Homilías del Papa y Temas sacerdotales
Contemplar el Evangelio de hoy
Evangelio de hoy
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Día litúrgico:
Sábado VIII
del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mc 11,27-33): En aquel tiempo,
Jesús y sus discípulos volvieron a Jerusalén y, mientras paseaba por el Templo,
se le acercan los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos, y le decían:
«¿Con qué autoridad haces esto?, o ¿quién te ha dado tal autoridad para
hacerlo?». Jesús les dijo: «Os voy a preguntar una cosa. Respondedme y os diré
con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan, ¿era del cielo o de los
hombres? Respondedme».
Ellos discurrían entre sí: «Si decimos: ‘Del
cielo’, dirá: ‘Entonces, ¿por qué no le creísteis?’. Pero, ¿vamos a decir: ‘De
los hombres’?». Tenían miedo a la gente; pues todos tenían a Juan por un
verdadero profeta. Responden, pues, a Jesús: «No sabemos». Jesús entonces les
dice: «Tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto».
Comentario:
Mn. Antoni BALLESTER i Díaz
(Camarasa,
Lleida, España)
¿Con qué autoridad haces esto?
Hoy, el Evangelio nos pide que pensemos con qué
intención vamos a ver a Jesús. Hay quien va sin fe, sin reconocer su autoridad:
por eso, «se le acercan los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos, y le
decían: ‘¿Con qué autoridad haces esto?, o ¿quién te ha dado tal autoridad para
hacerlo?’» (Mc 11,27-28).
Si no tratamos a Dios en la oración, no tendremos
fe. Pero, como dice san Gregorio Magno, «cuando insistimos en la oración con
toda vehemencia, Dios se detiene en nuestro corazón y recobramos la vista
perdida». Si tenemos buena disposición, aunque estemos en un error, viendo que
la otra persona tiene razón, acogeremos sus palabras. Si tenemos buena
intención, aunque arrastremos el peso del pecado, cuando hagamos oración Dios
nos hará comprender nuestra miseria, para que nos reconciliemos con Él,
pidiendo perdón de todo corazón y por medio del sacramento de la penitencia.
La fe y la oración van juntas. Nos dice san Agustín
que, «si la fe falta, la oración es inútil. Luego, cuando oremos, creamos y
oremos para que no falte la fe. La fe produce la oración, y la oración produce
a su vez la firmeza de la fe». Si tenemos buena intención, y acudimos a Jesús,
descubriremos quién es y entenderemos su palabra, cuando nos pregunte: «El
bautismo de Juan, ¿era del cielo o de los hombres?» (Mc 11,30). Por la fe,
sabemos que era del cielo, y que su autoridad le viene de su Padre, que es
Dios, y de Él mismo porque es la segunda Persona de la Santísima Trinidad.
Porque sabemos que Jesús es el único salvador del
mundo, acudimos a su Madre que también es Madre nuestra, para que deseando
acoger la palabra y la vida de Jesús, con buena intención y buena voluntad,
tengamos la paz y la alegría de los hijos de Dios.
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