Homilías del Papa y Temas sacerdotales
Jesús, Amor que cambia el mundo
¡Nápoles no te dejes robar la esperanza! pide el Papa
Multitudinaria bienvenida al Papa
Francisco en la Plaza del Plebiscito de Nápoles - ANSA
21/03/2015 10:50SHARE:
(RV).- ¡Hoy he venido a Nápoles a
proclamar con ustedes: Jesús es el Señor! «Jesús es el Señor» frase que el Papa
hizo repetir con él a los numerosísimos fieles que abarrotaban la Plaza del
Plebiscito y que lo hicieron con entusiasmo y fervor. «Queridos napolitanos ¡no se dejen robar la
esperanza!». La Cuaresma que estamos viviendo hace resonar en la Iglesia este
mensaje: en todo el pueblo de Dios se enciende la esperanza de resucitar con
Cristo nuestro Salvador. Fue la vibrante exhortación del Papa Francisco,
recibida con gran emoción por miles de napolitanos. Afirmó que es el tiempo del
rescate para Nápoles, tras reiterar con intensidad que «a los criminales y a
todos sus cómplices yo humildemente les pido: ¡conviértanse al amor y a la
justicia!»
Nadie habla como Jesús ¡Él sólo
tiene palabras de misericordia que pueden sanar las heridas de nuestro corazón.
Él sólo tiene palabras de vida eterna. (Cfr Jn 6, 68). En la Santa Misa
multitudinaria, en la antigua y céntrica
plaza del Plebiscito, el Obispo de Roma recordó que la palabra de Cristo es
poderosa: no tiene la potencia del mundo, sino la de Dios, que es fuerte en la
humildad, aun en la debilidad. Su potencia es la del amor: un amor que no
conoce confines, un amor que nos hace amar a los demás, antes que a nosotros
mismos. La palabra de Jesús, el santo Evangelio, enseña que los verdaderos
bienaventurados son los pobres de espíritu, los no violentos, los mansos, los
que trabajan por la paz y la justicia. ¡Ésta es la fuerza que cambia el mundo!
Tras señalar que la Palabra del Señor – hoy como ayer, causa siempre una
división entre el que la acoge y el que la rechaza, con las lágrimas de las
mamás napolitanas, mezcladas con las de la Virgen, el Papa pidió a los
napolitanos que se dejen encontrar por la misericordia de Dios:
Texto y voz del Papa Francisco al
culminar su homilía,
en la Plaza del Plebiscito de Nápoles:
«Queridos napolitanos, ábranse a
la esperanza! ¡Y no se dejen robar la esperanza! No cedan a las lisonjas de
ganancias fáciles o rentas deshonestas. Esto es pan para hoy y hambre para
mañana. ¡No trae nada! Reaccionen con firmeza a las organizaciones que explotan
y corrompen a los jóvenes, a los pobres y a los débiles, con el cínico comercio
de la droga y otros crímenes ¡No se dejen robar la esperanza! ¡No dejen que su
juventud sea explotada por esta gente! ¡Que la corrupción y la delincuencia no
desfiguren el rostro de esta bella ciudad! Aún más ¡que no desfiguren la
alegría de su corazón napolitano!
A los criminales y a todos sus
cómplices, hoy yo, humildemente como hermano les repito: ¡conviértanse al amor
y a la justicia!
¡Déjense encontrar por la
misericordia de Dios! ¡Sean conscientes de que Jesús los está buscando para
abrazarlos, para besarlos, para amarlos más. Con la gracia de Dios, que perdona
todo, es posible volver a una vida honesta. Se lo pido con las lágrimas de las
madres de Nápoles, mezcladas con las de María, la Madre celestial invocada en
Piedigrotta y en tantas iglesias de Nápoles. Que estas lágrimas ablanden la
dureza de los corazones y reconduzcan a todos por el camino del bien.
Hoy comienza la primavera y la
primavera trae esperanza: tiempo de esperanza. Y el hoy de Nápoles es tiempo de
rescate para Nápoles: éste es mi deseo y mi ruego para una ciudad que tiene en
sí tantas potencialidades espirituales, culturales y humanas. Y, sobre todo,
tanta capacidad de amar. Las autoridades, las instituciones, las diversas
realidades sociales y los ciudadanos, todos juntos y concordes, puedan
construir un futuro mejor. Y el futuro de Nápoles no es el de replegarse
resignada sobre sí misma, sin abrirse con confianza al mundo. Esta ciudad puede
encontrar en la misericordia de Cristo, que hace nuevas todas las cosas, la
fuerza para ir adelante con esperanza, la fuerza de tantas existencias, tantas
familias y comunidades. Esperar ya es resistir al mal. Esperar es mirar el
mundo con la mirada y el corazón de Dios. Esperar es apostar sobre la
misericordia de Dios, que es Padre y perdona siempre todo.
Dios, fuente de nuestra alegría y
razón de nuestra esperanza, vive en nuestras ciudades. ¡Dios vive en Nápoles!
Que su gracia y su bendición sostenga el camino de ustedes en la fe, en la
caridad y en la esperanza, los propósitos de bien y de rescate moral y social
de ustedes. Hemos proclamado todos juntos a Jesús como Señor. Volvamos a
hacerlo al final otra vez. ¡Jesús es el Señor! Todos, tres veces: ¡Jesús es el
Señor!
¡Y que la Virgen los acompañe!»
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