Homilías del Papa y Temas sacerdotales
Ángelus
del Papa:
misión de la Iglesia es que todos encuentren
la misericordia de Dios
El
Papa en la cita del Ángelus dominical
- OSS_ROM
07/02/2016
12:01SHARE:
La
esencia del cristianismo es difundir
el amor regenerador y gratuito de Dios,
su
ternura y misericordia
(RV).-
«La lógica que guía la misión de Jesús y la misión de la Iglesia es ir a buscar
a los hombres y a las mujeres para devolver a todos su plena dignidad y
libertad, mediante el perdón de los pecados». El Papa Francisco reiteró una vez
más que «en este Año Santo de la Misericordia estamos llamados a confortar a
cuantos se sienten pecadores e indignos ante el Señor», diciéndoles las mismas palabras
de Jesús: «No temas».
En
la cita mariana dominical, con la participación de numerosos peregrinos en la
Plaza de San Pedro, el Obispo de Roma invocó la ayuda de la Virgen María para
que comprendamos que ser discípulos del Señor es seguir las huellas que ha
dejado el Maestro: «las huellas de la gracia divina que regenera vida para
todos».
¿Sabemos
confiar de verdad en la palabra del Señor?
El
Evangelio de hoy nos interpela, señaló el Papa, tras evocar el ejemplo de los
santos confesores, San Pío de Pietralcina y de San Leopoldo Mandić.
Y reflexionando sobre la lectura del V
domingo del Tiempo Ordinario, que cuenta – en la narración de San Lucas – la
llamada de los primeros discípulos de Jesús y la respuesta del Señor a Simón
Pedro.
Texto y audio completo de las palabras del Papa Francisco
antes del rezo del Ángelus
«¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
El
Evangelio de este domingo cuenta – en la narración de San Lucas – la llamada de
los primeros discípulos de Jesús (Lc 5,1-11). El hecho sucede en un contexto de
vida cotidiana: hay algunos pescadores en la orilla del lago de Galilea, los
cuales, después de una noche de trabajo pasada sin pescar nada, están lavando y
arreglando las redes. Jesús sube a la barca de uno de ellos, Simón, llamado
Pedro, le pide que se aparte un poco de la orilla y se pone a predicar la
Palabra de Dios a la multitud que se había reunido. Cuando termina de hablar le
dice que navegue mar adentro y que echen las redes. Simón había conocido ya a
Jesús y experimentado el poder prodigioso de su palabra, por lo que le
responde: «Maestro, hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada,
pero si tú lo dices, echaré las redes». (v 5). Y esta su fe no queda
decepcionada; en efecto las redes se llenan de tal cantidad de peces que
estaban a punto de romperse (cf v.)
Ante
este evento extraordinario, los pescadores quedan apoderados por el temor.
Simón Pedro se echa a los pies de Jesús diciendo: «Aléjate de mí, Señor, porque
soy un pecador». (v 8) Este signo prodigioso lo ha convencido de que Jesús no
es solo un formidable maestro, cuya palabra es verdadera y poderosa, sino que
Él es el Señor, es la manifestación de Dios. Y esa presencia tan cercana
suscita en Pedro el fuerte sentido de su mezquindad e indignidad. Desde un
punto de vista humano, piensa que debería haber una distancia entre el pecador
y el Santo. En verdad, precisamente su propia condición de pecador requiere que
el Señor no se aparte de él, de la misma forma en que un médico no puede
alejarse de las personas que están enfermas.
La
respuesta de Jesús a Simón Pedro es aseguradora y firme: «No temas, de ahora en
adelante serás pescador de hombres». (v 10) y nuevamente el pescador de
Galilea, volviendo a confiar en esta palaba, abandona todo y sigue a Aquel que
se ha vuelto su Maestro y Señor. Y así hicieron también Santiago y Juan, socios
en el trabajo con Simón. Ésta es la lógica que guía la misión de Jesús y la
misión de la Iglesia: ir a buscar, ‘pescar’ a los hombres y a las mujeres, no
para hacer proselitismo, sino para devolver a todos su plena dignidad y
libertad, mediante el perdón de los pecados. Esto es lo esencial del
cristianismo: difundir el amor regenerador y gratuito de Dios, con actitud de
acogida y de misericordia hacia todos, para que cada uno pueda encontrar la
ternura de Dios y tener plenitud de vida. Y aquí, en particular, pienso en los
confesores: son los primeros en tener que dar la misericordia del padre, según
el ejemplo de Jesús, como hicieron también los dos frailes santos, el Padre
Leopoldo y el Padre Pío.
El
Evangelio de hoy nos interpela: ¿sabemos confiar verdaderamente en la palabra
del Señor? O ¿nos dejamos desalentar por nuestros fracasos? En este Año Santo
de la Misericordia estamos llamados a confortar a cuantos se sienten pecadores
e indignos ante el Señor y abatidos por sus propios errores, diciéndoles las
palabras de Jesús: «No temas». ¡La misericordia del Padre es más grande que tus
pecados! ¡No temas!
Que
nos ayude la Virgen María a comprender cada vez más que ser discípulos
significa poner nuestros pies en las huellas dejadas por el Maestro: son las
huellas de la gracia divina que regenera la vida para todos».
(Traducción
del italiano: Cecilia de Malak)
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