Homilías del Papa y Temas sacerdotales
Audiencias,
Catequesis y Ángelus
Ángelus
del Papa: Que María nos oriente para recibir
y donar el perdón
La
Plaza de San Pedro a la hora del Ángelus
del pasado 20 de diciembre - OSS_ROM
26/12/2015
(RV).-
A la hora del Ángelus del sábado 26 de diciembre, memoria litúrgica de San
Esteban, primer mártir cristiano, el Papa Francisco destacó que tras la
contemplación de la Solemnidad de la Navidad
y, en consecuencia, del amor misericordioso de Dios, en esta ocasión
vemos la respuesta coherente del discípulo de Jesús, que da su vida. De hecho,
tras el nacimiento en la tierra del Salvador; nace para el cielo su testigo
fiel. Y añadió que si bien aparecen siempre las tinieblas del rechazo de la
vida, la luz del amor brilla más fuerte porque vence el odio e inaugura un
mundo nuevo.
El
Santo Padre puso de manifiesto un aspecto singular del relato de los Hechos de
los Apóstoles, que acerca a San Esteban al Señor. Y es el hecho de morir
perdonando al igual que Jesús. También afirmó que Esteban es mártir, que
significa testigo, porque se comporta como el Señor Jesús, rezando, amando,
donando y, sobre todo, perdonando, puesto que el perdón es la máxima expresión
del don.
El
Obispo de Roma invitó a peguntarnos ¿para qué sirve perdonar? Y explicó que
encontramos una respuesta precisamente en el martirio de Esteban, quien también
perdonó al joven Saulo – que perseguía a la Iglesia – y que gracias al perdón recibido llegó a ser
Pablo, el gran Santo, Apóstol de las gentes. Por esta razón, el Papa Bergoglio
afirmó que “Pablo nace de la gracia de Dios y del perdón de Esteban”.
Al
mismo tiempo, el Pontífice dijo que también nosotros nacemos del perdón de
Dios. Y no sólo en el Bautismo, sino cada vez que somos perdonados. Mientras
sólo cuando somos amados podemos amar a nuestra vez y jamás debemos cansarnos
de pedir el perdón divino, porque sólo cuando somos perdonados aprendemos a
perdonar.
Francisco
admitió, como ha hecho otras veces, que perdonar es siempre muy difícil. De ahí
su recomendación a aprender a disculpar las pequeñas o grandes ofensas de cada
día mediante la oración, como hizo Esteban. Y debemos hacerlo – dijo –
comenzando por nuestro propio corazón: sólo podremos afrontar “el resentimiento
que experimentamos, encomendando a quien nos ha hecho el mal a la misericordia
de Dios”.
Descubriremos
así – dijo el Papa – que la lucha
interior para perdonar purifica del mal
y que la oración y el amor nos liberan de las cadenas interiores del rencor.
Antes de rezar a la Madre de Dios, el Pontífice invitó a encomendar a María a
las tantas personas que, como San Esteban, padecen persecuciones en nombre de
la fe, para que la Virgen oriente nuestra oración, a fin de que recibamos y donemos
el perdón.
(María
Fernanda Bernasconi - RV).
Texto
y audio de la alocución del Santo Padre Francisco antes de rezar a la Madre de
Dios:
Queridos
hermanos y hermanas ¡buenos días!
Hoy
celebramos la Fiesta de San Esteban. El recuerdo del primer mártir sigue
inmediatamente a la Solemnidad de la Navidad. Ayer hemos contemplado el amor
misericordioso de Dios, que se ha hecho carne por nosotros; hoy vemos la
respuesta coherente del discípulo de Jesús, que da su vida. Ayer nació en la
tierra el Salvador; hoy nace para el cielo su testigo fiel. Ayer, como hoy,
aparecen las tinieblas del rechazo de la vida, pero brilla más fuerte aún la
luz del amor, que vence el odio e inaugura un mundo nuevo.
Hay
un aspecto particular en el relato de hoy de los Hechos de los Apóstoles, que
acerca a San Esteban al Señor. Es su perdón antes de morir lapidado. Jesús,
clavado en la cruz, había dicho: “Padre, perdónalos porque no saben lo que
hacen” (Lc 23,34); de modo semejante, Esteban
“poniéndose de rodillas, exclamó en alta voz: ‘Señor, no les tengas en cuenta
este pecado’” (Hch 7,60). Por tanto, Esteban es mártir, que significa testigo,
porque hace como Jesús; en efecto, es un verdadero testigo que se comporta come
Él: que reza, que ama, que dona, pero, sobre todo, que perdona, porque el
perdón, como dice la misma palabra, es la expresión más alta del don.
Pero
– podríamos preguntarnos – ¿para qué
sirve perdonar? ¿Es sólo una buena acción o da resultados? Encontramos una
respuesta precisamente en el martirio de Esteban. Entre aquellos por los cuales
él imploró el perdón había un joven llamado Saulo; éste perseguía a la Iglesia
y trataba de destruirla (Cfr. Hch 8,3). Poco después Saulo llegó a ser Pablo,
el gran Santo, el Apóstol de las gentes. Había recibido el perdón de Esteban.
Podemos decir que Pablo nace de la gracia de Dios y del perdón de Esteban.
También
nosotros nacemos del perdón de Dios. No sólo en el Bautismo, sino cada vez que
somos perdonados nuestro corazón renace, es regenerado. Cada paso hacia
adelante en la vida de la fe lleva impreso al inicio el signo de la
misericordia divina. Porque sólo cuando somos amados podemos amar a nuestra
vez. Recordémoslo, nos harán bien: si queremos avanzar en la fe, ante todo es
necesario recibir el perdón de Dios; encontrar al Padre, que está dispuesto a
perdonar todo y siempre, y que precisamente perdonando cura el corazón y
reaviva el amor. Jamás debemos cansarnos de pedir el perdón divino, porque sólo
cuando somos perdonados, cuando nos sentimos perdonados, aprendemos a perdonar.
Pero
perdonar no es una cosa fácil, es siempre muy difícil. ¿Cómo podemos imitar a
Jesús? ¿Por dónde comenzar para
disculpar pequeñas o grandes ofensas que sufrimos cada día? Ante todo por la
oración, como hizo Esteban. Se comienza por el propio corazón: podemos afrontar
con la oración el resentimiento que experimentamos, encomendando a quien nos ha
hecho el mal a la misericordia de Dios: ‘Señor, te pido por él, te pido por
ella’. Después se descubre que esta lucha interior para perdonar purifica del mal y que la
oración y el amor nos liberan de las cadenas interiores del rencor. ¡Es tan feo
vivir en el rencor! Cada día tenemos la ocasión para entrenarnos a perdonar,
para vivir esto gesto tan alto que acerca al hombre a Dios. Como nuestro Padre
celestial, nos convertimos, también nosotros en misericordiosos, porque a
través del perdón vencemos el mal con el bien, transformamos el odio en amor y
así hacemos que el mundo sea más limpio.
Que
la Virgen María, a quien encomendamos a aquellos – y lamentablemente son tantos
– que como San Esteban padecen persecuciones en nombre de la fe, nuestros
mártires de hoy, oriente nuestra oración para recibir y donar el perdón.
Recibir y donar el perdón.
Después
de la oración a la Madre de Dios que rezó junto a los fieles el día de la
festividad de San Esteban, el Papa saludó a los fieles llegados desde
diferentes países del mundo y renovó su invitación a admirar al Niño Jesús que
suscita misericordia y amor. Escuchemos:
Queridos
hermanos y hermanas,
Saludo
a todos ustedes peregrinos, provenientes de Italia y de diferentes países.
Renuevo a todos ustedes mi deseo de que la contemplación del Niño Jesús, junto
a María y a José, pueda suscitar una actitud de misericordia y de amor
recíproco en las familias, en las comunidades parroquiales y religiosas, en los
movimientos y en las asociaciones, en todos los fieles y en las personas de
buena voluntad.
En
estas semanas he recibido muchos mensajes con felicitaciones desde Roma y desde
otras partes. No me es posible responder a cada uno. Por lo tanto, expreso hoy
a todos mi vivo agradecimiento, especialmente por las oraciones.
Buena
fiesta de San Esteban y por favor
no se olviden de rezar por mí.
¡Buen almuerzo
y hasta la vista!
(MZ-RV)
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