martes, 26 de febrero de 2013

Vocaciones Los hijos que fueron elegidos por Cristo

Blog de Tío Paco-Franjaoli-Franja
 el cardenal Mauro Piacenza, prefecto de la Congregación para el Clero 
Vocaciones
Los hijos que fueron elegidos por Cristo
Carta del prefecto de la Congregación para el Clero, cardenal Mauro Piacenza, a las madres de sacerdotes y seminaristas y a todas aquellas que ejercen el don de la maternidad espiritual hacia ellos
Autor: Mauro Card. Piacenza | Fuente: Zenit.org
 el cardenal Mauro Piacenza, prefecto de la Congregación para el Clero
Ofrecemos la carta que el prefecto de la Congregación para el Clero, cardenal Mauro Piacenza, dedica a las madres de sacerdotes y seminaristas y a todas aquellas que ejercen el don de la maternidad espiritual hacia ellos.
"Causa nostrae Letitiae - ¡Causa de nuestra Alegría!"
El pueblo cristiano ha venerado siempre, con profunda gratitud, a la Bienaventurada Virgen María, contemplando en Ella la Causa de toda nuestra verdadera Alegría.
En efecto, acogiendo la Palabra Eterna en su seno inmaculado, María Santísima dio a luz al Sumo y Eterno Sacerdote, Jesucristo, único Salvador del mundo. En El, Dios mismo vino al encuentro del hombre, lo levantó del pecado y le donó la Vida eterna, es decir Su misma Vida. Adhiriéndose a la Voluntad de Dios, por tanto, María participó, de modo único e irrepetible, en el misterio de nuestra redención, convirtiéndose así en Madre de Dios, Puerta del Cielo y Causa de nuestra Alegría.
De modo análogo, la Iglesia toda mira, con admiración y profunda gratitud, a todas las madres de los sacerdotes y de cuantos, recibida esta altísima vocación, han emprendido el camino de formación, y con profunda alegría me dirijo a ellas.
Los hijos, que ellas acogieron y educaron, fueron elegidos por Cristo desde la eternidad, para convertirse en sus "amigos predilectos" y, así, vivo e indispensable instrumento de su Presencia en el mundo. Por medio del sacramento del orden, la vida de los sacerdotes es definitivamente asumida por Jesús e inmenrsa en El, de modo que en ellos, es Jesús mismo el que pasa y actúa entre los hombres.
Este misterio es tan grande que el sacerdote es también llamado "alter Christus" -"otro Cristo". Su pobre humanidad, elevada por la fuerza del Espíritu Santo a una nueva y más alta unión con la persona de Jesús, es ahora lugar del Encuentro con el Hijo de Dios, encarnado, muerto y resucitado por nosotros. Cuando cada sacerdote enseña la fe de la Iglesia, es Cristo el que habla en él, habla al Pueblo; cuando, prudentemente, guía a los fieles a el confiados, es Cristo el que apacienta a las propias ovejas; cuando celebra los sacramentos, en modo eminente la Santísima Eucaristía, es Cristo mismo el que a través de sus ministros, obra la Salvación del hombre y se hace realmente presente en el mundo.
La vocación sacerdotal, normalmente, tiene en la familia, en el amor de los padres y en la primera educación en la fe, aquél terreno fértil en el cual la disponibilidad a la voluntad de Dios puede radicarse y extraer la indipensable nutrición. Al mismo tiempo, cada vocación es, incluso para la misma familia en la que surge, una irreductible novedad, que huye a los parámetros humanos y llama a todos, siempre, a la conversión.
En esta novedad, Cristo actúa en la vida de aquellos que ha elegido y llamado, todos los familiares -y las personas más cercanas- están implicadas pero es ciertamente única y especial la participación que corresponde a la madre del sacerdote. Únicas y especiales son los consuelos espirituales que le afluyen por haber llevado en su seno a quien se ha convertido en ministro de Cristo. Toda madre no puede sino alegrarse en ver la vida del propio hijo, no sólo realizada sino investida de una especialísima predilección divina que abraza y transforma para la eternidad.
Si aparentemente, en virtud de la vocación y la ordenación, se produce una inesperada "distancia", respecto a la vida del hijo, misteriosamente más radical de toda otra separación natural, en realidad la bimilenaria experiencia de la Iglesia enseña que la madre "recibe" al hijo sacerdote en un modo totalmente nuevo e inesperado, tanto como para ser llamada a reconocer en el fruto del propio seno, por voluntad de Dios, un "padre", llamado a generar y acompañar la vida eterna en una multitud de hermanos. Cada madre de un sacerdote es misteriosamente "hija de su hijo". Hacia él podrá ejercer también una nueva "maternidad", en la discreta, pero eficacísima e inestimablemente valiosa, cercanía de la oración y en la ofrenda de la propia existencia por el ministerio del hijo.
Esta nueva "paternidad", a la que el seminarista se prepara, que al sacerdote es donada y de la cual el Pueblo Santo de Dios se beneficia, necesita ser acompañada por la oración asidua y por el personal sacrificio, para que la libertad de adhesión a la voluntad divina se renueve y robustezca continuamente, para que los sacerdotes no se cansen nunca, en la cotidiana batalla de la fe y unan, cada vez más totalmente, la propia vida al sacrificio de Cristo Señor.
Tal obra de auténtico sostén, siempre necesaria en la vida de la Iglesia, parace hoy más urgente que nunca, sobre todo en nuestro Occidente secularizado, que espera y pide un nuevo y radical anuncio de Cristo y las madres de los sacerdotes y de los seminaristas son un verdadero "ejército" que, desde la tierra eleva al Cielo oraciones y ofrendas y, todavía más numeroso, desde el Cielo intercede para que cada gracia sea derramada sobre la vida de los sacros pastores.
Por esta razón, deseo con todo el corazón animar y dirigir un particularísimo agradecimiento a todas las madres de los sacerdotes y seminaristas y -junto a ellas- a todas las mujeres, consagradas y laicas, que han acogido, también por la invitación dirigida a ellas durante el Año Sacerdotal, el don de la maternidad espiritual hacia los llamados al ministerio sacerdotal, ofreciendo la propia vida, la oración, los propios sufrimientos y las fatigas, como también las propias alegrías, por la fidelidad y la santificación de los ministros de Dios, haciéndose así partícipes, a título especial, de la maternidad de la Santa Iglesia, que tiene su modelo y su cumplimiento en la divina maternidad de María Santísima.
Un especial agradecimiento, por último, se eleve hasta el Cielo, a aquellas madres, que, llamadas ya de esta vida, contemplan ahora plenamente el esplendor del Sacerdocio de Cristo, del cual sus hijos se ha convertido en partícipes, y por ellos interceden, en modo único y, misteriosamente, mucho más eficaz.
Junto a los más sentidos augurios por un Año Nuevo de gracia, de corazón imparto a todas y a cada una la más afectuosa bendición, implorando para vosotras de Bienaventurada Virgen María, Madre de Dios y de los sacerdotes, el don de una cada vez más radical identificación con Ella, discípula perfecta e Hija de su Hijo

Introducción: Me lo han robado
1. ¿Por qué llama Dios?
2. La llamada, signo de predilección
3. La respuesta
4. ¿Por qué mi hija/hijo?
5. ¿No son demasiado jóvenes?
6. ¿Y si se equivocan?
7. ¿Qué hacer en el momento?
8. ¿Qué hacer después?
9. Pasos para conseguir la vocación de los hijos
10. Cuatro sugerencias para que Dios no le complique la vida a un hijo
Apéndice: Una generosidad "egoísta"
Epílogo: Carta a un/una rebelde

martes, 19 de febrero de 2013

Vocación sacerdotal.

Blog de Tío Paco-Franjaoli-Franja
Celebración de unas Bodas de Oro sacerdotales
Un vídeo muy interesante  sobre  he puesto en este blog que tiene imágenes de tres fiestas sacerdotales muy importantes para la vida de los fieles y en especial para alegría del sacerdote. Se muestra en el blog una ordenación sacerdotal, unas Bodas de Oro sacerdotales y unas Bodas de Diamante, 
Hay que dar gracias a Dios por la vocación sacerdotal de tantos, que han entregado su vida al Señor en el sacerdocio católico, y si en estos momentos de nuestra historia hay sequía de vocaciones. Hemos de rezar para que el Señor siga promoviendo a jóvenes cristianos para que digan sí al seguimiento de Jesús en el sacerdocio. 



Hoy encontré el siguiente texto:
No tengo ninguna duda. Si yo fuera Dios no habría metido tanto la pata como Él. Si yo fuera Dios no habría creado la libertad, una libertad que el hombre puede utilizar para hacer daño, para manipular, para destrozar y para hacer sufrir...
Si yo fuera Dios habría creado un mundo perfecto, que nadie tuviera que mejorar...
Si yo fuera Dios y hubiera hecho esto que digo tampoco os amaría porque no me fiaría de vosotros. Si yo fuera Dios tampoco existiría el amor porque para que haya amor tiene que haber necesariamente libertad. Si hubiera creado un mundo perfecto el hombre no podría desarrollar su capacidad creadora y seríamos todos unos estúpidos, inútiles y zánganos...  ¡Gracias a Dios que yo no soy Dios!
¡Cuántas veces juzgamos a Dios! Cuántas veces tratamos de enmendar sus errores... Cuántas veces nos equivocamos porque no tenemos visión de  conjunto. ¡No juzgues a Dios! Fíate de Él y haz lo que te diga. Sigue sus planes, cumple su Voluntad y al final comprobarás que es lo mejor que podrías haber hecho en toda tu vida.

Dios no hace distinciones. 
Hermosa Sagrada Familia negra,
 para aprender a acerdarnos a Ël 

lunes, 4 de febrero de 2013

Nadie nace siendo sacerdote


Blog de Tío Paco-Franjaoli-Franja
Y una noticia: LOS SACERDOTES ABRIMOS LOS DOMINGOS
ENLACE:
Y a continuación...
Me parece un buen lugar para hablar de vocación en  este blog en el que he puesto diversos acontecimientos sacerdotales, Ordenación de un sacerdote, Bodas de Oro del sacerdote que hace este blog, Bodas de Diamante del Párroco de Baiona, que son una muestra de la respuesta que puede dar un joven al Señor cuando le pide la entrega total y sin condiciones. Ahí se encuentra  la Felicidad sin dudarlo, con la condición de ser fieles a esa vocación. Ahora te toca leer más porque conviene estar enterados:

Nadie nace siendo sacerdote

NadieNaceSacerdote2Si os preguntáramos a cada uno de vosotros cómo soléis afrontar las situaciones de novedad, las respuestas serían muy variadas. Unos hablaríais de pereza, otros de miedo y otros, quizá, de expectación. Sea cual sea la actitud que se adopte, las excusas de cara a nuevos o diferentes compromisos suelen hacerse presentes con preocupante frecuencia… ¡las usamos muy a menudo! Y las hay de todos los tipos. Lo curioso es que en el ámbito estrictamente vocacional, las excusas están también a la orden del día. Si a un joven se le sugiere la posibilidad de seguir a Cristo como misionero o sacerdote, o comparte la intuición de que podría estar siendo llamado por el Señor a una vocación especial, su respuesta, por lo general, se situaría de nuevo en el ámbito de las excusas: “no soy ningún santo, soy un pecador” (lo mismo que vino a decir san Pedro y, con él, una miríada de santos), “a mí me gustan mucho las chicas” (como si a los consagrados no le gustaran) o “ya he tomado otras opciones, mi momento para eso ya pasó” (como si Dios tuviera nuestros mismos esquemas respecto a lo que es una ocasión oportuna).
Si bien es verdad que la mayoría de estas respuestas tienen detrás la realidad de la excusa y, en el fondo, de la mediocridad y el miedo, también esconden gran cantidad de prejuicios. En este sentido, no serían pocos los que pensarían que los sacerdotes nacieron ya revestidos del seno materno (como el niño de la foto); o que descendieron del cielo a modo de ángeles; que tenían grandes cualidades ausentes en otros, incluidas todas las virtudes; o que las tentaciones en su caso no se habrían dado o estarían apenas presentes.
Por eso, de cara a afrontar la realidad de vocación, habría que recordar una vez más que Dios busca personas normales, llenas de cualidades y, por qué no, de debilidades y defectos. La diferencia de un consagrado no es tanto su excelencia moral, sino su decisión de dejarse hacer por Dios, su haber pronunciado el “cuenta conmigo”, una frase que compromete definitivamente. Los consagrados no son héroes, sino hombres de carne y hueso que han puesto su ser al servicio del Reino; personas que saben que toda su vida, incluidas sus pobrezas, serán aprovechadas por Dios para bien de los hermanos.
Quién sabe si tú no eres también llamado por Cristo a seguirle más de cerca. Si es así, no busques razones para decir que no. No pongas excusas. Dile al Señor sin temer: “aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”(Salmo 39).
Por nuestra parte, te aseguramos en el nombre del Señor que, aun envuelto en persecuciones (Marcos 10, 29-30) y en un sinfín de dificultades,verás colmados tus anhelos de felicidad, de paz y de vida… eterna.

domingo, 3 de febrero de 2013

El mejor regalo...La vocación

Tio Paco Franjaoli

Hemos recibido el mejor regalo.
A todos nos encanta recibir regalos, pero también hacerlos. Cuando algo se entrega con el corazón, no se espera nada a cambio, aunque la ilusión y sorpresa despertada en quien lo recibe, nos llene a nosotros mismos de alegría. Si por mediocridad nuestro regalo estuviera envuelto de compromiso o interés, tal cosa no sería un regalo, sino un intercambio de bienes, en definitiva un negocio. Sin exagerar en absoluto, debemos decir que un regalo interesado no es un regalo.
La vocación tiene mucho que ver con los regalos. Toda la existencia está atravesada por esta realidad. Nuestra experiencia primera es que hemos recibido la vida a modo de regalo, sin merecerla, sin haber trabajado duro por conquistarla. Igualmente, todas las cosas que nos rodean se nos dan sin que lo pidamos: la luz del sol, la belleza de una rosa, el aire puro que respiramos o la mirada cariñosa de quien nos ama. Igualmente, a nosotros, que somos creyentes, se nos ha regalado la fe. Aunque en el acto de creer hay algo de voluntad, la fe es principalmente un don, un regalo. Poder reconocer que venimos del Amor y vamos al Amor, saber que somos hijos de Dios, de un Padre que nos sostiene, hace que la vida se abra ante nosotros con un carácter más amable y esperanzador. Por último, todos nosotros hemos recibido el don de la vocación: la llamada a la santidad, a ser como Dios Padre es. Y, de un modo especial, Dios regala a algunos el don de la vocación a la vida consagrada o al sacerdocio. Una vida que consiste en responder a Dios con el corazón y entregarle todo nuestro ser; en definitiva, se trata de ser nosotros mismos espejo de la plenitud de Dios, que vive siempre dándose, entregando lo mejor de sí.
La esencia del amor, por tanto, consiste en que este tiende a donarse, a entregarse, a compartirse. Igual que Dios, cuando ha creado al hombre, ha querido compartir con él el amor del que Él mismo ya gozaba en su ser íntimo y eterno, el ser humano, si quiere ser imagen Suya, ha de regalar amor y vida. Aquel que pretenda guardar para sí el amor que ha recibido de Dios, lo perderá (Mt 16, 25); aquel que entregue tal regalo con interés, hará que el don se marchite; finalmente, aquel que pretenda saciarse él solo del agua de la vida eterna, se ahogará en su propio egoísmo.
El mundo necesita personas que hayan experimentado el gran don de la vocación. Vocación a entregar gratis lo que gratis se ha recibido (Mt 10, 8). Personas que se hagan ellas mismas don y regalo para los demás y que pongan todo su ser, gratuitamente, desinteresadamente, al servicio de los hermanos.
No dudes en entregar lo mejor de ti a los otros: una sonrisa, un abrazo, una palabra, un poco de tu tiempo. Y si, además, eres destinatario de esta llamada particular a la vida consagrada o al sacerdocio, no dudes en responder de corazón al Señor dándolo todo en el anuncio de la Buena Noticia de Jesucristo. Experimentarás plenamente la verdad de sus mismas palabras: que “hay más alegría en dar que en recibir” (Hch 20, 35).
 Y yo os digo por mi experiencia de 56 años de sacerdote, de que vale la pena la entrega, porque Dios no se deja ganar en generosidad. Franja.



¡Cuánto me ha gustado este blog que he encontrado en 
BLOGUEROS CON EL PAPA.