Homilías del Papa y Temas sacerdotales
Homilía
del Papa:
La verdadera riqueza de la Iglesia son los pobres
El
Papa Francisco celebra la Misa matutina
en la capilla de la Casa de Santa Marta
- OSS_ROM
15/12/2015
14:12SHARE:
(RV).-
Que la Iglesia sea humilde, pobre y confiada en el Señor, dijo el Papa
Francisco en su homilía de la misa matutina celebrada en la Capilla de la Casa
de Santa Marta.
El
Pontífice subrayó que la pobreza es la primera de las Bienaventuranzas y añadió
que la verdadera riqueza de la Iglesia son los pobres y no el dinero o el poder
mundano.
Jesús
reprochaba con fuerza a los jefes de los sacerdotes y les advierte que incluso
las prostitutas los precederán en el Reino de los cielos. El Santo Padre
Francisco se inspiró en el Evangelio del día para advertir ante las tentaciones
que también hoy pueden corromper el testimonio de la Iglesia. También en la
Primera Lectura, tomada del Libro de Sofonías – destacó – se ven las
consecuencias de un pueblo que se vuelve impuro y rebelde por no haber
escuchado al Señor.
Que
la Iglesia sea humilde y que no ostente los poderes
Ante
la pregunta de cómo debe ser una Iglesia fiel al Señor, una Iglesia que confíe
en Dios, Francisco respondió que debe “tener tres rasgos”: debe ser humilde,
pobre y con confianza en el Señor:
“Una
Iglesia humilde, que no se pavonee de los poderes, de las grandezas. Humildad
no significa una persona lánguida, desganada, que tiene los ojos en blanco… No,
¡ésta no es humildad, esto es teatro! Esto es fingir humildad. La humildad
tiene un primer paso: ‘Yo soy pecador’. Si tú no eres capaz de decirte a ti
mismo que eres pecador y que los demás son mejores que tú, no eres humilde. El
primer paso en la Iglesia humilde es sentirse pecadora, el primer paso de todos
nosotros es lo mismo. Si alguno de nosotros tiene la costumbre de mirar los
defectos de los demás y parlotear de ellos no es humilde, se cree juez de los
demás”.
Que
la Iglesia no esté apegada al dinero, los pobres son la verdadera riqueza
Nosotros
– afirmó el Pontífice – debemos pedir “esta gracia, para que la Iglesia sea
humilde, para que yo sea humilde, para que cada uno de nosotros” sea humilde.
El segundo paso es la pobreza que – añadió
– “es la primera de las Bienaventuranzas”. Pobre en el espíritu –
precisó – quiere decir estar “sólo apegado a las riquezas de Dios”. No, por
tanto, a “una Iglesia que vive apegada
al dinero, que piensa en el dinero, que piensa en cómo ganar dinero”. “Como se
sabe – afirmó el Papa – en un templo de
la diócesis, para pasar la Puerta Santa, decían ingenuamente a la gente que se
debía hacer una oferta: ésta no es la Iglesia de Jesús, ésta es la Iglesia de
estos jefes de los sacerdotes, apegada al dinero”.
“Nuestro
diácono, el diácono de esta diócesis, Lorenzo, cuando el emperador – era el
ecónomo de la diócesis – le dice que lleve las riquezas de la diócesis, así,
pagar algo y no ser asesinado, vuelve con los pobres. Los pobres son las
riquezas de la Iglesia. Si tú tienes un banco tuyo, eres el dueño de un banco,
pero tu corazón es pobre, no estás apegado al dinero, esto está al servicio,
siempre. La pobreza es este desapego, para servir a los necesitados, para
servir a los demás”.
Que
la Iglesia confíe siempre en el Señor que jamás decepciona
El
Papa también invitó a formularnos esta
pregunta: “¿Somos una Iglesia, un pueblo humilde, pobre? ‘¿Yo soy o no soy
pobre?’”. Y, en fin, el tercer punto es que la Iglesia debe confiar en el
nombre del Señor:
“¿Dónde
está mi confianza? ¿En el poder, en los amigos, en el dinero? ¡En el Señor!
Esta es la herencia que nos promete el Señor: ‘Dejaré en medio de ti a un
pueblo humilde y pobre, confiará en el nombre del Señor’. Humilde porque se
siente pecador; pobre porque su corazón está apegado a las riquezas de Dios y
si las tiene es para administrarlas; confiado en el Señor, porque sabe que sólo
el Señor puede garantizar una cosa que le haga bien. Y verdaderamente estos
jefes de los sacerdotes a los que se dirigía Jesús no entendían estas cosas y
Jesús ha tenido que decirles que una prostituta entrará antes que ellos en el
Reino de los Cielos”.
“En
esta espera del Señor, de la Navidad –
concluyó Francisco su homilía – pidamos
que nos dé un corazón humilde, que nos dé un corazón pobre y, sobre todo, un
corazón confiado en el Señor, porque el Señor jamás decepciona”.
(María
Fernanda Bernasconi - RV).
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