Homilías del Papa y Temas sacerdotales
No acumulemos riquezas
para nosotros mismos,
pidió el Papa en su homilía
2015-06-19 Radio
Vaticana
Las riquezas no dan
la seguridad para siempre
(RV).- Las riquezas acumuladas para sí mismos son
causas de guerras, familias destruidas y pérdida de la dignidad. En cambio, la
“lucha de cada día” es administrar las riquezas que se poseen y las de la
tierra “para el bien común”. Es una de las consideraciones que hizo el Papa
Francisco en su homilía de la Misa de la mañana celebrada en la capilla de la
Casa de Santa Marta.
Las riquezas no son
“como una estatua” que son firmes, pero en cierto sentido irrelevantes en la
vida de una persona. Francisco constató que “las riquezas tienen la tendencia a
crecer, a moverse, a tomar el lugar en la vida y en el corazón del hombre”. Y
si la motivación que impulsa a aquel hombre es la acumulación, las riquezas
llegarán a invadirle el corazón, que terminará por ser “corrupto”. Mientras lo
que salva el corazón es usar la riqueza que se posee en favor “del bien común”.
La avidez corrompe y
destruye
Basándose en el
Evangelio del día, en el pasaje en que Jesús enseña a los discípulos que “donde
está tu tesoro, allí estará también tu corazón”, el Papa recordó también su
advertencia: “No acumulen para ustedes tesoros en la tierra, donde la polilla y
la herrumbre destruyen, y donde los ladrones penetran y roban; acumulen en
cambio para ustedes tesoros en el cielo”. Ciertamente – reconoció el Papa – “en
la raíz” de la acumulación “está el
deseo de seguridad”. Pero el riesgo de hacer esto sólo para sí mismos y, por lo
tanto, ser esclavos, es altísimo:
“Al final estas
riquezas no dan la seguridad para siempre. Es más, te llevan abajo en tu
dignidad. Y esto en la familia: tantas familias divididas. También en la raíz
de las guerras está esta ambición, que destruye, corrompe. En este mundo, en
este momento, hay tantas guerras por avidez de poder, de riquezas. Se puede
pensar en la guerra en nuestro corazón. ‘¡Estén lejos de toda concupiscencia!’,
así dice el Señor. Porque la avidez va adelante, va adelante, va adelante… Es
un paso, abre la puerta: después viene la vanidad – creerse importantes,
creerse poderosos – y, en fin, el orgullo. Y de ahí todos los vicios, todos.
Son peldaños, pero el primero es éste: la avidez, el deseo de acumular
riquezas”.
Lo que tengo es para
los demás
El Papa Bergoglio
reconoció también que “acumular es precisamente una cualidad del hombre” y que
“hacer las cosas y dominar el mundo también es una misión”. Y “ésta – afirmó el Papa – es la lucha de cada día: cómo administrar
las riquezas de la tierra bien, para que estén orientadas al Cielo y se
conviertan en riquezas del Cielo”:
“Hay una cosa que es
verdadera, cuando el Señor bendice a una persona con las riquezas: lo hace
administrador de aquellas riquezas para el bien común y para el bien de todos,
no para el propio bien. Y no es fácil
convertirse en un administrador honrado, porque existe siempre la tentación de
la avidez, de ser importante. El mundo te enseña esto y nos lleva por este
camino. Pensar en los demás, pensar que lo que yo tengo está al servicio de los
demás y que nada de lo que tengo me lo podré llevar conmigo. Pero si yo uso lo
que el Señor me ha dado para el bien común, como administrador, esto me
santifica, me hará santo”.
No jugar con el
fuego
Nosotros – observó
el Santo Padre – oímos con frecuencia las “tantas excusas” de las personas que
pasan la vida acumulando riquezas. “Por nuestra parte – dijo Francisco – todos los días debemos preguntarnos: ‘¿Dónde
está tu tesoro? ¿En las riquezas o en esta administración, en este servicio
para el bien común?”:
“¡Es difícil, es
como jugar con el fuego! Tantos tranquilizan su propia conciencia con la
limosna y dan lo que les sobra a ellos.
Ese no es administrador: el administrador toma para sí de lo que sobre y, como
servicio, da todo a los demás. Administrar la riqueza es un despojarse
continuamente del propio interés y no pensar que estas riquezas nos darán la
salvación. Acumular sí, está bien; tesoros sí, está bien, pero aquellos que
tienen precio – digámoslo así – en la
‘bolsa del Cielo’. ¡Allí, acumular allí!”.
(María Fernanda
Bernasconi - RV). (from Vatican Radio)
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