sábado, 26 de diciembre de 2015

Ángelus del Papa Francisco, 26/12/2015

Homilías del Papa y Temas sacerdotales


Audiencias, Catequesis y Ángelus

Ángelus del Papa: Que María nos oriente para recibir
 y donar el perdón

La Plaza de San Pedro a la hora del Ángelus 
del pasado 20 de diciembre - OSS_ROM

26/12/2015 

(RV).- A la hora del Ángelus del sábado 26 de diciembre, memoria litúrgica de San Esteban, primer mártir cristiano, el Papa Francisco destacó que tras la contemplación de la Solemnidad de la Navidad  y, en consecuencia, del amor misericordioso de Dios, en esta ocasión vemos la respuesta coherente del discípulo de Jesús, que da su vida. De hecho, tras el nacimiento en la tierra del Salvador; nace para el cielo su testigo fiel. Y añadió que si bien aparecen siempre las tinieblas del rechazo de la vida, la luz del amor brilla más fuerte porque vence el odio e inaugura un mundo nuevo.

El Santo Padre puso de manifiesto un aspecto singular del relato de los Hechos de los Apóstoles, que acerca a San Esteban al Señor. Y es el hecho de morir perdonando al igual que Jesús. También afirmó que Esteban es mártir, que significa testigo, porque se comporta como el Señor Jesús, rezando, amando, donando y, sobre todo, perdonando, puesto que el perdón es la máxima expresión del don.

El Obispo de Roma invitó a peguntarnos ¿para qué sirve perdonar? Y explicó que encontramos una respuesta precisamente en el martirio de Esteban, quien también perdonó al joven Saulo – que perseguía a la Iglesia –  y que gracias al perdón recibido llegó a ser Pablo, el gran Santo, Apóstol de las gentes. Por esta razón, el Papa Bergoglio afirmó que “Pablo nace de la gracia de Dios y del perdón de Esteban”.

Al mismo tiempo, el Pontífice dijo que también nosotros nacemos del perdón de Dios. Y no sólo en el Bautismo, sino cada vez que somos perdonados. Mientras sólo cuando somos amados podemos amar a nuestra vez y jamás debemos cansarnos de pedir el perdón divino, porque sólo cuando somos perdonados aprendemos a perdonar.

Francisco admitió, como ha hecho otras veces, que perdonar es siempre muy difícil. De ahí su recomendación a aprender a disculpar las pequeñas o grandes ofensas de cada día mediante la oración, como hizo Esteban. Y debemos hacerlo – dijo – comenzando por nuestro propio corazón: sólo podremos afrontar “el resentimiento que experimentamos, encomendando a quien nos ha hecho el mal a la misericordia de Dios”.

Descubriremos así – dijo el Papa –  que la lucha interior  para perdonar purifica del mal y que la oración y el amor nos liberan de las cadenas interiores del rencor. Antes de rezar a la Madre de Dios, el Pontífice invitó a encomendar a María a las tantas personas que, como San Esteban, padecen persecuciones en nombre de la fe, para que la Virgen oriente nuestra oración, a fin de que recibamos y donemos el perdón.

(María Fernanda Bernasconi - RV).
Texto y audio de la alocución del Santo Padre Francisco antes de rezar a la Madre de Dios:


Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!
Hoy celebramos la Fiesta de San Esteban. El recuerdo del primer mártir sigue inmediatamente a la Solemnidad de la Navidad. Ayer hemos contemplado el amor misericordioso de Dios, que se ha hecho carne por nosotros; hoy vemos la respuesta coherente del discípulo de Jesús, que da su vida. Ayer nació en la tierra el Salvador; hoy nace para el cielo su testigo fiel. Ayer, como hoy, aparecen las tinieblas del rechazo de la vida, pero brilla más fuerte aún la luz del amor, que vence el odio e inaugura un mundo nuevo.

Hay un aspecto particular en el relato de hoy de los Hechos de los Apóstoles, que acerca a San Esteban al Señor. Es su perdón antes de morir lapidado. Jesús, clavado en la cruz, había dicho: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”  (Lc 23,34); de modo semejante, Esteban “poniéndose de rodillas, exclamó en alta voz: ‘Señor, no les tengas en cuenta este pecado’” (Hch 7,60). Por tanto, Esteban es mártir, que significa testigo, porque hace como Jesús; en efecto, es un verdadero testigo que se comporta come Él: que reza, que ama, que dona, pero, sobre todo, que perdona, porque el perdón, como dice la misma palabra, es la expresión más alta del don.

Pero – podríamos preguntarnos  – ¿para qué sirve perdonar? ¿Es sólo una buena acción o da resultados? Encontramos una respuesta precisamente en el martirio de Esteban. Entre aquellos por los cuales él imploró el perdón había un joven llamado Saulo; éste perseguía a la Iglesia y trataba de destruirla (Cfr. Hch 8,3). Poco después Saulo llegó a ser Pablo, el gran Santo, el Apóstol de las gentes. Había recibido el perdón de Esteban. Podemos decir que Pablo nace de la gracia de Dios y del perdón de Esteban.

También nosotros nacemos del perdón de Dios. No sólo en el Bautismo, sino cada vez que somos perdonados nuestro corazón renace, es regenerado. Cada paso hacia adelante en la vida de la fe lleva impreso al inicio el signo de la misericordia divina. Porque sólo cuando somos amados podemos amar a nuestra vez. Recordémoslo, nos harán bien: si queremos avanzar en la fe, ante todo es necesario recibir el perdón de Dios; encontrar al Padre, que está dispuesto a perdonar todo y siempre, y que precisamente perdonando cura el corazón y reaviva el amor. Jamás debemos cansarnos de pedir el perdón divino, porque sólo cuando somos perdonados, cuando nos sentimos perdonados, aprendemos a perdonar.

Pero perdonar no es una cosa fácil, es siempre muy difícil. ¿Cómo podemos imitar a Jesús? ¿Por dónde comenzar  para disculpar pequeñas o grandes ofensas que sufrimos cada día? Ante todo por la oración, como hizo Esteban. Se comienza por el propio corazón: podemos afrontar con la oración el resentimiento que experimentamos, encomendando a quien nos ha hecho el mal a la misericordia de Dios: ‘Señor, te pido por él, te pido por ella’. Después se descubre que esta lucha interior  para perdonar purifica del mal y que la oración y el amor nos liberan de las cadenas interiores del rencor. ¡Es tan feo vivir en el rencor! Cada día tenemos la ocasión para entrenarnos a perdonar, para vivir esto gesto tan alto que acerca al hombre a Dios. Como nuestro Padre celestial, nos convertimos, también nosotros en misericordiosos, porque a través del perdón vencemos el mal con el bien, transformamos el odio en amor y así hacemos que el mundo sea más limpio.

Que la Virgen María, a quien encomendamos a aquellos – y lamentablemente son tantos – que como San Esteban padecen persecuciones en nombre de la fe, nuestros mártires de hoy, oriente nuestra oración para recibir y donar el perdón. Recibir y donar el perdón.

Después de la oración a la Madre de Dios que rezó junto a los fieles el día de la festividad de San Esteban, el Papa saludó a los fieles llegados desde diferentes países del mundo y renovó su invitación a admirar al Niño Jesús que suscita misericordia y amor. Escuchemos:

Queridos hermanos y hermanas,
Saludo a todos ustedes peregrinos, provenientes de Italia y de diferentes países. Renuevo a todos ustedes mi deseo de que la contemplación del Niño Jesús, junto a María y a José, pueda suscitar una actitud de misericordia y de amor recíproco en las familias, en las comunidades parroquiales y religiosas, en los movimientos y en las asociaciones, en todos los fieles y en las personas de buena voluntad. 
En estas semanas he recibido muchos mensajes con felicitaciones desde Roma y desde otras partes. No me es posible responder a cada uno. Por lo tanto, expreso hoy a todos mi vivo agradecimiento, especialmente por las oraciones. 

Buena fiesta de San Esteban y por favor 
no se olviden de rezar por mí. 
¡Buen almuerzo y hasta la vista!
(MZ-RV)

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