Homilías del Papa y Temas sacerdotales
Texto
completo del discurso del Papa
a los jóvenes en Morelia
2016-02-17
DISCURSO
COMPLETO DEL PAPA A LOS JÓVENES
EN MORELIA (MÉXICO)
Buenas
tardes.
A
ustedes, jóvenes de México, que están aquí, que están mirando por televisión,
que están escuchando. Quiero enviar un saludo y una bendición que están reunidos
en la Plaza San Juan Pablo II por la archidiócesis de Guadalajara. Me dijeron
que eran miles y miles allí reunidos. Así que somos dos estadios, la plaza San
Juan Pablo II de Guadalajara y nosotros aquí.
Yo
conocía las inquietudes de ustedes, porque me habían hecho llegar un borrador
de lo que más o menos me iban a decir. Pero a medida que hablaban iba tomando
nota de cosas que me parecían importantes para que no quedaran en el aire de lo
que no aparecía.
Cuando
llegué a esta tierra fui recibido con una calurosa bienvenida, constaté ahí
mismo algo que intuía desde hace tiempo: la vitalidad, la alegría, el espíritu
festivo del Pueblo mexicano. «Ahorita»..., después de escucharlos, pero
especialmente después de verlos, constato nuevamente otra certeza, algo que le
dije al Presidente de la Nación en mi primer saludo. Uno de los mayores tesoros
de esta tierra mexicana tiene rostro joven, son sus jóvenes. Sí, son ustedes la
riqueza de esta tierra. Y no dije la esperanza de esta tierra, dije: «Su riqueza».
La montaña puede tener minerales ricos, que van a servir para el progreso de la
humanidad, de sus riquezas, pero esa riqueza hay que transformarla en esperanza
como hacen los mineros cuando sacan los minerales. Ustedes son la riqueza, hay
que transformarla en esperanza.
Daniela
al final hizo un desafío. Todos los que hablaban cuando hablaban de las
dificultades dijeron que todos pudieron vivir, pero no pudieron vivir sin
esperanza.
No
se puede vivir la esperanza, sentir el mañana, si primero uno no logra
valorarse, si no logra sentir que su vida, sus manos, su historia vale la pena.
Sentir eso que Alberto decía, que con mis manos, con mi corazón y con mi mente
puedo construir esperanza. Si no siento eso, la esperanza no podrá entrar en mi
corazón. La esperanza nace cuando se puede experimentar que no todo está
perdido, y para eso es necesario el ejercicio de empezar «por casa», empezar
por sí mismo. No todo está perdido. No estoy perdido, valgo, y valgo mucho. Les
pido silencio ahora, cada uno se contesta en su corazón. ¿Es verdad que no todo
está perdido, yo estoy perdido, yo valgo, valgo poco, valgo mucho?
La
principal amenaza a la esperanza son los discursos que te desvalorizan, te van
como chupando el valor y terminás como caído, como arrugado, con el corazón
triste. Discursos que te hacen sentir de segunda, sino de cuarta. La principal
amenaza a la esperanza es cuando sentís que no le importas a nadie o que estás
dejado de lado. Esa es la gran dificultad para la esperanza, cuando en una
familia, en una sociedad o en una escuela te hacen sentir que no les importas.
Eso es duro, es doloroso, pero eso sucede, o no sucede. ¿Si o no, sucede? La
principal amenaza a la esperanza es cuando sentís que da lo mismo que estés o
que no estés. Eso mata, eso nos aniquila y es puerta de ingreso a tanto dolor.
La principal amenaza a la esperanza es hacerte creer que empiezas a ser valioso
cuando te disfrazas de ropas, marcas, del último grito de la moda, o cuando te
volves prestigio, importante por tener dinero pero, en el fondo, tu corazón no
cree que seas digno de cariño, digno de amor. Y eso tu corazón lo intuye. La
esperanza está amordazada por lo que te hacen creer. No te la dejan surgir.
La
principal amenaza es cuando uno siente que tiene que tener plata para comprar
todo, incluso el cariño de los demás. La principal amenaza es creer que por
tener un gran «carro» sos feliz. ¿Es verdad esto que por tener un gran carro
sos feliz? Ustedes son la riqueza de México, ustedes son la riqueza de la
Iglesia. Y permitame que les diga una frase de mi tierra, no les estoy sobando
el lomo, no les estoy adulando y entiendo que muchas veces se vuelve difícil
sentirse la riqueza cuando nos vemos expuestos continuamente a la pérdida de
amigos o de familiares en manos del narcotráfico, de las drogas, de
organizaciones criminales que siembran el terror. Es difícil sentirse la
riqueza de una nación cuando no se tienen oportunidades de trabajo digno
(Alberto, lo expresaste claramente) posibilidades de estudio y capacitación,
cuando no se sienten reconocidos los derechos que terminan impulsándolos a
situaciones límites. Es difícil sentirse la riqueza de un lugar cuando, por ser
jóvenes, se los utiliza para fines mezquinos seduciéndolos con promesas que al
final no son reales, son pompas de jabón. Y es difícil sentirse ricos, la
esperanza la llevan adentro, y la riqueza la llevan adentro, pero no es fácil.
Faltan oportunidades. Pero, pese a todo, esto no me voy a cansar de decirlo:
ustedes son la riqueza de México. Roberto, vos dijiste una frase que se me
escapó cuando leí tu apunte, pero que quiero detenerme. Vos hablaste que
perdiste algo, y no dijiste perdí el celular, la plata, el tren porque llegué
tarde. Dijiste, perdimos el encanto de disfrutar del encuentro, perdimos el
encanto de caminar juntos, perdimos el encanto de soñar juntos. Y para que esta
riqueza movida por la esperanza vaya adelante hay que caminar juntos, hay que
encontrarse, hay que soñar. ¡No pierdan el encanto de soñar, atrévanse a soñar!
Soñar, que no es lo mismo que ser dormilones, eso no.
No
crean que les digo esto porque soy bueno, o porque la tengo clara, no queridos
amigos, no es así. Les digo esto y estoy convencido, ¿saben por qué? Porque
como ustedes creo en Jesucristo. Y creo que Daniela fue muy fuerte cuando nos
habló de él. Yo creo en Jesucristo. Él el que renueva continuamente la
esperanza, es Él el que renueve continuamente mi mirada. Es Él el que el
encanto de soñar, de disfrutar juntos. Es Él el que continuamente me invita a
convertir el corazón. Sí, mis amigos, les digo esto porque en Jesús he
encontrado a Aquel que es capaz de encender lo mejor de mí mismo. Y es de su
mano que podemos hacer camino, es de su mano que una y otra vez podemos volver
a empezar, es de su mano que podemos animarnos a decir: Es mentira que la única
forma de vivir, de poder ser joven es
dejando la vida en manos del narcotráfico o de todos aquellos que lo único que
están haciendo es sembrar destrucción y muerte. Eso es mentira, y lo decimos de
la mano de Jesús.
Es
de su mano también que podemos decir que es mentira que la única forma que
tienen de vivir los jóvenes aquí es la pobreza y en la marginación; en la
marginación de oportunidades, en la marginación de espacios, en la marginación
de la capacitación y educación, en la marginación de la esperanza. Es
Jesucristo el que desmiente todos los intentos de hacerlos inútiles, o meros
mercenarios de ambiciones ajenas. El hace que esta riqueza se transforme en esperanza.
Me
han pedido una palabra de esperanza, la que tengo para darles, la que está en
la base de todo, se llama Jesucristo. Cuando todo parezca pesado, cuando
parezca que se nos viene el mundo encima, abracen su cruz, abrácenlo a Él y,
por favor, nunca se suelten de su mano, por favor, nunca se aparten de Él,
aunque los está llevando a mano arrastrándose. Y si se cae una vez, déjanse
levantar por él. Los alpinistas tienen una canción muy linda, a mi me gusta
raccordarsela a los jóvenes. Mientras suben van cantando: en el arte de
ascender, el triunfo no está en no caer, sino en no permanecer caído. Ese es el arte. ¿Y quién es el único que te
puede agarrar de la mano para que no parezcas caído? Jesucristo. A veces te
manda un hermano para que te hable y te ayude.No escondas la mano cuando estés
caído, no digas no me mires que estoy embarrado, no me mires que ya no tengo
remedio. Solamente déjate agarrar la mano y agarrar la mano.Y la riqueza que
tenés adentro va a empezar a dar sus frutos a través de la esperanza, pero
siempre agarrado de la mano de Jesucristo. Ese es el camino. En el arte de
ascender, el triunfo no está en no caer, sino en no permanecer caídos. No se
permitan permanecer caídos. Nunca. ¿De acuerdo?
Y
si ven un amigo o una amiga que se pegó un resbalón en la vida y se cayó, andad
y ofrecerle la mano, pero ofrecérsela con dignidad, ponte al lado de él,
escuchalo, no le digas: te traigo la receta. Como amigo, dale fuerzas con tu
palabra, con la escucha. Esa medicina que se va olvidando, la escuchoterapia.
Dejalo hablar, deja que te cuente. Poco a poco te va a ir extendiendo la mano y
vos lo vas a ayudar en nombre de Jesucristo. Pero si vas de golpe y empiezas a
darle y a darle, pobrecito, lo vas a dejar peor que estabas. Nunca se aperten de
la mano de Jesucristo. Y si se apartan, levántense y siganlo. Él comprende lo
que son estas cosas.
Porque
de la mano de Jesucristo es posible vivir a fondo, de su mano es posible creer
que vale la pena dar lo mejor de sí, ser fermento, ser sal y luz en medio de
sus amigos, de sus barrios, de su comunidad, en medio de la familia. Por esto,
queridos amigos, de la mano de Jesús les pido que no se dejen excluir, no se
dejen desvalorizar, no se dejen tratar como mercancía. Jesús nos dio un consejo
para esto, para no dejarnos excluir, para no dejarnos desvalorizar. Sed astutos
como serpientes y humildes como palomas. Las dos virtudes juntas. A los jóvenes
viveza no les falta. A veces les falta la astucia para que no sean ingenuos.
Las dos cosas, astutos pero sencillos, bondadosos.
Es
cierto, que por este camino no tendrán el último carro en la puerta, no tendrán
los bolsillos llenos de plata, pero tendrán algo que nadie nunca podrá sacarles
que es la experiencia de sentirse amados, abrazados y acompañados. Es el encanto
de disfrutar del encuentro, el encanto de soñar en el encuentro. Es la
experiencia de sentirse familia, de sentirse comunidad. Y es la experiencia de
poder mirar al mundo a la cara con la frente alta. Sin el carro, sin la plata,
pero con la frente alta, la dignidad. Tres palabras, que las vamos a repetir:
Riqueza, esperanza y dignidad. ¿Repetimos? Riqueza, esperanza y dignidad. La
riqueza son ustedes, la esperanza que les da Jesucristo y la dignidad que les
da el no dejarse sobar el lomo y ser mercadería para los bolsillos de otros.
Hoy
el Señor los sigue llamando, los sigue convocando, al igual que lo hizo con el
indio Juan Diego. Los invita a construir un santuario. Un santuario que no es
un lugar físico, sino una comunidad, un santuario llamado parroquia, un
santuario llamado Nación. La comunidad, la familia, el sentirnos ciudadanos, es
uno de los principales antídotos contra todo lo que nos amenaza, porque nos
hace sentir parte de esta gran familia de Dios. No para refugiarnos, no para
encerrarnos, para escaparnos de las amenazas de la vida o de los desafíos, al
contrario, para salir a invitar a otros; para salir a anunciar a otros que ser
joven en México es la mayor riqueza y por lo tanto, no puede ser sacrificada. Y
porque es riqueza, es capaz de tener esperanza y nos da dignidad. ¿De nuevo las
tres palabras? Riqueza, esperanza y dignidad. Riqueza, esa que Dios nos dio y
que tenemos que hacer crecer.
Jesús
nunca nos invitaría a ser sicarios, sino que nos llama discípulos, nos llama
amigos. Él nunca nos mandaría al muere,
sino que todo en Él es invitación a la vida. Una vida en familia, una vida en
comunidad; una familia y una comunidad a favor de la sociedad. Y aquí, Rosario,
retomo lo que vos dijiste, una cosa tan linda: En la familia se aprende
compañia solidaridad, a discernir, a pelearse y a arreglarse, a discutir y a
abrazarse y a besarse. La familia es la primera escuela de la nación y ahí está
esa riqueza que tienen ustedes. En la familia van a encontrar la esperanza,
porque está Jesús, y en la familia van a encontrar dignidad. Nunca dejen de
lado la familia. La familia es la piedra de base de la construcción de una gran
nación.
Ustedes
son la riqueza de este País, tienen esperanza y sueña. También Rosario habló de
soñar. ¿Ustedes sueñan con tener una familia? Queridos hermanos, ustedes son la
riqueza de este país. Cuando Cuando duden de eso, miren a Jesucristo, el que
desmiente todos los intentos de hacerlos inútiles, o meros mercenarios de
ambiciones ajenas. Les agradezco este encuentro y les pido que recen por mi.
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