Homilías del Papa y Temas sacerdotales
Francisco
\ Audiencias y Ángelus
"Somos
sarmientos de la única vid",
el Papa
durante el Regina Coeli
El Papa a
la hora del Regina Coeli - REUTERS
03/05/2015
11:42SHARE:
(RV).- El Papa Francisco a la
hora de la oración del Regina Coeli en este primer domingo de mayo, recordó a
los fieles que gracias a la Iglesia podemos continuar en comunión vital con
Cristo. El Santo Padre explicó como el Evangelio de hoy nos presenta a Jesús
durante la Última Cena, cuando sabe que su “hora” está cerca, y que sus
discípulos estarán unidos a Él de “una forma nueva”. Y así habló de cómo Jesús
usa la imagen de la vid y de los sarmientos: “Permanezcan en mí, como yo
permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece
en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí” (Jn 15, 4-5).
Añadió el Obispo de Roma que
Jesús nos quiere hacer entender la importancia que tiene para nosotros
cristianos, el hecho de estar unidos a Él, que hemos recibido de Él
gratuitamente el don de la nueva vida, y gracias a la Iglesia podemos continuar
en comunión vital con Cristo. Y así, recordó que estamos llamados a llevar esta
permanencia común a Cristo y a la Iglesia.
El Pontífice después de la
oración mariana saludó a los cientos de miles de peregrinos venidos también de
diferentes partes del mundo, y especialmente en la Jornada de los niños
víctimas de la violencia, agradeció a la Asociación Méter por su empeño ante la
prevención de estos crímenes.
(MZ-RV)
Palabras
del Papa antes del rezo de Regina Coeli
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de hoy nos presenta
a Jesús durante la Última Cena, en el momento en el que sabe que la muerte está
ya cercana. Ha llegado su “hora”. Por última vez Él está con sus discípulos, y
entonces quiere imprimir bien en sus mentes una verdad fundamental: también
cuando Él no estará más físicamente en medio a ellos, podrán permanecer aún
unidos a Él de una manera nueva, y así dar mucho fruto. Todos podemos
permanecer unidos a Jesús de manera nueva. Si por el contrario uno perdiese la
comunión con Él, se volvería estéril, es más, dañino para la comunidad. Y para
expresar esta realidad Jesús usa la imagen de la vid y de los sarmientos: «Así
como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco
ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos» (Jn 15,
4-5). Y con esta figura nos enseña a permanecer unidos a Él.
Jesús es la vid, y a través de Él
– como la linfa en el árbol – pasa a los sarmientos el amor mismo de Dios, el
Espíritu Santo. Precisamente: nosotros
somos los sarmientos, y a través de esta parábola Jesús quiere hacernos
entender la importancia de permanecer unidos a Él. Los sarmientos no son
autosuficientes, sino dependen totalmente de la vid, en donde se encuentra la
fuente de su vida. Es así para nosotros cristianos. Injertados en Cristo con el
Bautismo, hemos recibido gratuitamente de Él el don de la vida nueva; y gracias
a la Iglesia podemos permanecer en comunión vital con Cristo. Es necesario
mantenerse fieles al Bautismo, y crecer en la amistad con el Señor mediante la
oración, la escucha y la docilidad a su Palabra, leer el Evangelio, la
participación a los Sacramentos, especialmente a la Eucaristía y a la
Reconciliación.
Si uno está íntimamente unido a
Jesús, goza de los dones del Espíritu Santo, que – como nos dice san Pablo –
son «amor, alegría y paz, magnanimidad, afabilidad, bondad y confianza,
mansedumbre y temperancia» (Gal 5,22); y en consecuencia hace tanto bien al
prójimo y a la sociedad, como un verdadero cristiano. De estas actitudes, de
hecho, se reconoce que uno es un verdadero cristiano, así como por los frutos
se reconoce al árbol. Los frutos de esta unión profunda con Jesús son maravillosos:
toda nuestra persona es trasformada por la gracia del Espíritu: alma,
inteligencia, voluntad, afectos, y también el cuerpo, porque somos unidad de
espíritu y cuerpo. Recibimos un nuevo modo de ser, la vida de Cristo se
convierte también en la nuestra: podemos pensar como Él, actuar como Él, ver el
mundo y las cosas con los ojos de Jesús. Entonces, con su corazón, como Él lo
ha hecho, podemos amar a nuestros hermanos, a partir de los más pobres y
sufrientes, y así dar al mundo frutos de bondad, de caridad y de paz.
Cada uno de nosotros es un
sarmiento de la única vid; y todos juntos estamos llamados a llevar los frutos
de esta pertenencia común a Cristo y a la Iglesia.
Confiémonos a la intercesión
de la Virgen María, para que podamos ser sarmientos vivos en la Iglesia y
testimoniar de manera coherente nuestra fe, coherencia de vida y de
pensamiento. De vida y de fe.
Conscientes que todos, según nuestras vocaciones
particulares, participamos de la única misión salvífica de Jesucristo.
(Raúl Cabrera, Radio Vaticano)
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