Homilías del Papa y Temas sacerdotales
Misa en Santa Marta -
Todo es
mérito de las mujeres
2015-01-26 L’Osservatore Romano
Ni cobardía ni vergüenza de ser
cristianos. Porque la fe «es un espíritu de fuerza, de caridad y de prudencia».
Es esta la enseñanza que el Papa Francisco tomó de la memoria litúrgica de los
santos Tito y Timoteo, discípulos del apóstol de los gentiles.
Al celebrar el lunes 26 de enero,
por la mañana, la misa en la capilla de la Casa Santa Marta, el Pontífice se
centró especialmente en la prima lectura —tomada de la segunda carta de san
Pablo a Timoteo (1, 1-8)— para poner de relieve cómo la fe cristiana nos da «la
fuerza para vivir, cuando reavivamos este regalo de Dios. Nos da amor, nos da
caridad», para «hacer fecunda la fe. Y nos da el espíritu de prudencia: es
decir, saber que nosotros no podemos hacer todo lo que queremos», porque «en
nuestro camino tenemos que seguir adelante y buscar las vías, las formas para
llevarlo adelante».
Al inicio de la homilía el Papa
destacó que los obispos Timoteo y Tito son como los hijos de Pablo, quien
«quiere mucho a ambos». De Timoteo el apóstol revela su «fe sincera» (2 Tm 1,
5), es decir, «una fe noble». Es más, según el Papa Francisco el texto original
se podría traducir como una «fe sin hipocresía», una «fe en sentido auténtico».
En concreto, «como el buen vino que, después de muchos años, es puro, noble».
Además, el Pontífice recordó cómo
Pablo revela también el origen de esa fe de Timoteo. Él, en efecto, la recibió
de su abuela Loide y de su madre Eunice. Porque, comentó, «son las mamás, las
abuelas, quienes realizan la transmisión de la fe».
Al respecto, el Papa Francisco
aclaró que «una cosa es transmitir la fe y otra es enseñar las verdades de la
fe». En efecto, «la fe es un don. La fe no se puede estudiar. Se estudian las
verdades de la fe, para comprenderla mejor, pero con el estudio nunca llegas a
la fe. La fe es un don del Espíritu Santo, es un regalo, que va más allá de
toda preparación». Y sobre este aspecto el Papa destacó que Timoteo era un
joven obispo, en tal medida que en la primera carta Pablo le dijo: «Que nadie
te menosprecie por tu juventud». (1 Tm 4, 12). Es probable, en efecto, «que
alguien, al ver que era tan joven», lo despreciase, con argumentaciones de este
tipo: «Este jovencito que viene a mandar aquí...». Pero, continuó, «el Espíritu
Santo lo había elegido». Y, así, «este obispo joven» escucha «de parte de
Pablo: recuerda de dónde viene tu fe, quién te la dio, el Espíritu Santo, a
través de la mamá y de la abuela».
Al respecto, el Papa Francisco
hizo referencia al «hermoso trabajo de las mamás y de las abuelas, el hermoso
servicio de esas mujeres que hacen las veces de mamás y de mujeres en una
familia —puede ser una empleada, puede ser una tía— de transmitir la fe».
Aunque, añadió, deberíamos preguntarnos «si hoy las mujeres tienen esta
conciencia del deber de transmitir la fe, de dar la fe».
Volviendo a la sinceridad de la
fe de Timoteo alabada por Pablo, el Pontífice destacó que tanto en la primera
como en la segunda carta vuelve el tema de la custodia del depositum fidei:
«Guardar la fe. La fe se debe guardar», destacó al volver a proponer las
palabras del apóstol: «Querido Timoteo, guarda el depósito, evita las vacías
habladurías paganas, las vacías habladurías mundanas» (cf. 1 Tm 6, 20). El
obispo de Roma destacó sobre todo la expresión «Guarda el depósito» y recordó
que «este es nuestro deber. Todos nosotros recibimos el don de la fe. Debemos
custodiarlo, para que al menos no se agüe, para que siga siendo fuerte con el
poder el Espíritu Santo que nos lo ha regalado».
Pablo recomienda la respecto
«reavivar el don de Dios» (2 Tm 1, 6). Por lo demás, comentó el Papa Francisco,
«si nosotros no tenemos este cuidado, cada día, de reavivar este regalo de Dios
que es la fe», esta «se debilita, se agua, termina por ser una cultura: “Sí,
sí, soy cristiano, sí...”, una cultura, solamente. O una gnosis, un
conocimiento: “Sí, yo conozco bien todas las cosas de la fe, conozco bien el
catecismo”». Pero, preguntó el Papa, «¿tú cómo vives tu fe? Esta es la
importancia de reavivar cada día este don: de hacerlo vivo».
De aquí la amonestación contra «el
espíritu de cobardía y la vergüenza». Porque «Dios no nos dio un espíritu de
cobardía. El espíritu de cobardía va contra el don de la fe, no deja que
crezca, que siga adelante, que sea grande». Y la vergüenza es el «pecado» de
quien dice: «Sí, tengo fe, pero la cubro, que no se vea mucho...». Es «esa fe
—comentó el Pontífice—, como dicen nuestros antepasados, “al agua de rosas”.
Porque me avergüenzo de vivirla fuertemente». Pero, afirmó, «esta no es la fe».
Partiendo de estas premisas el
Papa deseó que «hoy sería una hermosa tarea para todos nosotros tomar esta
segunda carta de Pablo a Timoteo y leerla. Es muy breve, se lee bien y es muy
hermosa. El consejo de un obispo anciano al obispo joven; le da consejos para
que lleve adelante su Iglesia: como guardar el depósito, como recordar que la
fe es un don que me fue dado por el Espíritu Santo a través de mi mamá, mi
abuela y tantas mujeres que han ayudado».
Pero, ¿por qué, se preguntó el
Papa Francisco, «son principalmente las mujeres quienes trasmiten la fe?» La
respuesta hay que buscarla una vez más en el testimonio de la Virgen:
«Sencillamente –respondió el Pontífice– porque ella que nos dio a Jesús es una
mujer. Es el camino que Jesús eligió. Él quiso tener una madre: también el don
de la fe pasa por las mujeres, como a Jesús por María».
He aquí entonces la exhortación
conlcusiva del Papa: «Pensad en esto y, si podéis, leed hoy esta segunda carta
a Timoteo, tan hermosa. Y pidamos al Señor la gracia de tener una fe sincera,
una fe que no se negocia según las oportunidades que se presentan. Una fe que
todos los días busco reavivar, o al menos pido al Espíritu Santo que la
reavive, y así da un grande fruto». Del Papa Francisco la invitación a volver
«a casa con este consejo de Pablo a Timoteo: “querido Timoteo, guarda el
depósito”, es decir, guarda este don».
Otra versión.
La fe es un don del Espíritu
Santo
transmitido por las mujeres,
dijo el Papa en su homilía
2015-01-26 Radio Vaticana
(RV).- Sobre todo son las mujeres
las que transmiten la fe. Lo afirmó el Papa Francisco en su homilía de la Misa
matutina celebrada en la Capilla de la Casa de Santa Marta al comentar la
segunda Carta de San Pablo al discípulo Timoteo.
Son las mamás y las abuelas las
que transmiten la fe
Pablo recuerda a Timoteo de dónde
proviene su “fe pura”: la ha recibido del Espíritu Santo “a través de la mamá y
de la abuela”. “Son las mamás, las abuelas
– afirmó el Papa – quienes transmiten la fe. Y añadió que “una cosa es
transmitir la fe y otra es enseñar las cosas de la fe. La fe es un don. La fe
no se puede estudiar. Se estudian las cosas de la fe, sí, para comprenderla
mejor, pero con el estudio jamás tú llegas a la fe. La fe es un don del
Espíritu Santo, es un regalo, que va más allá de toda preparación”. Y es un
regalo que pasa a través del “hermoso trabajo de las mamás y de las abuelas, el
hermoso trabajo de aquellas mujeres” en una familia, “puede ser también una
empleada doméstica, puede ser una tía”, quienes transmiten la fe:
“Mi viene a la mente: ¿pero por
qué son principalmente las mujeres las que transmiten la fe? Sencillamente
porque aquella que nos ha dado a Jesús es una mujer. Es el camino elegido por Jesús. Él ha querido
tener una madre: el don de la fe pasa por las mujeres, como Jesús por María”.
Custodiar el don de la fe para
que no se diluya
“Debemos pensar hoy – subrayó el Papa – si las mujeres… tienen esta conciencia del
deber, de transmitir la fe”. Pablo invita después a Timoteo a custodiar la fe,
el depósito, evitando “las vacías habladurías paganas, las vacías charlas
mundanas”. “Todos nosotros – afirmó Francisco – hemos recibido el don de la fe.
Debemos custodiarlo, para que al menos no se diluya, para que siga siendo
fuerte con el poder del Espíritu Santo que nos lo ha regalado”. Y la fe se
custodia reavivando este don de Dios:
“Si nosotros no ponemos atención,
cada día, en reavivar este regalo de Dios que es la fe, la fe se debilita, se
diluye, termina por ser una cultura: ‘Sí, pero, sí, sí, soy cristiano, sí,
sí…’, sólo una cultura. O una gnosis, un conocimiento: ‘Sí, yo conozco bien
todas las cosas de la fe, conozco bien el catecismo’. Pero tú, ¿cómo vives tu
fe? Y ésta es la importancia de reavivar cada día este don, este regalo: de
hacerlo vivo”.
El temor y la vergüenza no hacen
crecer la fe
Contrastan “esta fe viva” – dice
San Pablo – dos cosas: “El espíritu de timidez y la vergüenza”:
“Dios no nos ha dado un espíritu
de temor. El espíritu de timidez va contra el don de la fe, no deja que crezca,
que vaya adelante, que sea grande. Y la vergüenza es aquel pecado: ‘Sí, tengo
fe, pero la cubro, que no se vea tanto…’. Y un poco de acá, un poco de allá,
esa fe, como dicen nuestros antepasados, se vuelve superficial, así. Porque me
avergüenzo de vivirla fuertemente. No. Ésta no es la fe: ni timidez, ni
vergüenza. ¿Pero qué cosa es? Es un espíritu de fuerza, de caridad y de
prudencia. Ésta es la fe”.
La fe no se negocia
El espíritu de la prudencia –
explicó el Papa Francisco – es “saber que nosotros no podemos hacer todo lo que
queremos”, significa buscar “los caminos, las calles, las maneras” para llevar
adelante la fe, pero con prudencia. El Papa concluyó diciendo: “Pidamos al
Señor la gracia de tener una fe pura, una fe que no se negocia según las
oportunidades que vienen”. Una fe que cada día trato de reavivarla o, al menos,
“pido al Espíritu Santo que la reavive y de este modo fructifique grandemente”.
(María Fernanda Bernasconi - RV).
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