Blog de Tío Paco-Franjaoli-Franja
Síntesis de las homilías del Papa Francisco
en las Misas que celebra todas las mañanas
en la Capilla de la Casa de Santa Marta.
Informaciones elaboradas por L'Osservatore Romano y Radio Vaticano.
26 de Octubre de 2013
CAPACES DE AVERGONZARSE
La gracia de la vergüenza es la que experimentamos
cuando confesamos a Dios nuestro pecado
y lo hacemos hablando “cara a cara” con el sacerdote, ...
2013-10-26
L’Osservatore Romano
Misa en Santa Marta.
La
gracia de la vergüenza es la que experimentamos cuando confesamos a Dios
nuestro pecado y lo hacemos hablando “cara a cara” con el sacerdote, “nuestro
hermano”. Y no pensando en dirigirnos directamente a Dios, como si fuera
“confesarse por e-mail”. Es con estas eficaces expresiones que el Papa
Francisco llamó la atención sobre uno de los sacramentos fundamentales de la
salvación humana, la confesión. Habló de ello la mañana del viernes 25 de
octubre, durante la misa celebrada en la capilla de Santa Marta.
San
Pablo, después de haber experimentado la sensación se sentirse liberado por la
sangre de Cristo, por lo tanto “recreado”, advierte que en él hay algo que le
hace esclavo. Y en el pasaje de la carta a los Romanos (7, 18-25) propuesto por
la liturgia el apóstol —recordó el Pontífice— se define “desgraciado”. Por lo
demás “Pablo ayer hablaba, anunciaba la salvación en Jesucristo por la fe”,
mientras que hoy “como hermano cuenta a sus hermanos de Roma la lucha que él
tiene dentro de sí: 'Sé que lo bueno no habita en mí, es decir, en mi carne; en
efecto, querer está a mi alcance, pero hacer lo bueno, no. Pues no hago lo
bueno que deseo, sino que obro lo malo que no deseo. Y si lo que no deseo es
precisamente lo que hago, no soy yo el que lo realiza, sino el pecado que
habita en mí'. Se confiesa pecador. Nos dice: 'Cristo nos ha salvado, somos
libres. Pero yo soy un pobre hombre, yo soy un pecador, yo soy un esclavo'”.
Se
trata de la que el Papa llamó “la lucha de los cristianos”, nuestra lucha de
todos los días. “Cuando quiero hacer el bien —explicó el Pontífice— el mal está
junto a mí. En efecto, en lo íntimo consiento a la ley de Dios; pero en mis
miembros veo otra ley, que combate contra la ley de mi razón y me hace
esclavo”. Y nosotros “no siempre tenemos la valentía de hablar como habla Pablo
sobre esta lucha. Siempre buscamos una justificación: 'Pero sí, somos todos
pecadores'”.
Es
contra esta actitud que debemos luchar. Es más, “si nosotros no reconocemos
esto —advirtió el Santo Padre— no podemos tener el perdón de Dios, porque si
ser pecador es una palabra, uno modo de hablar, no tenemos necesidad del perdón
de Dios. Pero si es una realidad que nos hace esclavos, necesitamos esta
liberación interior del Señor, de aquella fuerza”. Y Pablo indica la vía de
salida: “Confiesa a la comunidad su pecado, su tendencia al pecado, no la
esconde. Esta es la actitud que la Iglesia nos pide a todos nosotros, que Jesús
pide a todos nosotros: confesar humildemente nuestros pecados”.
La
Iglesia en su sabiduría indica a los creyentes el sacramento de la
reconciliación. Y nosotros, exhortó el Papa, estamos llamados a hacer esto:
“Vayamos al hermano, al hermano sacerdote, y hagamos esta confesión interior
nuestra: la misma que hace Pablo: 'Yo quiero el bien, desearía ser mejor, pero
usted sabe, a veces tengo esta lucha, a veces tengo esto, esto y esto...'”. Y
así como “es tan concreta la salvación que nos lleva a Jesús, tan concreto es
nuestro pecado”.
El
Pontífice se refirió después a cuantos rechazan el coloquio con el sacerdote y
sostienen confesarse directamente con Dios. Cierto —comentó— “es fácil, es como
confesarse por e-mail... Dios está allí, lejos; yo digo las cosas y no existe
un cara a cara, no existe un encuentro a solas”. Pablo en cambio “confiesa su
debilidad a los hermanos cara a cara”.
Del
Papa también un llamamiento a los que ante el sacerdote “se confiesan de muchas
cosas etéreas, que no tienen ninguna concreción”: confesarse así “es lo mismo
que no hacerlo”, precisó. Y añadió: “Confesar nuestros pecados no es ir a una
sesión psiquiátrica ni tampoco ir a una sala de tortura. Es decir al Señor:
'Señor, soy pecador'. Pero decirlo a través del hermano, para que este decir
sea también concreto; 'y soy pecador por esto, por esto y por esto...'”.
El
Pontífice confió que admira el modo en que se confiesan los niños: “Hoy hemos
leído en el Aleluya —observó—: 'Te doy gracias, Padre, señor del cielo y de la
tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has
revelado a los pequeños' (Mateo 11, 25). Los pequeños tienen una cierta
sabiduría. Cuando un niño viene a confesarse, jamás dice algo general: 'Padre,
he hecho esto, he hecho esto a mi tía, he hecho esto a la otra, al otro le he
dicho esta palabra' y dicen la palabra. Son concretos, tienen la sencillez de
la verdad. Y nosotros tenemos siempre la tendencia a esconder la realidad de
nuestras miserias”. En cambio, si hay algo bello es “cuando nosotros confesamos
nuestros pecados como están en la presencia de Dios. Siempre sentimos esa gracia
de la vergüenza. Avergonzarse ante Dios es una gracia. Es una gracia: 'Yo me
avergüenzo'. Pensemos en lo que dijo Pedro tras el milagro de Jesús en el lago:
'Pero Señor, aléjate de mí, que soy un pecador'. Se avergüenza de su pecado
ante la santidad de Jesucristo”.
Ir
a confesarse “es ir a un encuentro con el Señor que nos perdona, nos ama. Y
nuestra vergüenza es lo que nosotros le ofrecemos a Él: 'Señor, soy pecador,
pero mira, no soy tan malo, soy capaz de avergonzarme'”. Por ello “pidamos
—concluyó el Papa— esta gracia de vivir en la verdad sin esconder nada a Dios y
sin esconder nada a nosotros mismos”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario