Homilías del Papa y Temas sacerdotales
Francisco \ Encuentros y Eventos
El Papa Emérito sigue sirviendo a la Iglesia, dijo Francisco
Conmemoración en la Sala Clementina del Palacio Apostólico del 65º
aniversario de la ordenación sacerdotal del Papa Emérito Benedicto XVI. - RV
28/06/2016 11:58SHARE:
(RV).- El último martes de junio, tuvo lugar a mediodía, en la
Sala Clementina del Palacio Apostólico del Vaticano, una ceremonia solemne con
motivo del 65º aniversario de la ordenación sacerdotal del Papa Emérito
Benedicto XVI.
En esta conmemoración, el Santo Padre Francisco comenzó recordando
que “hoy festejamos la historia de una llamada que comenzó hace sesenta y cinco
años con su ordenación sacerdotal en la Catedral de Frisinga el 29 de junio de
1951”.
Y afirmó que con su presencia, el Papa Emérito testimonia de
manera intensa y luminosa cuán decisivo es “tener la mirada y el corazón
dirigido a Dios”, con lo cual “sigue sirviendo a la Iglesia” y no deja de
contribuir con vigor y sabiduría a su crecimiento, desde el pequeño Monasterio
Mater Ecclesiae de la Ciudad del Vaticano que es mucho más que uno de esos
rincones olvidados en los cuales la cultura del descarte tiende hoy a relegar a
las personas cuando, con la edad, sus fuerzas decaen. “Es todo lo contrario –
dijo el Obispo de Roma – y esto ¡permite que lo diga con fuerza Su Sucesor que
ha elegido llamarse Francisco!”.
Tras destacar que, como San Francisco en la Porciúncula, la
Providencia ha querido que el Papa Emérito llegara a un lugar “propiamente
franciscano”, el Papa Bergoglio destacó que de este sitio brota una tranquilidad,
una paz, una fuerza, una confianza, una madurez, una fe, una entrega y una
fidelidad que le hacen tanto bien y le dan fuerza al mismo Sucesor de Pedro y a
toda la Iglesia.
De ahí el anhelo del Papa Francisco de que Benedicto XVI siga
sintiendo la mano de Dios misericordioso que lo sostiene, que experimente y
testimonie el amor de Dios y que, con Pedro y Pablo, siga exultando con gran
alegría mientras camina hacia la meta de la fe.
En el curso de esta ceremonia en honor del Papa Emérito, también
dirigieron su saludo agradecido los Cardenales Gerhard Müller, Prefecto de la
Congregación para la Doctrina de la Fe y Angelo Sodano, Decano del Colegio
Cardenalicio.
(María Fernanda Bernasconi - RV).
Texto del saludo del Santo Padre Francisco al Papa Emérito
Benedicto XVI:
Santidad, hoy festejamos la historia de una llamada que comenzó
hace sesenta y cinco años con su ordenación sacerdotal en la Catedral de
Frisinga el 29 de junio de 1951. ¿Pero cuál es la nota de fondo que recorre
esta larga historia y que desde aquel primer inicio hasta hoy la domina cada
vez más?
En una de las tantas bellas páginas que Usted dedica al
sacerdocio, subraya que, en la hora de la llamada definitiva de Simón, Jesús,
mirándolo, en el fondo le pregunta sólo una cosa: “¿Me amas?”.
¡Qué bello y verdadero es esto! Porque está aquí, Usted nos dice,
es en aquel “me amas” que el Señor funda el apacentar, porque sólo si existe el
amor por el Señor Él puede apacentar a través de nosotros: “Señor, tú sabes
todo, tú sabes que te amo” (Jn 21, 15-19). Esta es la nota que domina una vida
entera gastada en el servicio sacerdotal y de la teología que Usted, no
casualmente, ha definido como “la búsqueda del amado”; es esto lo que Usted ha
testimoniado siempre y testimonia aún hoy: que lo decisivo en nuestras
jornadas – con sol o con lluvia – sólo
aquella con la que viene todo lo demás, es que el Señor esté verdaderamente
presente, que lo deseemos, que interiormente estemos cerca de Él, que lo
amemos, que verdaderamente creamos profundamente en Él y creyendo lo amemos
verdaderamente. Es este amar lo que verdaderamente nos colma el corazón, este
creer es lo que nos hace caminar seguros y tranquilos sobre las aguas, también
en medio de la tempestad, precisamente como sucedió a Pedro; este amar y este
creer es lo que nos permite mirar hacia el futuro no con miedo o nostalgia,
sino con alegría, incluso en los años ya avanzados de nuestra vida.
Y así, precisamente viviendo y testimoniando hoy de modo tan
intenso y luminoso esta única cosa verdaderamente decisiva – tener la mirada y
el corazón dirigido a Dios – Usted, Santidad, sigue sirviendo a la Iglesia, no
deja de contribuir verdaderamente con vigor y sabiduría a su crecimiento; y lo
hace desde aquel pequeño Monasterio Mater Ecclesiae en el Vaticano que se
revela de ese modo algo muy diferente que uno de aquellos rincones olvidados en
los cuales la cultura del descarte de hoy tiende a relegar a las personas
cuando, con la edad, sus fuerzas decaen. Es todo lo contrario; y esto ¡permite
que lo diga con fuerza Su Sucesor que ha elegido llamarse Francisco!
Porque el camino espiritual de San Francisco comenzó en San
Damián, pero el verdadero lugar amado, el corazón pulsante de la Orden – allí
donde la fundó y donde, en fin, entregó su vida a Dios – fue la Porciúncula, la
“pequeña porción”, el rinconcito ante la Madre de la Iglesia; cerca de María
que, por su fe tan firme y por vivir enteramente del amor y en el amor con el
Señor, todas las generaciones llamarán bienaventurada.
Del mismo modo, la Providencia ha querido que Usted, querido
Hermano, llegara a un lugar por decirlo de alguna manera “propiamente
franciscano”, del que brota una tranquilidad, una paz, una fuerza, una confianza,
una madurez, una fe, una entrega y una fidelidad que me hacen tanto bien y me
dan tanta fuerza a mí, y a toda la Iglesia. Y me permito, que también de Usted
viene un sano y alegre sentido del humor.
El anhelo con el que deseo concluir es, por tanto, un anhelo que
dirijo a Usted, y junto a todos nosotros, a la Iglesia entera: ¡Que Usted,
Santidad, siga sintiendo la mano de Dios misericordioso que lo sostiene, que
experimente y testimonie el amor de Dios; que, con Pedro y Pablo, siga
exultando con gran alegría mientras camina hacia la meta de la fe (Cfr. 1 Pt,
8-9, 2 Tim, 4)!
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