Homilías del Papa y Temas sacerdotales
Misa en Santa Marta
El sueldo
de Jesús
2015-05-26 L’Osservatore Romano
El «sueldo» del cristiano es
«asemejarse a Jesús»: no hay una recompensa en dinero o en poder para quien
sigue de verdad al Señor, porque el camino es sólo el del servicio y en la
gratuidad. Buscando en cambio un «buen negocio» mundano, con «la riqueza, la
vanidad y el orgullo», se «nos sube a la cabeza» y se produce también un «contra-testimonio»
en la Iglesia. De esta tentación puso en guardia el Papa Francisco durante la
misa que celebró el martes 26 de mayo, en la capilla de la Casa Santa Marta.
El «diálogo entre Pedro y Jesús»
inspiró la meditación del Pontífice, que partió precisamente del pasaje
evangélico de san Marcos (10, 28-31) propuesto por la liturgia del día. Un
diálogo, explicó, que tiene lugar tras el encuentro con «el joven que quería
seguir a Jesús: era bueno, Jesús lo amó», como relata el Evangelio. Pero el
Señor «le dijo que le faltaba una cosa: vender todo lo que tenía» para darlo «a
los pobres: “tendrás un tesoro en el cielo”». Pero «ante estas palabras —afirmó
el Papa— el joven frunció el ceño y se marchó triste».
Así, pues, «Jesús retomó el
discurso y dijo a los discípulos: “¡Qué difícil les será entrar en el reino de
Dios a los que tienen riquezas!”». Y «los discípulos quedaron desconcertados
por sus palabras». Pero «Jesús retomó el discurso y les dijo: “Hijos, ¡qué
difícil es entrar en el reino de Dios. Más fácil le es a un camello pasar por
el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios”».
Y he aquí el pasaje evangélico de
la liturgia, con Pedro que asegura a Jesús: «Ya ves que nosotros lo hemos
dejado todo y te hemos seguido». Como si dijese: «Y a nosotros, ¿qué? ¿Cuál
será nuestro sueldo? Lo hemos dejado todo». En pocas palabras, «los ricos que
no han dejado nada —el joven que no quería dejar sus riquezas— no entrarán en
el reino de Dio, y para nosotros ¿cuál será la ganancia?».
La cuestión, destacó el Papa
Francisco, es que «los discípulos entendían a Jesús a medias, porque el
conocimiento de Jesús, plenamente, tiene lugar con la venida del Espíritu
Santo». Y, en efecto, Jesús les responde: «En verdad os digo que quien deje
casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por
el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más, con
persecuciones». En realidad, «Jesús responde indicando otra dirección» y no
promete «las mismas riquezas que tenía el joven». Precisamente «el hecho de
tener muchos hermanos, hermanas, madres, padres, bienes es la herencia del
reino, pero con la persecución, con la cruz. Y esto cambia».
He aquí porqué, explicó el Papa,
«cuando un cristiano está apegado a los bienes, hace el mal papel de un
cristiano que quiere tener dos cosas: el cielo y la tierra». Y «el punto de
confrontación es precisamente lo que dice Jesús: la cruz, las persecuciones,
quiere decir negarse a sí mismo, sufrir la cruz cada día».
Por su parte, «los discípulos tenían
esta tentación: seguir a Jesús, ¿pero luego cuál será el final de este buen
negocio?». Y, añadió el Papa Francisco, «pensemos en la madre de Santiago y
Juan cuando pidió a Jesús un sitio para sus hijos: “Ah, a este nómbralo primer
ministro y a este ministro de economía”». Era «el interés mundano en el
seguimiento de Jesús»: pero luego «el corazón de estos discípulos fue
purificado, purificado, purificado hasta Pentecostés, cuando lo comprendieron
todo».
«La gratuidad en el seguimiento
de Jesús es la respuesta a la gratuidad del amor y la salvación que nos da
Jesús», recordó el Pontífice. «Cuando se quiere estar tanto con Jesús como con
el mundo, tanto con la pobreza como con la riqueza», sale a la luz «un
cristianismo a medias, que quiere una ganancia material: es el espíritu de la
mundanidad». Y «ese cristiano, decía el profeta Elías, “cojea con ambas
piernas”» porque «no sabe lo que quiere».
Así, sugirió el Papa Francisco,
«la clave para comprender este discurso de Jesús —pues sí, cien veces más, pero
con la cruz— es la última palabra: “Muchos primeros serán últimos, y muchos
últimos serán primeros”». Y «esto es lo que dice del servicio: “Quien se crea o
quien sea el más grande entre vosotros, que sea servidor: el más pequeño». No
por casualidad, recordó el Papa, al decir estas palabras Jesús «tomó un niño y
lo mostró».
«Seguir a Jesús desde el punto de
vista humano no es un buen negocio: se trata de servir», insistió el Pontífice.
Por lo demás, es exactamente lo que «hizo Él: y si el Señor te da la posibilidad
de ser el primero, tú debes comportarte como el último, es decir, con actitud
de servicio. Y si el Señor te da la posibilidad de tener bienes, te debes
comportar con actitud de servicio, es decir, para los demás».
«Son tres cosas, tres escalones,
los que nos alejan de Jesús: las riquezas, la vanidad y el orgullo», afirmó el
Papa. «Por ello —explicó— las riquezas son tan peligrosas: te llevan
inmediatamente a la vanidad y te crees importante»; pero «cuando te crees importante,
se te sube a la cabeza y te pierdes». Es por ello que Jesús nos recuerda el
camino: «Muchos primeros serán últimos, y muchos últimos serán primeros, y
quien es el primero entre vosotros que sea el servidor de todos». Es «un camino
de abajamiento», el mismo camino «recorrido por Él».
A «Jesús este trabajo de
catequesis a los discípulos le costó mucho, mucho tiempo porque no entendían
bien». Así hoy, recomendó el Papa Francisco, «también nosotros tenemos que
pedir a Él que nos enseñe este camino, esta ciencia del servicio, esta ciencia
de la humildad, esta ciencia de ser los últimos para servir a los hermanos y a
las hermanas de la Iglesia».
Para el Pontífice «no es algo
bueno ver a un cristiano —laico, consagrado, sacerdote, obispo— que quiera las
dos cosas: seguir a Jesús y los bienes, seguir a Jesús y la mundanidad». Es «un
contra-testimonio que aleja a la gente de Jesús». Antes de continuar con la
celebración de la Eucaristía, el Papa invitó a pensar de nuevo en la pregunta
de Pedro: «Lo hemos dejado todo, ¿cómo nos pagarás?». Y a tener bien presente
la respuesta de Jesús, porque «el precio que Él nos dará será asemejarnos a Él:
este será el “sueldo”». Y «asemejarse a Jesús», concluyó, es un «gran sueldo».
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