Homilías del Papa y Temas sacerdotales
Contemplar
el Evangelio de hoy
Evangelio de
hoy
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Día
litúrgico: Lunes IX del tiempo ordinario
Santoral 1
de Junio: San Justino, mártir
Texto del
Evangelio (Mc 12,1-12): En aquel tiempo, Jesús comenzó a hablarles en parábolas:
«Un hombre plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó un lagar y edificó una
torre; la arrendó a unos labradores, y se ausentó.
»Envió un
siervo a los labradores a su debido tiempo para recibir de ellos una parte de
los frutos de la viña. Ellos le agarraron, le golpearon y le despacharon con
las manos vacías. De nuevo les envió a otro siervo; también a éste le
descalabraron y le insultaron. Y envió a otro y a éste le mataron; y también a
otros muchos, hiriendo a unos, matando a otros. Todavía le quedaba un hijo
querido; les envió a éste, el último, diciendo: ‘A mi hijo le respetarán’. Pero
aquellos labradores dijeron entre sí: ‘Éste es el heredero. Vamos, matémosle, y
será nuestra la herencia’. Le agarraron, le mataron y le echaron fuera de la
viña.
»¿Qué hará
el dueño de la viña? Vendrá y dará muerte a los labradores y entregará la viña
a otros. ¿No habéis leído esta Escritura: ‘La piedra que los constructores
desecharon, en piedra angular se ha convertido; fue el Señor quien hizo esto y
es maravilloso a nuestros ojos?’».
Trataban de
detenerle —pero tuvieron miedo a la gente— porque habían comprendido que la
parábola la había dicho por ellos. Y dejándole, se fueron.
Comentario:
Fr. Alphonse DIAZ (Nairobi, Kenia)
Envió un
siervo a los labradores a su debido tiempo para recibir de ellos una parte de
los frutos de la viña
Hoy, el
Señor nos invita a pasear por su viña: «Un hombre plantó una viña (...) y la
arrendó a unos labradores» (Mc 12,1). Todos somos arrendatarios de esa viña. La
viña es nuestro propio espíritu, la
Iglesia y el mundo entero. Dios quiere frutos de nosotros.
Primero, nuestra santidad personal; luego, un constante apostolado entre
nuestros amigos, a quienes nuestro ejemplo y nuestra palabra les anime a
acercarse cada día más a Cristo; finalmente, el mundo, que se convertirá en un
mejor sitio para vivir, si santificamos nuestro trabajo profesional, nuestras
relaciones sociales y nuestro deber hacia el bien común.
¿Qué clase
de arrendatarios somos? ¿De los que trabajan duro, o de los que se irritan
cuando el dueño envía a sus siervos a cobrarnos el alquiler? Podemos oponernos
a los que tienen la responsabilidad de ayudarnos a proporcionar los frutos que
Dios espera de nosotros. Podemos poner objeciones a las enseñanzas de la Santa Madre Iglesia y
del Papa, los obispos, o quizás, más modestamente, de nuestros padres, nuestro
director espiritual, o de aquel buen amigo que está tratando de ayudarnos.
Podemos, incluso, volvernos agresivos, y tratar de herirles o, hasta “matarlos”
mediante nuestra crítica y comentarios negativos. Deberíamos examinarnos a
nosotros mismos acerca de los motivos reales de dicha postura. Quizás
necesitamos un conocimiento más profundo de nuestra fe; quizás debemos aprender
a conocernos mejor, a efectuar un mejor examen de conciencia, para poder
descubrir las razones por las que no queremos producir frutos.
Pidamos a
Nuestra Madre María su ayuda para que podamos trabajar con amor, bajo la guía
del Papa. Todos podemos ser “buenos pastores” y “pescadores” de hombres.
«Entonces, vayamos y pidamos al Señor que nos ayude a llevar fruto, un fruto
que permanezca. Sólo así este valle de lágrimas se transformará en jardín de
Dios» (Benedicto XVI). Nosotros podríamos acercar a Jesucristo nuestro
espíritu, el de nuestros amigos, o el del mundo entero, si tan sólo leyéramos y
meditáramos las enseñanzas del Santo Padre, y tratásemos de ponerlas en
práctica.
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