Homilías del Papa y Temas sacerdotales
Yo soy el Camino, la
Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí
Hoy, en este Viernes IV
de Pascua, Jesús nos invita a la calma. La serenidad y la alegría fluyen como
un río de paz de su Corazón resucitado hasta el nuestro, agitado e inquieto,
zarandeado tantas veces por un activismo tan enfebrecido como estéril.
Son los nuestros los
tiempos de la agitación, el nerviosismo y el estrés. Tiempos en que el Padre de
la mentira ha inficionado las inteligencias de los hombres haciéndoles llamar
al bien mal y al mal bien, dando luz por oscuridad y oscuridad por luz,
sembrando en sus almas la duda y el escepticismo que agostan en ellas todo
brote de esperanza en un horizonte de plenitud que el mundo con sus halagos no
sabe ni puede dar.
Los frutos de tan diabólica
empresa o actividad son evidentes: enseñoreado el “sinsentido” y la pérdida de
la trascendencia de tantos hombres y mujeres, no sólo han olvidado, sino que
han extraviado el camino, porque antes olvidaron el Camino. Guerras, violencias
de todo género, cerrazón y egoísmo ante la vida (anticoncepción, aborto,
eutanasia...), familias rotas, juventud “desnortada”, y un largo etcétera,
constituyen la gran mentira sobre la que se asienta buena parte del triste
andamiaje de la sociedad del tan cacareado “progreso”.
En medio de todo,
Jesús, el Príncipe de la Paz, repite a los hombres de buena voluntad con su
infinita mansedumbre: «No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios: creed
también en mí» (Jn 14,1). A la derecha del Padre, Él acaricia como un sueño ilusionado
de su misericordia el momento de tenernos junto a Él, «para que donde esté yo
estéis también vosotros» (Jn 14,3). No podemos excusarnos como Tomás. Nosotros
sí sabemos el camino. Nosotros, por pura gracia, sí conocemos el sendero que
conduce al Padre, en cuya casa hay muchas estancias. En el cielo nos espera un
lugar, que quedará para siempre vacío si nosotros no lo ocupamos. Acerquémonos,
pues, sin temor, con ilimitada confianza a Aquél que es el único Camino, la
irrenunciable Verdad y la Vida en plenitud.
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