Homilías del Papa y Temas sacerdotales
Contemplar
el Evangelio de hoy
Master·evangeli.net
Evangelio
de hoy:
Día
litúrgico: Viernes XX del tiempo ordinario
Texto
del Evangelio (Mt 22,34-40): En aquel tiempo, cuando los fariseos se enteraron
de que Jesús había tapado la boca a los saduceos, se reunieron en grupo, y uno
de ellos le preguntó con ánimo de ponerle a prueba: «Maestro, ¿cuál es el
mandamiento mayor de la Ley?». Él le dijo: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo
tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es el mayor y el primer
mandamiento. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti
mismo. De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas».
Rev.
D. Pere CALMELL i Turet
(Barcelona,
España)
«Amarás al Señor, tu Dios... Amarás a tu prójimo»
Hoy,
el maestro de la Ley le pregunta a Jesús: «¿Cuál es el mandamiento mayor de la
Ley?» (Mt 22,36), el más importante, el primero. La respuesta, en cambio, habla
de un primer mandamiento y de un segundo, que le «es semejante» (Mt 22,39). Dos
anillas inseparables que son una sola cosa. Inseparables, pero una primera y
una segunda, una de oro y la otra de plata. El Señor nos lleva hasta la
profundidad de la catequesis cristiana, porque «de estos dos mandamientos
penden toda la Ley y los Profetas» (Mt 22,40).
He
aquí la razón de ser del comentario clásico de los dos palos de la Cruz del
Señor: el que está cavado en tierra es la verticalidad, que mira hacia el cielo
a Dios. El travesero representa la horizontalidad, el trato con nuestros
iguales. También en esta imagen hay un primero y un segundo. La horizontalidad
estaría a nivel de tierra si antes no poseyésemos un palo derecho, y cuanto más
queramos elevar el nivel de nuestro servicio a los otros —la horizontalidad—
más elevado deberá ser nuestro amor a Dios. Si no, fácilmente viene el desánimo,
la inconstancia, la exigencia de compensaciones del orden que sea. Dice san
Juan de la Cruz: «Cuanto más ama un alma, tanto más perfecta es en aquello que
ama; de aquí que esta alma, que ya es perfecta, toda ella es amor y todas sus
acciones son amor».
Efectivamente,
en los santos que conocemos vemos cómo el amor a Dios, que saben manifestarle
de muchas maneras, les otorga una gran iniciativa a la hora de ayudar al
prójimo. Pidámosle hoy a la Virgen Santísima que nos llene del deseo de
sorprender a Nuestro Señor con obras y palabras de afecto. Así, nuestro corazón
será capaz de descubrir cómo sorprender con algún detalle simpático a los que
viven y trabajan a nuestro lado, y no solamente en los días señalados, que eso
lo sabe hacer cualquiera. ¡Sorprender!: forma práctica de pensar menos en
nosotros mismos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario