Homilías del Papa y Temas sacerdotales
Evangelio de hoy
Breve
explicación teológica
Día litúrgico:
Miércoles III de Pascua
22/04/2015
Texto del Evangelio (Jn 6,35-40): En aquel
tiempo, Jesús dijo a la gente: «Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no
tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed. Pero ya os lo he dicho:
Me habéis visto y no creéis. Todo lo que me dé el Padre vendrá a mí, y al que
venga a mí no lo echaré fuera; porque he bajado del cielo, no para hacer mi
voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Y esta es la voluntad del que
me ha enviado; que no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite
el último día. Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al
Hijo y crea en Él, tenga vida eterna y que yo le resucite el último día».
Comentario:
Fr. Gavan JENNINGS (Dublín,
Irlanda)
«El que venga a mí, no tendrá hambre»
Hoy vemos cuánto le preocupan a Dios
nuestro hambre y nuestra sed.
¿Cómo podríamos continuar pensando que Dios es
indiferente ante nuestros sufrimientos? Más aún, demasiado frecuentemente
"rehusamos creer" en el amor tierno que Dios tiene por cada uno de
nosotros. Escondiéndose a Sí mismo en la Eucaristía, Dios muestra la increíble
distancia que Él está dispuesto a recorrer para saciar nuestra sed y nuestro
hambre.
Pero, ¿de qué "sed" y qué
"hambre" se trata? En definitiva, son el hambre y la sed de la
"vida eterna". El hambre y la sed físicas son sólo un pálido reflejo
de un profundo deseo que cada hombre tiene ante la vida divina que solamente
Cristo puede alcanzarnos. «Ésta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea
al Hijo y crea en Él, tenga vida eterna» (Jn 6,39). ¿Y qué debemos hacer para
obtener esta vida eterna tan deseada? ¿Algún hecho heroico o sobre-humano?
¡No!, es algo mucho más simple. Por eso, Jesús dice: «Al que venga a mí no lo
echaré fuera» (Jn 6,37). Nosotros sólo tenemos que acudir a Él, ir a Él.
Estas palabras de Cristo nos estimulan a
acercarnos a Él cada día en la Misa. ¡Es la cosa más sencilla en el mundo!:
simplemente, asistir a la Misa; rezar y entonces recibir su Cuerpo. Cuando lo
hacemos, no solamente poseemos esta nueva vida, sino que además la irradiamos
sobre otros.
El Papa Francisco, el entonces Cardenal Bergoglio, en una homilía
del Corpus Christi, dijo: «Así como es lindo después de comulgar, pensar
nuestra vida como una Misa prolongada en la que llevamos el fruto de la
presencia del Señor al mundo de la familia, del barrio, del estudio y del
trabajo, así también nos hace bien pensar nuestra vida cotidiana como
preparación para la Eucaristía, en la que el Señor toma todo lo nuestro y lo
ofrece al Padre».
Otro comentario del Evangelio de hoy:
Rev. D. Joaquim MESEGUER García
(Sant Quirze del Vallès, Barcelona, España)
Esta es la voluntad de mi Padre: que todo
el que vea al Hijo y crea en Él, tenga vida eterna
Hoy, Jesús se presenta como el pan de vida.
A primera vista, causa curiosidad y perplejidad la definición que da de sí
mismo; pero, cuando profundizamos, nos damos cuenta de que en estas palabras se
manifiesta el sentido de su misión: salvar al hombre y darle vida. «Ésta es la
voluntad del que me ha enviado; que no pierda nada de lo que él me ha dado,
sino que lo resucite el último día» (Jn 6,39). Por esta razón y para perpetuar
su acción salvadora y su presencia entre nosotros, Jesucristo se ha hecho para
nosotros alimento de vida.
Dios hace posible que creamos en Jesucristo
y nos acerquemos a Él: «Todo lo que me dé el Padre vendrá a mí, y al que venga
a mí no lo echaré fuera; porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad,
sino la voluntad del que me ha enviado» (Jn 6,37-38). Acerquémonos, pues, con
fe a Aquel que ha querido ser nuestro alimento, nuestra luz y nuestra vida, ya
que «la fe es el principio de la verdadera vida», como afirma san Ignacio de
Antioquía.
Jesucristo nos invita a seguirlo, a
alimentarnos de Él, dado que esto es lo que significa verlo y creer en Él, y a
la vez nos enseña a realizar la voluntad del Padre, tal como Él la lleva a
cabo. Al enseñar a los discípulos la oración de los hijos de Dios, el
Padrenuestro, colocó seguidas estas dos peticiones: «Hágase tu voluntad en la
tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día». Este pan no sólo
se refiere al alimento material, sino a sí mismo, alimento de vida eterna, con
quien debemos permanecer unidos día tras día con la cohesión profunda que nos
da el Espíritu Santo.
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