Homilías del Papa y Temas sacerdotales
Misa en Santa Marta- Tres mujeres y tres
jueces
2015-03-23 L’Osservatore
Romano
«Donde no hay misericordia,
no hay justicia». Quien paga por la falta de misericordia es, también hoy, el
pueblo de Dios que sufre cuando encuentra «jueces especuladores, viciosos y
rígidos» incluso en la Iglesia que es «santa, pecadora, necesitada». Lo dijo el
Papa el lunes 23 de marzo en la misa celebrada en la capilla de la Casa Santa
Marta.
El Papa Francisco destacó
inmediatamente que las lecturas propuestas por la liturgia —tomadas del libro
de Daniel (13, 1-9.15-17.19-30.33-62) y del Evangelio de san Juan (8, 1-11)—
«nos hacen ver dos juicios a dos mujeres». Pero, añadió, «yo me permito
recordar otro juicio que se refiere a una mujer: el que Jesús nos relata en el
capítulo 18 de san Lucas». Así, pues, «hay tres mujeres y tres jueces: una
mujer inocente, Susana; otra, pecadora, la adúltera; y una tercera, la del
Evangelio de san Lucas, una pobre viuda». Y «las tres, según algunos padres de
la Iglesia, son figuras alegóricas de la Iglesia: la Iglesia santa, la Iglesia
pecadora y la Iglesia necesitada, porque las viudas y los huérfanos eran los
más necesitados en ese tiempo». Precisamente por esto, explicó el Papa, «los
padres piensan que sean figuras alegóricas de la Iglesia».
En cambio «los tres jueces
son malos, los tres». Y, continuó, «me urge destacar esto: en esa época el juez
no era sólo un juez civil: era civil y religioso, era las dos cosas juntas,
juzgaba las cuestiones religiosas y también las civiles». De este modo, «los
tres eran corruptos: los que condujeron a la adúltera hasta Jesús, los escribas,
los fariseos, los que hacían la ley y también emitían los juicios, tenían
dentro del corazón la corrupción de la rigidez». Para ellos, en efecto, «todo
era la letra de la ley, lo que decía la ley, se sentían puros: la ley dice esto
y se debe hacer esto...». Pero, destacó el Papa Francisco, «estos no eran
santos; eran corruptos, corruptos porque una rigidez de ese tipo sólo puede
seguir adelante en una doble vida». Tal vez precisamente los «que condenaban a
estas mujeres luego iban a buscarlas por detrás, a escondidas, para divertirse
un poco». Y el Papa quiso destacar también que «los rígidos son —uso el
adjetivo que Jesús les daba a ellos— hipócritas: llevan una doble vida». En tal
medida que «los que juzgan, pensemos en la Iglesia —las tres mujeres son
figuras alegóricas de la Iglesia—, los que juzgan con rigidez a la Iglesia
tienen una doble vida. Con la rigidez ni siquiera se puede respirar».
Refiriéndose en especial al
pasaje del libro de Daniel, el Papa recordó que ciertamente «no eran santos tampoco
ninguno de aquellos dos» que acusaron injustamente a Susana. Y precisamente
«Daniel, a quien el Espíritu Santo mueve a profetizar, los llama “envejecidos
en días y en crímenes”». A uno de ellos le dice también: «La belleza te sedujo
y la pasión pervirtió tu corazón. Lo mismo hacíais con las mujeres israelitas,
y ellas por miedo se acostaban con vosotros». En definitiva, los dos «eran
jueces viciosos, tenían la corrupción del vicio, en este caso la lujuria». Y
«se dice que cuando se tiene este vicio de la lujuria, con los años se hace más
feroz, más malo». Por lo tanto, los dos jueces «estaban corrompidos por los
vicios».
Y «del tercer juez —el del
Evangelio de san Lucas que recordé hace un momento— Jesús dice que no temía a
Dios y no le interesaba nadie: no le importaba nada, sólo le interesaba él
mismo», afirmó el Papa Francisco. Era, en pocas palabras, «un especulador, un
juez que con su trabajo de juzgar hacía los negocios». Y era por ello «un
corrupto, un corrupto de dinero, de prestigio».
El problema de fondo,
explicó el Papa es que estas tres personas —tanto el «especulador» como «los
viciosos» y los «rígidos»— «no conocían una palabra: no conocían lo que era la
misericordia». Porque «la corrupción los conducía lejos del hecho de comprender
la misericordia», de ser misericordiosos». En cambio «la Biblia nos dice que en
la misericordia está precisamente el justo juicio». Y así «las tres mujeres —la
santa, la pecadora y la necesitada— sufren por esta falta de misericordia».
Pero eso es válido «también
hoy». Y lo toca con la mano «el pueblo de Dios» que, «cuando encuentra a estos
jueces, sufre un juicio sin misericordia, tanto en lo civil como en lo
eclesiástico». Por lo demás, precisó el Papa, «donde no hay misericordia no hay
justicia». Y así «cuando el pueblo de Dios se acerca voluntariamente para pedir
perdón, para ser juzgado, cuántas veces, cuántas veces, encuentra a uno de
estos». Encuentra «a los viciosos», por ejemplo, «que están allí, capaces
también de tratar de explotarlos», y este «es uno de los pecados más graves».
Pero encuentra lamentablemente también a «los especuladores», a quienes «no les
importa nada y no dan oxígeno a esa alma, no dan esperanza: a ellos no les
interesa». Y encuentra «a los rígidos, que castigan en los penitentes de lo que
esconden en su alma». He aquí, entonces, «a la Iglesia santa, pecadora,
necesitada, y a los jueces corruptos: sean ellos especuladores, viciosos o
rígidos». Y «esto se llama falta de misericordia».
Como conclusión, el Papa
Francisco quiso «recordar una de las palabras más bonitas del Evangelio, tomada
precisamente del pasaje de san Juan, que me conmueve mucho: ¿Ninguno te ha
condenado? —Ninguno, Señor. —Tampoco yo te condeno». Y precisamente esta
expresión de Jesús —«Tampoco yo te condeno»— es «una de las palabras más
hermosas porque está llena de misericordia».
Donde no hay misericordia,
no hay justicia,
dijo el Papa
2015-03-23 Radio Vaticana
(RV).- Donde no hay
misericordia, no hay justicia, y tantas veces hoy el Pueblo de Dios sufre un
juicio sin misericordia. Lo recordó el Papa Francisco en su homilía de la Misa
matutina celebrada en la Capilla de la Casa de Santa Marta.
Los rígidos tienen una doble
vida
Al comentar las lecturas del
día, y refiriéndose a otro pasaje evangélico, el Papa Bergoglio habló de las
tres mujeres y los tres jueces: una mujer inocente, Susana; una pecadora, la
adúltera, y una pobre viuda necesitada. Y explicó que las tres, según algunos
Padres de la Iglesia, son figuras alegóricas de la Iglesia: la Iglesia Santa,
la Iglesia pecadora y la Iglesia necesitada”.
“Los tres jueces son malos y
corruptos – observó Francisco –. Y añadió que, ante todo, está el juicio de los
escribas y de los fariseos que llevan a la adúltera ante Jesús. “Tenían dentro
del corazón la corrupción de la rigidez”. Se sentían puros porque observaban la
ley. “La ley dice esto, y se debe hacer esto”:
“Pero estos no eran santos,
eran corruptos, corruptos porque una rigidez de ese tipo sólo puede ir adelante
en una doble vida y estos que condenaban a estas mujeres, después iban a buscarlas, por
detrás, a escondidas, para divertirse un poco. Los rígidos son – uso el
adjetivo que Jesús les daba a ellos – hipócritas: tienen doble vida. Aquellos
que juzgan, pensemos en la Iglesia – las tres mujeres son figuras alegóricas de
la Iglesia – aquellos que juzgan la Iglesia con rigidez, tienen doble vida. Con
la rigidez ni siquiera se puede respirar”.
El Pueblo de Dios tantas
veces no encuentra la misericordia
Después están los dos jueces
ancianos que chantajean a una mujer, Susana, para que se conceda, pero ella
resiste: “Eran jueces viciosos – subrayó el Papa – porque tenían la corrupción
del vicio, en este caso la lujuria. Y se dice que cuando está este vicio de la
lujuria con los años se vuelve más feroz, más malo”. En fin, está el juez
interpelado por la pobre viuda. Este juez “no temía a Dios y no se preocupaba
por los demás: no le importaba nada, sólo le daba importancia a sí mismo”: Era
“un especulador, un juez que con su profesión de juzgar hacía negocios”. Estaba
corrupto por el dinero y el prestigio”. Estos jueces – dijo el Papa – el especulador, los viciosos
y los rígidos, “no conocían una palabra, no conocían lo que era la
misericordia”:
“La corrupción los llevaba
lejos de entender la misericordia, el ser misericordiosos. Y la Biblia nos dice
que en la misericordia está precisamente el justo juicio. Y las tres mujeres – la santa, la pecadora y la necesitada,
figuras alegóricas de la Iglesia – sufren de esta falta de misericordia.
También hoy, el Pueblo de Dios, cuando encuentra a estos jueces, sufre un
juicio sin misericordia, sea civil, o eclesiástico. Y donde no hay
misericordia, no hay justicia. Cuando el Pueblo de Dios se acerca
voluntariamente para pedir perdón, para ser juzgado, cuántas veces, cuántas
veces encuentra a alguno de estos”.
Una de las palabras más
bellas del Evangelio: “Tampoco yo te condeno”
Encuentra a los viciosos que
“son capaces de tratar de explotarlos”, y éste “es uno de los pecados más
graves”; encuentra a “los especuladores” que “no dan oxígeno a aquella alma, no
dan esperanza”; y encuentra “a los rígidos que castigan en los penitentes
aquello que esconden en su alma”. “Esto – dijo el Papa – se llama falta de
misericordia”. Y concluyó diciendo:
“Sólo querría decir una de
las palabras más bellas del Evangelio que a mí me conmueve tanto: ‘¿Ninguno te
ha condenado?’ – ‘No, ninguno, Señor’ – ‘Tampoco yo te condeno’. No te condeno:
una de las palabras más bellas porque está llena de misericordia”.
(María Fernanda Bernasconi -
RV). (from Vatican Radio)
No hay comentarios:
Publicar un comentario