Homilías del Papa y Temas sacerdotales
Contemplar
el Evangelio de hoy
Evangelio
de hoy
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Día
litúrgico: Sábado XXVI del tiempo ordinario
Texto
del Evangelio (Lc 10,17-24): En aquel tiempo, regresaron alegres los setenta y
dos, diciendo: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre». Él les
dijo: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad, os he dado el
poder de pisar sobre serpientes y escorpiones, y sobre todo poder del enemigo,
y nada os podrá hacer daño; pero no os alegréis de que los espíritus se os
sometan; alegraos de que vuestros nombres estén escritos en los cielos».
En
aquel momento, se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo, y dijo: «Yo te
bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas
a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal
ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce
quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a
quien el Hijo se lo quiera revelar».
Volviéndose
a los discípulos, les dijo aparte: «¡Dichosos los ojos que ven lo que veis!
Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis,
pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron».
+ Rev. D. Josep VALL i
Mundo
(Barcelona,
España)
«Se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo, y dijo: ‘Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra’»
Escribe
san Agustín: «¿Podemos llevar algo mejor en el corazón, pronunciarlo con la
boca, escribirlo con la pluma, que estas palabras: ‘Gracias a Dios’? No hay
nada que pueda decirse con mayor brevedad, ni oír con mayor alegría, ni
sentirse con mayor elevación, ni hacer con mayor utilidad». Así debemos actuar
siempre con Dios y con el prójimo, incluso por los dones que desconocemos, como
escribía san Josemaría Escrivá. Gratitud para con los padres, los amigos, los
maestros, los compañeros. Para con todos los que nos ayuden, nos estimulen, nos
sirvan. Gratitud también, como es lógico, con nuestra Madre, la Iglesia.
La
gratitud no es una virtud muy “usada” o habitual, y, en cambio, es una de las
que se experimentan con mayor agrado. Debemos reconocer que, a veces, tampoco
es fácil vivirla. Santa Teresa afirmaba: «Tengo una condición tan agradecida
que me sobornarían con una sardina». Los santos han obrado siempre así. Y lo
han realizado de tres modos diversos, como señalaba santo Tomás de Aquino:
primero, con el reconocimiento interior de los beneficios recibidos; segundo,
alabando externamente a Dios con la palabra; y, tercero, procurando recompensar
al bienhechor con obras, según las propias posibilidades.
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