Homilías del Papa y Temas sacerdotales
Contemplar
el Evangelio de hoy
Evangelio
de hoy
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Día
litúrgico:
29 de Junio: San Pedro y san Pablo, apóstoles
Texto
del Evangelio (Mt 16,13-19):
En aquel tiempo, llegado Jesús a la región de
Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los
hombres que es el Hijo del hombre?». Ellos dijeron: «Unos, que Juan el
Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». Díceles
Él: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?». Simón Pedro contestó: «Tú eres el
Cristo, el Hijo de Dios vivo». Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres
Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino
mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y
sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán
contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en
la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará
desatado en los cielos».
«Tú
eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo»
+
Mons. Pere TENA i Garriga
Obispo Auxiliar Emérito de Barcelona
(Barcelona,
España)
Hoy
es un día consagrado por el martirio de los apóstoles san Pedro y san Pablo.
«Pedro, primer predicador de la fe; Pablo, maestro esclarecido de la verdad»
(Prefacio). Hoy es un día para agradecer la fe apostólica, que es también la
nuestra, proclamada por estas dos columnas con su predicación. Es la fe que
vence al mundo, porque cree y anuncia que Jesús es el Hijo de Dios: «Tú eres el
Cristo, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16,16). Las otras fiestas de los apóstoles
san Pedro y san Pablo miran a otros aspectos, pero hoy contemplamos aquello que
permite nombrarlos como «primeros predicadores del Evangelio» (Colecta): con su
martirio confirmaron su testimonio.
Su
fe, y la fuerza para el martirio, no les vinieron de su capacidad humana. No
fue ningún hombre de carne y sangre quien enseñó a Pedro quién era Jesús, sino
la revelación del Padre de los cielos (cf. Mt 16,17). Igualmente, el
reconocimiento “de aquel que él perseguía” como Jesús el Señor fue claramente,
para Saulo, obra de la gracia de Dios. En ambos casos, la libertad humana que
pide el acto de fe se apoya en la acción del Espíritu.
La
fe de los apóstoles es la fe de la Iglesia, una, santa, católica y apostólica.
Desde la confesión de Pedro en Cesarea de Filipo, «cada día, en la Iglesia,
Pedro continúa diciendo: ‘¡Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo!’» (San
León Magno). Desde entonces hasta nuestros días, una multitud de cristianos de
todas las épocas, edades, culturas, y de cualquier otra cosa que pueda establecer
diferencias entre los hombres, ha proclamado unánimemente la misma fe
victoriosa.
Por
el bautismo y la confirmación estamos puestos en el camino del testimonio, esto
es, del martirio. Es necesario que estemos atentos al “laboratorio de la fe” que
el Espíritu realiza en nosotros (Juan Pablo II), y que pidamos con humildad
poder experimentar la alegría de la fe de la Iglesia.
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