Homilías del Papa y Temas sacerdotales
El Papa Francsco va a ser recordardo como el
PAPA DE LA FAMILIA
Las familias, escuelas de humanidad que
debemos cuidar,
dijo el Papa en la Catedral de Santiago
El Papa bendice a todas las mujeres embarazadas
en su discurso a las familias - AP
22/09/2015 14:27
(RV).- - “La familia es escuela de humanidad, que
enseña a poner el corazón en las necesidades de los otros”: con estas las palabras
el Papa se dirigió a las familias, llegadas numerosas para para reunirse con el
Sucesor de Pedro en la Catedral Nuestra Señora de la Asunción, en la ciudad de
Santiago, última etapa de su visita a Cuba. “Estamos en familia. Y cuando uno
está en familia se siente en casa”
afirmó el Pontífice, agradeciendo a las familias cubanas por hacerlo
“sentir en casa”.
Tras hacer referencia pasaje del Evangelio de
Juan, que presenta el primer acontecimiento público de Jesús de las Bodas de
Caná, el Pontífice recordó que Jesús comenzó su vida pública en una boda,
comenzó su vida en el interior de una familia. Y explicó que es “en el seno de
nuestros hogares donde continuamente se sigue introduciendo, para mostrarnos el
amor de Dios”. “Es en casa, prosiguió el Papa, donde aprendemos la fraternidad,
la solidaridad, a no ser avasalladores, el perdón”. De ahí que la comunidad
cristiana llame a las familias iglesias domésticas, porque es en el calor del
hogar donde la fe empapa cada rincón, y se construye comunidad.
El Sucesor de Pedro precisó que “la familia
nos salva de dos fenómenos actuales: la fragmentación y la masificación,
transformando a las personas en individuos aislados, fáciles de manipular y de
gobernar. Las sociedades divididas o altamente masificadas – afirmó – son
consecuencia de la ruptura de los lazos familiares, que nos enseñan a ser
personas.
El Papa exhortó entonces a no olvidar, que no
obstante las dificultades, “las familias no son un problema sino una
oportunidad” que hay que cuidar, proteger, acompañar. E invitó a “dejar un
mundo con familias”, porque son “verdaderos centros de humanidad”.
Antes de finalizar, Francisco quiso mencionar
la Eucaristía. “Jesús – dijo – es el Pan de Vida de nuestras familias”, que nos
alimenta con su amor y nos sostiene con su fe.
Finalmente, la invitación del Papa a rezar
por el Encuentro Mundial de las Familias en Filadelfia y el Sínodo de Obispos
de octubre, que tiene como tema la Familia, “para que sepamos entre todos
ayudarnos a cuidar a la familia”.
(MCM-RV)
El Papa Francisco saluda desde la Catedral de Santiago de Cuba
Discurso completo del Papa
Estamos en familia. Y cuando uno está en
familia se siente en casa. Gracias familias a ustedes familias cubanas, gracias
cubanos por hacerme sentir todos estos días en familia, por hacerme sentir en
casa. Gracias por todo esto. Este encuentro con ustedes viene a ser como «la
frutilla de la torta». Terminar mi visita viviendo este encuentro en familia es
un motivo para dar gracias a Dios por el «calor» que brota de gente que sabe
recibir, que sabe acoger, que sabe hacer sentir en casa. Gracias a todos los
cubanos.
Agradezco a Mons. Dionisio García, Arzobispo
de Santiago, el saludo que me ha dirigido en nombre de todos y al matrimonio
que ha tenido la valentía de compartir con todos nosotros sus anhelos y
esfuerzos por vivir el hogar como una «iglesia doméstica».
El Evangelio de Juan nos presenta como primer
acontecimiento público de Jesús las Bodas de Caná, en la fiesta de una familia.
Ahí está con María su madre y algunos de sus discípulos compartiendo la fiesta
familiar.
Las bodas son momentos especiales en la vida
de muchos. Para los «más veteranos», padres, abuelos, es una oportunidad para
recoger el fruto de la siembra. Da alegría al alma ver a los hijos crecer y que
puedan formar su hogar. Es la oportunidad de ver, por un instante, que todo por
lo que se ha luchado valió la pena. Acompañar a los hijos, sostenerlos,
estimularlos para que puedan animarse a construir sus vidas, a formar sus
familias, es un gran desafío para todos los padres. A su vez, la alegría de los
jóvenes esposos. Todo un futuro que comienza, todo tiene «sabor» a casa nueva,
a esperanza. En las bodas, siempre se une el pasado que heredamos y el futuro
que nos espera. Hay memoria y esperanza. Siempre se abre la oportunidad para
agradecer todo lo que nos permitió llegar hasta el hoy con el mismo amor que
hemos recibido.
Y Jesús comienza su vida pública precisamente
en una boda. Se introduce en esa historia de siembras y cosechas, de sueños y
búsquedas, de esfuerzos y compromisos, de arduos trabajos que araron la tierra
para que ésta dé su fruto. Jesús comienza su vida en el interior de una
familia, en el seno de un hogar. Y es en el seno de nuestros hogares donde
continuamente Él se sigue introduciendo, Él sigue siendo parte. Le gusta
meterse en la familia.
Es interesante observar cómo Jesús se
manifiesta también en las comidas, en las cenas. Comer con diferentes personas,
visitar diferentes casas fue un lugar privilegiado por Jesús para dar a conocer
el proyecto de Dios. Él va a la casa de sus amigos –Marta y María–, pero no es
selectivo, no le importa si hay publicanos o pecadores, como Zaqueo. Va a la
casa de Zaqueo. No sólo Él actuaba así, sino cuando envió a sus discípulos a
anunciar la buena noticia del Reino de Dios, les dijo: «Quédense en la casa que
los reciba, coman y beban de los que ellos tengan» (Lc 10,7). Bodas, visitas a
los hogares, cenas, algo de «especial» tendrán estos momentos en la vida de las
personas para que Jesús elija manifestarse allí.
Recuerdo en mi diócesis anterior que muchas
familias me comentaban que el único momento que tenían para estar juntos era
normalmente en la cena, a la noche, cuando se volvía de trabajar, donde los más
chicos terminaban la tarea de la escuela. Era un momento especial de vida
familiar. Se comentaba el día, lo que cada uno había hecho, se ordenaba el
hogar, se acomodaba la ropa, se organizaban tareas fundamentales para los demás
días, los chicos se peleaban, pero era el momento. Son momentos en los que uno
llega también cansado y alguna que otra discusión, alguna que otra «pelea»
aparece, pero no hay que tenerla miedo. Yo tengo miedo a los matrimonios que
nunca tuvieron una discusión, raro, es raro. . Jesús elije estos momentos para
mostrarnos el amor de Dios, Jesús elije estos espacios para entrar en nuestras
casas y ayudarnos a descubrir el Espíritu vivo y actuando en nuestras cosas
cotidianas. Es en casa donde aprendemos la fraternidad, la solidaridad, donde
aprendemos a no ser avasalladores. Es en casa donde aprendemos a recibir y a
agradecer la vida como una bendición y que cada uno necesita a los demás para
salir adelante. Es en casa donde experimentamos el perdón, y estamos
continuamente invitados a perdonar, a dejarnos transformar. Que curioso, en
casa no hay lugar para las «caretas», somos lo que somos y de una u otra manera
estamos invitados a buscar lo mejor para los demás.
Por
eso la comunidad cristiana llama a las familias con el nombre de iglesias
domésticas, porque en el calor del hogar es donde la fe empapa cada rincón,
ilumina cada espacio, construye comunidad. Porque en momentos así es como las
personas iban aprendiendo a descubrir el amor concreto y el amor operante de
Dios.
En muchas culturas hoy en día van
despareciendo estos espacios, van desapareciendo estos momentos familiares,
poco a poco todo lleva a separarse, aislarse; escasean momentos en común, para
estar juntos, para estar en familia. Entonces no se sabe esperar, no se sabe
pedir permiso ni perdón, no se sabe dar gracias, porque la casa va quedando
vacía, no de gente, sino vacía de relaciones, vacía de contactos, vacía de
encuentros, de padres, hijos abuelos, nietros, hermanos. Hace poco, una persona
que trabaja conmigo me contaba que su esposa e hijos se habían ido de
vacaciones y él se había quedado solo, porque le tocaba trabajar esos días. El
primer día, la casa estaba toda en silencio, «en paz», nada estaba desordenado.
Al tercer día, cuando le pregunto cómo estaba, me dice: quiero que vengan ya
todos de vuelta. Sentía que no podía vivir sin su esposa y sus hijos, y eso es
lindo, eso es lindo.
Sin familia, sin el calor de hogar, la vida
se vuelve vacía, comienzan a faltar las redes que nos sostienen en la
adversidad, las redes que nos alimentan en la cotidianidad y motivan la lucha
para la prosperidad. La familia nos salva de dos fenómenos actuales: la
fragmentación (la división) y la masificación. En ambos casos, las personas se
transforman en individuos aislados fáciles de manipular y de gobernar. Y
entonces encontramos en el mundo sociedades divididas, rotas, separadas o
altamente masificadas son consecuencia de la ruptura de los lazos familiares,
cuando se pierden las relaciones que nos constituyen como personas, que nos
enseñan a ser personas. Uno se olvida de como se dice mamá, papa… se van como
olvidando esas relaciones que son el fundamento del nombre que tenemos.
La familia es escuela de humanidad, que
enseña a poner el corazón en las necesidades de los otros, a estar atento a la
vida de los demás. Cuando vivimos bien en familia, los egoísmo quedan
chiquitos, existen porque todos tenemos algo de egoísta, pero sino se crean
esas familias que podemos llamar así “yo me mí, que no saben de discusiones, de
solidaridad…”
A pesar de tantas dificultades como aquejan
hoy a nuestras familias, no nos olvidemos de algo, por favor: las familias no
son un problema, son principalmente una oportunidad. Una oportunidad que
tenemos que cuidar, proteger, acompañar. Es una manera de decir que son una
bendición. Cuando vos comenzar a vivir la vida como un problema te estancás,
porque estás muy centrado en ti mismo.
Mucho se discute sobre el futuro, sobre qué
mundo queremos dejarle a nuestros hijos, qué sociedad queremos para ellos. Creo
que una de las posibles respuestas se encuentra en mirarlos a ustedes: dejemos
un mundo con familias, es la mejor herencia, dejemos un mundo con familias. Es
cierto, no existe la familia perfecta, no existen esposos perfectos, padres
perfectos ni hijos perfectos, ni suegra perfecta, pero eso no impide que no
sean la respuesta para el mañana. Dios nos estimula al amor y el amor siempre
se compromete con las personas que ama, el amor siempre se compromete con las
personas que ama. Por eso, cuidemos a nuestras familias, verdaderas escuelas
del mañana. Cuidemos a nuestras familias, verdaderos espacios de libertad.
Cuidemos a nuestras familias, verdaderos centros de humanidad.
Y aquí me viene una imagen cuando en las
audiencias de los miércoles paso a saludar a la gente, tantas, tantas mujeres
me muestran la panza y me dicen “¿Padre me lo bendice?”, le voy a proponer
algo, a todas aquellas mujeres que están embarazadas de esperanza que en este
momento se toquen la panza, o las que están escuchando por radio o por
televisión, y yo a cada una de ellas y a cada niño le doy la bendición, y deseo
que venga sanito, que crezca bien, que lo pueda criar bien, que lo acaricien”.
No quiero terminar sin hacer mención a la
Eucaristía. Se habrán dado cuenta que Jesús quiere utilizar como espacio de su
memorial, una cena. Elige como espacio de su presencia entre nosotros un
momento concreto en la vida familiar. Un momento vivido y entendible por todos,
la cena.
Y la Eucaristía es la cena de la familia de
Jesús, que a lo largo y ancho de la tierra se reúne para escuchar su Palabra y
alimentarse con su Cuerpo. Jesús es el Pan de Vida de nuestras familias, Él
quiere estar siempre presente alimentándonos con su amor, sosteniéndonos con su
fe, ayudándonos a caminar con su esperanza, para que en todas las
circunstancias podamos experimentar que es el verdadero Pan del cielo.
En unos días participaré junto a familias del
mundo en el Encuentro Mundial de las Familias y en menos de un mes en el Sínodo
de Obispos, que tiene como tema la Familia. Los invito a rezar, les pido por
favor que recen por estas dos instancias, para que sepamos entre todos
ayudarnos a cuidar la familia, para que sepamos seguir descubriendo al
Emmanuel, es decir al Dios que vive en medio de su Pueblo haciendo de cada
familia y de todas las familias su hogar. Cuento con la oración de ustedes.
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