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martes, 21 de enero de 2014

Homilía del Papa Francisco en las Misa de la Casa de Santa Marta. 2014-01-17

Blog de Tío Paco-Franjaoli-Franja


Síntesis de la homilía del Papa Francisco
 en la Misa que celebra todas las mañanas 
en la Capilla de la Casa de Santa Marta.

Pidamos un corazón abierto
 para recibir la Palabra de Dios, 
el Papa el viernes en Santa Marta
2014-01-17 Radio Vaticana

(RV).- (Audio)  El don de ser hijos de Dios no se puede “vender” por un mal entendido sentido de “normalidad”, que induce a olvidar su Palabra y a vivir como si Dios no existiese. Fue la reflexión que el Papa Francisco propuso la mañana del viernes, durante la homilía de la Misa presidida en la Casa de Santa Marta.

La tentación de querer ser “normales”, cuando en cambio se es hijo de Dios. Que en esencia quiere decir ignorar la Palabra del Padre y seguir sólo la humana, la “palabra del propio deseo”, escogiendo en cierto modo “vender” el don de una predilección para sumergirse en una “uniformidad mundana”. Esta tentación el pueblo judío del Antiguo Testamento la experimentó más de una vez, recordó el Santo Padre, que se detuvo en el episodio propuesto por el pasaje de la liturgia tomado del primer Libro de Samuel. En él, los jefes del pueblo piden al mismo Samuel, ya viejo, establecer para ellos un nuevo rey, de hecho pretendiendo autogobernarse. En aquel momento, observó el Pontífice, “el pueblo rechaza a Dios: no sólo no escucha la Palabra de Dios, sino que la rechaza”. Y la frase reveladora de este desapego, subrayó el Papa, es aquella proferida por los ancianos de Israel: queremos un “rey juez”, porque así “también nosotros seremos como todos los pueblos”. O sea, observó Francisco, “rechazan al Señor del amor, rechazan la elección y buscan el camino de la mundanidad”, de forma parecida a tantos cristianos de hoy:

“La normalidad de la vida exige del cristiano fidelidad a su elección y no venderla para ir hacia una uniformidad mundana. Esta es la tentación del pueblo, y también la nuestra. Tantas veces, olvidamos la Palabra de Dios, aquello que nos dice el Señor, y tomamos la palabra que está de moda, ¿no?, también aquella de la telenovela está de moda, tomemos esa, ¡es más divertida! La apostasía es precisamente el pecado de la ruptura con el Señor, pero es clara: la apostasía se ve claramente. Esto es más peligroso, la mundanidad, porque es más sutil”.

“Es verdad que el cristiano debe ser normal, como son normales las personas”, reconoció el Obispo de Roma, “pero – insistió – existen valores que el cristiano no puede tomar para sí. El cristiano debe retener sobre él la Palabra de Dios que le dice: ‘tú eres mi hijo, tú eres elegido, yo estoy contigo, yo camino contigo’”. Por lo tanto resistiendo a la tentación – como en el episodio de la Biblia – de considerarse víctimas de “un cierto complejo de inferioridad”, de no sentirse un “pueblo normal”:
“La tentación viene y endurece el corazón y cuando el corazón es duro, cuando el corazón no está abierto, la Palabra de Dios no puede entrar. Jesús decía a los de Emaús: ‘¡Necios y lentos de corazón!’. Tenían el corazón duro, no podían entender la Palabra de Dios. Y la mundanidad ablanda el corazón, pero mal: un corazón blando ¡jamás es una cosa buena! El bueno es el corazón abierto a la Palabra de Dios, que la recibe. Como la Virgen, que meditaba todas estas cosas en su corazón, dice el Evangelio. Recibir la Palabra de Dios para no alejarse de la elección”.

Pidamos, entonces – concluyó el Papa Francisco – “la gracia de superar nuestros egoísmos: el egoísmo de querer hacer de las mías, como yo quiero”:

“Pidamos la gracia de superarlos y pidamos la gracia de la docilidad espiritual, o sea abrir el corazón a la Palabra de Dios y no hacer como han hecho estos nuestros hermanos, que cerraron el corazón porque se alejaron de Dios y desde hacía tiempo no sentían y no entendían la Palabra de Dios. Que el Señor nos de la gracia de un corazón abierto para recibir la Palabra de Dios y para meditarla siempre. Y de ahí tomar el verdadero camino”.
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Homilía del Papa Francisco en las Misa de la Casa de Santa Marta. 2014-01-17

Blog de Tío Paco-Franjaoli-Franja


Síntesis de las homilías del Papa Francisco
 en las Misas que celebra todas las mañanas 
en la Capilla de la Casa de Santa Marta.

Para un examen de conciencia
2014-01-17 L’Osservatore Romano

«¿Nos avergonzamos de los escándalos en la Iglesia?». Es un profundo examen de conciencia el que propuso el Papa Francisco el jueves 16 de enero, por la mañana, durante la homilía de la misa celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta. Un examen de conciencia que se dirige a la raíz de las razones de los «muchos escándalos» que dijo no querer «mencionar en particular» porque «todos sabemos donde están».

Y precisamente a causa de los escándalos no se da al pueblo de Dios «el pan de la vida» sino «un alimento envenenado». Los escándalos —explicó una vez más el Papa— tuvieron lugar porque « la Palabra de Dios era algo raro en esos hombres, en esas mujeres» que los realizaron, aprovechando su «posición de poder y comodidad en la Iglesia» sin tener, sin embargo, ninguna relación con « la Palabra de Dios». Porque, puntualizó, no sirve para nada decir «yo llevo una medalla» o «yo llevo la cruz» si no se tiene «una relación viva con Dios y con la Palabra de Dios». Además, algunos de estos escándalos —indicó una vez más el Papa— hicieron justamente también «pagar mucho dinero».

La reflexión del Pontífice se inspiró en la oración del salmo responsorial —el número 43— proclamado en la liturgia del día. Una oración que se refiere a lo relatado en la primera lectura: la derrota de Israel. Se habla de ello en el primer libro de Samuel (4- 1,11). Recita el salmo citado por el Papa: «Ahora, en cambio, nos rechazas y nos avergüenzas, y ya no sales, Señor, con nuestras tropas; nos haces retroceder ante el enemigo, y nuestro adversario nos saquea». Es con estas palabras, dijo el Pontífice, que «reza el justo de Israel después de las muchas derrotas que tuvo en su historia».
Derrotas que suscitan algunas preguntas: «¿Por qué el Señor dejó así a Israel, en manos de los filisteos? ¿Abandonó el Señor a su pueblo? ¿Ocultó su rostro?». El Papa precisó que la pregunta de fondo es: «¿Por qué el Señor abandonó a su pueblo en esa lucha contra los enemigos? Pero los enemigos no sólo del pueblo, sino del Señor». Enemigos que «odiaban a Dios», que «eran paganos».

«La clave para buscar una respuesta» a esta pregunta decisiva el Pontífice la indicó en algunos versículos de la liturgia del día anterior: «En aquellos días era rara la Palabra del Señor» (1 Samuel 3, 1). «En medio de su pueblo —explicó nuevamente refiriéndose a la Escritura— no estaba la Palabra del Señor, a tal punto que el joven Samuel no comprendía» quién le llamaba. El pueblo, por lo tanto, «vivía sin la Palabra del Señor. Se había alejado de Él». El anciano sacerdote Elí era «débil» y «sus hijos, mencionados dos veces aquí», eran «corruptos: asustaban al pueblo y lo apaleaban». Así «sin la Palabra de Dios, sin la fuerza de Dios» dejaban espacio al «clericalismo» y a la «corrupción clerical».
En este contexto, sin embargo, prosiguió el Papa, el pueblo se «da cuenta» de que estaba «lejos de Dios y dice: “vayamos a buscar el arca”». Pero llevan «el arca al campamento» como si fuese la expresión de una magia: de este modo no se disponían a la búsqueda del Señor sino de «una cosa que es mágica». Y con el arca «se sienten seguros».

Por su parte, «los filisteos comprendieron el peligro», sobre todo, tras oír «el eco de ese alarido» que suscitó la llegada del arca al campamento de Israel y se preguntaron qué significaba. «Se enteraron —continuó— que había llegado a su campo el arca del Señor». Se lee, en efecto, en el libro de Samuel: «Los filisteos se sintieron atemorizados y dijeron: “Dios ha venido al campamento”». Por lo tanto, los filisteos pensaban que habían ido a buscar a Dios y que Él estaba realmente presente en su campamento. En cambio, el pueblo de Israel no se había dado cuenta de que con el arca no había «entrado la vida».
Y la Escritura relata luego detalladamente las dos derrotas contra los filisteos: en la primera murieron cerca de cuatro mil; en la segunda, treinta mil. Además, «el arca de Dios fue tomada por los filisteos y los dos hijos de Elí, Jofní y Pinjás, murieron».
«Este pasaje de la Escritura —destacó el Papa— nos hace pensar» en «cómo es nuestra relación con Dios, con la Palabra de Dios. ¿Es una relación formal, o una relación lejana? La Palabra de Dios entra en nuestro corazón, cambia nuestro corazón, ¿tiene este poder, o no?». ¿O bien «es una relación formal, todo bien, pero el corazón está cerrado a esa Palabra?».

Una serie de preguntas —precisó el Pontífice— que «nos lleva a pensar en tantas derrotas de la Iglesia. En tantas derrotas del pueblo de Dios». Derrotas debidas «sencillamente» al hecho de que el pueblo «no percibe al Señor, no busca al Señor, no se deja buscar por el Señor». Luego, al verificarse la tragedia se dirige al Señor para preguntar: «pero Señor, ¿qué pasó?». Se lee en el salmo 43: «Nos haces el escarnio de nuestros vecinos, irrisión y burla de los que nos rodean; nos has hecho el refrán de los gentiles, nos hacen muecas las naciones» (vv. 14-15). Y es lo que nos lleva, destacó el Papa Francisco, a «pensar en los escándalos de la Iglesia: ¿pero nos avergonzamos?». Y añadió: «Muchos escándalos que yo no quiero mencionar en particular, pero todos los conocemos. Sabemos donde están». Algunos «escándalos —dijo— hicieron pagar mucho dinero. Está bien...». Y fue en este punto que habló sin medios términos de «vergüenza de la Iglesia» por esos escándalos que suenan como muchas «derrotas de sacerdotes, obispos y laicos».

La cuestión, continuó el Pontífice, es que « la Palabra de Dios en esos escándalos era poco común. En esos hombres, en esas mujeres, la Palabra de Dios era rara. No tenían relación con Dios. Tenían una posición en la Iglesia, una posición de poder, incluso de comodidad». Pero «no la Palabra de Dios», eso no. Y «de nada sirve decir “pero yo llevo una medalla, yo llevo la cruz: como aquellos que llevaban el arca, sin una relación viva con Dios y con la Palabra de Dios». Recordando las palabras de Jesús respecto a los escándalos repitió que de ellos «derivó toda una decadencia del pueblo de Dios, hasta la debilidad, la corrupción de los sacerdotes».

El Papa Francisco concluyó la homilía con dos pensamientos: la Palabra de Dios y el pueblo de Dios. En cuanto al primero propuso un examen de conciencia: «¿Está viva la Palabra de Dios en nuestro corazón? ¿Cambia nuestra vida o es como el arca que va y viene» o «el evangeliario muy bonito» pero «no entra en el corazón?». En cuanto al pueblo de Dios se centró en el mal que le ocasionan los escándalos: «Pobre gente —dijo—, pobre gente. No damos de comer el pan de la vida. No damos de comer la verdad. Muchas veces damos de comer un alimento envenenado».
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