Homilías del Papa y Temas sacerdotales
No se puede dar culto a Dios y
causar daño a los pobres, o anteponer al amor a Dios el propio interés, dijo el
Papa en el Ángelus
Jesús pondera a la viuda pobre
que da todo lo que tiene para vivir: sus dos monedas de cobre - RV
08/11/2015 11:57SHARE:
(RADIO VATICANA).- Sobre cómo no
deben ser los seguidores de Jesús y el ideal ejemplar del cristiano, habló
Francisco en el Ángelus del 8 de noviembre de 2015. No se puede dar culto a
Dios y causar daño a los pobres, o anteponer al amor a Dios a la vanagloria o
el propio interés, dijo, hablando de los escribas y doctores de la ley que
tienen el defecto de la soberbia, la avidez y la hipocresía. "Pero, bajo
apariencias tan solemnes se esconden falsedad e injusticia. Mientras se
pavonean en público, usan su autoridad – así dice Jesús - para devorar los
bienes de las viudas" y las personas más indefensas y desamparadas.
"También hoy existe el riesgo de asumir estas conductas, por ejemplo,
cuando se separa la oración de la justicia, porque no se puede rendir culto a
Dios y causar daño a los pobres. O cuando se dice que se ama a Dios y, sin
embargo, se antepone a Él la propia vanagloria, el propio provecho".
Tomando el ejemplo de la viuda
pobre que puso todo lo que tenía para vivir en el tesoro del Templo, el Sucesor
de Pedro explicó que "Jesús observa atentamente a esa mujer y llama la
atención de los discípulos diciendo que la viuda, con discreción y humildad, ha dado «todo lo que tenía para
vivir» por ello – dice Jesús – ella ha dado más que todos. "En su pobreza
ha comprendido que, teniendo a Dios, lo tiene todo; se siente amada totalmente
por Él y, a su vez, lo ama totalmente. ¡Qué lindo ejemplo esa viejita, lindo
ejemplo!" Jesús, hoy, nos dice
también a nosotros que el metro de juicio no es la cantidad, sino la plenitud.
Hay una enfermedad que hace que el corazón se baje hasta la billetera".
El Papa comparó a la viuda pobre
con la Virgen María que dió toda su vida a Dios por nosotros, pidió que nos
pongamos en su escuela y rogó a Dios para todos un corazón pobre, pero rico de
generosidad alegre y gratuita. jesuita Guillermo Ortiz- RV
Voz y texto completo de la
reflexión dominical del Papa
traducido del italiano por Cecilia de Malak -
RADIO VATICANA
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Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días, con este lindo sol!
El episodio del Evangelio de este
domingo se compone de dos partes: en una se describe cómo no deben ser los
seguidores de Cristo; en la otra, se propone un ideal ejemplar de cristiano.
Comencemos por la primera, qué
cosa no tenemos que hacer: en la primera parte, Jesús adeuda a los escribas,
maestros de la ley, tres defectos que se manifiestan en su estilo de vida:
soberbia, avidez e hipocresía. A ellos «les gusta pasearse con largas
vestiduras, ser saludados en las plazas y ocupar los primeros asientos en las
sinagogas y los banquetes» (Mc 12,38-39). Pero, bajo apariencias tan solemnes,
se esconden falsedad e injusticia. Mientras se pavonean en público, usan su
autoridad – así dice Jesús - para «devorar los bienes de las viudas» (cfr v
40), a las que se consideraba, junto con los huérfanos y los extranjeros, como
a las personas más indefensas y desamparadas. En fin, los escribas – dice Jesús
- «fingen hacer largas oraciones» (v
40).
También hoy existe el riesgo de
asumir estas conductas. Por ejemplo, cuando se separa la oración de la
justicia, porque no se puede rendir culto a Dios y causar daño a los pobres. O
cuando se dice que se ama a Dios y, sin embargo, se antepone a Él la propia
vanagloria, el propio provecho.
Y en esta línea, se coloca la segunda
parte del Evangelio de hoy. La escena se ambienta en el templo de Jerusalén,
precisamente en el lugar donde la gente echaba las monedas como oferta. Hay
muchos ricos que echan tantas monedas y hay una pobre mujer, viuda, que da
apenas dos pequeñas monedas. Jesús observa atentamente a esa mujer y llama la
atención de los discípulos sobre el contraste neto de la escena. Los ricos han
dado, con gran ostentación, lo que para ellos era superfluo, mientras que la
viuda, con discreción y humildad, ha
dado «todo lo que tenía para vivir» (v 44); por ello – dice Jesús – ella ha
dado más que todos. Debido a su extrema pobreza, hubiera podido ofrecer una
sola moneda para el templo y quedarse con la otra. Pero ella no quiere hacer a
medias con Dios: se priva de todo. En su pobreza ha comprendido que, teniendo a
Dios, lo tiene todo; se siente amada totalmente por Él y, a su vez, lo ama
totalmente. ¡Qué lindo ejemplo esa viejita, lindo ejemplo!
Jesús, hoy, nos dice también a
nosotros que el metro de juicio no es la cantidad, sino la plenitud. Hay una
diferencia entre cantidad y plenitud. Tú puedes tener tanto dinero, pero ser
una persona vacía. No hay plenitud en tu corazón. Piensen esta semana en la
diferencia que hay entre cantidad y plenitud.
No es cosa de billetera, sino de corazón. Hay diferencia entre billetera
y corazón… Hay enfermedades cardiacas
que hacen que el corazón se baje hasta la billetera… ¡Y esto no va bien!
Amar a Dios «con todo el corazón» significa confiar en Él, en su providencia, y
servirlo en los hermanos más pobres, sin esperarnos nada a cambio.
Permítanme que cuente una
anécdota, que sucedió en mi diócesis precedente. Estaban en la mesa una mamá
con sus tres hijos; el papá estaba en el trabajo; estaban comiendo milanesas…
Ese en ese momento, llaman a la puerta y uno de los hijos – chicos, 5, 6 años,
7 años, el más grande – viene y dice: «Mamá, hay un mendigo que pide comida». Y
la mamá, una buena cristiana, les pregunta: «¿qué hacemos? – Démosle mamá…
Bien… Agarra el tenedor y el cuchillo y les quita la mitad de cada milanesa.
¡Ah, non, mamá no! ¡Así no! Agarra de la refrigeradora - ¡No! ¡Preparamos tres
sándwiches así! Y los hijos aprendieron
que la verdadera caridad se hace no con lo que nos sobra, sino con lo que nos
es necesario. Estoy seguro de que esa tarde tuvieron un poco de hambre.. ¡pero,
así se hace!
Ante las necesidades del prójimo,
estamos llamados a privarnos – como esos niños, de la mitad de la milanesa – de
algo indispensable, no sólo de lo superfluo; estamos llamados a dar el tiempo
necesario, no sólo el que nos sobra; estamos llamados a dar enseguida sin
reservas algún talento nuestro, no después de haberlo utilizado para nuestros
objetivos personales o de grupo.
Pidamos al Señor que nos admita a
la escuela de esta pobre viuda, que Jesús, entre el desconcierto de los
discípulos, hace subir a la cátedra y presenta como maestra de Evangelio vivo.
Por intercesión de María, la mujer pobre que ha dado toda su vida a Dios por
nosotros, pidamos el don de un corazón pobre, pero rico de una generosidad
alegre y gratuita.
(Traducción del italiano: Cecilia de Malak - Radio Vaticana)
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