Homilías del Papa y Temas sacerdotales
Presentación de la Niña María en el Templo de Jerusalén.
La Presentación de Nuestra Señora
al Templo
Fiesta, 21 de noviembre
La Niña María en su Presentación
en el Templo de Jerusalen
Ninguno puede servir a dos
señores, porque tendrá aversión al uno y amor al otro, o si se sujeta al
primero, mirará con desdén al segundo. No podéis servir a Dios y a las
riquezas. (Mateo 6, 24)
La Virgen es presentada en el
Templo de Jerusalén por sus padres Joaquín y Ana.
De la Liturgia de las Horas: En
este día, en que se recuerda la dedicación, el año 543, de la iglesia de Santa
María la Nueva, construida cerca del templo de Jerusalén, celebramos, junto con
los cristianos de la Iglesia oriental, la "dedicación" que María hizo
de sí misma a Dios, ya desde su infancia, movida por el Espíritu Santo, de cuya
gracia estaba llena desde su concepción inmaculada.
Ver: María dio fe al mensaje
divino y concibió por su fe, San Agustín.
Según la tradición, sus padres
llevaron a la Virgen María al Templo a la edad de tres años para que formase
parte de las doncellas que allí eran consagradas a Dios e instruidas en la
piedad.
Fiesta Litúrgica: Ya se celebraba
en el siglo VI en el Oriente. En el 1372, el Papa Gregorio XI, informado por el
canciller de la corte de Chipre sobre la gran celebración que en Grecia se
hacía para esta fiesta el 21 de noviembre, la introdujo en Aviñón. Sixto V
promulgó la fiesta para la Iglesia universal.
La Beata Ana Catalina Emmerick
escribe místicamente de revelaciones que incluyen la presentación de María en
el Templo.
La memoria de la Presentación de
la Santísima Virgen María, tiene una gran importancia, porque en ella se
conmemora uno de los “misterios” de la vida de quien fue elegida por Dios como
Madre de su Hijo y como Madre de la Iglesia. En esta “Presentación” de María se
alude también a la “presentación” de Cristo y de todos nosotros al Padre.
Por otra parte, constituye un
gesto concreto de ecumenismo con nuestros hermanos de Oriente. Esto se puede
apreciar en el comentario de la Liturgia de las Horas que dice: “En este día,
en que se recuerda la dedicación de la iglesia de Santa María la Nueva,
construida cerca del templo de Jerusalén en el año 543, celebramos junto con
los cristianos de la Iglesia oriental, la “dedicación” que María hizo de sí
misma a Dios desde la infancia, movida por el Espíritu Santo, de cuya gracia
estaba llena desde su concepción inmaculada”.
El hecho de la presentación de
María en el templo no lo narra ningún texto de la Sagrada Escritura; de él, sin
embargo, hablan abundantemente y con muchos detalles algunos escritos
apócrifos. María, según la promesa hecha por sus padres, fue llevada al templo
a los tres años, en compañía de un gran número de niñas hebreas que llevaban
antorchas encendidas, con la participación de las autoridades de Jerusalén y
entre el canto de los ángeles. Para subir al templo había quince gradas, que
María caminó sola a pesar de ser tan pequeña. Los apócrifos dicen también que
en el templo María se nutría con un alimento especial que le llevaban los
ángeles, y que ella no vivía con las otras niñas sino en el “Sancta Sanctorum”,
al cual tenía acceso el Sumo Sacerdote sólo una vez al año.
La realidad de la presentación de
María debió ser mucho más modesta y al mismo tiempo más gloriosa. Por medio de
este servicio a Dios en el templo, María preparó su cuerpo, y sobre todo su
alma, para recibir al Hijo de Dios, viviendo en sí misma la palabra de Cristo:
“Bienaventurados más bien los que escuchan la palabra de Dios y la practican”.
Oración:
Te rogamos, Señor, que a cuantos
hoy honramos la gloriosa memoria de la santísima Virgen María, nos concedas,
por su intercesión, participar, como ella, de la plenitud de tu gracia. Por
nuestro Señor Jesucristo. Amén.
Día litúrgico: Viernes XXXIII
del
tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Lc
19,45-48): En aquel tiempo, entrando Jesús en el Templo, comenzó a echar fuera
a los que vendían, diciéndoles: «Está escrito: ‘Mi casa será casa de oración’.
¡Pero vosotros la habéis hecho una cueva de bandidos!». Enseñaba todos los días
en el Templo. Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y también los notables
del pueblo buscaban matarle, pero no encontraban qué podrían hacer, porque todo
el pueblo le oía pendiente de sus labios.
Comentario: P. Josep LAPLANA OSB
Monje de Montserrat (Montserrat, Barcelona, España)
Mi casa será casa de oración
Hoy, el gesto de Jesús es
profético. A la manera de los antiguos profetas, realiza una acción simbólica,
plena de significación de cara al futuro. Al expulsar del templo a los
mercaderes que vendían las víctimas destinadas a servir de ofrenda y al evocar
que «la casa de Dios será casa de oración» (Is 56,7), Jesús anunciaba la nueva
situación que Él venía a inaugurar, en la que los sacrificios de animales ya no
tenían cabida. San Juan definirá la nueva relación cultual como una «adoración
al Padre en espíritu y en verdad» (Jn 4,24). La figura debe dejar paso a la
realidad. Santo Tomás de Aquino decía poéticamente: «Et antiquum documentum /
novo cedat ritui» (Que el Testamento Antiguo deje paso al Rito Nuevo»).
El Rito Nuevo es la palabra de
Jesús. Por eso, san Lucas ha unido a la escena de la purificación del templo la
presentación de Jesús predicando en él cada día. El culto nuevo se centra en la
oración y en la escucha de la Palabra de Dios. Pero, en realidad, el centro del
centro de la institución cristiana es la misma persona viva de Jesús, con su
carne entregada y su sangre derramada en la cruz y dadas en la Eucaristía.
También santo Tomás lo remarca bellamente: «Recumbens cum fratribus (…) se dat
suis manibus» («Sentado en la mesa con los hermanos (…) se da a sí mismo con
sus propias manos»).
En el Nuevo Testamento inaugurado
por Jesús ya no son necesarios los bueyes ni los vendedores de corderos. Lo
mismo que «todo el pueblo le oía pendiente de sus labios» (Lc 19,48), nosotros
no hemos de ir al templo a inmolar víctimas, sino a recibir a Jesús, el
auténtico cordero inmolado por nosotros de una vez para siempre (cf. He 7,27),
y a unir nuestra vida a la suya.
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Fiesta
de hoy-La Presentación de Nuestra Señora al Templo-21 de noviembre
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La
Presentación de Nuestra Señora al Templo
Fiesta,
21 de noviembre
Autor:
Mario Sgarbossa y Luiggi Giovannini | Fuente: Un Santo para cada d?
La
memoria de la Presentación de la Santísima Virgen María, tiene una gran
importancia, porque en ella se conmemora uno de los “misterios” de la vida de
quien fue elegida por Dios como Madre de su Hijo y como Madre de la Iglesia. En
esta “Presentación” de María se alude también a la “presentación” de Cristo y
de todos nosotros al Padre.
Por
otra parte, constituye un gesto concreto de ecumenismo con nuestros hermanos de
Oriente. Esto se puede apreciar en el comentario de la Liturgia de las Horas
que dice: “En este día, en que se recuerda la dedicación de la iglesia de Santa
María la Nueva, construida cerca del templo de Jerusalén en el año 543,
celebramos junto con los cristianos de la Iglesia oriental, la “dedicación” que
María hizo de sí misma a Dios desde la infancia, movida por el Espíritu Santo,
de cuya gracia estaba llena desde su concepción inmaculada”.
El
hecho de la presentación de María en el templo no lo narra ningún texto de la
Sagrada Escritura; de él, sin embargo, hablan abundantemente y con muchos
detalles algunos escritos apócrifos. María, según la promesa hecha por sus
padres, fue llevada al templo a los tres años, en compañía de un gran número de
niñas hebreas que llevaban antorchas encendidas, con la participación de las
autoridades de Jerusalén y entre el canto de los ángeles. Para subir al templo
había quince gradas, que María caminó sola a pesar de ser tan pequeña. Los
apócrifos dicen también que en el templo María se nutría con un alimento
especial que le llevaban los ángeles, y que ella no vivía con las otras niñas
sino en el “Sancta Sanctorum”, al cual tenía acceso el Sumo Sacerdote sólo una
vez al año.
La
realidad de la presentación de María debió ser mucho más modesta y al mismo
tiempo más gloriosa.
Por medio de este servicio a Dios en el templo, María
preparó su cuerpo, y sobre todo su alma, para recibir al Hijo de Dios, viviendo
en sí misma la palabra de Cristo: “Bienaventurados más bien los que escuchan la
palabra de Dios y la practican”.
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