Homilías del Papa y Temas sacerdotales
Día
litúrgico: Sábado XXXII del tiempo ordinario
Día
litúrgico: Domingo XXXIII (A) del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mt
25,14-30):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «Un
hombre, al ausentarse, llamó a sus siervos y les encomendó su hacienda: a uno
dio cinco talentos, a otro dos y a otro uno, a cada cual según su capacidad; y se
ausentó. »Enseguida, el que había recibido
cinco talentos se puso a negociar con ellos y ganó otros cinco. Igualmente el
que había recibido dos ganó otros dos. En cambio el que había recibido uno se
fue, cavó un hoyo en tierra y escondió el dinero de su señor.
»Al cabo de mucho tiempo, vuelve
el señor de aquellos siervos y ajusta cuentas con ellos. Llegándose el que
había recibido cinco talentos, presentó otros cinco, diciendo: ‘Señor, cinco
talentos me entregaste; aquí tienes otros cinco que he ganado’. Su señor le
dijo: ‘¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, al frente de lo
mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor’.
»Llegándose también el de los dos
talentos dijo: ‘Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes otros dos que he
ganado’. Su señor le dijo: ‘¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido
fiel, al frente de lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor’.
»Llegándose también el que había
recibido un talento dijo: ‘Señor, sé que eres un hombre duro, que cosechas
donde no sembraste y recoges donde no esparciste. Por eso me dio miedo, y fui y
escondí en tierra tu talento. Mira, aquí tienes lo que es tuyo’. Mas su señor
le respondió: ‘Siervo malo y perezoso, sabías que yo cosecho donde no sembré y
recojo donde no esparcí; debías, pues, haber entregado mi dinero a los
banqueros, y así, al volver yo, habría cobrado lo mío con los intereses.
Quitadle, por tanto, su talento y dádselo al que tiene los diez talentos.
Porque a todo el que tiene, se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, aun
lo que tiene se le quitará. Y a ese siervo inútil, echadle a las tinieblas de
fuera. Allí será el llanto y el rechinar de dientes’».
Comentario:
P. Antoni POU OSB Monje de
Montserrat
Montserrat, Barcelona, España)
A todo el
que tiene, se le dará y le sobrará
Hoy, Jesús nos narra otra
parábola del juicio. Nos acercamos a la fiesta del Adviento y, por tanto, el
final del año litúrgico está cerca.
Dios, dándonos la vida, nos ha
entregado también unas posibilidades -más pequeñas o más grandes- de desarrollo
personal, ético y religioso. No importa si uno tiene mucho o poco, lo
importante es que se ha de hacer rendir lo que hemos recibido. El hombre de
nuestra parábola, que esconde su talento por miedo al amo, no ha sabido
arriesgarse: «El que había recibido uno se fue, cavó un hoyo en tierra y
escondió el dinero de su señor» (Mt 25,18). Quizá el núcleo de la parábola
pueda ser éste: hemos de tener la concepción de un Dios que nos empuja a salir
de nosotros mismos, que nos anima a vivir la libertad por el Reino de Dios.
La palabra "talento" de
esta parábola -que no es nada más que un peso que denota la cantidad de 30 Kg
de plata- ha hecho tanta fortuna, que incluso ya se la emplea en el lenguaje
popular para designar las cualidades de una persona. Pero la parábola no
excluye que los talentos que Dios nos ha dado no sean sólo nuestras
posibilidades, sino también nuestras limitaciones. Lo que somos y lo que
tenemos, eso es el material con el que Dios quiere hacer de nosotros una nueva
realidad.
La frase «a todo el que tiene, se
le dará y le sobrará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará» (Mt
25,29), no es, naturalmente, una máxima para animar al consumo, sino que sólo
se puede entender a nivel de amor y de generosidad. Efectivamente, si
correspondemos a los dones de Dios confiando en su ayuda, entonces
experimentaremos que es Él quien da el incremento: «Las historias de tantas
personas sencillas, bondadosas, a las que la fe ha hecho buenas, demuestran que
la fe produce efectos muy positivos (…). Y, al revés: también hemos de
constatar que la sociedad, con la evaporación de la fe, se ha vuelto más dura…»
(Benedicto XVI).
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