sábado, 14 de julio de 2018

Domingo XV (B) del tiempo ordinario (Mc 6,7-13):

Homilías del Papa y Temas sacerdotales

Día litúrgico:
Domingo XV (B) del tiempo ordinario
 (Mc 6,7-13):

Resultado de imagen de Jesús llamó a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos»

Texto del Evangelio (Mc 6,7-13): En aquel tiempo, Jesús llamó a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos. Les ordenó que nada tomasen para el camino, fuera de un bastón: ni pan, ni alforja, ni calderilla en la faja; sino: «Calzados con sandalias y no vistáis dos túnicas». Y les dijo: «Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta marchar de allí. Si algún lugar no os recibe y no os escuchan, marchaos de allí sacudiendo el polvo de la planta de vuestros pies, en testimonio contra ellos». Y, yéndose de allí, predicaron que se convirtieran; expulsaban a muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.

CONVERSIÓN!: NO QUEDA OTRA   Por Javier Leoz


¿Qué es la religión? Ni más ni menos, entre otras muchas cosas, esa ligazón que intentamos descubrir, cuidar  cultivar entre lo humano y lo divino, entre Dios y nosotros. ¿Pero es suficiente? Por supuesto que no. La esencia del cristianismo no es un contentarnos con decir “yo vivo unido a  Cristo o yo creo en Jesús” sino, además, en la consecuencia más importante e inmediata: vivir con Él y como Él.

1.- La conversión de una empresa (sobre todo cuando hace aguas) no consiste solamente en un lavado de fachada o en el cambio de la técnica para sacar adelante su producto. El secreto de su éxito reside en algo fundamental: ha de ser fiel a sus principios fundacionales. Ha de sacar adelante, más allá de la técnica, formas y maneras su producción. Y por cierto, si quiere ser combativa y competitiva, con calidad.

2.- En la vida cristiana puede ocurrir algo muy parecido. Quedarnos en unos mínimos, tan mínimos, que la resultante sea una vida light y sin diferencia alguna con lo que vemos o escuchamos por la calle. El cristianismo no sólo predica el amor de Dios, que es lo tenemos muy claro, además no puede dejar de exigir una mayor justicia, verdad, fraternidad y perdón entre los hombres.

--Siempre, y es así, es más fácil hablar de lo mucho que Dios nos quiere que exigirnos a nosotros mismos el amar como Él nos ama.

--Siempre, y es así, resulta menos profético presentar un rostro licuado de la fe que un color marcado por los derechos humanos, la pobreza o las bienaventuranzas.

 ¿Qué ocurre entonces? Ni más ni menos que, la conversión, siempre será la asignatura pendiente de la calidad de nuestra vida cristiana. O hay conversión o podemos concluir que nos estamos haciendo a nuestra media una versión diferente del Evangelio.

3. Nuestra fe, además de personal, ha de ser contagiosa. No podemos recluirla en la caja de cristal que existe en el corazón de cada persona. La fe, como si de una bomba racimo se tratara, explota y se expande allá donde existe un afán evangelizador; donde los cristianos, sintiéndose tocados y elegidos por Dios, no se repliegan y saben que están llamados a ser profetas o altavoces del Evangelio.

Los elegidos no solamente son o somos los sacerdotes; todos, desde el momento de nuestro Bautismo,  insertados en el Cuerpo de Cristo que es su Iglesia estamos convocados y urgidos a desarrollar –con nuestros carismas, habilidades, dones, talentos e inteligencia- una misión personal que nada ni nadie en nombre de nosotros podrá realizar. ¿Por qué? Porque cada uno, allá donde está, debe dar su peculiar color a su vida cristiana y, con su vida cristiana, color a todo lo que le rodea.

4.- Hoy, además de sacerdotes, necesitamos cristianos convencidos. Hombres y mujeres que, siendo conscientes de que creen y esperan en Jesús, están llamados a participar de la encomienda de Jesús: “id por el mundo”.

Nos quedamos con una frase del Papa Francisco pronunciada en Quito en su viaje reciente a Ecuador:” La sociedad necesita más nuestras obras que nuestras palabras.”


 Resultado de imagen de CONTIGO IRÉ, SEÑOR

CONTIGO IRÉ, SEÑOR
Si soy padre, hablaré a mis hijos
de tu poder y de tu gracia
que eres PADRE que protege y anima
que habla, con autoridad,  en momentos de indecisión,
y corrige con palabras de comprensión.

CONTIGO IRÉ,  SEÑOR
Si soy madre, les transmitiré a los míos
el amor y la ternura que se dan en tu corazón.
Les haré ver que, en Tí, está la salvación
que tus brazos siempre esperan
que en tu regazo siempre hay un lugar
para, después del pecado, volver al encuentro

CONTIGO IRÉ,  SEÑOR
Si soy hijo, daré gracias a tu nombre.
Por la juventud de mis días
porque, tal ves sin aún yo saberlo,
me llamas a ser de los tuyos
a ser profeta, sacerdote
o amigo que anuncie tu Reino.

CONTIGO IRÉ,  SEÑOR
Si soy sacerdote,
levantaré una y otra vez mis manos hacia el cielo:
para buscar tu fuerza y tu presencia
para que nunca les falte a tus hijos
el pan consagrado de la Eucaristía
o la fortaleza de tu Santo Espíritu.
El perdón, cuando el pecado asoma
Tu Bendición, cuando el mundo
deja de sorprendernos
y nos deja tirados en el suelo

CONTIGO IRÉ,  SEÑOR
Si soy cristiano,
bendeciré tu nombre.
Porque me llamas a ser instrumento de tu amor
Porque permites que sea de los tuyos
Porque me hablas de una ciudad eterna
Porque me dices que, los que viven junto a mí,
lejos de ser adversarios, son hermanos.
Porque, cumplir la voluntad de Dios,
sus bienaventuranzas y sus mandamientos
es camino seguro para llegar a buen puerto.

CONTIGO IRÉ,  SEÑOR
Por Javier Leoz.