Homilías del Papa y Temas sacerdotales
Homilía
del Papa: Dios es la “gran belleza”, todo lo demás pasa
El
Papa Francisco celebra la Misa matutina
en la capilla de la Casa de Santa Marta -
OSS_ROM
13/11/2015
12:34SHARE:
(RV).-
Hay dos peligros que asechan a los creyentes: la tentación de divinizar las
cosas de la tierra e incluso de idolatrar los “hábitos”, como si todo tuviera
que durar para siempre. En cambio, la única belleza eterna a la que debemos
tender es Dios. Lo afirmó el Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina
celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta.
“La
gran belleza es Dios”. Lo reza también el Salmo: “Los cielos narran la belleza
de Dios”. El problema del hombre es que con frecuencia se arrodilla ante lo
que, de aquel esplendor es sólo un reflejo – que un día, de todos modos, se
apagará – o incluso, se vuelve devoto de
placeres aún más pasajeros.
Apegados
a las bellezas de acá
El
Papa Bergoglio desarrolló su homilía poniendo de manifiesto las dos idolatrías
en las que también puede caer quien tiene fe. La primera Lectura y el Salmo –
observó Francisco – se refieren a “la
belleza de la creación”, pero también subrayan “el error” de “aquella gente que
en estas cosas bellas no ha sido capaz de ver más allá, es decir la
trascendencia”. Una actitud en la que el Pontífice identifica lo que denomina
“la idolatría de la inmanencia”, que hace que uno se detenga ante una belleza
“sin un más allá”:
“Se
han apegado a esta idolatría; están sorprendidos por su poder y energía. No han
pensado cuán superior es su Soberano, porque los ha creado, Aquel que es
principio y autor de la belleza. Es una idolatría mirar las bellezas – tantas –
sin pensar que habrá un ocaso. También el ocaso tiene su belleza… Y esta idolatría
de estar apegados a las bellezas de acá, sin la trascendencia, todos nosotros
corremos el riesgo de tenerla. Es la idolatría de la inmanencia. Creemos que
las cosas son como son, son casi dioses, que jamás terminarán. Olvidamos el
ocaso”.
Divinizar
los hábitos
La
otra idolatría – subrayó el Santo Padre – “es la de los hábitos” que ensordecen
el corazón. Francisco la ilustró recordando las palabras de Jesús en el
Evangelio del día, con su descripción de los hombres y las mujeres en tiempos
de Noé o los de Sodoma cuando, recuerda que “comían, bebían, tomaban esposa y
esposo” sin preocuparse por otra cosa, hasta el momento del diluvio o de la
lluvia de fuego y azufre, de la destrucción absoluta:
“Todo
es habitual. La vida es así: vivimos así, sin pensar en el ocaso de este modo
de vivir. También esto es una idolatría: estar apegado a los hábitos, sin
pensar que esto terminará. Y la Iglesia nos hace ver el final de estas cosas.
También los hábitos pueden ser pensados como dioses. ¿La idolatría? La vida es
así, vamos adelante así… Y así como la belleza terminará en otra belleza,
nuestro hábito terminará en una eternidad, en otro hábito. ¡Pero está Dios!”.
Mirar
la belleza que no pasa
En
cambio – exhortó el Obispo de Roma – es necesario dirigir la mirada “siempre
más allá”, hacia “el hábito final”, al
único Dios que está más allá “del fin de las cosas creadas”, como la Iglesia
enseña en estos días que concluyen el Año litúrgico, para no repetir el error
fatal de mirar hacia atrás, como sucedió a la esposa de Lot, teniendo la
certeza que si “la vida es bella, también el ocaso será muy bello”:
“Nosotros – los creyentes – no somos gente que vuelve
atrás, que cede, sino gente que va siempre adelante”. Ir siempre adelante en
esta vida, mirando las bellezas y con los hábitos que tenemos todos nosotros,
pero sin divinizarlas. Terminarán… Que sean estas pequeñas bellezas, que
reflejan la gran belleza, nuestros hábitos para sobrevivir en el canto eterno,
en la contemplación de la gloria de Dios”.
(María
Fernanda Bernasconi - RV).
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