Homilías del Papa y Temas sacerdotales
Catequesis del Papa: 16/03/2016
Catequesis
del Papa: Pascua, experiencia llena y definitiva del amor misericordioso de
Dios
Continuando
su ciclo de catequesis sobre la misericordia en la Sagrada Escritura, el Obispo
de Roma recordó que “Dios se presenta con toda su capacidad de confrontar y
abrir el corazón de los afligidos a la esperanza”. - ANSA
16/03/2016
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(RV).- “Dios no está ausente, ni siquiera hoy
en estas dramáticas situaciones, Dios está cerca, y hace obras grandes de
salvación para quien confía en Él. No se debe ceder a la desesperación, sino
continuar a estar seguros que el bien vence al mal y que el Señor secará toda
lágrima y nos liberará de todo temor”, es el anuncio de consolación del Papa
Francisco en la Audiencia General del tercer miércoles de marzo, donde explicó
la relación entre “misericordia y consolación”.
Continuando
su ciclo de catequesis sobre la misericordia en la Sagrada Escritura, el Obispo
de Roma recordó la historia del pueblo de Israel durante el exilio, descrito en
el “libro de la consolación” del profeta Jeremías, en el cual “la misericordia
de Dios se presenta con toda su capacidad de confrontar y abrir el corazón de
los afligidos a la esperanza”. El Pontífice agregó que “el exilio había sido
una experiencia catastrófica para Israel. La fe había vacilado porque en tierra
extranjera, sin el templo, sin el culto, después de haber visto el país
destruido, era difícil continuar creyendo en la bondad del Señor”.
También
nosotros podemos vivir a veces una especie de exilio – afirmó el Sucesor de
Pedro – cuando la soledad, el sufrimiento, la muerte nos hacen pensar de haber
sido abandonados por Dios. Cuántas veces hemos escuchado esta palabra: “Dios se
ha olvidado de mi”. Y ante las dramáticas situaciones que suceden en nuestro
tiempo, dijo el Papa, uno puede preguntarse: ¿Dónde está Dios? ¿Cómo es posible
que tanto sufrimiento pueda golpear a hombres, mujeres y niños inocentes?
El
profeta Jeremías – señaló el Santo Padre – nos da una primera respuesta. “El
pueblo exiliado podrá regresar a ver su tierra y a experimentar la misericordia
del Señor. Es el gran anuncio de consolación: Dios no está ausente, ni siquiera
hoy en estas dramáticas situaciones, Dios está cerca, y hace obras grandes de
salvación para quien confía en Él. No se debe ceder a la desesperación, sino
continuar a estar seguros que el bien vence al mal y que el Señor secará toda
lágrima y nos liberará de todo temor”. Porque el Señor es fiel, no abandona en
la desolación. Dios ama con un amor sin fin, que ni siquiera el pecado puede
frenar, y gracias a Él el corazón del hombre se llena de alegría y de
consolación.
Antes
de concluir su catequesis, el Papa Francisco puntualizó que “el regreso de los
exiliados es un gran símbolo de la consolación dado al corazón que se
convierte”. Y es el Señor Jesús, dijo el Pontífice, quien ha llevado a
cumplimiento este mensaje del profeta. “El verdadero y radical regreso del
exilio y la confortante luz después de la oscuridad de la crisis de fe, se
realiza en la Pascua, en la experiencia llena y definitiva del amor de Dios,
amor misericordioso que dona alegría, paz y vida eterna”.
Texto
completo de la catequesis del Papa Francisco
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En
el Libro del profeta Jeremías, los capítulos 30 y 31 son llamados “libro de la
consolación”, porque en ellos la misericordia de Dios se presenta con toda su
capacidad de confrontar y abrir el corazón de los afligidos a la esperanza. Hoy
queremos también nosotros escuchar este mensaje de consolación.
Jeremías
se dirige a los israelitas que han sido deportados a tierras extranjeras y
pre-anuncia el regreso a la patria. Este regreso es signo del amor infinito de
Dios Padre que no abandona a sus hijos, sino que los cuida y los salva. El
exilio había sido una experiencia catastrófica para Israel. La fe había
vacilado porque en tierra extranjera, sin el templo, sin el culto, después de
haber visto el país destruido, era difícil continuar creyendo en la bondad del
Señor. Me viene a la mente la cercana Albania y como después de tantas
persecuciones y destrucciones ha logrado levantarse en su dignidad y en la fe.
Así había sufrido los israelitas en el exilio.
También
nosotros podemos vivir a veces una especie de exilio, cuando la soledad, el
sufrimiento, la muerte nos hacen pensar de haber sido abandonados por Dios.
Cuántas veces hemos escuchado esta palabra: “Dios se ha olvidado de mi”. Muchas
veces personas que sufren y se sienten abandonadas. Y cuántos de nuestros
hermanos en cambio están viviendo en este tiempo una real y dramática situación
de exilio, lejos de su patria, en sus ojos todavía las ruinas de sus casas, en
el corazón el miedo y muchas veces, lamentablemente, ¡el dolor por la pérdida
de personas queridas! En estos casos uno puede preguntarse: ¿Dónde está Dios?
¿Cómo es posible que tanto sufrimiento pueda golpear a hombres, mujeres y niños
inocentes? Y cuando tratan de entrar en otra parte les cierran la puerta. Y
están ahí, al límite porque tantas puertas y tantos corazones están cerrados.
Los migrantes de hoy que sufren el aire, sin alimentos y no pueden entrar, no
reciben la acogida. ¡A mí me gusta mucho escuchar, cuando veo a las naciones,
los gobernantes que abren el corazón y abren las puertas!
El
profeta Jeremías nos da una primera respuesta. El pueblo exiliado podrá
regresar a ver su tierra y a experimentar la misericordia del Señor. Es el gran
anuncio de consolación: Dios no está ausente, ni siquiera hoy en estas
dramáticas situaciones, Dios está cerca, y hace obras grandes de salvación para
quien confía en Él. No se debe ceder a la desesperación, sino continuar a estar
seguros que el bien vence al mal y que el Señor secará toda lágrima y nos
liberará de todo temor. Por eso Jeremías da su voz a las palabras del amor de
Dios por su pueblo: «Yo te amé con un amor eterno, por eso te atraje con
fidelidad. De nuevo te edificaré y serás reedificada, virgen de Israel; de nuevo
te adornarás con tus tamboriles y saldrás danzando alegremente» (31,3-4).
El
Señor es fiel, no abandona en la desolación. Dios ama con un amor sin fin, que
ni siquiera el pecado puede frenar, y gracias a Él el corazón del hombre se
llena de alegría y de consolación.
El
sueño consolador del regreso a la patria continua en las palabras del profeta,
que dirigiéndose a cuantos regresaran a Jerusalén dice: «Llegarán gritando de
alegría a la altura de Sión, afluirán hacia los bienes del Señor, hacia el
trigo, el vino nuevo y el aceite, hacia las crías de ovejas y de vacas. Sus
almas serán como un jardín bien regado y no volverán a desfallecer» (31,12).
En
la alegría y en la gratitud, los exiliados retornaran a Sión, subiendo al monte
santo hacia la casa de Dios, y así podrán de nuevo elevar himnos y oraciones al
Señor que los ha liberado. Este regreso a Jerusalén y a sus bienes es descrito
con un verbo que literalmente quiere decir “afluir, correr”. El pueblo es
considerado, en un movimiento paradójico, como un río caudaloso que corre hacia
la altura de Sión, subiendo hacia la cima del monte. ¡Una imagen audaz para
decir cuánto es grande la misericordia del Señor!
La
tierra, que el pueblo había debido abandonar, se había convertido en presa de
los enemigos y desolada. Ahora, en cambio, retoma vida y florece. Y los
exiliados mismos serán como un jardín irrigado, como una tierra fértil. Israel,
llevado a su patria por su Señor, asiste a la victoria de la vida sobre la
muerte y de la bendición sobre la maldición.
Y
así el pueblo es fortificado y – esta palabra es importante: ¡consolado! – es
consolado por Dios. Los repatriados reciben vida de una fuente que
gratuitamente los irriga.
A
este punto, el profeta anuncia la plenitud de la alegría, y siempre en nombre
de Dios proclama: «Yo cambiaré su duelo en alegría, los alegraré y los
consolaré de su aflicción» (31,13).
El
salmo nos dice que cuando regresaron a su patria la boca se les llenó de
sonrisa; ¡es una alegría tan grande! Es el don que el Señor quiere hacer también
a cada uno de nosotros, con su perdón que convierte y reconcilia.
El
profeta Jeremías nos ha dado el anuncio, presentando el regreso de los
exiliados como un gran símbolo de la consolación dado al corazón que se
convierte. El Señor Jesús, por su parte, ha llevado a cumplimiento este mensaje
del profeta. El verdadero y radical regreso del exilio y la confortante luz
después de la oscuridad de la crisis de fe, se realiza en la Pascua, en la
experiencia llena y definitiva del amor de Dios, amor misericordioso que dona
alegría, paz y vida eterna.
(Traducción
del italiano, Renato Martinez – Radio Vaticano)
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