viernes, 30 de enero de 2015

el Papa en su homilía 2015-01-29

Homilías del Papa y Temas sacerdotales

Mass at Santa Marta

Que no se privatice la salvación, 
pidió el Papa en su homilía
2015-01-29 Radio Vaticana

(RV).-  No siguen la vía nueva inaugurada por Jesús cuantos privatizan la fe encerrándose en “elites” que desprecian a los demás. Lo afirmó el Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la Capilla de la Casa de Santa Marta.

No privatizar la fe
Al comentar la Carta a los Hebreos, el Papa Francisco afirmó que Jesús “es la vía nueva y viva” que debemos seguir como Él quiere. Porque hay formas equivocadas de vida cristiana. Jesús “da los criterios para no seguir modelos equivocados. Y uno de estos modelos equivocados es privatizar la salvación”:

“Es verdad, Jesús nos  ha salvado a todos, pero no en general, ¿no? Todos, pero cada uno, con nombre y apellido. Y ésta es la salvación personal. Verdaderamente yo soy salvado, el Señor me ha mirado, ha dado su vida por mí, ha abierto esta puerta, esta vía nueva para mí, y cada uno de nosotros puede decir ‘para mí’. Pero existe el peligro de olvidar que Él nos ha salvado individualmente pero en un pueblo. En un pueblo. El Señor siempre salva en el pueblo. Desde el momento en que llama a Abram, le promete que hará un pueblo. Y el Señor nos salva en un pueblo. Por esto el autor de esta Carta nos dice: ‘Prestemos atención los unos a los otros. No hay una salvación sólo para mí. Si yo entiendo la salvación así, me equivoco; equivoco el camino. La privatización de la salvación es un camino equivocado”.

Comunicar fe, esperanza y caridad
Son tres los criterios para no privatizar la salvación: “la fe en Jesús que nos purifica”, la esperanza que “te hace ver las promesas e ir adelante” y “la caridad: es decir, prestemos atención unos a otros, para estimularnos recíprocamente en la caridad y en las obras buenas”:
“Y cuando yo estoy en una parroquia, en una comunidad – cualquiera que sea  – yo esto allí, yo puedo privatizar la salvación y estar allí un poco socialmente. Pero para no privatizarla debo preguntarme a mí mismo si yo hablo, comunico la fe; hablo, comunico la esperanza; hablo, hago y comunico la caridad. Si en una comunidad no se habla, no se anima uno al otro, en estas tres virtudes, los componentes de aquella comunidad han privatizado la fe. Cada uno busca su propia salvación, no la salvación de todos, la salvación del pueblo. Y Jesús ha salvado a cada uno, pero en un pueblo, en una Iglesia”.

Grupitos eclesiales que desprecian a los demás
El autor de la Carta a los Hebreos  – prosiguió explicando el Papa – da un consejo “práctico” muy importante: “no disertemos nuestras reuniones, como algunos tienen la costumbre de hacer”. Esto sucede “cuando nosotros estamos en una reunión – en la parroquia, en el grupo – y juzgamos a los demás”, “hay una especie de desprecio hacia los demás. Y ésta no es la puerta, la vía nueva y viva que el Señor ha abierto, ha inaugurado”:

“Despreciamos a los demás; abandonan a la comunidad total; abandonan al pueblo de Dios; han privatizado la salvación: la salvación es para mí y para mi grupito, pero no para todo el pueblo de Dios. Y esta es una equivocación muy grande. Es lo que llamamos –  y que vemos  – ‘las elites eclesiales’. Cuando en el pueblo de Dios se crean estos grupitos, piensan que son buenos cristianos, también – quizás – tengan buena voluntad, pero son grupitos que han privatizado la salvación”.

Dios nos salva en un pueblo, no en las elites
“Dios – subrayó el Papa Bergoglio – nos salva en un pueblo, no en las elites que hemos hecho nosotros con nuestras filosofías o nuestro modo de entender la fe. Y estas elites no son gracias de Dios. Y concluyó pidiendo: “Que el Señor nos dé la gracia de sentirnos siempre pueblo de Dios, salvados personalmente. Eso es verdad: Él nos salva con nombre y apellido, pero salvados en un pueblo, no en el grupito que yo hago para mí”.

(María Fernanda Bernasconi - RV).
(from Vatican Radio)

La homilía del Papa 2015-01-28

Homilías del Papa y Temas sacerdotales


Rezar para ir adelante con la voluntad de Dios,
 pidió el Papa en su homilía
2015-01-28 Radio Vaticana

(RV).-  Es necesario orar a Dios y pedirle cada día la gracia de comprender su voluntad, la gracia de seguirla y la gracia de realizarla totalmente. Lo afirmó el Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta.

Existía en un tiempo la ley hecha de prescripciones y prohibiciones, de sangre de toros y chivos, “sacrificios antiguos” que no tenían ni la “fuerza” de “perdonar los pecados”, ni de hacer “justicia”. Después vino al mundo Cristo y al ser crucificado, el acto “que de una vez para siempre nos ha justificado”, Jesús ha demostrado cuál era el “sacrificio” más agradable a Dios: no el holocausto de un animal, sino el ofrecimiento de la propia voluntad para hacer la voluntad del Padre.

Voluntad de Dios, camino de santidad
Las lecturas y el Salmo del día orientaron la reflexión del Papa sobre uno de los ejes de la fe: la “obediencia a la voluntad de Dios”.

Éste – afirmó Francisco –, “es el camino de la santidad, del cristiano”, es decir, que “el plan de Dios sea realizado”, que “la salvación de Dios se cumpla”:

Lo contrario comenzó en el Paraíso, con la no obediencia de Adán y aquella desobediencia ha traído el mal a toda la humanidad. Y también los pecados son actos de no obedecer a Dios, de no hacer la voluntad de Dios. En cambio, el Señor nos enseña que éste es el camino, y que no hay ningún otro. Y comienza con Jesús, sí, en el Cielo, en la voluntad de obedecer al Padre, pero en la tierra comienza con la Virgen: con Ella. ¿Qué le dijo al Ángel? “Que se haga lo que tú dices”, es decir que se haga la voluntad de Dios. Y con aquel “sí” al Señor, el Señor ha comenzado su recorrido entre nosotros.

Tantas opciones sobre la bandeja
“No es fácil”. El Papa repitió varias veces esta expresión refiriéndose al hecho de realizar la voluntad de Dios. No ha sido fácil para Jesús que  – recordó – sobre esto fue tentado en el desierto y también en el Huerto de los Olivos, con el corazón atormentado, aceptó el suplicio que le esperaba. No fue fácil para algunos discípulos, que lo dejaron porque no entendieron lo que quería decir “hacer la voluntad del Padre”. No lo es para nosotros, desde el momento que – notó Francisco  – “cada día nos presentan tantas opciones sobre una bandeja”. De ahí que se haya preguntado: ¿Cómo hago para hacer la voluntad de Dios?”. Pidiendo “la gracia” de querer hacerla:

“¿Yo rezo para que el Señor me de las ganas de hacer su voluntad, o busco compromisos porque tengo miedo de la voluntad de Dios? Y otra cosa: rezar para conocer la voluntad de Dios sobre mi vida, sobre la decisión que debo tomar ahora… tantas cosas. Sobre el modo de administrar las cosas… La oración para hacer la voluntad de Dios, y la oración para conocer la voluntad de Dios. Y cuando conozco la voluntad de Dios, también la oración, por tercera vez: para hacerla. Para cumplir aquella voluntad, que no es la mía, es la de Él. Y no es fácil”.

“Querer” la voluntad de Dios
El Papa Francisco resumió estos conceptos afirmando que “hay que rezar para tener ganas de seguir la voluntad de Dios, rezar para conocer la voluntad de Dios y rezar  – una vez conocida esta voluntad – para ir adelante con la voluntad de Dios”:

“Que el Señor nos dé la gracia, a todos nosotros, que un día pueda decir de nosotros lo que dijo a aquel grupo, aquella muchedumbre que lo seguía, aquellos que estaban sentados en torno a Él, como hemos escuchado en el Evangelio: He aquí mi madre y mis hermanos. El que hace la voluntad de Dios, éste para mí es hermano, hermana y madre. Hacer la voluntad de Dios nos hace ser parte de la familia de Jesús, nos hace madre, padre, hermana, hermano”.
(María Fernanda Bernasconi - RV).




Homilía en Santa Marta- 2015-01-27

Homilías del Papa y Temas sacerdotales

Misa en Santa Marta- 
El alimento de Jesús
2015-01-27 L’Osservatore Romano

 L’Osservatore Romano

«Rezar para tener ganas de cumplir la voluntad de Dios, para conocer la voluntad de Dios y, una vez conocida, para seguir adelante con la voluntad de Dios»: es la triple invitación que el Papa Francisco repitió durante la misa del martes 27 de enero, por la mañana, en la capilla de la Casa Santa Marta.

El Pontífice, para su reflexión, partió de la oración colecta del inicio de la celebración, cuando se le pidió al Señor: «Guía nuestros pasos según tu voluntad, para que demos frutos de buenas obras». El énfasis se pone especialmente en la frase «según tu voluntad» —explicó—, porque hoy «esta palabra “voluntad”, la voluntad de Dios, está presente en ambas lecturas y también en el Salmo responsorial de la liturgia».

Destaca ante todo en la primera lectura, tomada de la Carta a los Hebreos (10, 1-10), que «da una explicación de los sacrificios antiguos y hace ver que no son capaces de justificarnos. No tienen —dijo al respecto el Papa Francisco— la fuerza de darnos la justicia, de perdonar los pecados. Son sólo una oración que el pueblo renueva cada año, una petición de perdón. Pero no justifican, no tienen la fuerza para ello».

En segundo lugar vuelve con «la profecía» del salmo 40, que san Pablo relaciona con Cristo para explicar «cómo inició el camino de la justificación». En efecto, destacó el Papa, «Jesús, cuando entra en el mundo, dice: “Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas” (Hb 10, 6), porque son provisionales; no digo inútiles, provisionales. “Me formaste un cuerpo; no aceptaste holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije: He aquí que vengo para hacer, ¡oh Dios!, tu voluntad” (Hb 10, 5-7)». Y «este gesto de Cristo, de venir al mundo para hacer la voluntad de Dios, es lo que nos justifica, es el sacrificio: el verdadero sacrificio que, una vez para siempre, nos ha justificado».

Por lo tanto «Jesús viene para hacer la voluntad de Dios y comienza de manera fuerte, así como acaba, en la cruz». Su itinerario terreno, en efecto, «comienza anonadándose», como escribe Pablo a los Filipenses (2, 8): «Se despojó de sí mismo. Se humilló, tomando la condición de esclavo y siendo obediente hasta la cruz» (cf. 2, 7-8). Como consecuencia, continuó el Pontífice, «la obediencia a la voluntad de Dios es la senda de Jesús, que comienza con esto: “Vengo para hacer la voluntad de Dios”». Y es también «el camino de la santidad, del cristiano, porque fue precisamente el camino de nuestra justificación: que Dios, el proyecto de Dios, se realice, que la salvación de Dios se realice». Al contrario de lo que sucedió en el Paraíso terrestre «con la no-obediencia de Adán»: la desobediencia, aclaró Francisco, que «trajo el mal a toda la humanidad».

En efecto, «también los pecados son actos de no obedecer a Dios, de no hacer la voluntad de Dios. En cambio, el Señor nos enseña que este es el camino, no existe otro». Un camino que «comienza con Jesús, en el cielo, en la voluntad de obedecer al Padre», y en la «tierra comienza con la Virgen», en el momento en que ella dice al ángel: «Que se cumpla en mí lo que tú dices (cf. Lc 1, 38), es decir, que se cumpla la voluntad de Dios. Y con ese “sí” a Dios, el Señor comenzó su itinerario entre nosotros».

El Papa se centró además en la importancia para Jesús de «hacer la voluntad de Dios». Lo testimonia el episodio sucesivo al encuentro con la samaritana, cuando «un mediodía, con el calor de esa zona un poco desértica», los discípulos le insistían: «Maestro, come», Él respondió: «No: “mi alimento es hacer la voluntad del Padre” (cf. Jn 4, 31-34)». Haciendo comprender de este modo que la voluntad de Dios para Él «era como el alimento, lo que le daba fuerza, lo que le permitía seguir adelante». No por casualidad explicará luego a los discípulos: «Yo he venido al mundo para hacer la voluntad del que me ha enviado (cf. Jn 6, 38), para realizar una obra de obediencia».

Sin embargo, indicó el obispo de Roma, ni siquiera para Jesús fue fácil. «El diablo, en el desierto, en las tentaciones, le hizo ver otros caminos», pero no se trataba de la voluntad del Padre y «Él lo rechazó». Lo mismo sucedió «cuando a Jesús no lo comprendieron y lo abandonaron; muchos discípulos se marcharon porque no entendían cómo es la voluntad del Padre», mientras que «Jesús sigue cumpliendo» esta voluntad. Una fidelidad que vuelve también en las palabras: «Padre, que se cumpla tu voluntad», pronunciadas «antes del juicio», la noche que rezaba en el huerto pidió a Dios que aleje «este cáliz, esta cruz. Jesús sufre —comentó el Papa—, sufre mucho. Pero dice: que se cumpla tu voluntad».

Este «es el alimento de Jesús, y es también el camino del cristiano. Él abrió camino para nuestra vida; y no es fácil hacer la voluntad de Dios, porque cada día se nos presentan en una bandeja muchas opciones: haz esto que está bien, no es malo». En cambio, habría que preguntarse inmediatamente: «¿Es la voluntad de Dios? ¿Cómo hago para cumplir la voluntad de Dios?». He aquí, por lo tanto, una sugerencia práctica: «Ante todo pedir la gracia, rezar y pedir la gracia de querer hacer la voluntad de Dios. Esto es una gracia».

Sucesivamente hay que preguntarse también: «¿Pido que el Señor me done el querer hacer su voluntad? ¿O busco componendas, porque tengo miedo de la voluntad de Dios?». Además, añadió, hay que «rezar para conocer la voluntad de Dios para mí y para mi vida, acerca de la decisión que debo tomar ahora, sobre la forma de gestionar las situaciones». Por lo tanto, resumiendo: «La oración para querer hacer la voluntad de Dios y la oración para conocer la voluntad de Dios. Y cuando llego a conocer la voluntad de Dios» también una tercera oración: «para cumplirla. Para cumplir esa voluntad, que no es la mía, sino la suya».

El Papa Francisco dijo que es consciente de que todo esto «no es fácil» y recordó al respecto el hecho del joven rico que narran los Evangelios de Mateo (19, 16-22) y de Marcos (10, 17-22): «ese joven tan bueno, del cual dice el Evangelio que Jesús lo amó porque era justo. Jesús le propuso otra cosa y él no tuvo la valentía». Por ello, «cuando el Padre, cuando Jesús nos pide algo», hay que preguntarse: «¿Es esta su voluntad?». Cierto, «son cosas difíciles, y nosotros no somos capaces, con nuestras fuerzas, de aceptar lo que el Señor nos dice». Pero una ayuda para hacerlo está en la oración: «Señor, dame la valentía, dame la fuerza para seguir adelante, según la voluntad del Padre».

Que el Señor «nos dé la gracia a todos para que un día pueda decir de nosotros —concluyó citando el texto del Evangelio de Marcos (3, 34-35)— lo que dijo de ese grupo, de esa multitud que lo seguía, los que estaban sentados a su alrededor: “He aquí a mi madre y a mis hermanos. Porque quien cumple la voluntad de Dios, ese es para mí hermano, hermana y madre”. Hacer la voluntad de Dios nos hace formar parte de la familia de Jesús, nos hace madre, padre, hermana, hermano». De aquí el deseo de que «el Señor nos done la gracia de esta familiaridad» con Él; una familiaridad que «significa precisamente hacer la voluntad de Dios».




La Homilía en Santa Marta 2015-01-26

Homilías del Papa y Temas sacerdotales



Misa en Santa Marta -
 Todo es mérito de las mujeres
2015-01-26 L’Osservatore Romano

Ni cobardía ni vergüenza de ser cristianos. Porque la fe «es un espíritu de fuerza, de caridad y de prudencia». Es esta la enseñanza que el Papa Francisco tomó de la memoria litúrgica de los santos Tito y Timoteo, discípulos del apóstol de los gentiles.

Al celebrar el lunes 26 de enero, por la mañana, la misa en la capilla de la Casa Santa Marta, el Pontífice se centró especialmente en la prima lectura —tomada de la segunda carta de san Pablo a Timoteo (1, 1-8)— para poner de relieve cómo la fe cristiana nos da «la fuerza para vivir, cuando reavivamos este regalo de Dios. Nos da amor, nos da caridad», para «hacer fecunda la fe. Y nos da el espíritu de prudencia: es decir, saber que nosotros no podemos hacer todo lo que queremos», porque «en nuestro camino tenemos que seguir adelante y buscar las vías, las formas para llevarlo adelante».

Al inicio de la homilía el Papa destacó que los obispos Timoteo y Tito son como los hijos de Pablo, quien «quiere mucho a ambos». De Timoteo el apóstol revela su «fe sincera» (2 Tm 1, 5), es decir, «una fe noble». Es más, según el Papa Francisco el texto original se podría traducir como una «fe sin hipocresía», una «fe en sentido auténtico». En concreto, «como el buen vino que, después de muchos años, es puro, noble».

Además, el Pontífice recordó cómo Pablo revela también el origen de esa fe de Timoteo. Él, en efecto, la recibió de su abuela Loide y de su madre Eunice. Porque, comentó, «son las mamás, las abuelas, quienes realizan la transmisión de la fe».

Al respecto, el Papa Francisco aclaró que «una cosa es transmitir la fe y otra es enseñar las verdades de la fe». En efecto, «la fe es un don. La fe no se puede estudiar. Se estudian las verdades de la fe, para comprenderla mejor, pero con el estudio nunca llegas a la fe. La fe es un don del Espíritu Santo, es un regalo, que va más allá de toda preparación». Y sobre este aspecto el Papa destacó que Timoteo era un joven obispo, en tal medida que en la primera carta Pablo le dijo: «Que nadie te menosprecie por tu juventud». (1 Tm 4, 12). Es probable, en efecto, «que alguien, al ver que era tan joven», lo despreciase, con argumentaciones de este tipo: «Este jovencito que viene a mandar aquí...». Pero, continuó, «el Espíritu Santo lo había elegido». Y, así, «este obispo joven» escucha «de parte de Pablo: recuerda de dónde viene tu fe, quién te la dio, el Espíritu Santo, a través de la mamá y de la abuela».

Al respecto, el Papa Francisco hizo referencia al «hermoso trabajo de las mamás y de las abuelas, el hermoso servicio de esas mujeres que hacen las veces de mamás y de mujeres en una familia —puede ser una empleada, puede ser una tía— de transmitir la fe». Aunque, añadió, deberíamos preguntarnos «si hoy las mujeres tienen esta conciencia del deber de transmitir la fe, de dar la fe».

Volviendo a la sinceridad de la fe de Timoteo alabada por Pablo, el Pontífice destacó que tanto en la primera como en la segunda carta vuelve el tema de la custodia del depositum fidei: «Guardar la fe. La fe se debe guardar», destacó al volver a proponer las palabras del apóstol: «Querido Timoteo, guarda el depósito, evita las vacías habladurías paganas, las vacías habladurías mundanas» (cf. 1 Tm 6, 20). El obispo de Roma destacó sobre todo la expresión «Guarda el depósito» y recordó que «este es nuestro deber. Todos nosotros recibimos el don de la fe. Debemos custodiarlo, para que al menos no se agüe, para que siga siendo fuerte con el poder el Espíritu Santo que nos lo ha regalado».

Pablo recomienda la respecto «reavivar el don de Dios» (2 Tm 1, 6). Por lo demás, comentó el Papa Francisco, «si nosotros no tenemos este cuidado, cada día, de reavivar este regalo de Dios que es la fe», esta «se debilita, se agua, termina por ser una cultura: “Sí, sí, soy cristiano, sí...”, una cultura, solamente. O una gnosis, un conocimiento: “Sí, yo conozco bien todas las cosas de la fe, conozco bien el catecismo”». Pero, preguntó el Papa, «¿tú cómo vives tu fe? Esta es la importancia de reavivar cada día este don: de hacerlo vivo».

De aquí la amonestación contra «el espíritu de cobardía y la vergüenza». Porque «Dios no nos dio un espíritu de cobardía. El espíritu de cobardía va contra el don de la fe, no deja que crezca, que siga adelante, que sea grande». Y la vergüenza es el «pecado» de quien dice: «Sí, tengo fe, pero la cubro, que no se vea mucho...». Es «esa fe —comentó el Pontífice—, como dicen nuestros antepasados, “al agua de rosas”. Porque me avergüenzo de vivirla fuertemente». Pero, afirmó, «esta no es la fe».

Partiendo de estas premisas el Papa deseó que «hoy sería una hermosa tarea para todos nosotros tomar esta segunda carta de Pablo a Timoteo y leerla. Es muy breve, se lee bien y es muy hermosa. El consejo de un obispo anciano al obispo joven; le da consejos para que lleve adelante su Iglesia: como guardar el depósito, como recordar que la fe es un don que me fue dado por el Espíritu Santo a través de mi mamá, mi abuela y tantas mujeres que han ayudado».

Pero, ¿por qué, se preguntó el Papa Francisco, «son principalmente las mujeres quienes trasmiten la fe?» La respuesta hay que buscarla una vez más en el testimonio de la Virgen: «Sencillamente –respondió el Pontífice– porque ella que nos dio a Jesús es una mujer. Es el camino que Jesús eligió. Él quiso tener una madre: también el don de la fe pasa por las mujeres, como a Jesús por María».

He aquí entonces la exhortación conlcusiva del Papa: «Pensad en esto y, si podéis, leed hoy esta segunda carta a Timoteo, tan hermosa. Y pidamos al Señor la gracia de tener una fe sincera, una fe que no se negocia según las oportunidades que se presentan. Una fe que todos los días busco reavivar, o al menos pido al Espíritu Santo que la reavive, y así da un grande fruto». Del Papa Francisco la invitación a volver «a casa con este consejo de Pablo a Timoteo: “querido Timoteo, guarda el depósito”, es decir, guarda este don».

Otra versión.

La fe es un don del Espíritu Santo 
transmitido por las mujeres, 
dijo el Papa en su homilía
2015-01-26 Radio Vaticana

(RV).- Sobre todo son las mujeres las que transmiten la fe. Lo afirmó el Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la Capilla de la Casa de Santa Marta al comentar la segunda Carta de San Pablo al discípulo Timoteo.

Son las mamás y las abuelas las que transmiten la fe

Pablo recuerda a Timoteo de dónde proviene su “fe pura”: la ha recibido del Espíritu Santo “a través de la mamá y de la abuela”. “Son las mamás, las abuelas  – afirmó el Papa – quienes transmiten la fe. Y añadió que “una cosa es transmitir la fe y otra es enseñar las cosas de la fe. La fe es un don. La fe no se puede estudiar. Se estudian las cosas de la fe, sí, para comprenderla mejor, pero con el estudio jamás tú llegas a la fe. La fe es un don del Espíritu Santo, es un regalo, que va más allá de toda preparación”. Y es un regalo que pasa a través del “hermoso trabajo de las mamás y de las abuelas, el hermoso trabajo de aquellas mujeres” en una familia, “puede ser también una empleada doméstica, puede ser una tía”, quienes transmiten la fe:

“Mi viene a la mente: ¿pero por qué son principalmente las mujeres las que transmiten la fe? Sencillamente porque aquella que nos ha dado a Jesús es una mujer.  Es el camino elegido por Jesús. Él ha querido tener una madre: el don de la fe pasa por las mujeres, como Jesús por María”.

Custodiar el don de la fe para que no se diluya
“Debemos pensar hoy  – subrayó el Papa –  si las mujeres… tienen esta conciencia del deber, de transmitir la fe”. Pablo invita después a Timoteo a custodiar la fe, el depósito, evitando “las vacías habladurías paganas, las vacías charlas mundanas”. “Todos nosotros – afirmó Francisco – hemos recibido el don de la fe. Debemos custodiarlo, para que al menos no se diluya, para que siga siendo fuerte con el poder del Espíritu Santo que nos lo ha regalado”. Y la fe se custodia reavivando este don de Dios:

“Si nosotros no ponemos atención, cada día, en reavivar este regalo de Dios que es la fe, la fe se debilita, se diluye, termina por ser una cultura: ‘Sí, pero, sí, sí, soy cristiano, sí, sí…’, sólo una cultura. O una gnosis, un conocimiento: ‘Sí, yo conozco bien todas las cosas de la fe, conozco bien el catecismo’. Pero tú, ¿cómo vives tu fe? Y ésta es la importancia de reavivar cada día este don, este regalo: de hacerlo vivo”.

El temor y la vergüenza no hacen crecer la fe
Contrastan “esta fe viva” – dice San Pablo – dos cosas: “El espíritu de timidez y la vergüenza”:

“Dios no nos ha dado un espíritu de temor. El espíritu de timidez va contra el don de la fe, no deja que crezca, que vaya adelante, que sea grande. Y la vergüenza es aquel pecado: ‘Sí, tengo fe, pero la cubro, que no se vea tanto…’. Y un poco de acá, un poco de allá, esa fe, como dicen nuestros antepasados, se vuelve superficial, así. Porque me avergüenzo de vivirla fuertemente. No. Ésta no es la fe: ni timidez, ni vergüenza. ¿Pero qué cosa es? Es un espíritu de fuerza, de caridad y de prudencia. Ésta es la fe”.

La fe no se negocia
El espíritu de la prudencia – explicó el Papa Francisco – es “saber que nosotros no podemos hacer todo lo que queremos”, significa buscar “los caminos, las calles, las maneras” para llevar adelante la fe, pero con prudencia. El Papa concluyó diciendo: “Pidamos al Señor la gracia de tener una fe pura, una fe que no se negocia según las oportunidades que vienen”. Una fe que cada día trato de reavivarla o, al menos, “pido al Espíritu Santo que la reavive y de este modo fructifique grandemente”.

(María Fernanda Bernasconi - RV).





sábado, 24 de enero de 2015

El Papa, disgustado por la repercusión de sus declaraciones

Homilías del Papa y Temas sacerdotales

fraavfili

El Papa, disgustado por la repercusión de sus declaraciones 
sobre las familias numerosas

 Las explica Mons. Angelo Becciu, 
sustituto de la Secretaría de Estado

S. E. R. MONS. ANGELO BECCIU

S. E. R. MONS. ANGELO BECCIU

Sostituto della Segreteria di Stato della Santa Sede, 


(Avvenire / InfoCatólica. 21-I-15) El Papa está sorprendido porque sus últimas declaraciones, en las que utilizó a propósito palabras del lenguaje de la calle, no hayan sido, según su propia opinión, debidamente contextualizadas por numerosos medios de comunicación. Y disgustado por el desconcierto ocasionado, en especial a las familias numerosas, a las cuales, de hecho, ayer durante la audiencia general les dirigió palabras de afecto y aliento.
Estos son los dos sentimientos principales que tuvo el Papa al leer los periódicos el día después de su regreso de Manila. Lo cuenta en esta entrevista al diario Avvenire el sustituto de la Secretaría de Estado de la Santa Sede, Mons. Angelo Becciu. El arzobispo, uno de los más estrechos colaboradores del Papa, le acompañaba en el viaje a Sri Lanka y Filipinas y estaba presente en la rueda de prensa durante el vuelo de vuelta de Manila a Roma. Él escuchó personalmente las preguntas de los periodistas y las respuestas del Pontífice y por eso puede reconstruir el sentido auténtico de las palabras del papa Francisco.
Explicación de sus palabras
Mons. Becciu ¿el Papa se vio reconocido en la interpretación mayoritaria que los medios dieron a las palabras en las que decía que para ser un buen católico no es necesario tener hijos como conejos?
Al ver los titulares de los periódicos, el Santo Padre, con quien hablé ayer, sonrió y dijo que se había sorprendido un poco por el hecho de que esas palabras, que fueron voluntariamente sencillas, no hubieran sido completamente contextualizadas, respecto a una cita clarísima de la Humanae Vitae sobre la paternidad responsable
El razonamiento del Papa era claro. La lectura que se ha hecho, aislando esa sola frase, mucho menos…
La frase del Papa se entiende en el sentido de que el acto procreativo humano no puede seguir la lógica del instinto de los animales sino provenir de un acto responsable que radica en el amor y la recíproca donación de sí. Desgraciadamente, con mucha frecuencia la cultura contemporánea tiende a disminuir la auténtica belleza y el alto valor del amor conyugal, con todas las consecuencias negativas que de ello se derivan
Hablando de tres hijos por matrimonio, el Papa Francisco según algunos, habría querido indicar un número cerrado.
¡No, en absoluto! Con el número tres se refirió únicamente al número mínimo que los sociólogos y demógrafos indican que asegura la estabilidad de la población. De ningún modo el Papa quería decir que ese sea el número correcto de hijos para todos los matrimonios. Cada matrimonio cristiano, a la luz de la gracia, está llamada a discernir, según una serie de circunstancias humanas y divinas cuál es el número de hijos que debe tener.
Muchas familias numerosas están desconcertadas por la versión presentada por los medios de comunicación de las palabras del Santo Padre. ¿Qué se les puede decir?
El Papa está realmente disgustado de que se haya creado semejante desconcierto. Él no quería de ninguna manera menospreciar la belleza y el valor de las familias numerosas. Hoy mismo (por ayer), en la Audiencia General, ha afirmado que la vida es siempre un bien y que tener tantos hijos es un don de Dios por el que hay que darle gracias
¿Cuál es entonces la interpretación correcta de la paternidad responsable de la que habla la Humanae vitae, tantas veces repetida, también por el Papa Francisco?
Es la interpretación que nace de la enseñanza misma del beato Pablo VI y de la tradición milenaria de la Iglesia, repetida en la Casti Connubii, o sea, que sin separar nunca el carácter unitivo y procreativo del acto sexual, éste se debe siempre insertar en la lógica del amor, en la medida en que la persona entera (física, moral y espiritual) se abre al misterio del don de sí en el vínculo del matrimonio
¿Podemos decir que Francisco ha reafirmado que este documento sigue vigente en todos sus aspectos?
No tengo la más mínima duda. El Papa Francisco es un gran admirador de Pablo VI, así lo ha manifestado en varias ocasiones. Ha sido él quien lo ha beatificado y en Filipinas, hace pocos días, contemplando una nación tan joven, ha querido subrayar que la postura mantenida en 1968 por Pablo VI fue profética
¿Cómo conciliar entonces la indispensable apertura a la vida con las dudas reales de los matrimonios que deben hacer frente a tantos problemas, a veces incompatibles con la acogida de una nueva vida?
Sabemos que esto es un verdadero drama para muchos matrimonios. Sería necesario que los gobiernos ayudasen económicamente a las familias con recursos mínimos. Sin embargo, como repite a menudo también el Papa Francisco, cada caso ha de tratarse con misericordia y urgencia pastoral. El problema puede estar relacionado con cuestiones médicas, económicas o psicológicas. Para algunos cónyuges el desafío es enorme y la Iglesia tiene como primer deber darles aliento y ayuda.
El Papa se ha referido dos veces a la crisis demográfica en Italia ¿Cuál es el mensaje del Papa para Italia?
Se puede decir que este gravísimo signo sociológico es representativo de una cultura que no tiene esperanza ni alegría, una cultura del descarte. El deseo de tener hijos es de hecho la prueba de que se cree en el futuro, que se cree en aquello que se es: Italia y Europa están perdiendo su identidad, se están haciendo viejos. El espectáculo de la juventud desbordante de los países asiáticos ha confirmado aún más en la mente del Papa esta convicción.
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Palabras del Papa en la Audiencia General –en la que realiza un resumen de los hitos más importantes de su reciente viaje por Asia- del 21 de enero de 2015 respecto a las familias numerosas
Los encuentros con las familias y con los jóvenes, en Manila, fueron momentos destacados de la visita a Filipinas. Las familias sanas son esenciales para la vida de la sociedad. Da consuelo y esperanza ver tantas familias numerosas que acogen a los hijos como un verdadero don de Dios: ellos saben que cada hijo es una bendición. Escuché decir que las familias con muchos hijos y el nacimiento de tantos niños se encuentran entre las causas de la pobreza. Me parece una opinión simplista. Puedo decir, -podemos decir todos- que la causa principal de la pobreza es un sistema económico que ha quitado a la persona del centro y ha colocado al dios dinero; un sistema económico que excluye, excluye siempre, excluye los niños, los ancianos, los jóvenes sin trabajo, y que crea la cultura del descarte que vivimos. Nos hemos acostumbrado a ver “personas descartadas”. Éste es el motivo principal de la pobreza, no las familias numerosas.  Evocando la figura de san José, que ha protegido la vida del “Santo Niño”, muy venerado en ese país, he recordado que es necesario proteger a las familias, que se enfrentan a diversas amenazas, de modo que puedan testimoniar la belleza de la familia en el proyecto de Dios. Es preciso también defender las familias de las nuevas colonizaciones ideológicas, que atentan su identidad y su misión.





  

Dios perdona siempre, perdona todo, 2015-01-23

Homilías del Papa y Temas sacerdotales



Dios perdona siempre, perdona todo, 
dijo el Papa en su homilía
2015-01-23 Radio Vaticana

(RV).- La confesión no es un “juicio”, sino un “encuentro” con un Dios que perdona y olvida cada pecado de la persona que no se cansa de pedir su misericordia. Lo explicó el Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta a la que asistió un grupo de fieles.

Es el “trabajo de Dios, y es un trabajo “hermoso”: reconciliar. Porque “nuestro Dios perdona” cualquier pecado, lo perdona “siempre”, hace “fiesta” cuando uno le pide perdón y “olvida” todo. Francisco reflexionó sobre el pasaje de san Pablo a los Hebreos, en el que el Apóstol habla insistentemente de la “nueva alianza” establecida por Dios con su pueblo elegido, y en su homilía ofreció una meditación sobre el perdón.

Dios perdona siempre
El Papa Bergoglio explicó asimismo que “el Dios que reconcilia”, eligió enviar a Jesús para restablecer un nuevo pacto con la humanidad y el fundamento de este pacto es básicamente uno: el perdón. Un perdón que, como explicó el Santo Padre, tiene muchas características:

“Ante todo, ¡Dios perdona siempre! No se cansa de perdonar. Somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón. Pero Él no se cansa de perdonar. Cuando Pedro pregunta a Jesús: “¿Cuántas veces debo perdonar? ¿Siete veces?”. “No siete veces: setenta veces siete”. Es decir siempre. Así perdona Dios: siempre. Y si tú has vivido una vida de tantos pecados, de tantas cosas feas, pero al final, un poco arrepentido, pides perdón, ¡te perdona inmediatamente! Él perdona siempre”.

Dios perdona todo y olvida
Sin embargo, la duda que podría surgir en el corazón humano está en el “cuánto” Dios está dispuesto a perdonar. Y bien – repitió Francisco –basta “arrepentirse y pedir perdón”: “No se debe pagar nada”, porque ya “Cristo ha pagado por nosotros”. El modelo es el hijo pródigo de la Parábola, que arrepentido prepara un razonamiento para exponerle a su padre, el cual ni siquiera lo deja hablar, sino que lo abraza y lo tiene junto a sí:

“Non hay pecado que Él no perdone. Él perdona todo. ‘Pero, padre, yo no voy a confesarme porque hice tantas cosas feas, tan feas, tantas de esas que no tendré perdón...’ No. No es verdad. Perdona todo. Si tú vas arrepentido, perdona todo. Cuando… ¡eh!, tantas veces ¡no te deja hablar! Tú comienzas a pedir perdón y Él te hace sentir esa alegría del perdón antes de que tú hayas terminado de decir todo”.

La Confesión no es un juicio sino un encuentro
Además – prosiguió diciendo el Papa – cuando perdona, Dios “hace fiesta”. Y, en fin, Dios “olvida”. Porque lo que le importa a Dios  es “encontrarse con nosotros”. De ahí que el Papa Francisco haya sugerido un examen de conciencia a los sacerdotes en el confesionario: “¿Estoy dispuesto a perdonar todo?”, “¿a olvidarme de los pecados de aquella persona?”. La confesión –  concluyó –  “más que un juicio, es un encuentro”:

“Tantas veces las confesiones parecen una práctica, una formalidad : ‘Bla, bla, bla…, bla, bla, bla…, bla, bla … Vas”. ¡Todo mecánico! ¡No! ¿Y el encuentro dónde está? El encuentro con el Señor que reconcilia, te abraza y hace fiesta. Éste es nuestro Dios, tan bueno. También debemos enseñar: para que aprendan nuestros niños, nuestros muchachos a confesarse bien, porque ir a confesarse no es ir a la tintorería para que te quiten una mancha. ¡No! Es ir a encontrar al Padre, que reconcilia, que perdona y que hace fiesta”.

(María Fernanda Bernasconi - RV).
(from Vatican Radio)

Jesús es Salvador e Intercesor, 2015-01-23

Homilías del Papa y Temas sacerdotales


Jesús es Salvador e Intercesor 
dijo el Papa en su homilía
2015-01-23 Radio Vaticana

(RV).-  Lo más importante no es la gracia de una curación física, sino el hecho de que Jesús nos salva e intercede por nosotros. Lo dijo el Papa Francisco al reanudar la celebración de la Misa matutina en la capilla de la Casa de Santa Marta con la participación de algunos fieles.

El pueblo ve una esperanza en Jesús
Al comentar el Evangelio del día, que refiere que la gente iba a ver a Jesús procedente de todas las regiones, el Pontífice observó que el pueblo de Dios ve una esperanza en el Señor, porque su modo de actuar, de enseñar, les toca el corazón, llega al corazón, porque tiene la fuerza de la Palabra de Dios”:
“El pueblo siente esto y ve que en Jesús se cumplen las promesas, que en Jesús hay una esperanza. El pueblo estaba un poco aburrido por el modo de enseñar la fe, de los doctores de la ley de aquel tiempo, que cargaban sobre los hombros tantos mandamientos, tantos preceptos, y que no llegaban al corazón de la gente. Y cuando ve a Jesús y siente a Jesús, las propuestas de Jesús, las bienaventuranzas… siente dentro algo que se mueve – ¡es el Espíritu Santo que despierta eso! –  y el pueblo va a ver a Jesús”.

Pureza de intención al buscar a Dios
La gente va a ver a Jesús para ser curada: es decir, busca su propio bien: “Jamás – afirmó el Papa –podemos seguir a Dios con una intención pura desde el inicio, siempre nos reservamos algo para nosotros, un poco para nosotros, un poco para Dios… Y el camino es purificar esta intención. Y la gente va, sí, busca a Dios, pero también busca la salud, la curación. Y se acercaban a Él para tocarlo, para que saliera esa fuerza y los curara”.

Jesús salva
Pero lo más importante “no es que Jesús cure” – explicó el Papa Francisco – esto “es signo de otra curación”; y ni siquiera el hecho de que “Jesús diga palabras que lleguen al corazón”: esto, ciertamente ayuda a encontrar a Dios. La cosa más importante la dice la Carta a los Hebreos: “Cristo puede salvar perfectamente a aquellos que por medio de Él se acercan a Dios. Y destacó que “Jesús salva y Jesús es el intercesor”. “Éstas – dijo el Pontífice –  son las dos palabras clave”:
“¡Jesús salva! Estas curaciones, estas palabras que llegan al corazón son el signo y el inicio de una salvación. El itinerario de la salvación de tantos que comienzan a ir para escuchar a Jesús o para pedir una curación y después vuelven a Él y sienten la salvación. Pero lo más importante de Jesús ¿es que cure? No, no es lo más importante. ¿Qué nos enseñe? No es lo más importante. ¡Qué nos salve! Él es el Salvador y nosotros somos salvados por Él. Y esto es lo más importante. Y ésta es la fuerza de nuestra fe”.

Jesús intercede
Jesús subió al Padre “y desde allí intercede aún, todos los días, en todos los momentos, por nosotros”:
“Y ésta es una cosa actual. Jesús ante el Padre, ofrece su vida, la redención, hace ver al Padre las llagas, el precio de la salvación. Y todos los días, así, Jesús intercede. Y cuando nosotros, por una cosa o por otra, estamos un poco deprimidos, recordamos que es Él quien reza por nosotros, intercede por nosotros continuamente. Tantas veces olvidamos esto: ‘Pero Jesús… sí, ha terminado, se fue al Cielo, nos ha enviado al Espíritu Santo, fin de la historia’. ¡No! Actualmente, en cada momento, Jesús intercede. En esta oración: ‘Pero, Señor Jesús, ten piedad de mí’. Intercede por mí. Dirigirse al Señor, pidiendo esta intercesión”.

Jesús es Salvador e Intercesor
Éste es el punto central – afirmó el Papa– que Jesús es “Salvador e Intercesor. Te hará bien recordar esto”. “Así la gente busca a Jesús con esa intuición de la esperanza del pueblo de Dios, que esperaba al Mesías, y trata de encontrar en Él la salud, la verdad, la salvación, porque Él es el Salvador y como Salvador aún hoy, en este momento, intercede por nosotros. Que nuestra vida cristiana – fue la oración conclusiva del Papa – esté cada vez más convencida de que nosotros hemos sido salvados, que tenemos un Salvador, Jesús a la diestra del Padre, que intercede. Que el Señor, el Espíritu Santo, nos haga entender estas cosas”.

(María Fernanda Bernasconi - RV).
(from Vatican Radio)


Quien intercede por nosotros 2015-01-22

Homilías del Papa y Temas sacerdotales



Misa en Santa Marta 
Quien intercede por nosotros
2015-01-22 L’Osservatore Romano

«Jesús salva y Jesús es el intercesor: estas son las dos palabras clave» para comprender «el punto esencial», aquello que es «más importante» para nuestra vida. Es esta la verdad de fe que el Papa Francisco reafirmó en la misa del jueves 22 de enero, por la mañana, en la capilla de la Casa Santa Marta.

En la celebración estuvieron presentes representantes de la comunidad eslovaca residente en Roma. Dándoles la bienvenida, al inicio, el Pontífice quiso expresar cercanía a «la valiente Iglesia eslovaca que en este momento, en esta época, lucha por defender a la familia. ¡Adelante y ánimo!».

Para la meditación sobre el ministerio de Jesús, el Papa partió del pasaje del Evangelio propuesto por la liturgia del día (Marcos 3, 1-12) donde, destacó, «tres veces se dice la palabra “muchedumbre”». El pasaje evangélico nos relata, en efecto, cómo «el pueblo de Dios encuentra en Jesús una esperanza porque su modo de obrar, de enseñar, toca el corazón, llega al corazón, porque tiene la fuerza de la Palabra de Dios». Y «el pueblo percibe esto y ve que en Jesús se realizan las promesas, que en Jesús hay una esperanza».

Más allá de todo, añadió el Papa Francisco, ese «pueblo estaba un poco aburrido del modo de enseñar la fe por parte de los doctores de la ley de ese tiempo, que cargaban sobre los hombros muchos mandamientos, muchos preceptos, pero no llegaban al corazón de la gente». Por ello «cuando ve y oye a Jesús, las propuestas de Jesús, las bienaventuranzas, siente que algo se mueve dentro —es el Espíritu Santo quien suscita esto— y va al encuentro de Jesús».

Pero el evangelista Marcos, según el Papa Francisco, «quiere explicar porqué viene tanta gente a Jesús». El Evangelio nos dice que «habla con autoridad, no como hablan los escribas, los fariseos, los doctores de la ley». Luego «Jesús cura a la gente» que, de todos modos, «va un poco buscando el propio bien». Por lo demás, reconoció, «nunca podemos seguir a Dios con pureza de intención desde el inicio, siempre un poco para nosotros, un poco para Dios, y el camino es purificar esta intención». Así, «la gente va, busca a Dios, pero busca también la salud, la curación». Y por esta razón «se echaban sobre Él para tocarlo, para que saliera su fuerza y los curase».

«Así es Jesús —explicó el Papa Francisco— y este es un momento de la vida de Jesús que se repite». Pero «hay algo más importante detrás de esto». En efecto, lo que de verdad es «más importante no es que Jesús cure», que luego es también «un signo de otra curación». O que «Jesús diga palabras que llegan al corazón» incluso si «esto ayuda para ir por el camino de Dios».
Para comprender bien «lo que es más importante en el ministerio de Jesús» el Papa Francisco volvió a proponer el contenido de la primera lectura (Carta a los Hebreos 7, 25 - 8, 6) donde, afirmó, «hay dos palabras» fundamentales: «Hermanos, Cristo puede salvar definitivamente a los que se acercan a Dios por medio de Él, pues vive siempre para interceder a favor de ellos». Por lo tanto, «Jesús salva y Jesús es el intercesor. Estas son las dos palabras clave».

Sí, repitió el Papa, «¡Jesús salva!». Y «estas curaciones, estas palabras que llegan al corazón son el signo y el inicio de una salvación». Son «el itinerario de la salvación de muchos que empiezan a ir a escuchar a Jesús o a pedir una curación y luego vuelven a Él y perciben la salvación». He aquí, entonces, que la cosa más importante, recordó el Papa Francisco, no es que Jesús cure y enseñe, sino que salva. Porque «Él es el Salvador y nosotros somos salvados a través de Él». Y esto «es más importante» y «es la fuerza de nuestra fe».

La segunda palabra clave es «intercede». En efecto, recordó el Papa, «Jesús se marchó hacia el Padre y desde allí intercede aún por nosotros, todos los días, en todos los momentos». Y «esto es algo actual: Jesús ante el Padre, que ofrece su vida, la redención, mostrando al Padre las llagas, el precio de la salvación». Y así «Jesús intercede todos los días». Por ello «cuando nosotros, por una cosa o por otra» estamos «un poco decaídos, recordemos que Él intercede por nosotros, intercede por nosotros continuamente». En cambio, destacó, «muchas veces olvidamos esto». Pero Jesús no es que «fue al cielo, nos envió el Espíritu Santo y se terminó la historia. ¡No! Actualmente, en cada momento, Jesús intercede».

En tal perspectiva el Papa Francisco sugirió rezar con estas sencillas palabras: «“Señor Jesús, ten piedad de mí”. ¡Intercede por mí!». Es importante, insistió, «dirigirse al Señor pidiendo esta intercesión». El «punto central» es lo que escribe el autor de la Carta a los Hebreos que nos recuerda que «tenemos un sumo sacerdote tan grande, que está sentado a la derecha del trono de la Majestad en los cielos». Precisamente «este es el punto central: que tenemos un intercesor». Y el Papa invitó expresamente a no olvidar «que el Señor es el intercesor: salvador e intercesor». Añadiendo que «nos hará bien recordar esto».

En definitiva, continuó el Pontífice, «la multitud busca a Jesús con ese olfato de la esperanza del pueblo de Dios que esperaba al Mesías, y espera encontrar en Él la salud, la verdad, la salvación, porque Él es el salvador y como salvador también hoy, en este momento, intercede por nosotros». El Papa Francisco concluyó deseando «que nuestra vida cristiana esté cada vez más convencida de que hemos sido salvados, que tenemos un salvador, Jesús a la derecha del Padre, que intercede. Que el Señor, el Espíritu Santo, nos haga comprender estas cosas».

jueves, 22 de enero de 2015

Martirio cristiano: entre el yihadismo y el relativismo

Homilías del Papa y Temas sacerdotales

Monseñor José Ignacio Munilla

Monseñor José Ignacio Munilla  
Obispo de San Sebastián

Martirio cristiano: entre el yihadismo y el relativismo
20/01/15 11:23 AM | Imprimir | Enviar

Queridos sacerdotes concelebrantes; queridos donostiarras y devotos de San Sebastián; estimadas autoridades:

Un año más, damos gracias a Dios por poder celebrar la fiesta de nuestro santo patrono. Es de suponer que él, San Sebastián, nunca nunca imaginara en vida, que su memoria habría de ser tan ruidosa… Y no me refiero tanto a los redobles de la tamborrada, cuanto al eco que su martirio ha tenido y sigue teniendo a lo largo de una historia tan dilatada. Un soldado de la guardia pretoriana del emperador romano, veinte siglos después, es para nosotros un referente luminoso. En realidad, es la muerte de Cristo la que resulta luminosa, porque los mártires no han hecho sino intentar reproducir y aplicar las actitudes de Cristo crucificado en sus propias circunstancias.

En efecto, la muerte de Jesucristo no solo es fuente de vida eterna para nosotros, sino que también es un modelo aleccionador sobre cómo afrontar la hora de la prueba: El Señor no devolvió mal por mal; murió perdonando a sus verdugos, e incluso murió obteniendo la conversión de alguno de ellos (como es el caso del centurión romano que estaba presente en el momento de la crucifixión). De esta forma, Jesús nos descubre en qué consiste el verdadero martirio: Mártir es el que da la vida por amor; el que está dispuesto a perder la vida con minúscula, antes de perder la Vida con mayúscula; el que testimonia que Dios es amor, y que no hay amor más grande que dar la vida por aquel a quien se ama (a Dios, sobre todas las cosas; y al prójimo, como a uno mismo).

Pues bien, el martirio de San Sebastián, que es el martirio de Jesucristo, alcanza una particular luminosidad por la actualidad del terrorismo yihadista. En efecto, el término «mártir» está siendo deformado, hasta llegar a ser considerado sinónimo de un fanatismo seudoreligioso que impulsa a la inmolación en atentado terrorista. Se trata de una perversión del término, ya que aquí el «mártir» deja de ser víctima, para pasar a ser verdugo; deja de tener el amor como motor de su vida, para cambiarlo por el odio; su mensaje final deja de ser el del perdón, y pasa a ser la venganza…

Lamentablemente, el inicio del año 2015 se ha visto convulsionado por los atentados del terrorismo yihadista en el corazón de Europa. La opinión pública se ha conmocionado, y los periódicos y las tertulias se han prodigado como nunca, queriendo entender y valorar lo ocurrido. Por desgracia, parece que no terminamos de ser conscientes del drama de la vida, mientras que no acontezca en casa. Arrastramos una visión miope de la historia y de la geografía, por motivo de nuestro eurocentrismo. Sin embargo, ¡hay vida más allá de nuestras fronteras!: el ébola existía antes de que alguien de entre nosotros se contagiase; el drama humano de los subsaharianos existía antes de que las pateras llegasen a nuestras costas; y los cristianos estaban siendo perseguidos en Oriente desde hacía mucho tiempo; antes de que nosotros nos sintiésemos amenazados en Europa…

Lo acontecido en las semanas precedentes, deja patente el riesgo de un choque de trenes entre un Oriente amenazado por el fundamentalismo fanático, y un Occidente amenazado por el relativismo laicista. Sí, se trata de dos modos muy diversos de fundamentalismo, pero, ambos errados. Y, es obvio que quienes vivimos en Europa, identificamos con mucha mayor facilidad el fundamentalismo de Oriente, que el de casa… Sin embargo, en estos días hemos sido testigos de diversos signos que evidencian la existencia también de ese fundamentalismo occidental:

Por ejemplo, el hecho de que se haya pretendido reivindicar el derecho a la blasfemia, como algo inherente al concepto occidental de libertad, es muestra de nuestra profunda crisis de relativismo, además de ser un profundo error desde el punto de vista estratégico, ante el resto del mundo. Sería terrible tener que elegir entre una fe patológica y un laicismo blasfemo e irrespetuoso.

Otro signo que hemos escuchado con frecuencia tras el atentado de París, es la acusación al hecho religioso de ser la causa de la violencia: la raíz de la violencia estaría en las religiones. Según esta acusación, la fe religiosa se creería en posesión de la verdad, de donde nacería toda violencia. En definitiva, la acusación de Marx de que la religión es el opio del pueblo, sería cierta, por lo que el mundo estaría condenado a seguir en guerra mientras la humanidad no superase el hecho religioso. Pero claro, quienes hacen este tipo de reflexiones antirreligiosas, olvidan que en la historia de la humanidad se ha ejercido la violencia en nombre de Dios; como también se ha ejercido la violencia en nombre del ateísmo (al grito de «la religión es el opio del pueblo», decenas de millones de personas fueron asesinadas en el siglo XX); como también se ha ejercido la violencia en hombre de la libertad (¡recordemos la guillotina francesa!); o en nombre de la raza, del dinero, del deporte, etc. Y es que… ¡todo son excusas para eludir la propia responsabilidad! Las causas esgrimidas para justificar la violencia son una mera coartada; olvidando que el egoísmo, el materialismo, la soberbia, el deseo de poder, los celos, la envida… son las verdaderas causas de la violencia.

Mención aparte merece el hecho de que ese choque de trenes entre el fundamentalismo occidental y el oriental, se agrava por las políticas internacionales de los países occidentales, que por ignorar el hecho religioso, han cometido errores gravísimos, los cuales no han hecho sino dar alas a los fanatismos religiosos en Oriente.

En definitiva, la manera de luchar contra el yihadismo no puede ser la burla del hecho religioso, ni la reivindicación de una libertad de expresión para faltar al respeto. Nuestro Papa Francisco ha tenido la valentía de decir en el contexto de su viaje a Asia, que la libertad de expresión tiene sus límites. Sus palabras han sido criticadas, pero sin duda alguna, aportan una bocanada de aire fresco en medio de la confusión: La religión se pervierte cuando justifica la violencia; y la libertad de expresión se corrompe cuando falta al respeto…

Entre una fe fanática y patológica, por un lado; y un materialismo hedonista e irrespetuoso del hecho religioso, por otro; sencillamente no queremos elegir. La alternativa al fundamentalismo yihadista no es la blasfemia ni el relativismo de una sociedad sin valores espirituales, sino una sociedad abierta al verdadero sentido religioso de la vida, en la que se practique el respeto, el encuentro y el diálogo entre todas las religiones, así como el encuentro y diálogo constructivo entre creyentes y no creyentes.

Y volviendo a la fiesta que nos convoca, la figura de San Sebastián dignifica al verdadero mártir: el que no responde al mal con la misma moneda; el que muere perdonando; el que testifica que hay valores demasiado importantes como para regatearles el precio.

La mayor aportación a la paz que podemos hacer en este momento los cristianos, es comprometernos a desterrar de nuestro interior todo odio, todo rencor, todo racismo, toda antipatía. En definitiva, trabajar para que reine en nosotros el amor que inundó a nuestro santo patrono. ¡San Sebastián, ruega por nosotros!