Homilías del Papa y Temas sacerdotales
Ángelus del Papa 11/10/2015
11/10/2015
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Sólo
recibiendo con humilde gratitud el amor del Señor nos liberamos de las
seducciones de los ídolos y la ceguera, dijo el Papa en el Ángelus
Jesús
muestra al joven rico los pobres
a los que puede dar sus riquezas - RV
11/10/2015
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(RV).-
Sobre la mirada de Jesús habló el Obispo de Roma en la reflexión previa a la
oración dominical del ángelus, que rezó con una marea de fieles y peregrinos
que llegaron a la plaza de san Pedro en el Vaticano, el domingo 11 de octubre,
para escucharlo, rezar con él y recibir su bendición.
En
el Evangelio de Marcos un joven pregunta a Jesús qué debe hacer para alcanzar
vida eterna. Francisco explicó que “Vida eterna no es solo la vida del más
allá, sino que es la vida plena, realizada, sin límites”. Jesús responde que
para alcanzarla hay que cumplir los mandamientos de amor hacia el prójimo. Pero
intuyendo el anhelo que ese joven llevaba en su corazón, que quería algo más,
Jesús le dirigió una mirada intensa llena de ternura y afecto. Entendiendo
también Jesús el punto débil de su interlocutor le hace una propuesta concreta:
dar todos sus bienes a los pobres y seguirlo. “Pero aquel joven tenía el
corazón dividido entre dos patrones: Dios y el dinero –afirmó el Papa-, y se va
triste. Esto demuestra que no pueden convivir la fe y el apego a las riquezas.
Así, finalmente, la iniciativa del joven cae en la infelicidad de un
seguimiento naufragado.
En
otra mirada entorno a él –comentó el Sucesor de Pedro-, Jesús advierte: Qué
difícil es para los ricos entrar en el reino de Dios. Los discípulos llenos de
estupor se preguntan: quién podrá salvarse y Jesús, con una mirada que los
anima, les dice: es imposible para los hombres pero no para Dios. Expreso
entonces que “si nos confiamos al Señor, podemos superar todos los obstáculos
que nos impiden seguirlo en el camino de la fe… nos libera de la esclavitud de
las cosas y nos da la libertad del servicio por amor”.
El
Vicario de Cristo concluyó preguntando a los jóvenes presentes si han sentido
la mirada de Jesús y si se irían de la plaza con la alegría de la decisión de
seguir a Jesús. Y rogó que “la virgen María nos ayude a abrir el corazón al
amor de Jesús, el único que puede apagar nuestra sed de felicidad”. jesuita
Guillermo Ortiz, RADIO VATICANA
Voz
y texto completo de las palabras del Papa:
«¡Queridos
hermanos y hermanas, buenos días!
El
Evangelio de hoy, tomado del capítulo 10 de Marcos, se articula en tres
escenas, marcadas por tres miradas de Jesús.
La
primera escena presenta el encuentro entre el Maestro y un tal, que - según el
pasaje paralelo de Mateo – es identificado como ‘joven’. El encuentro de Jesús
con un joven. Él corre hacia Jesús, se arrodilla y lo llama «Maestro bueno».
Luego le pregunta: «¿Qué debo hacer para heredar la Vida eterna?» (v. 17). Es
decir, la felicidad. “Vida eterna” no es
solo la vida del más allá, sino que es ésta: la vida plena, cumplida, sin
límites. ¿Qué debemos hacer para alcanzarla? La respuesta de Jesús resume los
mandamientos que se refieren al amor al prójimo. En este contexto, ese joven no
tiene nada que reprocharse; pero evidentemente la observancia de los preceptos
no le basta, no satisface su deseo de plenitud. Y Jesús intuye este deseo que
el joven lleva en su corazón; por lo que su respuesta se traduce en una mirada
intensa llena de ternura y de cariño, así dice el Evangelio: «Jesús lo miró con
amor» (v.21). Se dio cuenta de que era un buen joven… Pero Jesús comprende
también cuál es el punto débil de su interlocutor y le hace una propuesta
concreta: dar todos sus bienes a los pobres y seguirlo. Pero ese joven tiene el
corazón dividido entre dos patrones: Dios y el dinero, y se va triste. Esto
demuestra que no pueden convivir la fe y el apego a las riquezas. Así, al
final, el impulso inicial del joven se apaga en la infelicidad de un
seguimiento naufragado.
En
la segunda escena, el evangelista enfoca los ojos de Jesús y esta vez se trata
de una mirada pensativa, de advertencia: «Mirando alrededor, dijo a sus
discípulos: «¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!»
(v.23). Ante el estupor de los discípulos, que se preguntan: «Entonces, ¿quién
podrá salvarse?» (v. 26), Jesús responde con una mirada de aliento – es la
tercera mirada – y dice: la salvación es sí «imposible para los hombres, ¡pero
no para Dios!» (v.27). Si nos encomendamos al Señor, podemos superar todos los
obstáculos que nos impiden seguirlo en el camino de la fe. Encomendarse al
Señor. Él nos dará la fuerza, él nos dará la salvación, él nos acompaña en el
camino.
Y
así llegamos a la tercera escena, aquella de la solemne declaración de Jesús:
Les aseguro que el que deja todo para seguirme tendrá la vida eterna en el
futuro y el ciento por uno ya en el presente (cfr v 29 y v 30). Este “ciento
por uno” está hecho de las cosas primero poseídas y luego dejadas, pero que se
reencuentran multiplicadas al infinito. Nos privamos de los bienes y recibimos
en cambio el gozo del verdadero bien; nos liberamos de la esclavitud de las
cosas y ganamos la libertad del servicio por amor; renunciamos a poseer y
logramos la alegría del don. Lo que Jesús decía: «Hay más alegría en dar que en
recibir».
El
joven no se ha dejado conquistar por la mirada de Jesús y así no ha podido
cambiar. Solo acogiendo con humilde gratitud el amor del Señor nos liberamos de
la seducción de los ídolos y de la ceguera de nuestras ilusiones. El dinero, el
placer, el éxito deslumbran, pero luego desilusionan: prometen vida, pero
causan muerte. El Señor nos pide el desapego de estas falsas riquezas para
entrar en la vida verdadera, la vida plena, auténtica, luminosa.
Y
yo les pregunto a ustedes, jóvenes, chicos y chicas, que están en la plaza:
¿han percibido la mirada de Jesús sobre ustedes? ¿Qué le quieren responder?
¿Prefieren dejar esta plaza con la alegría que nos da Jesús o con la tristeza
en el corazón que la mundanidad nos ofrece?
Que
la Virgen María nos ayude a abrir nuestro corazón al amor de Jesús, a la mirada
de Jesús, el único que puede apagar nuestra sed de felicidad».
(Traducción
del italiano: Cecilia de Malak)
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