Homilías del Papa y Temas sacerdotales
Ángelus
El Papa junto con dos niños de Acción Católica en el Ángelus - AP
El
Papa en el Ángelus:
“El único privilegio a los ojos de Dios es aquel
de no
tener privilegios”
31/01/2016
11:07SHARE:
(RV).-
Como cada domingo el Papa Francisco rezó la oración del Ángelus ante miles de
fieles a quienes dio diversos mensajes en un ambiente de júblio amenizado por
las canciones y pancartas del gran grupo de la Acción Católica de la Diócesis
de Roma. “Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”.
Citando el Evangelio del Lucas, el Obispo de Roma precisó que el “hoy”,
proclamado por Cristo aquel día en la sinagoga de Nazaret, vale para cada
tiempo. “Resuena también para nosotros en esta plaza, recordándonos la
actualidad y la necesidad de la salvación traída por Jesús a la humanidad. Dios
viene al encuentro de los hombres y las mujeres de todos los tiempos y lugares
en las situaciones concretas en cuales estos estén. También viene
a nuestro encuentro”, observó el Papa. “Es siempre Él quien da el primer
paso: viene a visitarnos con su misericordia, a levantarnos del polvo de
nuestros pecados; viene a extendernos la mano para hacernos alzar del abismo en
el que nos ha hecho caer nuestro orgullo, y nos invita a acoger la consolante
verdad del Evangelio y a caminar por los caminos del bien”.
El
Santo Padre subrayó que el relato del evangelista Lucas saca a la luz una
tentación a la cual el hombre religioso está siempre expuesto, y de la cual es
necesario tomar decididamente las distancias: “la tentación de considerar la
religión como una inversión humana y, en consecuencia, ponerse a ‘negociar’ con
Dios buscando el propio interés”. Se trata, enfatizó Francisco, de acoger la
revelación de un Dios que es Padre y que
se preocupa de cada una de sus criaturas, también de aquella más pequeña e
insignificante a los ojos de los
hombres”.
“Precisamente en esto consiste el ministero profético de Jesús: en el
anunciar que ninguna condición humana puede constituir motivo de exclusión del
corazón del Padre, y que el único privilegio a los ojos de Dios es aquel de no
tener privilegios, de abandonarse en sus manos”.
Palabras
del Papa antes del rezo del Ángelus
¡Queridos
hermanos y hermanas, buenos días!
El
relato evangélico de hoy nos conduce nuevamente, como el pasado domingo, a la
sinagoga de Nazaret, el pueblo de Galilea donde Jesús creció en familia y es
conocido por todos. Él, que hacía poco tiempo se había marchado para iniciar su
vida pública, regresa ahora por primera vez y se presenta a la comunidad,
reunida el sábado en la sinagoga. Lee el pasaje del profeta Isaías que habla
del futuro Mesías y al final declara: «Hoy se ha cumplido este pasaje de la
Escritura que acaban de oír» (Lc 4,21). Los conciudadanos de Jesús, primero
sorprendidos y admirados, comienzan luego a poner cara larga y a murmurar entre
ellos y a decir: ¿Por qué éste, que pretende ser el Consagrado del Señor, no
repite aquí, en su pueblo, los prodigios que se dice haya cumplido en Cafarnaúm
y en los pueblos cercanos? Entonces Jesús afirma: «Les aseguro que ningún
profeta es bien recibido en su tierra» (v. 24), y cita a los grandes profetas
del pasado Elías y Eliseo, que obraron milagros en favor de los paganos para
denunciar la incredulidad de su pueblo. A este punto los presentes se sienten ofendidos,
se levantan indignados, echan a Jesús fuera del pueblo y quisieran arrojarlo
por el precipicio. Pero Él, con la fuerza de su paz, «pasando en medio de
ellos, se pone en camino» (v. 30). Su hora aún no ha llegado.
Este
relato del evangelista Lucas no es simplemente la historia de una pelea entre
paisanos, como a veces pasa en nuestros barrios, suscitada por envidias y
celos, sino que saca a la luz una tentación a la cual el hombre religioso está
siempre expuesto, -todos nosotros estamos expuestos- y de la cual es necesario
tomar decididamente las distancias. ¿Y cual es esta tentación? Es la tentación
de considerar la religión como una inversión humana y, en consecuencia, ponerse
a “negociar” con Dios buscando el propio interés. En cambio en la verdadera
religión se trata de acoger la revelación de un Dios que es Padre y que se preocupa de cada una de sus criaturas,
también de aquellas más pequeñas e insignificantes a los ojos de los hombres. Precisamente en esto
consiste el ministero profético de Jesús: en anunciar que ninguna condición
humana pueda constituir motivo de exclusión -¡ninguna condición humana puede
ser motivo de exclusión!- del corazón del Padre, y que el único privilegio a
los ojos de Dios es aquel de no tener privilegios. El único privilegio a los
ojos de Dios es aquel de no tener privilegios, de no tener padrinos, de
abandonarse en sus manos.
«Hoy
se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír» (Lc 4, 21).
El“hoy”, proclamado por Cristo aquel día, vale para cada tiempo; resuena
también para nosotros en esta plaza, recordándonos la actualidad y la necesidad
de la salvación traída por Jesús a la humanidad. Dios viene al encuentro de los
hombres y las mujeres de todos los tiempos y lugares en las situaciones
concretas en las cuales estos estén. También viene a nuestro encuentro. Es
siempre Él quien da el primer paso: viene a visitarnos con su misericordia, a
levantarnos del polvo de nuestros pecados; viene a extendernos la mano para
hacernos alzar del abismo en el que nos ha hecho caer nuestro orgullo, y nos
invita a acoger la consolante verdad del Evangelio y a caminar por los caminos
del bien. Siempre viene Él a encontrarnos, a buscarnos. Volvamos a la
sinagoga...
Ciertamente
aquel día, en la sinagoga de Nazaret, también estaba María allí, la Madre.
Podemos imaginar los latidos de su corazón, una pequeña anticipación de aquello
que sufrirá bajo la Cruz, viendo a Jesús, allí en la sinagoga, primero
admirado, luego desafiado, después insultado, después amenazado de muerte. En su
corazón, lleno de fe, ella guardaba cada cosa. Que ella nos ayude a
convertirnos de un dios de los milagros al milagro de Dios, que es Jesucristo.
(Traducción
del italiano: Raúl Cabrera, Radio Vaticano)
Después
de la oración del Ángelus el Papa saludó a diferentes grupos de peregrinos:
Queridos
hermanos y hermanas,
Se
celebra hoy la Jornada mundial de los enfermos de lepra. Esta enfermedad, a
pesar de estar en regresión, afecta todavía desafortunadamente a las personas
más pobres y marginadas. Es importante mantener viva la solidaridad con estos
hermanos y hermanas, quienes han quedado inválidos después de esta enfermedad.
A ellos les aseguramos nuestra oración, y aseguramos nuestro apoyo a quienes
les asisten. Buenos laicos, buenas hermanas, buenos curas.
Saludo
con afecto a todos ustedes, queridos peregrinos llegados desde diversas
parroquias de Italia y de otros países, como también las asociaciones y los
grupos. En particular, saludo a los estudiantes de Cuenca y a aquellos de
Torreagüera (España). Saludo a los fieles de
Taranto, Montesilvano, Macerata, Ercolano y Fasano.
¡Ahora
saludo a los chicos y chicas de la Acción Católica de la Diócesis de Roma!
Ahora entiendo porque había tanta bulla en la plaza. Queridos chicos, también
este año acompañados, del Cardenal Vicario y de vuestros Asistentes, han venido
muchos en el final de su “Caravana de la Paz”.
Este
año su testimonio de paz, animado de la fe en Jesús será todavía más alegre y
consciente, porque está enriquecido por el gesto, que acaban de hacer al pasar
por la Puerta Santa.
¡Les
animo a ser instrumentos de paz y de misericordia entre sus compañeros!
Escuchemos ahora el mensaje de sus amigos, que están aquí junto a mí, que nos
van a leer.
(Lectura
del Mensaje)
Y
ahora los chicos en la plaza lanzarán los globos, símbolo de paz. A todos les
deseo un buen domingo y un buen almuerzo. Y por favor no se olviden de rezar
por mí.
¡Hasta
la vista!
(MZ-RV)
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