Homilías del Papa y Temas sacerdotales
Jesús nos enseña que la obra de arte de la
sociedad
es la familia, dijo el Papa
2015-04-29 Radio Vaticana
El mejor modo de mostrar al mundo de hoy la
belleza y la bondad del matrimonio es el testimonio de vida de los mismos
esposos y de la familia.
(RV).- En su catequesis de la audiencia
general, celebrada el último miércoles de abril en la Plaza de San Pedro y ante
la presencia de varios miles de fieles y peregrinos procedentes de numerosos
países, el Papa Francisco, en el ámbito de sus reflexiones sobre la familia, se
refirió al matrimonio.
En efecto, el Obispo de Roma, tras haber
considerado en la catequesis anterior las narraciones del libro del Génesis
acerca del designio originario de Dios sobre la pareja formada por un hombre y
una mujer, se centró directamente en Jesús, quien con su presencia en las bodas
de Caná nos revela de modo nuevo la bondad y dignidad del matrimonio,
ofreciéndonos un mensaje más actual que nunca, puesto que las separaciones van
en aumento, mientras el número de matrimonios desciende.
De ahí la invitación de Francisco a
reflexionar seriamente para comprender por qué los jóvenes de hoy no quieren
casarse, a pesar de que casi todos desean una seguridad afectiva estable y un
matrimonio sólido.
El Santo Padre indicó entre los factores que
causan esta situación el temor a equivocarse y fracasar que impide confiar en
la gracia que Cristo ha prometido a la unión conyugal. Y reafirmó que el
matrimonio consagrado por Dios protege a los esposos, puesto que quienes se
casan en el Señor, se transforman en un signo eficaz del amor del Creador en el
mundo.
“Pidamos a la Virgen María – dijo el Papa
Bergoglio al saludar a los fieles y peregrinos de nuestro idioma – que
interceda por todos los esposos, especialmente por los que pasan por
dificultades”. Y añadió que Jesús nos enseña que “la obra de arte de la
sociedad es la familia, el hombre y la mujer que se aman”.
(María Fernanda Bernasconi - RV).
Texto completo de la catequesis del Papa
traducida del italiano
La familia: el matrimonio (I)
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Nuestra reflexión sobre el designio
originario de Dios sobre la pareja hombre-mujer, después de haber considerado
las dos narraciones del Libro del Génesis, se dirige ahora directamente a
Jesús.
El evangelista Juan, al comienzo de su
Evangelio, narra el episodio de las bodas de Caná, en las cuales estaban
presentes la Virgen María y Jesús, con sus primeros discípulos (cfr. Jn 2,
1-11). ¡Jesús no sólo participó en aquel matrimonio, sino que “salvó la fiesta”
con el milagro del vino! Por lo tanto, el primero de sus signos prodigiosos,
con el cual Él revela su gloria, lo cumplió en el contexto de un matrimonio y
fue un gesto de gran simpatía por aquella familia naciente, solicitado por el
apremio materno de María. Y esto nos hace recordar el libro del Génesis, cuando
Dios terminó la obra de la creación y hace su obra maestra; la obra maestra es
el hombre y la mujer. Y aquí precisamente Jesús comienza sus milagros, con esta
obra maestra, en un matrimonio, en una fiesta de bodas: un hombre y una mujer.
Así Jesús nos enseña que la obra maestra de la sociedad es la familia: ¡el
hombre y la mujer que se aman! ¡Ésta es la obra maestra!
Desde los tiempos de las bodas de Caná,
tantas cosas han cambiado, pero aquel “signo” de Cristo contiene un mensaje
siempre válido.
Hoy, no parece fácil hablar del matrimonio
como de una fiesta que se renueva en el tiempo, en las diversas estaciones de
la entera vida de los cónyuges. Es un hecho que las personas que se desposan
son siempre menos. Esto es un hecho: los jóvenes no quieren casarse. En muchos
países en cambio aumenta el número de las separaciones, mientras disminuye el
número de los hijos. La dificultad para quedarse juntos – ya sea como pareja
que como familia – lleva siempre a romper los vínculos siempre con mayor
frecuencia y rapidez, y precisamente los hijos son los primeros en pagar las
consecuencias. Pero pensemos que las primeras víctimas, las víctimas más
importantes, las víctimas que sufren más en una separación son los hijos. Si
experimentas desde pequeño que el matrimonio es un vínculo “a tiempo
determinado”, inconscientemente para ti será así. En efecto, muchos jóvenes son
llevados a renunciar al proyecto mismo de un vínculo irrevocable y de una
familia duradera. Creo que debemos reflexionar con gran seriedad sobre el
porqué tantos jóvenes “no se sienten” de casarse. Existe esta cultura de lo
provisorio…todo es provisorio, parece que no hay algo definitivo.
Ésta de los jóvenes que no quieren casarse es
una de las preocupaciones que surgen en el día de hoy: ¿por qué los jóvenes no
se casan? ¿Por qué a menudo prefieren una convivencia y tantas veces “a
responsabilidad limitada”? ¿Por qué muchos – también entre los bautizados –
tienen poca confianza en el matrimonio y en la familia? Es importante tratar de
entender, si queremos que los jóvenes puedan encontrar el camino justo para
recorrer. ¿Por qué no tienen confianza en la familia?
Las dificultades no son sólo de carácter
económico, si bien estas son realmente serias. Muchos consideran que el cambio
sucedido en estos últimos decenios haya sido puesto en marcha por la
emancipación de la mujer. Pero ni siquiera este argumento es válido. ¡Pero ésta
es también una injuria! ¡No, no es verdad! Es una forma de machismo, que
siempre quiere dominar a la mujer. Hacemos el papelón que hizo Adán, cuando
Dios le dijo: “¿Pero por qué has comido la fruta?” Y él: “Ella me la dio”. Es
culpa de la mujer. ¡Pobre mujer! ¡Debemos defender a las mujeres, eh! En
realidad, casi todos los hombres y las mujeres querrían una seguridad afectiva
estable, un matrimonio sólido y una familia feliz. La familia está en la cima
de todos los índices de agrado entre los jóvenes; pero, por miedo de
equivocarse, muchos no quieren ni siquiera pensar en ella; no obstante son
cristianos, no piensan al matrimonio sacramental, signo único e irrepetible de
la alianza, que se transforma en testimonio de la fe. Quizás, precisamente este
miedo de fracasar es el más grande obstáculo para acoger la palabra de Cristo,
que promete su gracia a la unión conyugal y a la familia.
El testimonio más persuasivo de la bendición
del matrimonio cristiano es la vida buena de los esposos cristianos y de la
familia. ¡No hay modo mejor para decir la belleza del sacramento! El matrimonio
consagrado por Dios custodia aquel vínculo entre el hombre y la mujer que Dios
ha bendecido desde la creación del mundo; y es fuente de paz y de bien para la
entera vida conyugal y familiar. Por ejemplo, en los primeros tiempos del
Cristianismo, esta gran dignidad del vínculo entre el hombre y la mujer venció
un abuso considerado entonces completamente normal, es decir, el derecho de los
maridos de repudiar a las esposas, también con los motivos más falsos y
humillantes. El Evangelio de la familia, el Evangelio que anuncia precisamente
este sacramento ha vencido esta cultura de repudio habitual.
El germen cristiano de la radical igualdad
entre los cónyuges hoy debe traer nuevos frutos. El testimonio de la dignidad
social del matrimonio se hará persuasivo precisamente por este camino, el
camino del testimonio que atrae, el camino de la reciprocidad entre ellos, de
la complementariedad entre ellos.
Por esto, como cristianos, debemos hacernos
más exigentes a este respecto. Por ejemplo: sostener con decisión el derecho a
la igual retribución por igual trabajo ¿por qué se da por cierto que las
mujeres deben ganar menos que los hombres? ¡No! ¡El mismo derecho! ¡La
disparidad es un puro escándalo! Al mismo tiempo, reconocer como riqueza
siempre válida la maternidad de las mujeres y la paternidad de los hombres, a
beneficio sobre todo de los niños. Igualmente, la virtud de la hospitalidad de
las familias cristianas reviste hoy una importancia crucial, especialmente en
las situaciones de pobreza, de degrado, de violencia familiar.
Queridos hermanos y hermanas, ¡no tengamos
miedo de invitar a Jesús a la fiesta de bodas! Y no tengamos miedo de invitar a
Jesús a nuestra casa, para que esté con nosotros y custodie la familia. ¡Y
también a su madre, María! Los cristianos, cuando se desposan “en el Señor” son
transformados en un signo eficaz del amor de Dios. Los cristianos no se
desposan sólo por sí mismos: se desposan en el Señor en favor de toda la
comunidad, de la entera sociedad.
De esta bella vocación del matrimonio
cristiano, hablaré en la próxima catequesis. Gracias.
(Traducción del italiano: Maria Cecilia
Mutual - RV)
(from Vatican Radio)
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