Homilías del Papa y Temas sacerdotales
Misa en
Santa Marta
La unidad no se hace con pegamento
2015-05-21
L’Osservatore Romano
La
unidad de la Iglesia estuvo en el centro de la reflexión del Papa Francisco en
la misa que celebró en Santa Marta el jueves 21 de mayo.
Al releer el pasaje
del Evangelio de san Juan (17, 20-26) propuesto por la liturgia del día, el
Pontífice destacó ante todo cómo «consuela escuchar esta palabra: “No sólo por
ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos”». Es
lo que dijo Jesús al despedirse de los apóstoles. En ese momento Jesús ora al
Padre por los discípulos y «ora también por nosotros».
El Papa
Francisco hizo notar que «Jesús rezó por nosotros, en ese momento, y lo sigue
haciendo». Se lee, en efecto, en el Evangelio: «Padre, ruego por ellos pero
también por los muchos otros que vendrán». Un detalle no irrelevante hacia el
cual, tal vez, no estamos lo suficientemente atentos. Y sin embargo, reafirmó
el Papa, «Jesús rezó por mí» y esto «es precisamente fuente de confianza».
Podríamos imaginar a «Jesús ente el Padre, en el cielo», que ruega por
nosotros. Y «¿qué ve el Padre? Las llagas», o sea el precio que Jesús «ha
pagado por nosotros».
Con
esta imagen el Pontífice entró en el corazón de su reflexión. En efecto, se
preguntó, «¿qué pide Jesús al Padre en esta oración?». «¿Dice acaso: Ruego por
ellos para que la vida sea buena, para que tengan dinero, para que sean todos
felices, para que no les falte nada?..». No, Jesús «ruega para que todos sean
uno: “Como tú, Padre, en mí, y yo en ti”». En ese momento Él ruega «por nuestra
unidad. Por la unidad de su pueblo, por la unidad de su Iglesia».
Jesús,
explicó el Papa Francisco, sabe bien que «el espíritu del mundo, que es
precisamente el espíritu del padre de la división, es un espíritu de división,
de guerra, de envidias, de celos», y que esto está presente «también en las
familias, incluso en las familias religiosas, en las diócesis, en toda la
Iglesia: es la gran tentación». Por ello «la gran oración de Jesús» es
«asemejarse» al Padre: o sea, «como tú, Padre, en mí, y yo en ti», en la
«unidad que Él tiene con el Padre».
Alguien
podría decir entonces: «Pero, padre, con esta oración de Jesús si queremos ser
fieles, ¿no podemos hablar mal del otro? O bien: «¿No podemos etiquetar a este
de..., este es así, este es...?». ¿Y «ese otro, que fue tachado como
revolucionario...?». La respuesta del Papa fue clara: «No». Porque, añadió,
«debemos ser uno, uno solo, como Jesús y el Padre son uno». Y este es
precisamente «el desafío de todos nosotros los cristianos: no dar lugar a la
división entre nosotros, no dejar que el espíritu de división, el padre de la
mentira entre en nosotros». Debemos, insistió el Papa, «buscar siempre la
unidad». Cada uno, naturalmente, «es como es», pero debe buscar vivir en la
unidad: «¿Jesús te ha perdonado? Perdona a todos».
El
Señor rogó para que lográramos esto. Explicó el Pontífice: «La Iglesia tiene
mucha necesidad de esta oración de unidad, no sólo la de Jesús; también
nosotros tenemos que unirnos a esta oración». Por lo demás, desde los orígenes
la Iglesia manifestó esta necesidad: «Si comenzamos a leer el libro de los
Hechos de los Apóstoles desde el inicio –dijo el Papa Francisco– veremos que
ahí empiezan las riñas, también los engaños. Uno quiere engañar al otro, pensad
en Ananías y Safira...». Ya durante los primeros años existían las divisiones, los
intereses personales, los egoísmos. Crear la unidad fue y es una auténtica
«lucha».
Es
necesario darse cuenta que «solos no podemos» conseguir la unidad: esta, en
efecto, «es una gracia». Por ello, destacó el Pontífice, «Jesús reza, rezó en
aquel momento, reza por la Iglesia, rezó por mí, por la Iglesia, para que yo
vaya por este camino».
La
unidad es tan importante que, destacó el Papa, «en el pasaje que hemos leído»
esta palabra se repite «cuatro veces en seis versículos». Una unidad que «no se
construye con pegamento». No existe, en efecto, «la Iglesia construida con
pegamento»: la Iglesia se hace una con el Espíritu. He aquí, entonces, que
«debemos hacer espacio al Espíritu, para que nos transforme como el Padre está
en el Hijo, en uno solo».
Para
alcanzar ese objetivo, añadió el Papa Francisco, existe un consejo dado por el
mismo Jesús: «Permaneced en mí». También esta es una gracia. En su oración
Jesús pide: «Padre, este es mi deseo: que los que me has dado están conmigo
donde yo estoy» para que «contemplen mi gloria».
De esta
meditación emerge un consejo: el de releer los versículos 20-26 del capítulo 17
del Evangelio de san Juan y pensar: «Jesús ruega, ruega por mí, rogó y aún
ruega por mí. Ruega con sus llagas, delante del Padre». Y lo hace «para que
todos nosotros seamos uno solo, como Él es con el Padre, por la unidad». Esto
«nos debe empujar a no hacer juicios», a no hacer «cosas que van contra la
unidad», y a seguir el consejo de Jesús «de permanecer en Él en esta vida para
que podamos permanecer con Él en la eternidad».
Estas
enseñanzas, concluyó el Papa, se encuentran en el discurso de Jesús durante la
Última cena. En la misa «nosotros revivimos» esa cena y Jesús nos repite esas
palabras. Durante la Eucaristía «dejamos espacio para que las palabras de Jesús
entren en nuestro corazón y todos nosotros seamos capaces de ser testigos de
unidad en la Iglesia y de alegría en la esperanza de la contemplación de la
gloria de Jesús».
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