Homilías del Papa y Temas sacerdotales
Contemplar el Evangelio de hoy
Evangelio de hoy
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Día litúrgico: Lunes XXVII del tiempo ordinario
Santoral 5 de Octubre:
Témporas de acción de gracias y
de petición
Texto del Evangelio
(Lc 10,25-37): En aquel tiempo, se levantó un maestro de la Ley, y dijo para
poner a prueba a Jesús: «Maestro, ¿qué he de hacer para tener en herencia la
vida eterna?». Él le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?».
Respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con
todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo». Díjole
entonces: «Bien has respondido. Haz eso y vivirás».
Pero él, queriendo
justificarse, dijo a Jesús: «Y ¿quién es mi prójimo?». Jesús respondió: «Bajaba
un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después
de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto. Casualmente,
bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo,
un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano
que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, acercándose,
vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia
cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos
denarios, se los dio al posadero y dijo: Cuida de él y, si gastas algo más, te
lo pagaré cuando vuelva. ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que
cayó en manos de los salteadores?». Él dijo: «El que practicó la misericordia
con él». Díjole Jesús: «Vete y haz tú lo mismo».
Rev. P. Ivan LEVYTSKYY CSsR
(Lviv, Ucrania)
«¿Qué he de hacer
para tener en herencia
la vida eterna?»
Hoy, el mensaje
evangélico señala el camino de la vida: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu
corazón, (…) y a tu prójimo como a ti mismo» (Lc 10,27). Y porque Dios nos ha
amado primero, nos lleva a la unión con Él. La beata Teresa de Calcuta dice:
«Nosotros necesitamos esta unión íntima con Dios en nuestra vida cotidiana. ¿Y
cómo podemos conseguirla? A través de la oración». Estando en unión con Dios
empezamos a experimentar que todo es posible con Él, incluso el amar al
prójimo.
Alguien decía que
el cristiano entra en la iglesia para amar a Dios y sale para amar al prójimo.
El Papa Benedicto subraya que el programa del cristiano —el programa del buen
samaritano, el programa de Jesús— es «un corazón que ve». ¡Ver y parar! En la
parábola, dos personas ven al necesitado, pero no paran. Por esto Cristo
reprochaba a los fariseos diciendo: «Tenéis ojos y no veis» (Mc 8,18). Al
contrario, el samaritano ve y para, tiene compasión y así salva la vida al
necesitado y a sí mismo.
Cuando el famoso
arquitecto catalán Antonio Gaudí fue atropellado por un tranvía, algunas
personas que estaban de paso no pararon para ayudar a aquel anciano herido. No
llevaba documento alguno y por su aspecto parecía un mendigo. Seguramente que
si la gente hubiese sabido quién era aquel prójimo, hubiese hecho cola para
auxiliarlo.
Cuando practicamos
el bien, pensamos que lo hacemos por el prójimo, pero realmente también lo
hacemos por Cristo: «Os aseguro que todo lo que hicisteis por uno de los más
pequeños de estos mis hermanos, a mi lo hicisteis» (Mt 25,40). Y mi prójimo,
dice Benedicto XVI, es cualquiera que tenga necesidad de mí y que yo pueda ayudar.
Si cada uno, al ver al prójimo en necesidad, se detuviera y se compadeciera de
él una vez al día o a la semana, la crisis disminuiría y el mundo devendría
mejor. «Nada nos asemeja tanto a Dios como las obras buenas» (San Gregorio de
Nisa).
Hno. Lluís SERRA i
Llançana
(Roma, Italia)
«El que practicó la
misericordia con él»
Hoy, un maestro de la Ley plantea a Jesús una pregunta que
quizás nos hemos formulado más de una vez: «¿Qué he de hacer para tener en
herencia la vida eterna?» (Lc 10,25). Era una pregunta que iba con segundas,
pues quería poner a prueba a Jesús. El maestro responde sabiamente lo que dice
la Ley, es decir, amar a Dios y al prójimo como a uno mismo (cf. Lc 10,27). La
clave es amar. Si buscamos la vida eterna, sabemos que «la fe y la esperanza
pasarán, mientras que el amor no pasará nunca» (cf. 1Cor 13,13). Cualquier
proyecto de vida y cualquier espiritualidad cuyo centro no sea el amor nos
aleja del sentido de la existencia. Un punto de referencia importante es el
amor a uno mismo, a menudo olvidado. Solamente podemos amar a Dios y al prójimo
desde nuestra propia identidad.
El maestro de la Ley va más lejos todavía y pregunta a Jesús: «Y
¿quién es mi prójimo?» (Lc 10,29). La respuesta llega a través de un cuento, de
una parábola, de una historia corta, sin formulaciones teóricas complicadas,
pero con un gran contenido. El modelo de prójimo es un samaritano, es decir, un
marginado, un excluido del pueblo de Dios. Un sacerdote y un levita pasan de
largo al ver al hombre apaleado y malherido. Los que parecen estar más cerca de
Dios (el sacerdote y el levita) son los que están más lejos del prójimo. El
maestro de la Ley evita pronunciar la palabra "samaritano" para
indicar a quien se comportó como prójimo del hombre malherido y dice: «El que practicó
la misericordia con él» (Lc 10,37).
La propuesta de Jesús es clara: «Vete y haz tú lo mismo». No es
la conclusión teórica del debate, sino la invitación a vivir la realidad del
amor, el cual es mucho más que un sentimiento etéreo, pues se trata de un
comportamiento que vence las discriminaciones sociales y que brota del corazón
de la persona. San Juan de la Cruz nos recuerda que «al atardecer de la vida te
examinarán del amor».
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