Homilías del Papa y Temas sacerdotales
El
cristiano es misericordioso,
la
rigidez es signo de corazón débil,
dijo el
Papa
2014-12-16
Radio Vaticana
(RV).- El Papa centró su homilía
en el Evangelio del día, en que los jefes de los sacerdotes preguntan a Jesús
con qué autoridad realizaba sus obras. Y explicó que se trata de una pregunta
que pone de manifiesto el “corazón hipócrita” de aquella gente, puesto que a
ellos “no les interesaba la verdad”, sino que sólo buscaban sus intereses,
moviéndose “según el viento”: ‘Conviene ir por acá, conviene ir por allá…’ eran
banderolas, ¡eh!, ¡todos! Todos sin consistencia, dijo Francisco. Con un
corazón sin consistencia. Y así negociaban todo: negociaban la libertad
interior, negociaban la fe, negociaban la patria, todo, menos las apariencias.
A ellos les importaba salir bien de las situaciones”. Eran oportunistas: “se
aprovechaban de las situaciones”.
Y sin embargo – prosiguió el Papa – “alguno de ustedes
podrá decirme: ‘Pero Padre, esta gente era observante de la ley: el sábado no
caminaban más de cien metros – o no sé cuánto se podía hacer – jamás, jamás iban a la mesa sin lavarse las
manos; era gente muy observante, muy segura en sus hábitos’. Sí, es verdad,
pero en las apariencias. Eran fuertes, pero en la parte exterior. Eran rígidos.
El corazón era muy débil, no sabían en qué creían. Y por esto su vida era, la
parte de afuera, toda regulada, pero el corazón iba de una parte a la otra: un
corazón débil y una piel rígida, fuerte, dura.
Al contrario – dijo también
Francisco – Jesús nos enseña que el cristiano debe tener el corazón fuerte, el
corazón firme, el corazón que crece sobre la roca, que es Cristo, y después,
debe ir por el mudo con prudencia: “En este caso hago esto, pero…” Es el modo
de ir, pero no se negocia el corazón, no se negocia la roca. La roca es Cristo,
¡no se negocia!”:
“Éste es el drama de la
hipocresía de esta gente. Y Jesús no negociaba jamás su corazón de Hijo del
Padre, sino que estaba tan abierto a la gente, buscando caminos para ayudar.
‘Pero esto no se puede hacer; nuestra disciplina, ¡nuestra doctrina dice que no
se puede hacer!’ les decían ellos. ‘¿Por qué tus discípulos comen el trigo en
el campo cuando caminan, el día sábado? ¡No se puede hacer!’. Eran tan rígidos
en su disciplina: ‘No, la disciplina no se toca, es sagrada’”.
El Papa Francisco recordó cuando
“Pío XII nos liberó de aquella cruz tan pesada que era el ayuno eucarístico”:
“Tal vez alguno de ustedes lo
recuerdan. Ni siquiera se podía tomar una gota de agua. ¡Ni siquiera! Y para
lavarse los dientes, se tenía que hacer sin tragar agua. Yo mismo de muchacho
fue a confesarme de haber hecho la comunión, porque creía que una gota de agua
había ido dentro. Es verdad ¿o no? Es verdad. Cuando Pío XII cambió la
disciplina – ‘¡Ah, herejía! ¡No! ¡Ha tocado la disciplina de la Iglesia!’ –
tantos fariseos se escandalizaron. Tantos. Porque Pío XII había hecho como
Jesús: ha visto la necesidad de la gente. ‘Pero pobre gente, ¡con tanto
calor!’. Estos sacerdotes que celebraban tres Misas, la última a la una,
después de mediodía, en ayunas. La disciplina de la Iglesia. Y estos fariseos
eran así – ‘nuestra disciplina’ –
rígidos en la piel, pero como Jesús les dijo, ‘putrefactos en el corazón’,
débiles, débiles hasta la putrefacción. Tenebrosos en el corazón”.
“Éste es el drama de esta gente”,
dijo el Papa, y recordó que Jesús denuncia la hipocresía y el oportunismo:
“También nuestra vida puede
llegar a ser así, también nuestra vida. Y algunas veces, les confieso una cosa,
cuando yo he visto a un cristiano, a una cristiana así, con el corazón débil,
no firme, firme sobre la roca – Jesús – y con tanta rigidez afuera, he pedido
al Señor: ‘Pero Señor, tírales una cáscara de banana delante, para que se haga
una linda resbalada, se avergüence de ser pecador y así te encuentre, a ti que
eres el Salvador. ¡Eh!, muchas veces un pecado nos hace avergonzar tanto y
encontrar al Señor, que nos perdona, como estos enfermos que estaban ahí y que
iban a ver al Señor para que los curara”.
“Pero la gente sencilla” –
observó el Papa – “no se equivocaba”, no obstante las palabras de estos
doctores de la ley, “porque la gente sabía, tenía ese olfato de la fe”.
Y concluyó su homilía con esta
oración: “Pido al Señor la gracia de que nuestro corazón sea sencillo, luminoso
con la verdad que Él nos da, y así
podremos ser amables, perdonador, ser comprensivos con los demás, de corazón
amplio con la gente, misericordiosos. Jamás condenar, jamás condenar. Si tú
tienes ganas de condenar, condénate a ti mismo, que algún motivo tendrás,
¡eh!”. “Pidamos al Señor esta gracia: que nos de esta luz interior, que nos
convenza de que la roca es sólo Él y no tantas historias que nosotros hacemos
como cosas importantes; y que Él nos diga – ¡Él nos indique! – el camino, que
Él nos acompañe por el camino, que Él nos ensanche el corazón, para que puedan
entrar los problemas de tanta gente y Él nos dé una gracia que esta gente no tenía:
la gracia de sentirnos pecadores”.
(María Fernanda Bernasconi - RV).
No hay comentarios:
Publicar un comentario