viernes, 12 de agosto de 2016

Acumulen un tesoro inagotable en el cielo, 10/08/2016

Homilías del Papa y Temas sacerdotales

Acumulen un tesoro inagotable en el cielo, pide Jesús en el Evangelio

Francisco \ Audiencias, Catequesis y Ángelus
Papa: Jesús hace que nos levantemos de la muerte a la vida


Segunda audiencia general de agosto en el Aula Pablo VI del Vaticano - REUTERS

10/08/2016 11:10SHARE:

(RV).- En su Audiencia General del miércoles 10 de agosto, celebrada en el Aula Pablo VI del Vaticano, el Santo Padre – mediante un pasaje del Evangelio de San Lucas – propuso el tema del consuelo que recibió una madre viuda a quien Jesús le devolvió, mediante un milagro, a su único hijo resucitándolo.
Se trata de un milagro verdaderamente grandioso – explicó el Papa hablando en italiano – especialmente porque el núcleo del relato evangélico, más que la resurrección del fallecido, es la ternura de Jesús hacia la mamá de ese muchacho. Porque “la misericordia toma aquí el nombre de gran compasión” hacia una mujer que había perdido a su marido y que ahora acompaña al cementerio a su único hijo. Y añadió que este “gran dolor de una mamá conmueve a Jesús” induciéndolo al milagro de la resurrección.

Después de referirse a los diversos detalles que nos ofrece el evangelista, el Papa Bergoglio  se detuvo a considerar que San Lucas describe el sentimiento de Jesús, lleno de compasión que le pide a la mujer que no llore  y, movido por su profunda misericordia hacia esta madre, decide afrontar la muerte personalmente.

El Obispo de Roma sugirió que durante este Jubileo, al cruzar la Puerta Santa, la Puerta de la Misericordia, los peregrinos se acuerden de este episodio del Evangelio, que sucedió en la puerta de Naín. Y que piensen que a Jesús le entró en su corazón aquella madre que lloraba. De modo que a la Puerta Santa – dijo el Papa – cada uno llega llevando su propia vida, con sus alegrías y sus sufrimientos, sus proyectos y fracasos, sus dudas y sus temores, para presentarlos a la misericordia del Señor.

Y agregó que debemos tener la seguridad de que ante la Puerta Santa, el Señor está cerca de cada uno de nosotros, para ofrecernos su poderosa palabra de consolación; porque en la Puerta se produce el encuentro entre el dolor de la humanidad y la compasión de Dios. A la vez que cuando cruzamos su umbral – prosiguió diciendo el Pontífice – realizamos nuestra peregrinación dentro de la misericordia de Dios que, al igual que al muchacho muerto, repite a todos: “Yo te lo ordeno, ¡levántate”! (Cfr. Lc 7, 11-14).

Después de afirmar que la palabra poderosa de Jesús puede hacer que nos levantemos y pasemos también nosotros de la muerte a la vida, el Santo Padre concluyó explicando en su catequesis que al celebrar este Jubileo – que él mismo ha querido que se lo viviera en todas las Iglesias particulares y no sólo en Roma – es como si toda la Iglesia esparcida en el mundo se uniera en el único canto de alabanza al Señor. De modo que también hoy – dijo el Papa – la Iglesia reconoce que es visitada por Dios. A la vez que encaminándonos hacia la Puerta de la Misericordia, sabemos que nos dirigimos al corazón misericordioso de Jesús, cuya misericordia es un camino que parte del corazón para llegar a las manos, es decir, a las obras de misericordia.
(María Fernanda Bernasconi - RV).

“Jubileo: inagotable tesoro de la misericordia de Dios”, el Papa en la catequesis

Homilías del Papa y Temas sacerdotales

Francisco \ Audiencias, Catequesis y Ángelus


“Jubileo: inagotable tesoro de la misericordia de Dios”, el Papa en la catequesis


Continuando su ciclo de catequesis sobre la misericordia en la Sagrada Escritura, el Obispo de Roma reflexionó sobre el milagro que Jesús realizó en la ciudad de Naím, al resucitar a un joven muerto y restituirlo a su madre. - REUTERS

10/08/2016 11:13SHARE:

(RV).- “Estemos seguros que, ante la Puerta Santa, el Señor se acerca para encontrar a cada uno de nosotros, para llevar y ofrecer su poderosa palabra consoladora: “¡No llores!”. Ésta es la Puerta del encuentro entre el dolor de la humanidad y la compasión de Dios”, con estas palabras el Papa Francisco explicó en la Audiencia General del segundo miércoles de agosto, el significado de la misericordia de Jesús hacia una mujer que había perdido al marido y que ahora acompaña al cementerio a su único hijo.

Continuando su ciclo de catequesis sobre la misericordia en la Sagrada Escritura, el Obispo de Roma reflexionó sobre el milagro que Jesús realizó en la ciudad de Naím, al resucitar a un joven muerto y restituirlo a su madre. “Sin embargo, dijo el Papa, el corazón de esta narración no es el milagro, sino la ternura de Jesús hacia la madre de este joven. Es este gran dolor de una madre que conmueve a Jesús y lo induce al milagro de la resurrección”.

Durante este Jubileo, afirmó el Santo Padre, sería una buena cosa que, al pasar por la Puerta Santa, la Puerta de la Misericordia, los peregrinos recordaran este episodio del Evangelio, sucedido en la puerta de Naím. “Estemos seguros que, ante la Puerta Santa, agregó el Papa, el Señor se acerca para encontrar a cada uno de nosotros, para llevar y ofrecer su poderosa palabra consoladora: ¡No llores! La palabra poderosa de Jesús puede levantarnos y obrar también en nosotros el paso de la muerte a la vida”. Su Palabra nos hace revivir, dona esperanza, consuela los corazones cansados, abre a una visión del mundo y de la vida que va más allá del sufrimiento y de la muerte. Antes de concluir su catequesis, el Papa Francisco recordó que: ¡En la Puerta Santa esta esculpido para cada uno el inagotable tesoro de la misericordia de Dios!

Texto y audio completo de la catequesis del Papa Francisco


Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El pasaje del Evangelio de Lucas que hemos escuchado (7,11-17) nos presenta un milagro de Jesús verdaderamente grandioso: la resurrección de un joven. Sin embargo, el corazón de esta narración no es el milagro, no: sino la ternura de Jesús hacia la madre de este joven. La misericordia toma aquí el nombre de una gran compasión hacia una mujer que había perdido al marido y que ahora acompaña al cementerio a su único hijo. Es este gran dolor de una madre que conmueve a Jesús y lo induce al milagro de la resurrección.

Al presentar este episodio, el evangelista se entretiene en muchos particulares. En la puerta de la ciudad de Naím – un pueblo – se encuentran dos grupos numerosos que provienen de direcciones opuestas y que no tienen nada en común. Jesús, seguido por sus discípulos y por una gran multitud está por entrar en la zona habitada, mientras de ella está saliendo la procesión fúnebre que acompaña a un difunto, con la madre viuda y mucha gente. Ante la puerta los dos grupos se acercan solamente recorriendo cada uno por su propio camino, pero es ahí que san Lucas precisa el sentimiento de Jesús: «Al verla, el Señor se conmovió y le dijo: ¡No llores! Después se acercó y tocó el féretro. Los que los llevaban se detuvieron» (vv. 13-14). Una gran compasión guía las acciones de Jesús: es Él quien detiene la procesión tocando el féretro y, conmovido por una profunda misericordia por esta madre, decide afrontar la muerte, por así decir, de tú a tú. Y la afrontará definitivamente, de tú a tú, en la Cruz.

Durante este Jubileo, sería una buena cosa que, al pasar por la Puerta Santa, la Puerta de la Misericordia, los peregrinos recordaran este episodio del Evangelio, sucedido en la puerta de Naím. Cuando Jesús vio a esta madre en lágrimas, ¡ella entró en su corazón! A la Puerta Santa cada uno llega llevando la propia vida, con sus alegrías y sus sufrimientos, los proyectos y los fracasos, las dudas y los temores, para presentarlas a la misericordia del Señor. Estemos seguros que, ante la Puerta Santa, el Señor se acerca para encontrar a cada uno de nosotros, para llevar y ofrecer su poderosa palabra consoladora: “¡No llores!” (v. 13). Ésta es la Puerta del encuentro entre el dolor de la humanidad y la compasión de Dios. Y pensemos en esto: un encuentro entre el dolor de la humanidad y la compasión de Dios. Cruzando el umbral nosotros realizamos nuestra peregrinación hacia la misericordia de Dios que, como al joven muerto, repite a todos: «Yo te lo ordeno, levántate» (v.14). A cada uno de nosotros: “levántate”. Dios nos quiere de pie. Nos ha creado para estar de pie: por esto, la compasión de Jesús lleva a aquel gesto de la curación, a curarnos… Y la palabra clave es: “Levántate”. Ponte de pie, como te ha creado Dios”. De pie… “Pero padre, nosotros caemos muchas veces”. “Adelante, levántate”. Esta es la palabra de Jesús, siempre. Al cruzar la Puerta Santa, tratemos de sentir en nuestro corazón esta palabra: “Levántate”. La palabra poderosa de Jesús puede levantarnos y obrar también en nosotros el paso de la muerte a la vida. Su Palabra nos hace revivir, dona esperanza, consuela los corazones cansados, abre a una visión del mundo y de la vida que va más allá del sufrimiento y de la muerte. ¡En la Puerta Santa esta esculpido para cada uno el inagotable tesoro de la misericordia de Dios!

Alcanzado por la Palabra de Jesús, «el muerto se incorporó y empezó a hablar. Y Jesús se lo entregó a su madre» (v. 15). Esta frase es tan bella, indica la ternura de Jesús: “Lo restituyó a su madre”. La madre encuentra al hijo. Recibiéndolo de las manos de Jesús ella se hace madre por segunda vez, pero el hijo que ahora le es restituido no es de ella de quien ha recibido la vida. Madre e hijo reciben así la respectiva identidad gracias a la palabra poderosa de Jesús y a su gesto amoroso. Así, especialmente en el Jubileo, la madre Iglesia recibe a sus hijos reconociendo en ellos la vida donada por la gracia de Dios. Es en virtud de tal gracia, la gracia del Bautismo, que la Iglesia se hace madre y que cada uno de nosotros se hace su hijo.

Ante el joven resucitado a la vida y restituido a la madre, «todos quedaron sobrecogidos de temor y alababan a Dios, diciendo: ¡Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha visitado a su Pueblo!». Cuanto Jesús ha hecho no es por lo tanto solo una acción de salvación destinada a la viuda y a su hijo, o un gesto de bondad limitada a aquella ciudad. En la ayuda misericordiosa de Jesús, Dios va al encuentro de su pueblo, en Él surge y continuará a surgir para la humanidad toda la gracia de Dios. Celebrando este Jubileo, que he querido que fuera vivido en todas las Iglesias particulares, es decir, en todas las iglesias del mundo, y no solo en Roma, es como si toda la Iglesia extendida por el mundo se uniera en un único canto de alabanza al Señor. También hoy la Iglesia reconoce ser visitada por Dios. Por esto, acercándonos a la Puerta Santa de la Misericordia, cada uno sabe de acercarse a la puerta del corazón misericordioso de Jesús: es Él de hecho la verdadera Puerta que conduce a la salvación y nos restituye a una vida nueva. La misericordia, sea en Jesús sea en nosotros, es un camino que parte del corazón para llegar a las manos… ¿Qué cosa significa esto? Jesús te mira, te cura con su misericordia, te dice: “Levántate”, y ti corazón es renovado. Pero esto del camino del corazón a las manos… “Eh, si, ¿Y ahora qué hago yo? Con el corazón nuevo, con el corazón sanado por Jesús realizo las obras de misericordia con las manos, y trato de ayudar, de sanar a muchos que tienen necesidad”. La misericordia es un camino que parte del corazón y llega a las manos, es decir, a las obras de misericordia. Gracias.

(Traducción del italiano, Renato Martinez – Radio Vaticano)