Homilías del Papa y Temas sacerdotales
Misa
en Santa Marta -Caricia de padre
2015-12-10
L’Osservatore Romano
Un
papá o una mamá que dice a su hijo: “No tengas miedo, estoy yo” y lo mima con
una caricia, es la imagen de la condición privilegiada del hombre: pequeño,
débil, pero tranquilizado, sostenido y perdonado por un Dios que está enamorado
de él. Al inicio del camino jubilar el Papa Francisco —en la misa celebrada en
Santa Marta el jueves 10 de diciembre con la participación de los cardenales
consejeros— encontró en la liturgia del día la ocasión para volver hablar de la
misericordia del Padre.
La
meditación se inspiró en el salmo responsorial, donde se repetía: «El Señor es
misericordioso y grande en el amor». Es, dijo el Pontífice, «una confesión de
fe» en la que el cristiano reconoce que Dios «es misericordia y es grande, pero
grande en el amor». Una afirmación sencilla sólo en apariencia porque
«comprender la misericordia de Dios es un misterio, es un camino que se debe
hacer durante toda la vida».
Para
ayudar a entrar mejor en este misterio, el Papa citó la lectura tomada del
libro del profeta Isaías (41, 13-20), donde hay un monólogo de Dios que se
dirige a su pueblo. Y se lee que Él «dijo a su pueblo que lo había elegido no
porque era grande o potente», sino «porque era el más pequeño de todos, el más
miserable de todos». Dios, explicó Francisco, se ha precisamente «enamorado de
esta miseria», de esta «pequeñez».
Es
un testo del que emerge claramente este amor: «un amor tierno, un amor como el
del papá o de la mamá», cuando se dirigen al niño «que por la noche se
despierta asustado de un sueño». Con la misma atención Dios habla a su pueblo y
le dice: «Yo, el Señor, tu Dios, te tomo por tu diestra y te digo: “No temas,
yo te auxilio”». Y, utilizando imágenes para describir su condición de
pequeñez, continúa: «No temas, gusanillo de Jacob, oruga de Israel, yo mismo te
auxilio, tu libertador es el Santo de Israel».
No
temas. En estas palabras se centró el Papa para volver al ejemplo de la vida
familiar: «Todos nosotros conocemos las caricias de los papás o de las mamás
cuando los niños están inquietos por un susto». También ellos dicen: «No temas,
yo estoy aquí». A cada uno de nosotros el Señor nos recuerda con ternura: «Me
he enamorado de tu pequeñez, de tu nada» y nos repite: «No tengas miedo a tus
pecados, yo te quiero mucho y estoy aquí para perdonarte». Esto, en síntesis,
explicó el Pontífice, «es la misericordia de Dios».
Continuando
con su meditación, el Papa Francisco hizo referencia a un ejemplo tomado de una
hagiografía («creo que de san Jerónimo, pero no estoy seguro», confesó) y
recordó que de un santo se dice que fue muy penitente en su vida, que hacía
sacrificios, oraciones, y que el Señor le pedía siempre más. El santo seguía
preguntando: «Señor, ¿qué puedo darte?», hasta que dijo: «Pero Señor, ya no tengo
nada más para darte, te lo he dado todo». Y la respuesta fue: «No, falta una
cosa». —«¿Qué te falta, Señor?». —«Dame tus pecados». Con este episodio el
Pontífice quiso destacar que «el Señor quiere cargar con nuestras debilidades,
nuestros pecados, nuestros cansancios». Es una actitud que encontramos también
en los Evangelios, en Jesús, que afirmaba: «Venid a mí, todos vosotros que
estáis cansados y agobiados, que yo os aliviaré». Dios, dijo el Papa Francisco,
nos lo repite continuamente: «Yo soy el Señor tu Dios, te tomo por tu diestra,
no temas pequeño, no temas. Yo te daré la fuerza. Dame todo y yo te perdonaré,
te daré la paz». Son estas, añadió, «las caricias de Dios», las caricias «de
nuestro Padre, cuando se expresa con su misericordia».
Nosotros
los hombres, continuó el Pontífice, «somos muy nerviosos» y «cuando algo no va
bien, hacemos ruido, somos impacientes». En cambio Dios nos consuela:
«Tranquilízate, has cometido un gran error, sí, pero tranquilízate; no temas,
yo te perdono». Y así nos acoge en todo, también con nuestros errores, con
nuestros pecados. Precisamente esto significa lo que se repite en el salmo: «El
Señor es misericordioso y grande en el amor». Así, sintetizó el Papa, «nosotros
somos pequeños. Él nos ha dado todo. Nos pide sólo nuestras miserias, nuestra
pequeñez, nuestros pecados, para abrazarnos, para acariciarnos».
Recordando,
por último, la oración recitada al inicio de la misa («Despierta, Señor,
nuestros corazones»), Francisco concluyó invitando a todos a pedir al Señor que
«despierte en cada uno de nosotros y en todo el pueblo la fe en esta
paternidad, en esta misericordia, en su corazón». Y también a pedirle «que esta
fe en su paternidad y su misericordia» nos haga «un poco más misericordiosos
con los demás».
OTRA
VERSIÓN:
Papa:
dejémonos acariciar por la misericordia de Dios
2015-12-10
Radio Vaticana
(RV).- Dios está enamorado de nuestra
pequeñez, su misericordia no tiene fin. Lo afirmó el Papa durante la Misa de la
mañana celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta, en la que también
participaron los cardenales del Consejo de los Nueve, que comenzaron,
precisamente hoy, su 12ª Reunión de trabajo con el Santo Padre.
En
su homilía, el Pontífice subrayó que la misericordia es como una caricia, como
el abrazo de un padre que da consuelo y seguridad a su hijo.
“El
Señor es misericordioso y grande en el amor”. El Papa Francisco desarrolló su
homilía matutina partiendo de la primera
Lectura – tomada del libro de Isaías – donde en un monólogo del Señor se
comprende que Dios ha elegido a su pueblo “no porque fuera grande o poderoso”,
sino “porque era el más pequeño de todos, el más miserable de todos”.
Dios
se enamora de nuestra pequeñez
Dios
– prosiguió diciendo el Papa – “se ha enamorado de esta miseria, se ha
enamorado precisamente de esta pequeñez”. Y en este monólogo de Dios con su
pueblo – reafirmó – “se ve este amor”,
un “amor tierno, un amor como el del papá o la mamá”, cuando habla con el niño
que “se despierta de noche asustado por un sueño”. Y lo tranquiliza: “Yo te
tomo la mano derecha, quédate tranquilo, no temas”:
“Todos
nosotros conocemos las caricias de los papá y de las mamás, cuando los niños
están inquietos por el susto: ‘No temas, yo estoy aquí; Yo estoy enamorado de
tu pequeñez; me he enamorado de tu pequeñez, de tu nada’. E incluso: ‘No tengas
miedo de tus pecados, Yo te quiero tanto; Yo estoy aquí para perdonarte’. Esta
es la misericordia de Dios”.
El
Señor toma sobre sí nuestras debilidades
Francisco
recordó también a un santo que hacía muchas penitencias, al que el Señor le
pedía cada vez más hasta que éste le dijo que ya no tenía nada más para darle y
a quien Dios le respondió: “Dame tus pecados”:
“El
Señor quiere tomar sobre sí nuestras debilidades, nuestros pecados, nuestros
cansancios. Jesús cuántas veces hacía sentir esto y después: ‘Vengan a mí,
todos ustedes que están fatigados, agobiados, y yo les daré descanso. Yo soy el
Señor tu Dios, que te tengo por la derecha, no temas pequeño, no temas. Yo te
daré fuerza. Dame todo y yo te perdonaré, te daré paz”.
Que
la misericordia de Dios nos haga más misericordiosos con los demás
Estas
son “las caricias de Dios” – dijo también el Papa Bergoglio –, son las caricias
de nuestro Padre, cuando se expresa con su misericordia”:
“Nosotros
que estamos tan nerviosos, cuando una cosa no va bien, nos agitamos, estamos
impacientes… En cambio Él: ‘Quédate tranquilo, hiciste algo gordo, sí, pero
quédate tranquilo; no temas, Yo te perdono. Dámela’. Esto es lo que significa
lo que hemos repetido en el Salmo: ‘El Señor es misericordioso y grande en el
amor’. Nosotros somos pequeños. Él nos ha dado todo. Nos pide sólo nuestras
miserias, nuestras pequeñeces, nuestros pecados, para abrazarnos, para
acariciarnos”.
“Pidamos
al Señor – concluyó diciendo Francisco en su
homilía – que despierte en cada uno de
nosotros, y en todo el pueblo, la fe en esta paternidad, en esta misericordia,
en su corazón. Y que esta fe en su paternidad y su misericordia nos haga un poco
más misericordiosos con los demás”.
(María
Fernanda Bernasconi - RV).
(from
Vatican Radio)
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