Homilías del Papa y Temas sacerdotales
En Santa Marta el Pontífice recuerda también los sufrimientos de los
rohingya en Myanmar y de los refugiados cristianos y yazidíes en Irak
2015-05-19 L’Osservatore Romano
El Papa Francisco recordó los
sufrimientos de los rohingya de Myanmar, abandonados en medio del mar y
rechazados, y de los refugiados cristianos y yazidíes «expulsados de sus casas»
en Irak: tragedias que están sucediendo hoy ante los ojos de todos. Al celebrar
la misa el martes 19 de mayo, en la capilla de la Casa Santa Marta, el
Pontífice propuso una reflexión sobre el sentido último que tiene cada
despedida, grande o pequeña, con la palabra «adiós» que expresa siempre un acto
de confianza al Padre. Y no olvidó recordar el dolor y la preocupación de todas
las mamás que ven partir a su hijo para afrontar la guerra.
Por lo demás, observó
inmediatamente el Papa, «la atmósfera en estos últimos días del tiempo pascual
es una atmósfera de despedida». Y «la Iglesia en la liturgia toma el discurso
de Jesús en la última Cena, donde se despedía antes de la Pasión, y lo vuelve a
leer: Jesús se despide para ir al Padre y mandarnos al Espíritu Santo» (Jn 17,
1-11).
Hoy, afirmó de nuevo el Papa
Francisco, «esta atmósfera de despedida se concentra también en la primera
lectura, una de esas hermosas páginas de los Hechos de los apóstoles: la
despedida de Pablo» (20, 17-27). Él «estaba en Mileto» y «mandó a llamar a
Éfeso a los ancianos de la Iglesia» para «una reunión de pequeñas iglesias,
grandes como parroquias». Y así, «comienza el discurso que terminará en la
liturgia de mañana, donde Pablo recuerda su trabajo, qué hizo: “No he omitido
por miedo nada de cuanto os pudiera aprovechar, predicando y enseñando en
público y en privado”». Por lo tanto «les recuerda cómo ha trabajado, pero no
se enaltece». Es, precisamente, un recuerdo: «Esta fue mi vida entre vosotros».
Luego añadió: «Y ahora, mirad, me dirijo a Jerusalén, encadenado por el
Espíritu».
Pablo «se va», explicó el Papa,
con «una despedida que es un poco dramática». Especifica, de hecho, que no sabe
«lo que le pasará allí, salvo que el Espíritu Santo, de ciudad en ciudad, le da
testimonio de que le aguardan cadenas y tribulaciones. Pero a él no le importa
la vida, sino completar la carrera y consumar el ministerio que recibió del
Señor». Y «por lo tanto ser testigo del Evangelio de la gracia de Dios».
Pablo, luego, «pronuncia un
discurso un poco largo, fraternal, y cuando termina comienza a llorar». Y dijo:
«Y ahora, mirad: sé que ninguno de vosotros volverá a ver mi rostro, pero sé
también que no veré más el vuestro». Luego «todos llorando se dirigen a la
playa, se arrodillan, rezan llorando y se despiden de Pablo» acompañándolo
«hasta la nave».
En definitiva, resumió el Papa
refiriéndose a las dos lecturas, «Jesús se despide, Pablo se despide y esto nos
ayudará a reflexiónar sobre nuestras despedidas». De hecho «en nuestra vida hay
tantas despedidas: hay muchas y pequeñas despedidas –se sabe que vuelvo, hoy o
mañana– y hay grandes despedidas y no se sabe cómo acabará este viaje».
El Papa Francisco reconoció que
hace «bien pensar en esto», porque «la vida está llena de despedidas» y «hay
mucho sufrimiento, muchas lágrimas» en algunas situaciones. E invitó a pensar
«en esos pobres de rohingya de Myanmar. En el momento que dejaron su tierra
para huir de las persecuciones no sabían qué les ocurriría. Desde hace meses
están en barcazas, allí... llegaron a una ciudad donde, tras haberles dado agua
y comida, les dijeron: “iros”: es una despedida».
Y luego recordó «la despedida de
los cristianos y de los yazidíes que previeron no volver a su tierra porque
fueron expulsados de sus casas. ¡Hoy!».
El Pontífice recordó, por lo
tanto, que «hay también pequeñas, y a su vez grandes despedidas en la vida:
pienso en la despedida de la madre que dice adiós, da el último abrazo al hijo
que se va a la guerra, y todos los días se levanta con el temor de que venga un
oficial a anunciarle: “Agradecemos mucho la generosidad de su hijo que dio la
vida por la patria”». Porque «no se sabe cuándo acabarán estas grandes
despedidas». Y después «está además el último adiós, que todos debemos hacer,
cuando el Señor nos llama a la otra ribera: yo pienso en esto».
«Estas grandes despedidas de la
vida, también la última, no son las despedidas» las que se resuelven diciendo
«hasta luego, hasta pronto, adiós». Despedidas, en definitiva, «en las que uno
sabe que regresa, o inmediatamente, o después de una semana». En las grandes
despediadas, en cambio, «no se sabe ni cuándo ni cómo» tendrá lugar el regreso.
Y precisamente «esa última despedida la representa también el arte, en las
canciones, por ejemplo». Y, a propósito, el Papa Francisco recordó el
tradicional canto de los alpinos, El testamento del capitán, que cuenta «cuando
ese capitán se despide de sus soldados». Así planteó esta pregunta: «¿Pienso en
la gran despedida, en mi gran despedida», es decir, «no cuando debo decir
“hasta luego”, “hasta pronto”, “nos vemos después”, “hasta ahora”, sino
“adiós”?».
Los dos textos de la liturgia de
hoy «dicen la palabra “adiós”: Pablo confía los suyos a Dios, y Jesús confía al
Padre sus discípulos, que permanecen en el mundo». Pero precisamente «confiar
al Padre, confiar a Dios es el origen de la palabra “adiós”». En efecto
«nosotros decimos “adiós” sólamente en las grandes despedidas, ya sea en las de
la vida, como en la última».
Frente a la imagen «de Pablo que
llora de rodillas en la playa» y la imagen de «Jesús triste porque se dirigía a
la Pasión, con sus discípulos, llorando en su corazón», el Pontífice invitó a
«reflexionar sobre nosotros mismos: nos hará bien». Y a preguntarnos «¿quién
será la persona que cerrará mis ojos? ¿Qué dejo?». El Papa evidenció, de hecho,
que «Pablo y Jesús, los dos, en estos pasajes realizan una especie de examen de
conciencia: “Yo he hecho esto, esto, esto”». De la misma manera es bueno
preguntarse a uno mismo, como una especie de examen de conciencia: «¿Yo qué he
hecho?». Consciente de que «me hace bien imaginarme en ese momento, que no se
sabe cuándo será, en el cual el “nos vemos”, “hasta pronto”, “hasta mañana”
“hasta la vista” se convertirá en un “adiós”». Y, por lo tanto, preguntó
invitando de nuevo a reflexionar, «¿estoy preparado para confiar a Dios a todos
los míos? ¿Para confiarme a mí mismo a Dios? ¿Para decir esa palabra que es la
palabra de la confianza del hijo al Padre?».
El Papa Francisco también propuso
un consejo «si tenéis un poco de tiempo hoy, y si no lo tenéis, ¡buscadlo!»:
leer el capítulo 16 del Evangelio de san Juan o el capítulo 19 de los Hechos de
los apóstoles, o sea «la despedida de Jesús y la despedida de Pablo».
Precisamente a la luz de estos textos, es importante «pensar que un día yo
también tendré que decir esa palabra: “adiós”». Sí, añadió, «a Dios confío mi
alma; a Dios confío mi historia; a Dios confío a los míos; a Dios confío todo».
«Ahora —concluyó el Papa—
celebremos el memorial del adiós de Jesús, de la muerte de Jesús». Y deseó «que
Jesús muerto y resucitado, nos envíe el Espíritu Santo para que aprendamos esa
palabra, la aprendamos a decir existencialmente, con toda su fuerza: la última
palabra, “adiós”».
No hay comentarios:
Publicar un comentario