Homilías del Papa y Temas sacerdotales
Homilía
del Papa: Que el cristiano sea luz para todos
El Santo
Padre Francisco celebra la Misa matutina
en la capilla de la Casa de Santa
Marta - OSS_ROM
07/06/2016
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(RV).- La
batería del cristiano para iluminar es la oración. Es cuanto afirmó el Papa
Francisco en su homilía de la Misa de la mañana celebrada en la capilla de la
Casa de Santa Marta. El Pontífice puso en guardia a los cristianos para que no
se conviertan en sal insípido, y añadió que es necesario vencer la tentación de
la “espiritualidad del espejo” según la cual uno se empeña más en iluminarse a
sí mismo que en llevar la luz de la fe a los demás.
Luz y sal
Al
comentar el Evangelio del día el Santo Padre recordó que Jesús siempre habla
con “con palabras fáciles, con comparaciones fáciles, para que todos puedan
comprender el mensaje”. De ahí la definición del cristiano, que debe ser luz y
sal. Pero ninguna de las dos cosas – observó Francisco – es para sí misma: “La
luz es para iluminar al otro, y la sal para dar sabor y conservar al otro”.
La
batería del cristiano para iluminar es la oración
¿Pero
cómo puede el cristiano entonces hacer que la sal y la luz no se desvirtúen –
se preguntó el Pontífice – es decir, hacer que no se termine el aceite para
encender las lámparas?
“¿Cuál es
la batería del cristiano para hacer la luz? Sencillamente la oración. Tú puedes
hacer tantas cosas, tantas obras, incluso obras de misericordia, puedes hacer
tantas cosas grandes por la Iglesia – una universidad católica, un colegio, un
hospital… – hasta te harán un monumento como benefactor de la Iglesia, pero si
no rezas, aquello será un poco oscuro o sombrío. Cuantas obras se vuelven
oscuras por falta de luz, por falta de oración. Lo que mantiene, lo que da vida
a la luz cristiana, lo que ilumina, es la oración”.
La
oración “verdadera” – dijo el Papa –, “la oración de adoración al Padre, de
alabanza a la Trinidad, la oración de agradecimiento y también la oración que
pide cosas al Señor, pero la oración del corazón”.
El
cristiano sazona la vida de los demás con el Evangelio
Se trata
del “aceite” – dijo Francisco – de la “batería que da vida a la luz”. Y agregó
que la sal no da sabor a sí misma:
“La sal
se vuelve sal cuando se da. Y ésta es otra actitud del cristiano: darse;
sazonar la vida de los demás, sazonar tantas cosas con el mensaje del
Evangelio. Darse. No conservarse a sí mismo. La sal no es para el cristiano, es
para darla. El cristiano la tiene para darla, es sal para darse, pero no es
para sí mismo. Ambas – es curioso esto
–, luz y sal, son para los demás, no para sí mismas. La luz no se ilumina a sí
misma; la sal no se sazona a sí misma”.
Ciertamente
– observó el Obispo de Roma – cabe preguntarse hasta cuándo podrían durar la
sal y la luz si seguimos dándolas sin cesar. La respuesta de Francisco fue que
“aquí entra la fuerza de Dios, porque el cristiano es sal donada por Dios en el
Bautismo”, es “una cosa que te es dada como un don, y sigue siéndote dada como
don si tú sigues dándola, iluminando y dando. Y jamás termina”.
Atentos a
la tentación de la “espiritualidad del espejo”
Según la
Primera Lectura esto es precisamente lo que sucede a la viuda de Sarepta que
confía en el profeta Elías y así su harina y el aceite jamás se agotan. De ahí
que el Papa haya dirigido un pensamiento a la vida presente del cristiano:
“Ilumina
con tu luz, pero defiéndete de la tentación de iluminarte a ti mismo. Ésta es
una cosa fea, es un poco la espiritualidad del espejo: me ilumino a mí mismo.
Defiéndete de la tentación de curarte a ti mismo. Se luz para iluminar, se sal
para sazonar y conservar”.
La sal y
la luz – reafirmó el Santo Padre al concluir su homilía – “no son para sí
mismas”, son para darlas a los demás “en obras buenas”. Para que así – exhortó
– “resplandezca su luz ante los hombres. ¿Para qué? Para que vean sus obras
buenas y den gloria a su Padre que está en los cielos. Es decir, volver a Aquel
que te ha dado la luz y te ha dado la sal”. “Que el Señor nos ayude en
esto – dijo el Papa – a estar atentos siempre a la luz, a no
esconderla, sino a ponerla en lo alto”. Y a la sal, “a dar lo justo, aquello
que es necesario, pero darla”, porque así aumenta. “Son estas las buenas obras
del cristiano”.
(María
Fernanda Bernasconi - RV).
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