Homilías del Papa y Temas sacerdotales
"Construir
el México que sabe reconocer en el otro la dignidad del Hijo de Dios".
Invitación del Papa al mundo del trabajo.
El
Papa Francisco en el Encuentro con el Mundo del Trabajo - AP
17/02/2016
17:37SHARE:
(RV).- El encuentro y el diálogo para construir el
mañana y reconstruir los vínculos sociales dañados por la falta de comunicación
y de respeto a lo mínimo necesario para una convivencia saludable. De aquí
partió el discurso del Papa Francisco dirigido al mundo del trabajo, penúltima
cita de este viaje apostólico, que se llevó a cabo en el Colegio de Bachilleres
del Estado de Chihuahua.
Dirigiéndose
a las diversas organizaciones de trabajadores, representantes de cámaras y
gremios empresariales, el Obispo de Roma les recordó la responsabilidad que los
une, es decir, aquella de buscar generar espacios de trabajo digno y útil para
la sociedad y en particular, para los jóvenes. De hecho, señaló que la
desocupación genera pobreza, y esta última se convierte en “terreno fértil para
el narcotráfico y la violencia”.
Aunque
la mentalidad reinante propugna la mayor cantidad de ganancias posibles, “a
cualquier tipo de costo y de manera inmediata”, recordó que la mejor inversión
es aquella que se realiza en “la gente, en las personas, en sus familias”, en
“crear oportunidades”. Y afirmando que el flujo del capital no puede determinar
el flujo y la vida de las personas, advirtió que “Dios pedirá cuenta a los
esclavistas de nuestros días”.
También
indicó la importancia de la Doctrina Social de la Iglesia, cuya pretensión es
la de velar por la integridad de las personas y de las estructuras sociales, y
exhortó a luchar para que el trabajo sea una instancia de humanización y de
futuro.
“¿Qué
mundo queremos dejarles a nuestros hijos?”. Concluyendo el discurso el Papa
preguntó si desean dejar a los hijos de la tierra mexicana como legado el mundo
de la explotación, de los salarios insuficientes, del acoso laboral, o aquel
del “trabajo digno, el techo decoroso y
la tierra para trabajar”, y, con la conciencia de que lo planteado por él mismo
no es fácil, subrayó que peor es la falta de negociación y de valoración,
porque “el lucro y el capital no son un bien por encima del hombre, sino que
están al servicio del bien común”.
A
todos, el Sucesor de Pedro invitó a soñar y a construir el México que sus hijos
se merecen, es decir, “el México que sabe reconocer en el otro la dignidad del
hijo de Dios”.
Texto
completo del discurso del Papa Francisco:
Queridos
hermanos y hermanas:
Quise encontrarme con ustedesaquíenestatierrade Juárez, por la especial relación que esta ciudad tiene con el
mundo del trabajo. No sólo les agradezco el saludo de bienvenida y sus
testimonios, que han puesto de manifiesto los desvelos, las alegrías y las
esperanzas que experimentan en sus vidas, sino que quisiera agradecerles
también esta oportunidad de intercambio y de reflexión. Todo lo que podamos
hacer para dialogar, encontrarnos, para buscar mejores alternativas y
oportunidades es ya un logro a valorar y resaltar. Y hay dos palabras que
quiero subrayar: diálogo y encuentro. No cansarse de dialogar. Las guerras se
van gestando de a poquito por la mudez y por los desencuentros. Obviamente que
no alcanza dialogar y encontrarse pero
hoy en día no podemos darnos el lujo de cortar toda instancia de encuentro,
toda instancia de debate, de confrontación, de búsqueda. Es la única manera que
tendremos de poder ir construyendo el mañana, ir tejiendo relaciones
sostenibles capaces de generar el andamiaje necesario que, poco a poco, irá
reconstruyendo los vínculos sociales tan dañados por la falta de comunicación,
tan dañados por la falta de respeto a lo mínimo necesario para una convivencia
saludable. Gracias, y que esta instancia sirva para construir futuro y sea una
buena oportunidad de forjar el México que su pueblo y que sus hijos se merecen.
Me
gustaría detenerme en este último aspecto. Hoy están aquí diversas
organizaciones de trabajadores y representantes de cámaras y gremios
empresariales. A primera vista podrían considerarse como antagonistas, pero los
une la misma responsabilidad: buscar generar espacios de trabajo digno y
verdaderamente útil para la sociedad y especialmente para los jóvenes de esta
tierra. Uno de los flagelos más grandes a los que se ven expuestos los jóvenes
es la falta de oportunidades de estudio y de trabajo sostenible y redituable
que les permita proyectarse, y esto genera en tantos casos, tantos casos,
situaciones de pobreza y marginación. Y esta pobreza y marginación es el mejor
caldo de cultivo para que caigan en el círculo del narcotráfico y de la
violencia. Es un lujo que hoy no nos podemos dar; no se puede dejar solo y
abandonado el presente y el futuro de México, y para eso, diálogo, confrontación,
fuentes de trabajo que vayan creando este sendero constructivo.
Desgraciadamente,
el tiempo que vivimos ha impuesto el paradigma de la utilidad económica como
principio de las relaciones personales. La mentalidad reinante, en todas
partes, propugna la mayor cantidad de ganancias posibles, a cualquier tipo de
costo y de manera inmediata. No sólo provoca la pérdida de la dimensión ética
de las empresas sino que olvida que la mejor inversión que se puede realizar es
invertir en la gente, en las personas, en las familias. La mejor inversión es
crear oportunidades. La mentalidad reinante pone el flujo de las personas al
servicio del flujo de capitales provocando en muchos casos la explotación de
los empleados como si fueran objetos a para usar y tirar, y descartar (cf. Laudato si’, 123). Dios pedirá cuenta a
los esclavistas de nuestros días, y nosotros hemos de hacer todo lo posible
para que estas situaciones no se produzcan más. El flujo del capital no puede
determinar el flujo y la vida de las personas. Por eso me gustó ese anhelo que
se expresó de diálogo, de confrontación.
No
son pocas las veces que, frente a los planteos de la Doctrina Social de la
Iglesia, se salga a cuestionarla diciendo: «Estos pretenden que seamos
organizaciones de beneficencia o que transformemos nuestras empresas en
instituciones de filantropía». La hemos escuchado esa crítica. La única
pretensión que tiene la Doctrina Social de la Iglesia es velar por la
integridad de las personas y de las estructuras sociales. Cada vez que, por diversas
razones, ésta se vea amenazada, o reducida a un bien de consumo, la Doctrina
Social de la Iglesia será voz profética que nos ayudará a todos a no perdernos
en el mar seductor de la ambición. Cada vez que la integridad de una persona es
violada, toda la sociedad es la que, en cierta manera, empieza a deteriorarse.
Y esto que dice la Doctrina Social de la Iglesia no es en contra de nadie, sino
a favor de todos. Cada sector tiene la obligación de velar por el bien del
todo; todos estamos en el mismo barco. Todos tenemos que luchar para que el
trabajo sea una instancia de humanización y de futuro; que sea un espacio para
construir sociedad y ciudadanía. Esta actitud no sólo genera una mejora
inmediata, sino que a la larga va transformándose en una cultura capaz de
promover espacios dignos para todos. Esta cultura, nacida muchas veces de
tensiones, va gestando un nuevo estilo de relaciones, un nuevo estilo de
Nación.
¿Qué
mundo queremos dejarles a nuestros hijos? Creo que en esto la gran mayoría
podemos coincidir. Este es precisamente
nuestro horizonte, esa es nuestra meta y, por ello, hoy tenemos que
unirnos y trabajar. Siempre es bueno pensar qué me gustaría dejarles a mis
hijos; y también es una buena medida para pensar en los hijos de los demás.
¿Qué quiere dejar México a sus hijos? ¿Quiere dejarles una memoria de
explotación, de salarios insuficientes, de acoso laboral o de tráfico de
trabajo esclavo? ¿O quiere dejarles la cultura de la memoria de trabajo digno,
de techo decoroso y de la tierra para trabajar? Las tres “T”: Trabajo, Techo y
Tierra. ¿En qué cultura queremos ver nacer a los que nos seguirán? ¿Qué
atmósfera van a respirar? ¿Un aire viciado por la corrupción, la violencia, la
inseguridad y desconfianza o, por el contrario, un aire capaz de generar –la
palabra es clave-, generar alternativas, generar renovación o cambio? Generar
es ser co-creadores con Dios. Claro, eso cuesta, cuesta.
Sé que lo planteado no es fácil,
pero sé también que es peor dejar el futuro en manos de la corrupción, del
salvajismo, y de la falta de equidad. Sé que no es fácil muchas veces armonizar
todas las partes en una negociación, pero sé también que es peor, y nos termina
haciendo más daño, la carencia de negociación y la falta de valoración. Una vez
me decía un viejo dirigente obrero, honesto como él solo, murió con lo que
ganaba, nunca se aprovechó: “Cada vez que teníamos que sentarnos a una mesa de
negociación, yo sabía que tenía que perder algo para que ganáramos todos”.
Linda la filosofía de ese hombre de trabajo. Cuando se va a negociar siempre se
pierde algo pero ganan todos. Sé que no es fácil poder congeniar en un mundo
cada más competitivo, pero es peor dejar que el mundo competitivo termine
determinando el destino de los pueblos. Esclavos. El lucro y el capital no son
un bien por encima del hombre, están al servicio del bien común. Y, cuando el
bien común es forzado para estar al servicio del lucro, y el capital la única
ganancia posible, eso tiene un nombre, se llama exclusión, y así se va consolidando
la cultura del descarte. ¡Descartado! ¡Excluido!.
Comenzaba agradeciéndoles la
oportunidad de estar juntos. Ayer, uno de los jóvenes en el Estadio de Morelia
que dio testimonio dijo que este mundo quita la capacidad de soñar, y es
verdad. A veces nos quita la capacidad de soñar, la capacidad de la gratuidad.
Cuando un chico o una chica ve al papá y/o a la mamá solamente el fin de semana
porque se va a trabajar antes de que se despierte y vuelve cuando ya está
durmiendo, esa es la cultura del descarte. Quiero invitarlos a soñar, a soñar
en un México donde el papá pueda tener tiempo para jugar con su hijo, donde la
mamá pueda tener tiempo para jugar con sus hijos. Y eso lo van a lograr
dialogando, confrontando, negociando, perdiendo para que ganen todos. Los
invito a soñar el México que sus hijos se merecen; el México donde no haya
personas de primera segunda o de cuarta, sino el México que sabe reconocer en
el otro la dignidad del hijo de Dios.
Y que la Guadalupana, que se manifestó a
San Juan Diego, y reveló cómo los aparentemente dejados de lado eran sus
testigos privilegiados, los ayude a todos, tengan la profesión que tengan,
tengan el trabajo que tengan, a todos en esta tarea de diálogo, confrontación y
encuentro. Gracias.
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