Homilías del Papa y Temas sacerdotales
Francisco
\ Audiencias, Catequesis y Ángelus
Papa:
en los desiertos de la humanidad de hoy,
hacer conocer a Jesús, invitación
apremiante
Oración
y bendición del Papa en el rezo del Ángelus - ANSA
06/12/2015
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Ablandar
los corazones endurecidos, convertirse,
recibir la salvación que Dios ofrece a
todos sin cesar
y ser cristianos enamorados de Jesús
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(RV).-
Con la liturgia del segundo domingo de Adviento, el Papa Francisco introdujo el
rezo dominical a la Madre de Dios, señalando que «la voz del Bautista grita aún
en los desiertos de hoy de la humanidad, que son las mentes cerradas y los corazones
duros, y nos provoca para que nos preguntemos si efectivamente estamos
recorriendo el camino justo, viviendo una vida según el Evangelio».
Hoy,
como entonces, él nos amonesta con las palabras del profeta Isaías: «Preparen
el camino del Señor, allanen sus senderos» (v. 4). Es una invitación apremiante
a abrir el corazón y a recibir la salvación que Dios nos ofrece incesantemente,
casi con testarudez, porque nos quiere a todos libres de la esclavitud del
pecado. Pero el texto del profeta dilata esa voz, preanunciando que «todos los
hombres verán la Salvación de Dios» (v. 6). La salvación es ofrecida a todo
hombre, a todo pueblo, sin excluir a nadie, porque Dios quiere que todos los
hombres sean salvados por medio de Jesucristo, único mediador (cfr 1 Tm 2,4-6)
Sin
avergonzarnos del Evangelio, perdonar y pedir perdón, llorar con los que
lloran, alegrarnos con los que se alegran
Reiterando
que todos estamos llamados a hacer conocer a Jesús en todos los ámbitos de
nuestra vida y a cuantos no lo conocen aún, y evocando las palabras de san
Pablo - «¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!» (1 Cor 9,16), el Obispo de
Roma alentó a tener los mismos sentimientos de Jesús y a ser valientes:
«allanar las montañas del orgullo y de la rivalidad, rellenar los abismos
excavados de la indiferencia y de la apatía, enderezar los senderos de nuestras
perezas y de nuestros acomodamientos».
Invocando
la ayuda de la Virgen María para derribar las barreras y los obstáculos que
impiden nuestra conversión, es decir nuestro camino hacia el encuentro con el
Señor Jesús, el Papa recordó que «¡solo Él puede dar cumplimiento a todas las
esperanzas del hombre!»
(CdM – RV)
Voz
y texto completo de las palabras del Papa Francisco para introducir el rezo del
Ángelus
«¡Queridos
hermanos y hermanas, buenos días!
En
este segundo domingo de Adviento, la liturgia nos pone a la escuela de Juan el
Bautista, que predicaba «anunciando un bautismo de conversión para el perdón de
los pecados» (Lc 3,3). Y nosotros quizá nos preguntemos: «¡Por qué nos
tendríamos que convertir? La conversión es para el que de ateo se vuelve
creyente, de pecador se hace justo, pero nosotros no la necesitamos, acaso ¿ya
no somos cristianos? Podemos preguntarnos esto y sentirnos que estamos que
estamos bien. Y ello no es verdad. Pensando de este modo, nos damos cuenta de
que es precisamente por esta presunción – de que estamos en lo justo – y
precisamente por esta presunción, es que nos debemos convertir: de la
suposición de que, en fin de cuentas, va bien así y no necesitamos conversión
alguna.
Pero
preguntémonos: ¿es cierto que en las diversas situaciones y circunstancias de
la vida, tenemos en nosotros los mismos sentimientos de Jesús? ¿Es verdad que
sentimos como siente Jesús? Por ejemplo, cuando sufrimos algún mal o alguna
afrenta ¿podemos reaccionar sin
animosidad de corazón y perdonar a los que nos piden perdón? ¡Qué difícil es
perdonar, eh! ¡Qué difícil! ‘Me la vas a pagar: esta palabra viene de dentro,
¿eh? Cuando estamos llamados a compartir alegrías y tristezas, ¿sabemos llorar
sinceramente con el que llora y alegrarnos con el que se alegra? Cuando debemos
expresar nuestra fe, ¿sabemos hacerlo con valentía y sencillez, sin
avergonzarnos del Evangelio? ¡Y así podemos plantearnos tantas preguntas! ¡No
estamos bien…, siempre debemos convertirnos, tener los mismos sentimientos que
tenía Jesús.
La
voz del Bautista grita aún en los desiertos de hoy de la humanidad, que son -
¿cuáles son los desiertos de hoy? – son las mentes cerradas y los corazones
duros, y nos provoca para que nos preguntemos si efectivamente estamos
recorriendo el camino justo, viviendo una vida según el Evangelio. Hoy, como
entonces, él nos amonesta con las palabras del profeta Isaías: «¡Preparen el
camino del Señor!» (v. 4). Es una invitación apremiante a abrir el corazón y
recibir la salvación que Dios nos ofrece incesantemente, casi con testarudez,
porque nos quiere a todos libres de la esclavitud del pecado. Pero el texto del
profeta dilata esa voz, preanunciando que «todos los hombres verán la Salvación
de Dios» (v. 6). Y la salvación es ofrecida a todo hombre, a todo pueblo, sin
excluir a nadie, a cada uno de nosotros: nadie de nosotros puede decir: ‘Yo soy
santo, yo soy perfecto, yo ya estoy salvado’ No. Siempre debemos aceptar este
ofrecimiento de la salvación, y por ello el Año de la Misericordia: para
avanzar más en ese camino de la salvación, ese camino que nos ha enseñado
Jesús. Dios quiere que todos los hombres sean salvados por medio de Jesucristo,
único mediador (cfr 1 Tm 2,4-6)
Por
lo tanto cada uno de nosotros está llamado a hacer conocer a Jesús a cuantos no
lo conocen aún: pero ello no es hacer proselitismo. No: es abrir una puerta.
«¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!» (1 Cor 9,16), declaraba san Pablo. Si
a nosotros el Señor Jesús nos ha cambiado la vida, y nos la cambia cada vez que
acudimos a Él, ¿cómo no sentir la pasión de hacerlo conocer a cuantos
encontramos en el trabajo, en la escuela, a los vecinos de casa, en un
condominio, en los hospitales, en los lugares de recreo? Si nos miramos a
nuestro alrededor, encontramos a personas que estarían dispuestas a comenzar o
a volver a comenzar un camino de fe, si encontraran a cristianos enamorados de
Jesús. ¿no deberíamos y no podríamos ser nosotros esos cristianos? Les dejo
esta pregunta: ¿De verdad estoy enamorado de Jesús? ¿Estoy convencido de que
Jesús me ofrece y me da la salvación? Y, si estoy enamorado, ¡tengo que hacerlo
conocer! Pero debemos ser valientes: allanar las montañas del orgullo y de la
rivalidad, rellenar los abismos excavados de la indiferencia y de la apatía,
enderezar los senderos de nuestras perezas y de nuestros acomodamientos.
Que
nos ayude la Virgen María – que es Madre y sabe cómo hacerlo - a derribar las
barreras y los obstáculos que impiden nuestra conversión, es decir nuestro
camino hacia el encuentro con el Señor ¡Solamente Él puede dar cumplimiento a
todas las esperanzas del hombre!»
(Traducción
del italiano: Cecilia de Malak – RV)
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