Homilías del Papa y Temas sacerdotales
Via Crucis
en el Coliseo de Roma el Viernes Santo
Oh Cristo
crucificado y victorioso, tu Vía Crucis es la síntesis de tu vida y el icono de
tu obediencia a la voluntad del Padre y la realización de tu infinito amor por
nosotros, pecadores, y la prueba de tu misión y el cumplimiento definitivo de
la revelación y de la historia de la salvación. El peso de tu cruz nos libra de
todos nuestros pesos fardos. En tu obediencia a la voluntad del Padre nosotros
nos percatamos de nuestra rebelión y desobediencia.
En Ti,
vendido, traicionado, y crucificado por tu gente y por tus seres queridos,
vemos nuestras traiciones cotidianas y nuestras habituales infidelidades. En tu
inocencia, Cordero inmaculado, veamos nuestra culpabilidad. En tu rostro
abofeteado, escupido, desfigurado, vemos la brutalidad de nuestros pecados. En
la crueldad de tu Pasión vemos la crueldad de nuestro corazón y de nuestras
acciones. En tu sentirte abandonado vemos a todos los abandonados por sus
familiares, por la sociedad, de la atención y de la solidaridad. En tu cuerpo
sacrificado, desgarrado y lacerado vemos los cuerpos de nuestros hermanos abandonados
a lo largo de las calles, desfigurados por nuestra negligencia y por nuestra
indiferencia. En tu sed, Señor, vemos la sed de tu Padre misericordioso que en
ti ha querido abrazar, perdonar y salvar a toda la humanidad.
En Ti,
Divino Amor, vemos aún hoy a nuestros hermanos perseguidos, decapitados y
crucificados por su fe en ti, bajo nuestros ojos o con frecuencia con nuestro
silencio cómplice. Imprime, Señor, en nuestros corazones sentimientos de fe,
esperanza, caridad, dolor por nuestros pecados y llévanos a arrepentirnos de
nuestros pecados que te han crucificado. Condúcenos a transformar nuestra
conversión hecha de palabras, en conversión de vida y de obras. Llévanos a
custodiar en nosotros un recuerdo vivo de tu rostro desfigurado para no olvidar
jamás el enorme precio que pagaste para liberarnos.
Jesús
crucificado, refuerza en nosotros la fe que para que no se derrumbe frente a
las tentaciones. Reaviva en nosotros la esperanza para que no se pierda
siguiendo las seducciones del mundo. Custodia en nosotros la caridad que no se
deja engañar por la corrupción y la mundanidad. Enséñanos que la Cruz es camino a la Resurrección. Enséñanos
que el Viernes Santo es el camino hacia la Pascua de la luz. Enséñanos que Dios jamás se
olvida de ninguno de sus hijos y que no se cansa nunca de perdonarnos y de
abrazarnos con su infinita misericordia, pero enséñanos también a no cansarnos
jamás de pedir perdón y de creer en la misericordia sin límites del Padre.
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