tú no me has dado algo todavía’. ¿Qué, Señor?’ ‘Tus pecados’. Cuando nosotros seamos capaces de decir al Señor: ‘Señor, estos son mis pecados – no son de aquel, de aquel…son los míos. Tómalos Tú y así yo estaré salvado -  cuando nosotros seremos capaces de hacer esto, nosotros seremos aquel hermoso pueblo, ‘pueblo humilde y pobre’, que confía en el nombre del Señor. El Señor nos conceda esta gracia”.

(MCM-RV)      (from Vatican Radio)


miércoles, 17 de diciembre de 2014

Christmas in Vienna 2008(HD)

Homilías del Papa y Temas sacerdotales





Homilías del Papa 2014-12-17

Homilías del Papa y Temas sacerdotales


Papa Francisco,
La salvación es un corazón humilde
 que se confía en Dios
2014-12-17 Radio Vaticana

(RV).- Dios salva un corazón arrepentido, mientras quien no se confía en Él atrae a sí mismo la condena. Lo ha subrayado el Papa Francisco en su homilía matutina en la capilla de la Casa de Santa Marta.

La humildad salva al hombre ante los ojos de Dios, la soberbia lo hace perderse. La llave está en el corazón. Aquel del humilde es abierto, sabe arrepentirse, aceptar una corrección y se confía en Dios. Aquel soberbio es exactamente el opuesto: arrogante, cerrado, no conoce la vergüenza, es impermeable a la voz de Dios. El pasaje del profeta Sofonías y aquel del Evangelio sugieren al Papa Francisco una reflexión paralela. Ambos textos, observa, hablan de un juicio del cual dependen salvación y condena.

La situación descrita por el profeta Sofonías es aquella de una ciudad rebelde, en la cual no obstante, hay un grupo que se arrepiente de los propios pecados: esto, subraya el Papa, es el “pueblo de Dios” que tiene en sí las “tres características” de “humildad, pobreza, confianza en el Señor”. Pero en la ciudad están también aquellos que, dice Francisco, “no han aceptado la corrección, no han confiado en el Señor”. A ellos les tocará la condena:

“Estos no pueden recibir la salvación. Ellos están cerrados a la salvación. ‘Dejaré en medio de ti un pueblo humilde y pobre; confiará en el nombre del Señor’ para toda la vida. Y esto hasta hoy, ¿no? Cuando vemos al santo pueblo de Dios que es humilde, que tiene sus riquezas en la fe en el Señor, en la confianza en el Señor – el pueblo humilde, pobre, que confía en el Señor: y estos son los salvados y éste es el camino de la Iglesia ¿no? Debe ir por este camino, no por otro camino que no escucha la voz, que no acepta la corrección y no confía en el Señor”.

La escena del Evangelio es aquella del contraste entre los dos hijos invitados por el padre a trabajas en la viña. El primero, rechaza, pero luego se arrepiente y va; el segundo dice sí al padre, pero en realidad lo engaña. Jesús cuenta esta historia a los jefes del pueblo, afirmando con claridad que son ellos que no han querido escuchar la voz de Dios a través de Juan y que por esto, en el Reino de los cielos serán superados por publicanos y prostitutas, que en cambio han creído en Juan. Y el escándalo suscitado por esta última afirmación, observa el Papa, es idéntico a aquel de tantos cristianos que se sienten “puros” sólo porque van a misa y hacen la comunión. Pero Dios, dice Francisco, tiene necesidad de otra cosa:

“Si tu corazón no es un corazón arrepentido, si no escuchas al Señor, no aceptas las correcciones y no confías en Él, tienes un corazón no arrepentido. Estos hipócritas que se escandalizaban de esto que dice Jesús sobre los publicanos y las prostitutas, pero luego, a escondidas, iban a buscarlos o para desahogar sus pasiones o para hacer negocios – pero todo a escondidas – eran puros. Y a estos el Señor no los quiere".

Este juicio “nos da esperanza” asegura el Papa Francisco. Con tal de que se tenga el coraje de abrir el corazón a Dios sin reservas, donándole también la “lista” de los propios pecados. Y para explicarlo, el Papa recuerda la historia de aquel santo que pensaba de haberle dado todo al Señor, con extrema generosidad:

“Escuchaba al Señor, hacía todo según su voluntad, daba al Señor y el Señor: ‘Pero tú todavía no me has dado una cosa’. Y el pobre era tan bueno y dice: ‘Pero Señor, ¿qué cosa no te he dado?’ Te he dado mi vida, trabajo para los pobres, trabajo para la catequesis, trabajo aquí, trabajo allá…’ ‘Pero tú no me has dado algo todavía’. ¿Qué, Señor?’ ‘Tus pecados’. Cuando nosotros seamos capaces de decir al Señor: ‘Señor, estos son mis pecados – no son de aquel, de aquel…son los míos. Tómalos Tú y así yo estaré salvado -  cuando nosotros seremos capaces de hacer esto, nosotros seremos aquel hermoso pueblo, ‘pueblo humilde y pobre’, que confía en el nombre del Señor. El Señor nos conceda esta gracia”.

(MCM-RV)                   (from Vatican Radio)

Homilías del Papa 2014-12-16

Homilías del Papa y Temas sacerdotales

Mass at Santa Marta

El cristiano es misericordioso,
la rigidez es signo de corazón débil,
dijo el Papa
2014-12-16 Radio Vaticana

(RV).- El Papa centró su homilía en el Evangelio del día, en que los jefes de los sacerdotes preguntan a Jesús con qué autoridad realizaba sus obras. Y explicó que se trata de una pregunta que pone de manifiesto el “corazón hipócrita” de aquella gente, puesto que a ellos “no les interesaba la verdad”, sino que sólo buscaban sus intereses, moviéndose “según el viento”: ‘Conviene ir por acá, conviene ir por allá…’ eran banderolas, ¡eh!, ¡todos! Todos sin consistencia, dijo Francisco. Con un corazón sin consistencia. Y así negociaban todo: negociaban la libertad interior, negociaban la fe, negociaban la patria, todo, menos las apariencias. A ellos les importaba salir bien de las situaciones”. Eran oportunistas: “se aprovechaban de las situaciones”.

Y sin embargo  – prosiguió el Papa – “alguno de ustedes podrá decirme: ‘Pero Padre, esta gente era observante de la ley: el sábado no caminaban más de cien metros – o no sé cuánto se podía hacer –  jamás, jamás iban a la mesa sin lavarse las manos; era gente muy observante, muy segura en sus hábitos’. Sí, es verdad, pero en las apariencias. Eran fuertes, pero en la parte exterior. Eran rígidos. El corazón era muy débil, no sabían en qué creían. Y por esto su vida era, la parte de afuera, toda regulada, pero el corazón iba de una parte a la otra: un corazón débil y una piel rígida, fuerte, dura.

Al contrario – dijo también Francisco – Jesús nos enseña que el cristiano debe tener el corazón fuerte, el corazón firme, el corazón que crece sobre la roca, que es Cristo, y después, debe ir por el mudo con prudencia: “En este caso hago esto, pero…” Es el modo de ir, pero no se negocia el corazón, no se negocia la roca. La roca es Cristo, ¡no se negocia!”:

“Éste es el drama de la hipocresía de esta gente. Y Jesús no negociaba jamás su corazón de Hijo del Padre, sino que estaba tan abierto a la gente, buscando caminos para ayudar. ‘Pero esto no se puede hacer; nuestra disciplina, ¡nuestra doctrina dice que no se puede hacer!’ les decían ellos. ‘¿Por qué tus discípulos comen el trigo en el campo cuando caminan, el día sábado? ¡No se puede hacer!’. Eran tan rígidos en su disciplina: ‘No, la disciplina no se toca, es sagrada’”.

El Papa Francisco recordó cuando “Pío XII nos liberó de aquella cruz tan pesada que era el ayuno eucarístico”:

“Tal vez alguno de ustedes lo recuerdan. Ni siquiera se podía tomar una gota de agua. ¡Ni siquiera! Y para lavarse los dientes, se tenía que hacer sin tragar agua. Yo mismo de muchacho fue a confesarme de haber hecho la comunión, porque creía que una gota de agua había ido dentro. Es verdad ¿o no? Es verdad. Cuando Pío XII cambió la disciplina – ‘¡Ah, herejía! ¡No! ¡Ha tocado la disciplina de la Iglesia!’ – tantos fariseos se escandalizaron. Tantos. Porque Pío XII había hecho como Jesús: ha visto la necesidad de la gente. ‘Pero pobre gente, ¡con tanto calor!’. Estos sacerdotes que celebraban tres Misas, la última a la una, después de mediodía, en ayunas. La disciplina de la Iglesia. Y estos fariseos eran así  – ‘nuestra disciplina’ – rígidos en la piel, pero como Jesús les dijo, ‘putrefactos en el corazón’, débiles, débiles hasta la putrefacción. Tenebrosos en el corazón”.

“Éste es el drama de esta gente”, dijo el Papa, y recordó que Jesús denuncia la hipocresía y el oportunismo:

“También nuestra vida puede llegar a ser así, también nuestra vida. Y algunas veces, les confieso una cosa, cuando yo he visto a un cristiano, a una cristiana así, con el corazón débil, no firme, firme sobre la roca – Jesús – y con tanta rigidez afuera, he pedido al Señor: ‘Pero Señor, tírales una cáscara de banana delante, para que se haga una linda resbalada, se avergüence de ser pecador y así te encuentre, a ti que eres el Salvador. ¡Eh!, muchas veces un pecado nos hace avergonzar tanto y encontrar al Señor, que nos perdona, como estos enfermos que estaban ahí y que iban a ver al Señor para que los curara”.

“Pero la gente sencilla” – observó el Papa – “no se equivocaba”, no obstante las palabras de estos doctores de la ley, “porque la gente sabía, tenía ese olfato de la fe”.

Y concluyó su homilía con esta oración: “Pido al Señor la gracia de que nuestro corazón sea sencillo, luminoso con la verdad que Él nos da,  y así podremos ser amables, perdonador, ser comprensivos con los demás, de corazón amplio con la gente, misericordiosos. Jamás condenar, jamás condenar. Si tú tienes ganas de condenar, condénate a ti mismo, que algún motivo tendrás, ¡eh!”. “Pidamos al Señor esta gracia: que nos de esta luz interior, que nos convenza de que la roca es sólo Él y no tantas historias que nosotros hacemos como cosas importantes; y que Él nos diga – ¡Él nos indique! – el camino, que Él nos acompañe por el camino, que Él nos ensanche el corazón, para que puedan entrar los problemas de tanta gente y Él nos dé una gracia que esta gente no tenía: la gracia de sentirnos pecadores”.        
(María Fernanda Bernasconi - RV).

sábado, 13 de diciembre de 2014

Homilías del Papa 2014-12-12

Homilías del Papa y Temas sacerdotales


Dios nos ama con la ternura de una mamá,
 dijo el Papa en su homilía
2014-12-12 Radio Vaticana

Dios salva a su pueblo no desde lejos, 
sino haciéndose cercano, con ternura.
 El Santo Padre, inspirándose en la lectura 
del profeta Isaías, hizo una comparación:

“Es tanta la cercanía que Dios se presenta aquí como una mamá, como una mamá que dialoga con su niño: una mamá, cuando canta la canción de cuna y toma la voz del niño y se hace pequeña como el hijito y habla con el tono del niño hasta el punto de parecer ridículo, si uno no entiende qué cosa grande hay ahí: ‘No temas gusanito de Jacob. Pero, cuántas veces una mamá dice estas cosas al niño mientras lo acaricia, ¡eh! He aquí, te convertiré en una trilladora acuminada, nueva… te haré grande… Y lo acaricia, y lo acerca a ella. Y Dios hace así. Es la ternura de Dios. Está tan cerca de nosotros que se expresa con esta ternura: la ternura de una mamá”.

Dios nos ama gratuitamente – afirmó el Papa – como una mamá a su niño.  Y el niño “se deja amar”: “ésta es la gracia de Dios”. “Pero nosotros, tantas veces, para estar seguros, queremos controlar la gracia” y “en la historia y también en nuestra vida tenemos la tentación de cosificar la gracia”, hacerla “como una mercancía o una cosa controlable”, tal vez diciéndonos a nosotros mismos: “Pero, yo tengo tanta gracia”; o “tengo el alma limpia, estoy en gracia”:

“Y así, esta verdad tan bella de la cercanía de Dios se desliza en una contabilidad espiritual: ‘No, yo hago esto porque esto me dará 300 días de gracia… Yo hago aquello porque me dará esto, y así acumulo gracia’. Pero, ¿qué cosa es la gracia? ¿Una mercadería? Y así, parece que sí. Parece que sí. Y en la historia esta cercanía de Dios a su pueblo ha sido traicionada por esta actitud nuestra, egoísta, de querer controlar la gracia, cosificarla”.

El Papa también recordó algunos de los grupos que en tiempos de Jesús querían controlar la gracia: los Fariseos, hechos esclavos de tantas leyes que cargaban “sobre las espaldas del pueblo”. Los Saduceos, con  sus compromisos políticos. Los Esenios, “buenos, buenísimos, pero tenían tanto miedo, no querían correr riesgos” y terminaban por aislarse en sus monasterios. Los Zelotes, para los cuales la gracia de Dios era “la guerra de liberación”, “otra manera de cosificar la gracia”.

“La gracia de Dios –  subrayó el Papa –  es otra cosa: es cercanía, es ternura. Esta regla sirve siempre. Si tú en tu relación con el Señor no sientes que Él te ama con ternura, aún te falta algo, aún no has comprendido qué cosa es la gracia, aún no has recibido la gracia que es esta cercanía”. El Papa Francisco recordó una confesión de hace tantos años, cuando una mujer se atormentaba acerca de la validez o no de una Misa a la que había asistido un sábado por la tarde por un matrimonio, con lecturas diversas de las del domingo. Ésta fue su respuesta: “Pero señora, el Señor la ama tanto a usted. Ella había ido allí, había recibido la Comunión, había estado con Jesús… Sí, pero quédese tranquila, el Señor no es un comerciante, el Señor ama, está cerca”:

“Y San Pablo reacciona con fuerza contra esta espiritualidad de la ley. ‘Yo soy justo si hago esto, esto, esto. Si no hago esto no soy justo’. Pero tú eres justo porque Dios se te ha acercado, porque Dios te acaricia, porque Dios te dice estas cosas bellas con ternura: ésta es nuestra justicia, esta cercanía de Dios, esta ternura, este amor. Incluso con el riesgo de parecernos ridículo, nuestro Dios es tan bueno. Si nosotros tuviéramos el valor de abrir nuestro corazón a esta ternura de Dios, ¡cuánta libertad espiritual tendríamos! ¡Cuánta! Hoy, si tienen un poco de tiempo, en su casa, tomen la Biblia: Isaías, capítulo 41, desde el versículo 13 hasta el 20, siete versículos. Y léanlos. Esta ternura de Dios, este Dios que nos canta a cada uno de nosotros la canción de cuna, como una mamá”.

La alegría del Adviento

  
La alegría del Adviento





Homilías del Papa 2014-12-09

Homilías del Papa y Temas sacerdotales



Misa del Papa en Santa Marta.
 Salir para dar vida
2014-12-09 
L’Osservatore Romano

Una Iglesia reducida a «museo» no funciona, ni tampoco una estructura con «un organigrama perfecto», donde está «todo en orden, todo limpio» pero «falta alegría, falta fiesta, falta paz». Lo recordó el Papa Francisco durante la misa del martes 9 de diciembre en Santa Marta.
El punto de partida para la reflexión del Pontífice fue la primera lectura de la liturgia del día, en la que el profeta Isaías (40, 1-11) anuncia el consuelo de Dios para Israel. Esta promesa profética atraviesa toda la historia y llega hasta nosotros. Pero ¿cuándo se realiza en la Iglesia?

El Papa Francisco recordó que, como «una persona es consolada cuando siente la misericordia y el perdón del Señor, así la Iglesia hace fiesta y es feliz cuando sale de sí misma». Por lo tanto la alegría de la Iglesia «es dar a luz», es «salir de sí misma para dar vida», es «ir a buscar a las ovejas que están extraviadas», testimoniando «precisamente la ternura del pastor, la ternura de la madre».

Al recordar las palabras del Evangelio de san Mateo (18, 12-14), el Papa destacó el impulso dinámico del pastor «que sale», que «va a buscar» a la oveja que falta, a la que se ha perdido. Sin embargo, subrayó el Pontífice, este celoso pastor «podía hacer las cuentas de un buen comerciante»: tenía 99, por eso incluso perdiendo una, el balance entre ganancias y pérdidas era siempre de abundante activo. En cambio, destacó el Papa Francisco, él «tiene corazón de pastor, sale a buscarla hasta que la encuentra y ahí hace fiesta, está alegre».

Del mismo modo, nace así «la alegría de salir para buscar a los hermanos y hermanas que están alejados: esta es la alegría de la Iglesia». Es precisamente entonces que la Iglesia «se convierte en madre, llega a ser fecunda». Por el contrario, advirtió el Pontífice, cuando la Iglesia «no hace esto», entonces «se frena a sí misma, se cierra en sí misma», aunque «quizá está bien organizada». Y de este modo se convierte en «una Iglesia desalentada, ansiosa, triste, una Iglesia que tiene más de solterona que de madre; y esta Iglesia no funciona, es una Iglesia de museo».

Al final del pasaje de Isaías retoma la imagen del pastor que «apacienta el rebaño, reúne con su brazo a los corderos y los lleva sobre el pecho; cuida él mismo a las ovejas que crían». Esta es «la alegría de la Iglesia: salir de sí misma y ser fecunda». Como en el tiempo de Israel, cuando Isaías proclamaba al pueblo las palabras de consuelo que ofrecía el Señor, así la Iglesia al releer este pasaje se abre a la alegría, recibe fuerza. Porque el pueblo «necesita consolación». La presencia misma del Señor «consuela, siempre consuela o fuerte o débilmente, pero siempre consuela». En efecto, afirmó el Papa, donde está el Señor, «hay consuelo y paz». Incluso en la tribulación, añadió, «está esa paz allí, que es la presencia del Señor que consuela».

Lamentablemente los hombres buscan huir del consuelo. «Desconfiamos, estamos más cómodos —observó el Papa Francisco— en nuestras cosas, más cómodos también en nuestras faltas, en nuestros pecados». Este es el campo en el cual el hombre se encuentra más a gusto. En cambio, destacó el Pontífice, «cuando llega el Espíritu y llega el consuelo, nos lleva a otro estado que no podemos controlar: es precisamente el abandono en la consolación del Señor». Y es en esta situación que «llega la paz, la alegría», como recuerda la expresión «tan hermosa del rey Ezequías: “la amargura se me volvió paz”, porque el Señor fue allí a consolar». Y como dice también el «salmo de los prisioneros en Jerusalén, en Babilonia: “Cuando el Señor hizo volver a los cautivos de Sión, nos parecía soñar” —¡no lo creían!—, “la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares”».

En efecto, cuando llega «el consuelo del Señor, nos sorprende. Es Él quien manda, no nosotros». Y el consuelo más fuerte es el de la misericordia y el perdón», como anuncia Isaías: «Gritadle que se ha cumplido su servicio y está apagado su crimen, pues de la mano del Señor ha recibido doble paga por sus pecados». De aquí la invitación del Papa a reflexionar sobre cómo Dios no se deja ganar en generosidad. «Tú —dijo— has pecado cien veces, toma doscientos de alegría: así es la misericordia de Dios cuando viene a consolar».

A pesar de esto, el hombre busca apartarse, porque «esto nos da un poco de miedo, un poco de desconfianza: “¡Es demasiado, Señor!”». Para hacer comprender cuán infinita es la misericordia de Dios, el Pontífice volvió a proponer las palabras del profeta Ezequiel, cuando en el capítulo 16, tras «la lista de los muchos pecados del pueblo, pero muchos, muchos, al final dirá: “Pero yo no te abandono, te daré más; esta será mi venganza: el consuelo y el perdón”». Así es «nuestro Dios, el Dios que consuela en la misericordia y en el perdón». Por eso es bueno repetir: «Dejaos consolar por el Señor, es el único que puede consolarnos».

Muchas veces, añadió el Papa Francisco, «estamos acostumbrados a “alquilar” pequeñas consolaciones, un poco hechas por nosotros; pero no sirven, ayudan pero no sirven». En efecto, solamente nos beneficia la que «viene del Señor con su perdón y nuestra humildad. Cuando el corazón se hace humilde, viene el consuelo y se deja guiar por esta alegría, esta paz».


El Pontífice concluyó con una invocación al Señor, para que «nos dé la gracia de trabajar, ser cristianos alegres en la fecundidad de la madre Iglesia», y nos preserve del peligro de «caer en la actitud de estos cristianos tristes, impacientes, desconfiados, ansiosos, que tienen todo perfecto en la Iglesia, pero no tienen “niños”». El Papa invitó a pedir a Dios que nos consuele con «el consuelo de una Iglesia madre que sale de sí misma» y con «el consuelo de la ternura de Jesús y su misericordia en el perdón de nuestros pecados».

miércoles, 10 de diciembre de 2014

sábado, 6 de diciembre de 2014

Homilías del Papa 2014-12-07

Homilías del Papa y Temas sacerdotales

Mass at Santa Marta

Los santos escondidos de todos los días
 dan esperanza, dijo el Papa
2014-12-07 Radio Vaticana

(RV).- Hay tantos santos escondidos, hombres, mujeres, padres y madres de familia, enfermos, sacerdotes, que ponen en práctica todos los días el amor de Jesús y esto da esperanza: es cuanto dijo el Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta.

Es verdaderamente cristiano quien pone en práctica la Palabra de Dios. No basta decir que se tiene fe. Al comentar el Evangelio sobre la casa construida sobre la roca o sobre la arena, Francisco invitó a no ser “cristianos de apariencia”, cristianos disfrazados, porque apenas cae un poco de lluvia el truco desaparece. Non basta – dijo el Papa – pertenecer a una familia muy católica o a una asociación o ser un benefactor, si no se sigue después la voluntad de Dios.

“Tantos cristianos de apariencias” –  observó el Santo Padre – “caen ante las primeras tentaciones”, porque “no hay sustancia allí”, han construido sobre la arena. En cambio, hay tantos santos “en el pueblo de Dios –   no necesariamente canonizados, sino santos – tantos hombres y mujeres” que “ponen en práctica el amor de Jesús. Tantos”. Que han construido su casa sobre la roca, que es Cristo:

“Pensemos en los más pequeños, eh. En los enfermos que ofrecen sus sufrimientos por la Iglesia, por los demás. Pensemos en tantos ancianos solos, que rezan y ofrecen. Pensemos en tantas madres y padres de familia que llevan adelante con tanta fatiga su familia, la educación de los hijos, el trabajo cotidiano, los problemas, pero siempre con la esperanza en Jesús, que no se pavonean, sino que hacen lo que pueden”.

¡Son los “santos de la vida cotidiana!”, exclamó el Papa:

“Pensemos en tantos sacerdotes que no se hacen ver pero que trabajan en sus parroquias con tanto amor: la catequesis a los niños, la atención a los ancianos, a los enfermos, la preparación a los recién casados… Y todos los días lo mismo, lo mismo, lo mismo. No se aburren porque en su fundamento está la roca. Es Jesús, esto es lo que da santidad a la Iglesia, ¡esto es lo que da esperanza!”.

Francisco afirmó además que “debemos pensar mucho en la santidad escondida que existe en la Iglesia”. “Cristianos que permanecen en Jesús. Pecadores, ¡eh! Todos lo somos. Y también a veces alguno de estos cristianos comete algún pecado grave, pero se arrepienten, piden perdón, y esto es grande: la capacidad de pedir perdón, de no confundir pecado con virtud, de saber bien dónde está la virtud y dónde está el pecado. Estos están fundados sobre la roca y la roca es Cristo. Siguen el camino de Jesús, lo siguen a Él”.

“Los soberbios, los vanidosos, los cristianos de apariencia –  subrayó el Papa Bergoglio  – serán derribados, humillados”, mientras “los pobres serán aquellos que triunfarán, los pobres de espíritu, los que ante Dios se sienten una nada, los humildes, y llevan adelante la salvación poniendo en práctica la Palabra del Señor”.

“Hoy estamos, mañana no estaremos” –  dijo el Papa citando a San Bernardo: “Piensa, hombre, qué será de ti: comida para gusanos”. “Nos comerán los gusanos, a todos” – recordó el Papa – y “si no tenemos esta roca, terminaremos aplastados”:

“En este tiempo de preparación a la Navidad pidamos al Señor que estemos fundados firmemente en la roca que es Él. Nuestra esperanza es Él. Nosotros somos todos pecadores, somos débiles pero si ponemos la esperanza en Él podremos ir adelante. Y ésta es la alegría de un cristiano: saber que en Él está la esperanza, está el perdón, está la paz, está la alegría. Y no poner nuestra esperanza en cosas que hoy están y mañana no estarán”.

(María Fernanda Bernasconi - RV).

(from Vatican Radio)

Homilías del Papa 2014-12-02

Homilías del Papa y Temas sacerdotales


Francisco: un corazón humilde conoce a Dios, 
la teología se hace de rodillas, dijo el Papa en su homilía
2014-12-02 Radio Vaticana

(RV).- Quien estudia el misterio de Dios que se ponga de rodillas, porque Dios se revela con mucho gusto a un corazón humilde. Lo afirmó el Papa Francisco en su homilía de la misa matutina celebrada en la Capilla de la Casa de Santa Marta.

Los ojos de un pobre son más aptos para ver a Cristo y, a través de Él, vislumbrar el perfil de Dios. Los otros que pretenden sondar este misterio con los recursos de su propia inteligencia primero deben ponerse “de rodillas”, en actitud de humildad, de lo contrario “no entenderán nada”. Francisco reafirmó la verdad y la paradoja del misterio de la Buena Nueva: el Reino de su Padre pertenece a los “pobres de espíritu”. La reflexión del Papa siguió la huella del Evangelio de Lucas propuesta por la liturgia, en el punto en el que Cristo alaba y da gracias a su Padre porque ha decidido revelarse a quien para la sociedad no cuenta nada y a quien, tal vez cuenta, pero sabe hacerse “pequeño” en el alma:

“Él nos hace conocer al Padre, nos hace conocer esta vida interior que Él tiene. Y ¿a quién revela esto el Padre? ¿A quién da esta gracia? ‘Te alabo, oh Padre, Señor del Cielo y de la Tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los doctos y las has revelado a los pequeños’. Sólo aquellos que tienen el corazón como los pequeños, que son capaces de recibir esta revelación, el corazón humilde, manso, que siente la necesidad de rezar, de abrirse a Dios, se siente pobre; solamente aquel que va adelante con la primera Bienaventuranza: los pobres de espíritu”.

Por tanto, la pobreza es la dote privilegiada para abrir la puerta del misterio de Dios. Una dote que a veces, hizo notar el Papa, puede faltar precisamente en quien a este misterio dedica una vida de estudios:

“Tantos pueden conocer la ciencia, la teología también, ¡tantos! Pero si no hacen esta teología de rodillas, o sea humildemente, como pequeños, no entenderán nada. Nos dirán tantas cosas, pero no comprenderán nada. Sólo esta pobreza es capaz de recibir la Revelación que el Padre da a través de Jesús, a través de Jesús. Y Jesús viene, no como un capitán, un general de ejército, un gobernante potente, no, no. Viene como un brote. Así lo hemos escuchado en la Primera Lectura: ‘En aquel día, un retoño brotará del tronco de Jesé. Él es un vástago: es humilde, es manso, y ha venido para los humildes, para los mansos, a traer la salvación a los enfermos, a los pobres, a los oprimidos”.

El Santo Padre prosiguió explicando que Jesús es el primero de los marginados llegando incluso a considerar “un valor no negociable ser igual a Dios”. “La grandeza del misterio de Dios”, repitió, se conoce solamente “en el misterio de Jesús y el misterio de Jesús es precisamente el misterio del abajarse, del aniquilarse, del humillarse” que “trae la salvación a los pobres, a aquellos que son aniquilados por tantas enfermedades, pecados y situaciones difíciles”. “Fuera de este marco  – concluyó el Papa Francisco – no se puede entender el misterio de Jesús”:

“Pidamos al Señor, en este tiempo de Adviento, que nos acerquemos más, más, más a su misterio y que lo hagamos por el camino que Él quiere que hagamos: el camino de la humildad, el camino de la mansedumbre, el camino de la pobreza, el camino de sentirnos pecadores. Así Él viene a salvarnos, a liberarnos. Que el Señor nos de esta gracia”.
(María Fernanda Bernasconi - RV).
(from Vatican Radio)


DOMINGO II DE ADVIENTO, COMENTARIO

Homilías del Papa y Temas sacerdotales


EVANGELIO DEL DOMINGO II DE ADVIENTO



 LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS
1, 1-8
Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.
“Está escrito en el profeta Isaías: Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: "Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos." Juan bautizaba en el desierto; predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaban sus pecados, y él los bautizaba en el Jordán. Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba: "Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo."
Palabra del Señor


- ¡QUÉ CAMINOS!    Por Javier Leoz 

¿Se hace camino al andar? Remitiéndonos a la famosa sentencia de Machado contemplamos un mundo que, cada camino que indica o construye, es tal vez camino de trayecto corto. Las propuestas que la sociedad nos hace es un “gasta tu vida gastando”. ¿No debiera ser “vive tu vida desgastándote”?

1.- Hoy entra en escena un personaje singular: Juan Bautista. Su forma de vestir, su alimentación (un tanto peculiar) y, sobre todo, por su forma de ser no dejaba indiferente a nadie. Era vox populi que era profeta singular. Su cuerpo no era el centro de su atención pero, la esperanza del Pueblo de Israel, era su locura. Sonaba su voz como una trompeta que rompía de arriba abajo el silencio interesado sobre el Mesías y emplazaba a la conversión; a mirar de otra forma la venida del Salvador; a regresar de los palacios de la injusticia, del todo vale o de la comodidad. Este pregonero del desierto, previamente había corregido y sacrificado su propio camino con una existencia nítida, radical y vociferaba a disponer unos caminos dignos por los que, el Señor, pudiera entrar. Muchos de los que añoraban a Jesús –al igual que nosotros mismos- elegían las avenidas más cómodas, y no precisamente las más santas, para hacerse los encontradizos con El. Dios venía por un camino y…el pueblo iba por otro. En dirección contraria. Ese fue el pecado de muchos de ellos: no se encontraron con el Salvador porque “sus antenas” no estaban bien orientadas hacia la dirección por donde venía.

2.- ¿Cómo vestimos nosotros? ¿Con la piel de la oración o con el oropel de la frialdad hacia Dios? ¿Con qué nos alimentamos? ¿Con la Palabra y la Eucaristía o, por el contrario, con todo aquello que es agradable al paladar del ojo, de la boca, del tener o del placer? ¿En qué dirección avanzamos? ¿Hacia la Navidad, Misterio de Amor, o hacia la vanidad del disfrutar, gastar y derrochar?

Juan, en este segundo domingo de adviento, nos pone contra las cuerdas. ¿Qué camino estamos construyendo para la llegada del Salvador? ¿Nos preocupamos de despejar la calzada de nuestra vida de aquellos escollos (envidias, orgullo, soberbia, malos modos, egoísmo….) que convierten nuestra fe en algo irrelevante o simbólico?

3.- En estos próximos días (aunque en algunos lugares ya lo han llevado a cabo semanas atrás por intereses meramente comerciales) se adornan las calles y plazas como antesala de la Navidad. ¿Cómo vamos adornar nuestra vida? ¿Hasta dónde estamos dispuestos a iluminar el interior de cada uno de nosotros para que, el Señor, cuando nazca pueda entrar con todas las de la ley al fondo de nuestras vidas y nacer de verdad? ¿De qué nos vamos a rodear? ¿De regalos que ya ni nos llaman la atención o del gran regalo que es Cristo humillado en Belén?

4.- Navidad; no nos dejemos arrastrar por lo que desvirtúa y mancilla la belleza y la grandeza de esos días. Desde ahora, y con una profunda revisión de nuestra vida cristiana nos comprometamos, de la mano de Juan, en encauzar lo que está torcido, iluminar lo que está oscuro, retornar de senderos equivocados, agarrarnos al poder y fuerza de la oración o pedirle al Señor que nos ayude a convertirnos a Él arropados por esa otra versión del mundo, de las personas, de los acontecimientos, del amor y de la paz que nos trae y nos da el Evangelio.

Equivocarse de caminos no es malo…siempre y cuando regresemos a tiempo de ellos. ¡Adelante con el Señor!



EN EL DESIERTO DEL MUNDO

Donde la locura vuela más  deprisa que la sensatez, allá donde la pobreza ya no  llama la atención y se convierte en estandarte  de un mundo infeliz,…
Quiero, Señor, preparar tu  camino.
En la soledad del que busca  y no encuentra compañía en la desesperanza de  familias que han perdido el horizonte  de la alegría en los egoísmos y soberbias que me impiden verte cara a  cara…
Quiero, Señor, preparar tu  camino.
Luchando, por rebajar todas  esas colinas de autosuficiencia
Avanzando, para llenar lo  que la sociedad caprichosa e insolidaria,  mezquina y sin sentido pretende dejar, lo más  sagrado, vacío y sin contenido
Quiero, de verdad Señor,  preparar tu camino
Despejar nuestras mentes  embarulladas por lo efímero y colmarlas con tu presencia,  con tu Nacimiento

Denunciar falsedades o  verdades a medias y, con la trompeta de tu  nuevo día, pregonar a este mundo que  todavía es posible la esperanza. que Tú, Señor, estás por  llegar pero que, los caminos por  donde avanzamos, no son los auténticos para  poderte alcanzar.

Tú Señor, puedes cambiar el  ritmo de la historia si somos capaces de dejar  aquello que nos atenaza, duerme, amordaza, esclaviza  y nos impide caminar

Contigo, Señor.
Para Ti,  Señor. 
Por Ti, Señor.

Quiero preparar mis caminos:   que sean los tuyos
Quiero andar por tus  caminos:  sal a mi encuentro
Quiero dejar los viejos:   renuévame con tu gracia

¡Ven, Señor!  ¡Apresura tu  llegada!
¡¡Contigo, para siempre, por  tus caminos!!