Homilías del Papa y Temas sacerdotales
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el Evangelio de hoy
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Evangelio
de hoy
Día litúrgico:
Martes XII del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mt 7,6.12-14): En aquel tiempo, Jesús dijo a
sus discípulos: «No deis a los perros lo que es santo, ni echéis vuestras
perlas delante de los puercos, no sea que las pisoteen con sus patas, y después,
volviéndose, os despedacen. Por tanto, todo cuanto queráis que os hagan los
hombres, hacédselo también vosotros a ellos; porque ésta es la Ley y los
Profetas. Entrad por la entrada estrecha; porque ancha es la entrada y
espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por
ella; mas ¡qué estrecha la entrada y qué angosto el camino que lleva a la
Vida!; y pocos son los que lo encuentran».
Comentario:
Diácono D. Evaldo
PINA FILHO
(Brasilia, Brasil)
«No deis a los perros lo que es santo»
Hoy, el Señor nos hace tres
recomendaciones. La primera, «No deis a los perros lo que es santo, ni echéis
vuestras perlas delante de los puercos» (Mt 7,6), contrastes en que los
“bienes” son asociados a “perlas” y lo “que es santo”; y, por otro lado, los
“perros y puercos” a lo que es impuro.
San Juan Crisóstomo nos enseña que «nuestros enemigos son iguales a nosotros en su naturaleza pero no en su fe». A pesar de que los beneficios terrenales son concedidos de igual manera a los dignos e indignos, no es así en lo que se refiere a las “gracias espirituales”, privilegio de aquellos que son fieles a Dios.
La correcta distribución de los bienes espirituales implica un celo por las cosas sagradas.
San Juan Crisóstomo nos enseña que «nuestros enemigos son iguales a nosotros en su naturaleza pero no en su fe». A pesar de que los beneficios terrenales son concedidos de igual manera a los dignos e indignos, no es así en lo que se refiere a las “gracias espirituales”, privilegio de aquellos que son fieles a Dios.
La correcta distribución de los bienes espirituales implica un celo por las cosas sagradas.
La segunda es la llamada “regla
de oro” (cf. Mt 7,12), que compendiaba todo lo que la Ley y los Profetas
recomendaron, tal como ramas de un único árbol: El amor al prójimo presupone el
Amor a Dios, y de Él proviene.
Hacer al prójimo lo que queremos
que nos hagan implica una transparencia de acciones para con el otro, en el
reconocimiento de su semejanza a Dios, de su dignidad. ¿Por qué razón deseamos
el Bien para nosotros mismos? Porque lo reconocemos como medio de
identificación y unión con el Creador. Siendo el Bien el único medio para la
vida en plenitud, es inconcebible su ausencia en nuestra relación con el
prójimo. No hay lugar para el bien donde prevalezca la falsedad y predomine el
mal.
Por último, la "puerta
estrecha"... El Papa Benedicto XVI nos pregunta: «¿Qué significa esta
‘puerta estrecha’? ¿Por qué muchos no pueden pasar por ella? ¿Es un pasaje
reservado para algunos elegidos?». ¡No! El mensaje de Cristo «nos dice que
todos podemos entrar en la vida. El pasaje es ‘estrecho’, pero abierto a todos;
‘estrecho’ porque es exigente, requiere compromiso, abnegación, mortificación
del propio egoísmo».
Roguemos al Señor que realizó la
salvación universal con su muerte y resurrección, que nos reúna a todos en el
Banquete de la vida eterna.
Comentario:
+ Rev. D. Lluís ROQUÉ
i Roqué
(Manresa, Barcelona, España)
«Entrad por la puerta estrecha»
Hoy, Jesús nos hace tres
recomendaciones importantes. No obstante, centraremos nuestra atención en la
última: «Entrad por la entrada estrecha» (Mt 7,13), para conseguir la vida
plena y ser siempre felices, para evitar ir a la perdición y vernos condenados
para siempre.
Si echas un vistazo a tu
alrededor y a tu misma existencia, fácilmente comprobarás que todo cuanto vale
cuesta, y que lo que tiene un cierto nivel está sujeto a la recomendación del
Maestro: como han dicho con gran profundidad los Padres de la Iglesia, «por la
cruz se cumplen todos los misterios que contribuyen a nuestra salvación» (San
Juan Crisóstomo). Una vez me decía, en el lecho de su agonía, una anciana que
había sufrido mucho en su vida: «Padre, quien no saborea la cruz no desea el
cielo; sin cruz no hay cielo».
Todo lo dicho contradice a
nuestra naturaleza caída, aunque haya sido redimida. Por eso, además de
enfrentarnos con nuestro natural modo de ser, tendremos que ir a
contracorriente a causa del ambiente de bienestar que se fundamenta en el
materialismo y en el goce incontrolado de los sentidos, que buscan —al precio
de dejar de ser— tener más y más, obtener el máximo placer.
Siguiendo a Jesús —que ha dicho
«Yo soy la luz del mundo. El que me siga no caminará a oscuras, sino que tendrá
la luz de la vida» (Jn 8,12)—, nos damos cuenta que el Evangelio no nos condena
a una vida oscura, aburrida e infeliz, sino todo lo contrario, pues nos promete
y nos da la felicidad verdadera. No hay más que repasar las Bienaventuranzas y
mirar a aquellos que, después de entrar por la puerta estrecha, han sido
felices y han hecho dichosos a los demás, obteniendo —por su fe y esperanza en
Aquel que no defrauda— la recompensa de la abnegación: «El ciento por uno en el
presente y la vida eterna en el futuro» (Lc 18,30). El “sí” de María está
acompañado por la humildad, la pobreza, la cruz, pero también por el premio a
la fidelidad y a la entrega generosa.
http://evangeli.net/evangelio a VER CÓLO LE TRATAS:
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