Homilías del Papa y Temas sacerdotales
Primera encíclica ambientalista
Comentario de
Dr. Ángel Guerra Sierra:
Doctor en Biología por la Universidad de Barcelona
“Alabado sea” (Laudato si’ en italiano)
El jueves 18 de junio de 2015 el
Papa Francisco ha publicado una nueva encíclica, la primera sobre el medio
ambiente en la historia de la Iglesia.
La encíclica lleva por título “Alabado
sea” (Laudato si’ en italiano). El título está tomado del Cántico a las
criaturas de san Francisco de Asís (1226), quien, siete siglos antes de que
naciesen los movimientos ambientalistas, ofreció un magnífico ejemplo de
respeto auténtico y pleno por la integridad de la creación, y el testimonio de
que estando en paz con Dios podemos dedicarnos mejor a construir la paz con
toda la creación, que es inseparable de la concordia entre los pueblos, como
recordó san Juan Pablo II en su Carta apostólica Inter sanctos (1979), en la
que san Francisco de Asís fue proclamado patrono de los ecologistas.
El documento del Papa Francisco
es de gran envergadura social y no se limita al cambio climático. No es la
primera vez que la Iglesia se ocupa de este tema: Juan Pablo II y Benedicto XVI
realizaron un amplio y profundo magisterio ambientalista, muchas de cuyas ideas
están recogidas en el Catecismo de la Iglesia católica (1992) y en el capítulo
décimo (Salvaguardar el Medio Ambiente) del Compendio de la Doctrina Social de
la Iglesia (2006).
Este magisterio que se podría definir como “ecológico” me
interesa como profesional de la ecología y como ciudadano. Aunque no estoy de
acuerdo en que la ecología se reduzca a la salvaguarda del medio ambiente, pues
la ecología es una ciencia con objetivos más amplios, ni tampoco con adjetivar
la ecología, como se hace en esta encíclica repetidamente, considero que se
trata de un documento sólido, que merece atención, y que no está dirigido solo a los católicos, ni
siquiera a los cristianos, sino que le interesa a toda la humanidad. Por ello,
y por la temática que aborda, había generado una gran expectación
internacional, que no ha defraudado. Bueno quizá si lo haya hecho entre
aquellos que, individual o colectivamente, son los causantes del deterioro
medioambiental, entre los que se incluyen empresarios, gobiernos y sociedades
consumistas y materialistas, que pueden llegar incluso a negar el derecho al
Papa para hablar de estos temas, pero que con su insensibilidad, consumo
desenfrenado y codicia siguen causando un gran daño a “la casa común”. Tampoco creo que estén muy
contentos los ecologistas radicales, es decir, aquéllos que consideran un
absoluto igualitarismo entre el hombre y los demás seres vivos, muestran un
respeto “sagrado” por todos los integrantes de los ecosistemas, considerar a la
biosfera como una unidad biótica de valor indiferenciado, y, muchas veces,
achacan al judeo-cristianismo una actitud negativa del hombre ante la
naturaleza, que sería la raíz de sus agresivas actuaciones contra el medio
ambiente. Contra estas infundadas acusaciones, Francisco recuerda las
enseñanzas del Génesis y de dicha tradición respecto al cosmos, la Tierra, las
plantas y los animales: ‹‹Dios vio que todo lo creado era bueno››, y dio al
hombre la Tierra, que es un ambiente ‹‹que debía custodiar y un jardín que
debía cultivar››.
Con esta encíclica, la Iglesia
católica se alinea con la ciencia, representada por el Panel Internacional
sobre el Cambio Climático (IPCC), y con la mayor parte de la comunidad científica,
que, sin catastrofismos, considera que el calentamiento global existe, que se
ha acelerado enormemente en los últimos cien años, que se debe en buena parte
al uso de combustibles fósiles como el carbón y el petróleo, y que sus efectos
asociados como acidificación de los océanos, deshielo, inundación de zonas
costeras por subida del nivel del mar, desertificación, sequías, daños por
temporales anómalos, la pérdida de hábitats y de biodiversidad etc., son
evidentes y preocupantes.
Pese a las repetidas y claras advertencias de los
científicos, y a la urgencia de abordar el tema con responsabilidad, la mayoría
de las Cumbres internacionales para fijar nuevas reducciones nacionales y
mundiales de las emisiones de gases que provocan el “efecto invernadero” (anhídrido
carbónico, metano, óxidos de nitrógeno y otros), la respuesta ha sido muy
tibia, y la reacción política extremadamente débil. El Papa espera que de aquí
en adelante sea más valiente y decidida, y aboga, entre otras cosas, por el
aprovechamiento más efectivo de la energía, el uso de energías limpias y
renovables, el reciclado, la reducción de los consumos inútiles, la mejora de
los aislamientos térmicos, y la rebaja de los residuos urbanos e industriales.
¿Por qué se mete la Iglesia en
estos temas? Creo que, al menos, por dos razones: 1ª) porque el problema es
global y urgente, y 2ª) porque es un asunto moral. En este sentido, la
encíclica no puede verse solo como un documento científico, ni de políticas
energéticas ni medioambietales, sino que su enfoque es moral, por ello el Papa
advierte con dolor ‹‹La Tierra, nuestra casa, parece transformada en un inmenso
depósito de inmundicias››, y eso va en contra del bien común.
Citando varias
veces al Patriarca de Constantinopla Bartolomé I, Francisco califica de pecados
contra Dios y un crimen contra nosotros mismos el mal uso de los bienes de la
naturaleza. La encíclica está dirigida a todas las personas de buena voluntad,
y me parece muy oportuna y apropiadamente enfocada.
Este documento magisterial de la
Iglesia católica versa sobre la necesidad de conseguir una explotación
sustentable de los recursos naturales, basada en los sabios principios de la
subsidiariedad y de precaución. Pero no se para aquí, sino que trata también de otros aspectos de
la compleja y actual crisis socio-ambiental, como el uso y distribución de la
riqueza, el destino universal de los bienes, el crecimiento económico, el
empleo del agua, la austeridad personal y colectiva, la corrupción, y de un
tema que parecería alejado del ambientalismo como es la contaminación mental a
través de las redes sociales.
Un aspecto que, aunque contribuye notablemente a
una sana y apropiada divulgación de estos temas del bien común,
desafortunadamente también coopera en la generación y divulgación de un
pensamiento único, y a un individualismo
bastante dañino para las personas y la sociedad.
El Papa, además de denunciar y alzarse contra
la destrucción del medio ambiente, la pobreza, la explotación económica por
modelos erróneos económicos y de consumo, de estructuras de poder codiciosas, y
de una tecnificación obsesiva, muestra la necesidad de considerar, antes que
nada, una plena realización del hombre y de lo humano dentro de un marco de
respeto y cuidado por el mundo natural.
Francisco aboga por una auténtica
conversión ecológica, que debe manifestarse a nivel global, pero también
individual: “piensa globalmente, actúa localmente”. Esta conversión incluye lo
material y lo espiritual, y debe deslizarse con fluidez hacia la filosofía del
“asombro agradecido” en palabras de Chesterton; es decir, ‹‹a ver el mundo como
un regalo del amor de Dios, a pedir perdón por los propios errores, vicios y
negligencias, y a evitar consumismos sin ética y sin sentido social y
ambiental››.
Parecería que lo que cada
uno de nosotros puede hacer en su ambiente es poco y pequeño, pero las cosas
pasan por ahí. A mi entender, es, sobre todo, lo de negativo que hay en el
corazón de los hombres y de las mujeres de nuestro tiempo lo que hay que
cambiar.
Ángel Guerra Sierra
Profesor de Investigación del
CSIC
Instituto de Investigaciones
Marinas, Vigo
Dr. Ángel Guerra Sierra: Doctor
en Biología por la Universidad de Barcelona (1977). Profesor de Investigación
del Consejo Superior de Investigaciones Científicas en el Instituto de
Investigaciones Marinas de Vigo. Jefe del grupo Ecología y Biodiversidad Marina
(1998-2007). Ha dirigido 26 proyectos y 38 contratos de investigación. Ha
publicado 9 libros, y 12 capítulos en volúmenes colectivos sobre Biología,
Ecología marina. Autor de más de 200 trabajos científicos en revistas
nacionales e internacionales y 172 comunicaciones en congresos. Ha dirigido
doce campañas oceanográficas en el Atlántico, Pacífico y Mediterráneo. Fue
presidente del Centro Nacional de Investigaciones Pesqueras (CNIP),
Vicedirector del Instituto de Investigaciones Marinas, Presidente de Unitas
Malacológica, y fundador y miembro del comité ejecutivo del Cephalopod
Internacional Advisory Council. Del consejo editorial de cuatro revistas
científicas y del comité consultivo de 43 revistas de investigación. Consultor
de la UE y asesor científico de varias comisiones nacionales e internacionales,
entre ellas FAO. Director de 20 tesis doctorales y 5 tesis de licenciatura.
Profesor de cursos del ciclo de doctorado en las tres universidades gallegas.
Profesor de dos Másteres (Universidad de Santiago de Compostela y Las Palmas).
Ha impartido cursos y conferencias en varias universidades europeas y
americanas. Su tarea de divulgación de la ciencia se concreta en la publicación
de 35 artículos y 4 libros. Ha recibido varios premios y distinciones por su
labor científica.
Instituto de Investigaciones
Marinas, Vigo
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