Homilías del Papa y Temas sacerdotales
Desde la logia central de la Basílica de San Pedro,
el Santo Padre imparte la bendición Urbi et Orbi
Mensaje
navideño del Papa:
‘Donde nace Dios, nace la esperanza’
Rocío Lancho García | 25 de dic |
ZENIT.org | El papa Francisco
| Ciudad del Vaticano | 2514
El
papa Francisco, en el día de la Solemnidad del Nacimiento del Señor, desde la
Logia central de la Basílica Vaticana, ha dado su tradicional mensaje navideño
y ha impartido la bendición Urbi et Orbi. De este modo, este 25 de diciembre,
el Pontífice ha recordado que “sólo la misericordia de Dios puede liberar a la
humanidad de tantas formas de mal, a veces monstruosas, que el egoísmo genera
en ella”.
Asimismo,
ha deseado que “los israelíes y palestinos puedan retomar el diálogo directo y
alcanzar un entendimiento que permita a los dos pueblos convivir en armonía”.
También
ha pedido que el acuerdo alcanzado en el seno de las Naciones Unidas logre
acallar el fragor de las armas en Siria. Igualmente urgente es --ha observado--
que el acuerdo sobre Libia encuentre el apoyo de todos, para que se superen las
graves divisiones y violencias que afligen el país.
El
Santo Padre ha exhortado a que toda la Comunidad internacional ponga su
atención de manera unánime en que cesen las atrocidades que, “tanto en estos países
como también en Irak, Yemen y en el África subsahariana”, causan todavía
numerosas víctimas, provocan enormes sufrimientos y no respetan ni siquiera el
patrimonio histórico y cultural de pueblos enteros.
Asimismo
ha recordado a cuantos han sido golpeados por los atroces actos terroristas,
“particularmente en las recientes masacres sucedidas en los cielos de Egipto,
en Beirut, París, Bamako y Túnez”. El Papa ha pedido paz para las poblaciones
de la República Democrática del Congo, de Burundi y del Sudán del Sur para que
“se refuerce el compromiso común en vista de la edificación de sociedades
civiles animadas por un sincero espíritu de reconciliación y de comprensión
recíproca”.
Unas
palabras también para Ucrania, deseando que la Navidad “ofrezca alivio a
quienes padecen las consecuencias del conflicto” e “inspire la voluntad de
llevar a término los acuerdos tomados, para restablecer la concordia en todo el
país”. Del mismo modo ha pedido que la alegría de este día “ilumine los
esfuerzos del pueblo colombiano para que, animado por la esperanza, continúe
buscando con tesón la anhelada paz”.
El
papa Francisco ha tenido presente a los más indefensos, los niños soldado, las
mujeres que padecen violencia, las víctimas de la trata de personas y del
narcotráfico. Que no falte nuestro consuelo --ha pedido-- a cuantos huyen de la
miseria y de la guerra. Así como ha deseado que sean recompensados con
abundantes bendiciones todos los que trabajan con generosidad para socorrer y
acoger a los numerosos emigrantes y refugiados. También ha querido que en este
día, el Señor vuelva a dar esperanza a cuantos no tienen trabajo.
Publicamos
a continuación el texto completo
del mensaje del Santo Padre
para la Navidad
2015:
Queridos
hermanos y hermanas, feliz Navidad.
Cristo
nos ha nacido, exultemos en el día de nuestra salvación.
Abramos
nuestros corazones para recibir la gracia de este día, que es Él mismo: Jesús
es el «día» luminoso que surgió en el horizonte de la humanidad. El día de la
misericordia, en el cual Dios Padre ha revelado a la humanidad su inmensa
ternura. Día de luz que disipa las tinieblas del miedo y de la angustia. Día de
paz, en el que es posible encontrarse, dialogar, sobre todo, reconciliarse. Día
de alegría: una «gran alegría» para los pequeños y los humildes, para todo el
pueblo (cf. Lc 2,10).
En
este día, ha nacido de la Virgen María Jesús, el Salvador. El pesebre nos
muestra la «señal» que Dios nos ha dado: «un niño recién nacido envuelto en
pañales y acostado en un pesebre» (Lc 2,12). Como los pastores de Belén,
también nosotros vamos a ver esta señal, este acontecimiento que cada año se
renueva en la Iglesia. La Navidad es un acontecimiento que se renueva en cada
familia, en cada parroquia, en cada comunidad que acoge el amor de Dios encarnado
en Jesucristo. Como María, la Iglesia muestra a todos la «señal» de Dios: el
niño que ella ha llevado en su seno y ha dado a luz, pero que es el Hijo del
Altísimo, porque «proviene del Espíritu Santo» (Mt 1,20). Por eso es el
Salvador, porque es el Cordero de Dios que toma sobre sí el pecado del mundo
(cf. Jn 1,29). Junto a los pastores, postrémonos ante el Cordero, adoremos la
Bondad de Dios hecha carne, y dejemos que las lágrimas del arrepentimiento
llenen nuestros ojos y laven nuestro corazón.
Sólo
él, sólo él nos puede salvar. Sólo la misericordia de Dios puede liberar a la
humanidad de tantas formas de mal, a veces monstruosas, que el egoísmo genera
en ella. La gracia de Dios puede convertir los corazones y abrir nuevas
perspectivas para realidades humanamente insuperables.
Donde
nace Dios, nace la esperanza. Él trae la esperanza. Donde nace Dios, nace la
paz. Y donde nace la paz, no hay lugar para el odio ni para la guerra. Sin
embargo, precisamente allí donde el Hijo de Dios vino al mundo, continúan las
tensiones y las violencias y la paz queda como un don que se debe pedir y
construir. Que los israelíes y palestinos puedan retomar el diálogo directo y
alcanzar un entendimiento que permita a los dos pueblos convivir en armonía,
superando un conflicto que les enfrenta desde hace tanto tiempo, con graves
consecuencias para toda la región.
Pidamos
al Señor que el acuerdo alcanzado en el seno de las Naciones Unidas logre
cuanto antes acallar el fragor de las armas en Siria y remediar la gravísima
situación humanitaria de la población extenuada. Es igualmente urgente que el
acuerdo sobre Libia encuentre el apoyo de todos, para que se superen las graves
divisiones y violencias que afligen el país. Que toda la Comunidad
internacional ponga su atención de manera unánime en que cesen las atrocidades
que, tanto en estos países como también en Irak, Yemen y en el África
subsahariana, causan todavía numerosas víctimas, provocan enormes sufrimientos
y no respetan ni siquiera el patrimonio histórico y cultural de pueblos
enteros. Quiero recordar también a cuantos han sido golpeados por los atroces
actos terroristas, particularmente en las recientes masacres sucedidas en los
cielos de Egipto, en Beirut, París, Bamako y Túnez. Que el Niño Jesús les dé
consuelo y fuerza a nuestros hermanos, perseguidos por causa de su fe en
distintas partes del mundo. Son nuestros
mártires de hoy.
Pidamos
Paz y concordia para las queridas poblaciones de la República Democrática del
Congo, de Burundi y del Sudán del Sur para que, mediante el diálogo, se
refuerce el compromiso común en vista de la edificación de sociedades civiles
animadas por un sincero espíritu de reconciliación y de comprensión
recíproca.
Que
la Navidad lleve la verdadera paz también a Ucrania, ofrezca alivio a quienes
padecen las consecuencias del conflicto e inspire la voluntad de llevar a
término los acuerdos tomados, para restablecer la concordia en todo el país.
Que
la alegría de este día ilumine los esfuerzos del pueblo colombiano para que,
animado por la esperanza, continúe buscando con tesón la anhelada paz.
Donde
nace Dios, nace la esperanza ̧ y donde nace la esperanza, las personas
encuentran la dignidad. Sin embargo, todavía
hoy muchos hombres y mujeres son privados de su dignidad humana y, como el Niño Jesús,
sufren el frío,
la pobreza y el rechazo de los hombres. Que hoy llegue nuestra cercanía a los
más indefensos, sobre todo a los niños soldado, a las mujeres que padecen
violencia, a las víctimas de la trata de personas y del narcotráfico.
Que
no falte nuestro consuelo a cuantos huyen de la miseria y de la guerra,
viajando en condiciones muchas veces inhumanas y con serio peligro de su vida.
Que sean recompensados con abundantes bendiciones todos aquellos, personas
privadas o Estados, que trabajan con generosidad para socorrer y acoger a los numerosos
emigrantes y refugiados, ayudándoles a construir un futuro digno para ellos y
para sus seres queridos, y a integrarse dentro de las sociedades que los
reciben.
Que en este día de fiesta, el Señor vuelva a
dar esperanza a cuantos no tienen trabajo, que son muchos, y sostenga el
compromiso de quienes tienen responsabilidad públicas en el campo político y
económico para que se empeñen en buscar el bien común y tutelar la dignidad
toda vida humana.
Donde
nace Dios, florece la misericordia. Este es el don más precioso que Dios nos
da, particularmente en este año jubilar, en el que estamos llamados a descubrir
la ternura que nuestro Padre celestial tiene con cada uno de nosotros. Que el
Señor conceda, especialmente a los presos, la experiencia de su amor
misericordioso que sana las heridas y vence el mal.
Y
de este modo, hoy todos juntos exultemos en el día de nuestra salvación.
Contemplando el portal de Belén, fijemos la mirada en los brazos de Jesús que
nos muestran el abrazo misericordioso de Dios, mientras escuchamos el gemido
del Niño que nos susurra: «Por mis hermanos y compañeros voy a decir: “La paz
contigo”» (Sal 121 [122],
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